Acabo de leer Pregúntale al polvo, de Fante. Hace un par de meses leí Espera a la primavera, Bandini, también suyo. Es lo único que he leído de él hasta el momento.
La razón de leer a John Fante no es otra (sospecho que como para mucha más gente) que su condición de escritor favorito de Charles Bukowsky. En palabras de éste,
...cierto día cogí un libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento. (...) He ahí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos.
La primera de las lecturas, que es también su primera novela, me decepcionó algo. Está el tema de las traducciones, claro, creo que insoluble mientras no sea no sólo bilingüe sino un lector consumado con criterio literario propio en (en este caso) inglés (como si no me hubiese llevado tantos años tenerlo en castellano); pero no era sólo eso. Eché en falta esa fuerza que esperaba. Era como si estuviese a punto de estallar pero nunca lo hiciese; así hasta el final del libro.
Pregúntale al polvo, en cambio, ya es otra cosa. Me da la sensación de que entre una y otra novela, a pesar de ser consecutivas, el escritor ha evolucionado mucho. Ha cambiado, por ejemplo, su atrevimiento: se ha desinhibido, ha perdido el miedo a hablar claro. Y me ha gustado mucho más. Me ha gustado bastante, de hecho.
Otras consideraciones aparte, siempre me resulta atractivo encontrarme con el personaje que, en medio de la miseria y con todas las dificultades materiales en contra (¿o será a su favor?), siente la necesidad imperiosa de escribir y lo hace a toda costa, con una pasión que,
supongo, está en la base de todo gran escritor. El protagonista del libro, Arturo Bandini, imagino que trasunto del propio Fante, lo vive así. Y es contagioso, es muy contagioso. Y falta hace, y se agradece.
Por otra parte, hay algo curioso en los escenarios del libro. Algo que también se aprecia, por ejemplo, en algunas novelas de Bukowsky. Leyéndolas, se diría que en Estados Unidos no hay (o no había) clase media; o que, si la hay, ni se roza con la pobreza. El ambiente que se muestra es verdaderamente sórdido, y da la sensación además de que esa sordidez no tiene contacto con otra cosa; que no hay nada mejor cerca, que lo bueno está demasiado lejos para siquiera verlo. No sé, ya he dicho alguna vez que la sociedad norteamericana es un misterio para mí.
Se lo recomiendo. Mejor vayan por orden y lean los dos, porque así van a entender mejor a Bandini, pero no es imprescindible.