6.6.12

Quién apoya a quién

Ayer al mediodía pensaba qué hacer: qué hacer durante los 45 minutos que estuve en casa, qué hacer con respecto a mis estudios (para los que este curso ha supuesto un paréntesis casi total y no decidido, que son los peores), si intentar algo con respecto a escribir, y qué sé yo, qué hacer en general.

Desde hace unos años, como ya he contado aquí, a veces pienso en mí de niño, y uso esa imagen que yo he ido formando, las expectativas y los deseos que he ido poniendo en mí entonces, para ver cómo lo estoy haciendo de adulto. Ese ejercicio me ha sido, y me es, muy útil; principalmente, para creerme con derecho a estar bien.

Pero ayer pensé en mi hijo Carlos. No en él ahora, sino de mayor, con mi edad; cómo me gustaría que estuviese, qué me gustaría que hiciese. No qué carrera debería estudiar o a qué profesión dedicarse, sino qué actitud me gustaría saber que muestra, la satisfacción con que verá su vida, las ganas con que se enfrentará a su día a día, la alegría que sentirá y si, en definitiva, será feliz.

Y me comparé con esa imagen deseada y me la puse de ejemplo. Si yo querría verlo así a él, ¿no querré lo mismo para mí? Si a mí me haría sufrir verlo desmotivado, sin ilusiones, dejándose ir (y sintiéndose que se deja ir), ¿voy a aceptar perder yo, en cambio, mi oportunidad?

Esa noche leí en el libro de Amos Oz esta frase:

Todo lo que no consiguieron en la vida, todo lo que no les fue dado, lo cargaron mis padres sobre mis espaldas.

Siempre me ha preocupado caer en ese error.

Quiero creer que yo estaba haciendo exactamente lo contrario: en lugar de volcar mis frustraciones en mi hijo y hacerle cargar con ellas, lo usaba a él, usaba mi deseo de que viva contento, para animarme, para ponerme en marcha para aprovechar mi tiempo, para empujarme a vivir. Para, en el fondo, recordarme que yo, como él, también merezco quererme.


12 comentarios:

  1. Pues yo realmente no creo que sea tan malo, ni que volquemos en los hijos nuestras frustraciones ni tampoco nuestros deseos para ellos... Que al fin y al cabo, son lo mismo, o al menos yo lo veo así.

    Yo no hubiera vivido muchas de las experiencias que la vida me ha ofrecido, si mi madre no hubiera sido mi motor de arranque. Ella siempre ha querido que yo, cómo mujer, hiciera todo lo que a ella, con mi edad y en su tiempo, no se le permitía, precisamente por su condición de mujer. Y no sólo academicamente hablando, sino también las alternativas laborales, actividades socio-culturales, etc...
    En esta predisposición para conmigo, de mi madre, estaban sus deseos pero también sus frustraciones.

    Y sinceramente, tampoco me ha ido tan mal. Soy feliz de poder tomar las decisiones que conciernen a mi vida "libremente", o por lo menos dentro de una cierta "IGUALDAD" (aunque aún no sea total).

    Un saludo.

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  2. No sé si sé explicarlo bien, pero yo creo, 1730, que una cosa es darles a nuestros hijos las oportunidades que se merezcan (las hayamos tenido nosotros o no), y además apoyarlos a la hora de hacerlas realidad, y otra muy distinta lo que da a entender Oz en el libro (resumido en esa frase): decidir desde las propias frustraciones y deseos incumplidos, hacerlos de nuestros hijos, trasladárselos a ellos, trasladarles nuestras motivaciones y nuestas insatisfacciones, etc.; es decir, decidir en función de nosotros, en lugar de centrarnos en hacer posible que ellos decidan por ellos.

    Besos.

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  3. Evidentemente, no podemos ni debemos decidir por ellos, pero sus/nuestras experiencias y oportunidades son importantes y marcarán, en cierto modo, la educación que reciben esos hijos. Y el apoyo (o lo que yo he llamado "motor de arranque", quizá mal expresado) es fundamental venga de quien venga, quiero decir, de padres o hijos.

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  4. No hablo de eso, no hablo de no usar nuestra experiencia ni de no enseñarles qué creemos que es mejor; sino de convertirlos en el instrumento para tratara de superar nuestras insatisfacciones, de buscar en ellos nuestra oportunidad.

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  5. Habláis de dos cosas distintas.

    Con respecto a la primera, el exterior objetivo, me ciño a una frase sobre el mundo de una tribu de indios americanos: "Nuestros hijos no heredan nuestro mundo; nos lo han prestado y debemos devolvérselo igual o mejor". Sería perder tiempo explicar el significado de esto y las responsabilidades (nuestras) que conlleva.

    En el "sentido interior", que creo que es del que habla Portorosa, creo que va por buen camino. Es el que elegí yo con mi hijo: aprender de él para sentirme vivo y colaborar con él. Creo que no se puede expresar mejor que la última frase de su comentario:

    "convertirlos en el instrumento para tratara de superar nuestras insatisfacciones, de buscar en ellos nuestra oportunidad"

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  6. Anónimo6/6/12 16:14

    Yo aspiro darle a mis hijos (lo escribí en alguna parte) la oportunidad de ser la mejor versión de si mismos. No lo que yo no pude o no me atreví a ser, sino lo que ellos pueden llegar a ser.

    http://madredemarte.wordpress.com/

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  7. Pues no se podrá expresar mejor... pero creo que no nos hemos entendido.

    1730 y yo hablamos, en mi opinión, y como dice NáN, de cosas distintas. Eso creo que está claro.

    En cuanto a lo que yo quería decir, todo depende de qué entendamos por instrumento: podemos ver en nuestros hijos un acicate, buscar en ellos la motivación, incluso la imagen que necesitamos para acercarnos a nosotros mismos; pero no podemos pedirles que busquen lo que nosotros buscábamos, no podemos pedirles que hagan lo que no hicimos, no podemos esperar que hagan suyos nuestros deseos, ni mucho menos que se muevan por los nuestros.

    Oz lo expresa muy bien en otra página: cargar sobre él todas sus desilusiones.

    Yo ayer pretendía que Carlos, que el Carlos que a mí me gustaría ver (por su grado de satisfacción, por su alegría), me valiese a mí de modelo; y entonces soy yo el que hace lo que debe hacer, el que busca lo que quiere, pues de mí se trata. Nada de pedirle a él que cumpla mis deseos, que lo haga por mí.

    A eso me refiero con lo de ser nuestra oportunidad: ellos nos pueden dar una segunda oportunidad, pero para vivir nosotros; lo que no pueden hacer es vivir como nuesta segunda oportunidad. Como dice Madre, no son una versión mejorada de nosotros mismos.

    Besos.

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  8. Yo he ido aprendiendo desde que tengo 21 años y aun no era madre, lo que he ido descubriendo con los años, los dias, los minutos y los segundos...He engendrado socialmente a mis hijas para que vengan a este mundo, pero les he evitado que arrastren mi psique, no busco que repitan formas, profesiones, nombres o formas de morir, mas bien quiero que cada una exprimente su propia experiencia de vida vital.

    Se que llevo una huella pegada en mi vida, por mis padres, abuelos, etc, pero evito caer en la trampa de quedarme pegada a esos contratos inconsientes, por lo mismo quiero siempre que mis hijas tomen consiencia de si mismas y desarrollen su propia consiencia y su experincia de vida.

    Una vez aprendi que existen dos caminos en la vida, uno es el camino cometa, otro es el camino meteorito. Los caminos cometas son nuestros aliados, por ejemplo son situaciones sopresivas, fortuitas que nos dan alegria y reconfortan el alma, por el contrario en el camino meteorito se producen catastrofes, enfermedades, depresiones, malas rachas que nos debilitan y nos hieren, pero uno debe emplearse siempre en buscar los caminos cometas, porque cometas hay en todos los cielos.

    Por eso yo insto a mis nenas a buscar sus cometas y si por esas casualidades de la vida, les cae un meteorito encima, pues ellas tendran que aprenden a reorganizar su propia desgracia o su mal rato, cambiando su propia vision del mundo y con todo lo que ello representa...

    Me considero un apoyo para mis hijas y ellas para mi, y atesoro mis momentos con ellas, porque comprendo que son preciosos, pero fugaces.

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  9. Precioso comentario, Ro.
    Sí que se merece ser un post, por sí mismo.

    Un beso grande.

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  10. Anónimo7/6/12 11:16

    Por cierto, una curiosidad. Hablas de tu hijo. ¿No piensas lo mismo de tu hija?

    http://madredemarte.wordpress.com/

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  11. (¡Vaya, por fin alguien lo pregunta!)

    Sí, claro, exactamente lo mismo.

    Es solo que tal vez me resulte más fácil compararme con él, para esa imagen futura, por ser niño; que me resulte más fácil imaginármelo en mi situación. En todo caso, ayer pensé en él, pero no siempre es así.

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  12. Para poner una caricatura, podrían ser los papás colacao, papás de campeones (que también son caricaturas rápidas de los papás helicópteros, los que no paran de revolotear alrededor de las criaturas).
    El punto de vista que planteas es refrescante, es algo que merece la pena considerar. Los míos son muy pequeños, el menor de tres, de momento lo que procuro imitar de ellos es el disfrutar sin más de los momentos buenos, alegres, etc. Sólo es una mala imitación la mía, para un niño el tiempo es eterno y el mío está fajado por los relojes, cosa de la edad.
    (Prrrrocurrrrrarrrré acorrrrrdarrrrme de la r suave :)).

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