¿Qué me pasa, doctor?
Hablo solo. Bastante, además.
Suelo pasar varias horas al día solo, y supongo que eso influye. Me imagino que si pudiese conversar más no recurriría a charlar conmigo mismo, pero lo cierto es que tengo esa costumbre y, sin darme cuenta, lo hago a menudo. Incluso aunque esté acompañado: no es raro que mi mujer, que ya lo sabe, se acerque a la habitación donde estoy (muy frecuentemente, la cocina, por ejemplo mientras limpio, o barro, o recojo el lavavajillas) y me pregunte, con cara de entre incredulidad, risa y lástima, qué hago.
Estas conversaciones son sobre todo de tres tipos:
Discusiones rectificativas:
En las que doy la respuesta que en su momento no supe dar.
Generalmente esa respuesta es tan brillante y tajante que pone fin a la conversación, pero a veces da lugar a posteriores réplicas y contrarréplicas, en las que acabo de poner todos los puntos sobre las íes. Son muy efectivas para liberar la tensión que mi inicial falta de reflejos haya provocado.
Discusiones preparatorias:
En las que hago frente a una situación desagradable que preveo va a darse.
Me permiten, también, liberar tensión antes de encararme con el problema, por lo que después lo hago más relajado. Además, como suelo pintar la situación peor de lo que luego resulta ser, y como las conversaciones imaginarias me permiten ensayar tácticas y argumentos, me vienen muy bien como entrenamiento para afrontar con éxito la discusión real.
Exposiciones teóricas:
En las que defiendo mi postura sobre un tema ante un imaginario oyente o incluso un imaginario público.
En ellas no suele haber diálogo (bueno, a veces alguna que otra pregunta, ya saben). Muy frecuentemente, y dentro de lo que cabe, me permiten aclarar las ideas. Son las que más de chalado me parecen.
Popularmente, este hábito no es visto precisamente como síntoma de inmejorable salud mental. No sé qué dice la psiquiatría al respecto, pero sinceramente les aseguro que el hecho de hablar solo, de hacerlo además muchas veces de manera inconsciente, y de, sobre todo, considerarlo francamente útil, me provoca alguna que otra duda sobre si todo estará bien por ahí arriba.
En ocasiones, la mirada perpleja de algún peatón que espera en un semáforo en rojo, interrumpe alguna de las habituales discusiones, razonamientos y demás que mantengo conmigo mismo en voz alta co acompañamiento de gesticulación variada. No puedo evitarlo, lo que no impide que sienta cierto sonrojo...
ResponderEliminarMal de muchos...
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo lo que hago es ensayar discursos de recepción de premios. Estimados miembros de la Academia sueca, majestades, admirados colegas: este honor, este inmenso honor que me hacen....
ResponderEliminar(¿O deberían ir los reyes antes que la academia?)
Yo creo que primero los reyes, Ignacio, pero no sé si en Suecia goza de mayor preeminencia la Academia...
ResponderEliminarJavazquez, yo no lo hago, pues suelo dedicarme a temas conflictivos, a problemas imaginarios, pasados o futuros; los sentimientos, cuando los toco, es por malos motivos, no para ensayar un te quiero.
Hombre, por protocolo los reyes, pero los que me han dado el premio son los otros ;-)
ResponderEliminarTambién es verdad; a ver si van a arrepentirse.
ResponderEliminarBueno, yo me uno al grupo de los "solos parlantes". Por si os sirve de consuelo,sé de buenas tintas que también lo hacían Einstein, Bernard Shaw, Montesquieu, Bach, Rubens, Heidegger, Marx, Bakunin y seguro que muchos otros... Bueno, también he observado que lo hace el portero de mi casa y el basurero...
ResponderEliminarUn abrazo entrañable.
Hannah
Yo no me callo ni debajo el agua, así que imagínense los soliloquios que me pego conmigo misma (y a grito pelao, que una tiene un timbre de voz muy potente) cuando no tengo a nadie a quien marear con mi verborrea...
ResponderEliminarJa, ja. Aquí en la ofi hablo con el ordenador (mi pequeño Mac blanco fórmula uno, a veces le quiero, a veces le odio). Creo que esto es peor que hablar solo, ¿no? Al menos en cuanto a cuestiones de azotea se refiere, ¿sí?
¿Y cantar/silbar por la calle -sola- también cuenta? Pues otro punto más para estar mal de la cabeza. ;)
Ay. Qué vida esta. Besitos. C.
Yo también me sumo a esa sana costumbre. En mi caso empecé cuando estaba estudiando a seguir los razonamientos lógicos en voz alta: en mi casa me asignaron una habitación sola con la puerta cerrada para estudiar (y me tuve que privar de ir a bibliotecas).
ResponderEliminarEn la actualidad lo sigo haciendo cuando tengo que resolver algún problema con razonamientos.
Un abrazo, Hannah, Mrmann, Calamidad y Carmen.
ResponderEliminarYa no puede uno ni presumir de defectos...
¿Quien dijo que no fueran defectos?
ResponderEliminarNo, si no digo que no lo sean, sino que no puede uno presumir de ellos por lo comunes que son. Esto de hablar solo se ve que es cualquier cosa menos original.
ResponderEliminarAhora, con eso de los móviles y los manos libres, encuentras mucha gente por la calle hablando sola.
ResponderEliminarVoy en coche y, en un semáforo, la chica de al lado charlando.
Me digo... ¡Joder! tan jóven y ya anda así. Luego pienso que es el móvil.
Van en bici hablando sin parar... Y mira que prometo que no soy sexista, pero... ¿Porqué será que casi siempre son mujeres?
Yo no tengo la suerte de disfrutar tanta intimidad. Casi nunca estoy solo y, cuando lo logro, siempre hay alguien que se preocupa para que no lo esté.
Ni fregando los platos, ni cocinando, ni siquiera cuando escribo en el ordenata. Vamos, que te envidio.
Debes ser un gran jugador de ajedrez, con eso de crear un tema y preparar las previsibles respuestas a los seguros comentarios.
Mmmm... Eso del coche y hablar solo lo tengo que ensayar. Lástima que siempre que puedo, voy en transporte público y, allí, no queda muy bien hecer que hablas por teléfono. Vamos, que no cuela y te miran raro.
Tras leer el artículo de Portorosa y los comentarios de sus asiduos lectores me explico muchas cosas. Siempre pensé cómo podía atraer a tanto personal mi querido Portorosa pero ahora lo entiendo. A todos os patina un poquito la azotea. Que no os parezca mal porque lo digo con cariño. Pareceis todos cortados por el mismo patrón y me encantaría veros por un agujerito en una habitación compartiendo vuestros soliloquios.
ResponderEliminarUn beso.
Pues no, Pau; sé jugar al ajedrez, he incluso tuve épocas en las que le dediqué tiempo, y estudiaba aperturas, y practicaba, pero la verdad es que nunca he sido bueno. Creo que en el fondo no me interesa tanto como yo pretendía, y eso hacía que nunca fuera capaz de concentrarme lo que el juego exige (mucho); claro que cada uno se consuela como puede (y yo suelo encontrar siempre unas autojustificaciones muy creíbles). Lo que sí es cierto es que en esas conversaciones imaginarias pongo muchas más ganas. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Cricro, me alegro mucho de volverte a ver por aquí después de tanto tiempo. Quizá tengas razón y haya una relación entre tener/leer blogs y hablar solo.
Un beso.
¿Hablar solo? Muchas veces disfruto de ese placer mientras los otros hacen como que escuchan. Hablar así es menos estresante...
ResponderEliminar¿Gente rara? Estoy enamorado de la voz de mi amiga, cada vez mas dulce cuando anuncia a mi lado con un castellano impecable eso de "Su tabaco, gracias".
Hablar solo acompañado suele ser triste.
ResponderEliminarYo sólo hablo sola cuando no estoy.
ResponderEliminarSé que llego un poco tarde, discúlpame, milord, pero ando un poco atrasadilla.
ResponderEliminarFíjate, yo soy tan poco habladora que no hablo ni conmigo. Aunque creo que muchas veces sería el interlocutor más válido que tendría, no teniendo que dar explicaciones confusas sobre el sentido de mis palabras.
Y, si lo hiciera, si hablara conmigo misma, o sola, como tú dices, no creo que fuese motivo de pensar que algo no anda bien en la azotea, sino de todo lo contrario.
Y que sepas que ando por aquí casi todos los días, aunque lo haga en silencio. Ya te digo, no soy habladora.
Un beso.
¿Y cómo te digo yo, Amanda querida, lo culpable que me siento?
ResponderEliminarY no porque crea que no me vas a entender, ni mucho menos a disculpar, sino por todo lo contrario, por la rabia que me da fallarle a quien no me exige nada.
Como ves, esta temporada es de discusiones, de tostones, y parece que no veo el hueco para hacer algo amable.
Un beso enorme, y gracias por seguir ahí.
Bueno, de cerca todos somos raros, creo.
ResponderEliminarUn abrazo
Juraría que ahora hablo un poco menos, solo. Pero no sé...
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