[Dedicado a Calamidad, con mi agradecimiento]
Precavidas notas previas (es por Donna, que la pobre...):
1. Tenía este texto en borrador, a medio hacer, antes de escribir el anterior. Ahora, tras el conato de discusión de los últimos comentarios, me viene muy bien para exponerles unas cuantas opiniones mías.
2. Me encantaría saber lo suficiente de filosofía y de antropología para poder desmenuzar el concepto de cultura y adentrarme en sus entresijos, míticos o no. Pero no es el caso, así que les aclaro (y no se crean que esta precaución es innecesaria; ya les contaré dónde me sentí mosca cañoneada) que me estaré refiriendo, cada vez que hable de cultura, ser culto o persona culta (al menos mientras no matice lo que aquí pretendo matizar), al significado que se le suele dar en cualquier conversación informal.
3. Atreverme a hablar ante un público (tan selecto) de este tema podría muy fácil y comprensiblemente ser interpretado como una inadmisible muestra de presunción. Y yo, lo crean o no, no soporto la presunción; no la soporto.
Así que declaro solemne y sinceramente, antes de que alguien me espete un "¿Pero usted qué se cree?", que me considero un ejemplar bastante presentable de persona no culta (no confundir con inculta); es decir, que no está mal, pero en modo alguno soy alguien con una cultura destacable. Y ésa es mi opinión sincera.
Fin de las precavidas notas previas.
Supongo que todos estarán más o menos de acuerdo en que una persona culta debe atesorar amplios y (muy importante) variados conocimientos; no tiene por qué ser un erudito, naturalmente, pero mucho menos puede tratarse de un ignorante.
Sobre esta primera cuestión, lo único que quiero decir es que creo que, si no el único, el mejor y más completo proceso de formación o aprendizaje es el que conjuga el estudio, la lectura, el acceso teórico a las ciencias, las artes y el pensamiento, con otra forma de culturización más directa, vital y práctica, que casi sin excepción viene dada por el contacto con gentes, lugares y modos de vida cuanto más variados mejor.
Pero, por descontado, yo no creo que los conocimientos, por sí solos, hagan a alguien culto. Para mí, una persona verdaderemente culta es la que asimila esos conocimientos y esa experiencia y hace que se reflejen en su vida, en su actitud y en su mentalidad.
Desde que recuerdo, he sentido un gran respeto hacia la cultura; un respeto tal vez exagerado e incluso irracional. Hasta no hace mucho, aseguraba que la cultura nos hacía mejores. Y lo hacía a pesar de las evidencias que prueban que ésta no siempre va ligada a los mejores comportamientos ni a buenos sentimientos. Ejemplos de individuos con una maldad fuera de toda duda que mostraban una cultura sobresaliente tampoco me faltaban. Y era consciente (y siempre me pareció algo incomprensible) de la triste paradoja encerrada en el hecho de que la Alemania de los años 30 fuera tal vez la nación más culta de Europa, y probablemente del mundo.
Ahora, en lo que quizá ha sido una deformación del concepto en un intento de salvarlo de la completa desmitificación, y siendo consciente de que cuando hablo de cultura a veces no me es posible distinguirla de cualidades como la inteligencia, la sensatez o incluso la bondad, he acabado por tener mi propia idea de lo que es ser una persona culta.
Se trata, por supuesto y como siempre, de un concepto subjetivo por completo, y que ni yo mismo sé hasta qué punto está teñido por mis filias y fobias, mis sentimientos, y mis ideas (políticas y no políticas); pero lo está, y mucho. En cualquier caso, se ha convertido en un ideal que ha sobrepasado hace tiempo los límites del original.
Como he dicho, ahora llamo culta a la persona que asimila lo aprendido y muestra una actitud, un comportamiento y una mentalidad a la altura de lo (bastante, o mucho) que sabe (de ahí la justicia de exigirle a cada uno en función de lo que de él cabe esperar... pero ése es otro tema).
¿Y en qué se concretan, en mi opinión, esta actitud, este comportamiento y esta mentalidad?
En (Dios me coja confesado):
- una clara conciencia de las propias limitaciones y de la propia ignorancia;
- humildad;
- un aumento de las inquietudes, la curiosidad y la capacidad de asombro;
- el cuestionamiento de las convicciones personales y la casi completa desaparición de las certezas y las fes (no confundir con la confianza) de todo tipo, incluida la actual fe supersticiosa en la ciencia;
- la erradicación de los propios prejuicios;
- capacidad para valorar en su justa medida los problemas y relativizar su importancia;
- amplitud de miras, entendida ésta como la capacidad para observar y analizar la realidad de un modo global, para relacionar ideas y hechos no directamente ligados, y para enfocar un asunto desde todos los puntos de vista posibles;
- transigencia con los errores ajenos y tolerancia con sus ideas (que no significa, en absoluto, indiferencia, falta de criterio o imparcialidad ante todas las opiniones);
- capacidad y voluntad de comprensión del porqué de las cosas, a pesar de la urgencia y proximidad de éstas;
- capacidad y voluntad de comprensión del comportamiento de las personas, y capacidad para ponerse en el lugar de los demás aun cuando los sentimientos lo hagan difícil, asumiendo con convicción el Homo sum, humani nihil a me alienum puto (Soy humano, y nada de lo humano me es ajeno en su traducción habitual) de Terencio.
¿Siguen ahí?
Como ven, casi todos los puntos están íntimamente relacionados, y algunos son consecuencia directa de otros.
Pues bien, ya puede alguien ser una fuente inagotable de datos, un pozo de ciencia o una enciclopedia andante, que, a mi modo de ver, si no es capaz de poner en marcha todo ese conocimiento, de hacerlo algo vivo y extraer de él, día a día, las enseñanzas que lo vayan convirtiendo en un individuo de esas características, no es una persona verdaderamente culta.