3.3.11

Lovely

[Esta vez había que escribir, más o menos, algo relacionado con una canción. La mía es Lovely Rita, de los Beatles, of course.]


Hace algunos años pasé una temporada en Liverpool, por trabajo. Tenía bastante tiempo libre, y como con las únicas personas con las que me relacionaba no congenié demasiado me dedicaba sobre todo a pasear, a leer, ir al cine y tomar una cerveza cada noche en un pub diferente.

Un domingo por la tarde... No, no era un domingo; los domingos en Inglaterra son como si hubiera amenaza aérea, las calles están desiertas, y uno acaba por preferir quedarse solo en casa, o incluso en la pensión, como era mi caso, a vagar por la ciudad como un alma en pena e igual de solo. Era sábado por la tarde. Yo leía en un banco de unos jardines que había a la orilla del río, del Mersey. Leía, pero de vez en cuando levantaba la cabeza y me quedaba mirando a la gente: madres dándoles la merienda a sus bebés, niños jugando y algunas señoras charlando, imagino que también de enfermedades y de lo que habían hecho de comida (aunque no sé, ¿es posible esa conversación en Inglaterra?), solo que en inglés. Una chica tiraba una pelota a un árbol sin hojas y ella y su hija la veían bajar saltando de rama en rama. Y, mientras miraba hacia ellas, vi aparecer por la acera del fondo a una mujer, una especie de guardia de tráfico, o más bien de revisora de aparcamiento, comprobando los tiques de los coches. Al principio, con la gorra, me pareció mayor, pero cuando se acercó vi que no, que tenía más o menos mi edad. Llevaba una cartera de cuero cruzada en bandolera que le daba un aire militar, y de vez en cuando se paraba y anotaba algo, supongo que matrículas, en un cuadernillo blanco. Al verla mejor, la curiosidad inicial se convirtió en sorpresa, porque era guapísima. Y el tiempo que se quedó allí me dediqué a observarla, con toda la discreción que pude.

Estuve varios días sin volver al parque, hasta que algo así como una semana después fui otra vez a leer. Me acordaba de la chica, pero al llegar no la vi. Al cabo de una hora, cansado ya de estar sentado, me levanté. Caminé por los senderos entre los setos y acabé junto al parquímetro de la acera. Estaba leyendo las instrucciones, por puro aburrimiento, cuando oí unos pasos a mi lado. Era ella. Se me quedó mirando un par de segundos y pasó de largo. Noté que me ponía colorado. Me fui. Antes de meterme por la primera calle volví a mirar al jardín y la vi de espaldas, andando entre los coches.

Las noches solitarias dan para mucho, y no pude evitar pensar en ella. Me imaginaba que me decidía a hablarle, que la invitaba a tomar un té, que salíamos a cenar, que me llevaba a su casa, incluso. Luego, hasta creo que soñé que efectivamente estábamos en su casa, donde yo me las prometía muy felices pero, no sé por qué, acababa viéndome sentado en un sofá entre dos hermanas suyas que me clavaban sus miradas en silencio. En fin.

El día siguiente era el último que pasaba en Liverpool, y por la tarde fui a buscarla, decidido a hablarle. Paseé por los jardines, hice que leía, miré a la gente, y ya comenzaba a asumir que no la vería cuando apareció por la esquina de siempre. Me alegré tanto que sin pensarlo fui directo a su encuentro. Pero tanto ímpetu fue decayendo por el camino, y al cruzarnos en la acera solo pude musitar, o imaginar que musitaba, un good afternoon que, o no oyó, o no quiso contestar. Al menos, al pasar a su lado pude leer su nombre en la placa de la camisa. Se llamaba Rita Wood.

Unos pasos más adelante miré hacia atrás y vi que volvía apresuradamente la cabeza y seguía caminando como si nada.




Lovely Rita meter maid
Lovely Rita meter maid

Lovely Rita meter maid,
Nothing can come between us.
When it gets dark I tow your heart away.

Standing by a parking meter,
When I caught a glimpse of Rita,
Filling in a ticket in her little white book.
In a cap she looked much older,
And the bag across her shoulder
Made her look a little like a military man.

Lovely Rita meter maid,
May I inquire discreetly,
When are you free to take some tea with me?
(Rita!)

Took her out and tried to win her.
Had a laugh and over dinner,
Told her I would really like to see her again.
Got the bill and Rita paid it.
Took her home I nearly made it,
Sitting on the sofa with a sister or two.

Oh, lovely Rita meter maid,
Where would I be without you?
Give us a wink and make me think of you.

Lovely Rita meter maid

Lovely Rita meter maid





9 comentarios:

  1. Anónimo3/3/11 11:36

    Me asalta la duda: «madres dándole la merienda a sus bebés,». Los bebés, en plural, ¿no requiere la frase una "s" en «dándole»?

    Perdón por el atrevimiento.

    Saludos desde la irónica realidad.

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  2. ¿Y qué edad dice que tenía el personaje, Portorosa?

    Ese miedo al rechazo tan tierno...

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  3. Corregido. Gracias.

    Pues... sobre 30. Él es así.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. Nada, nada, cuando uno se fija al primer vistazo en alguien y siente efluvios positivos, hay que hablar a esa persona. Ya lo dijo Don Juan, el de las enseñanzas, y a mí me ha ido bien. Esa maldita timidez nos mata.

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  6. Mi pareja me confesó que en un vuelo oceánico le tocó de compañero de asiento una bellisima y jóven mujer, y que se pasó horas fantaseando con ella y pensando cómo 'aboradarla'... y responder a la pregunta de si tomaría algo con él...
    Cuando quedaba poco para que terminara el vuelo se decidió, e inició una conversación que fue como la seda, hasta que ella le dijo que era monja. Dice que desde aquella, rapidito el 'abordaje' y nada de perder el tiempo.

    -----------

    En un restaurante en Lisboa, un hombre jóven me miraba desde una mesa cercana. Me sentia avergonzada hasta de llevarme el tenedor a la boca, estaba terriblemente incómoda tal era la insistencia y persistencia de esa mirada.
    En un momento dado me retiré al servicio, y había que descender dos plantas.La intermedia, desierta, parecía ser un salón de celebraciones, en el que había un gran piano. Cuando comencé a subir esa escalera de caracol, oí el piano:'Wonderful tonight', de EC., y cuando llegué a la altura del salón, víq ue ere ese hombre quien tocaba. Me miró... otra vez.
    Al rato de yo regresar a mi mesa, él regresó a la suya, y me miró, por última vez, con una sonrisa, y yo le miré por primera vez fijamente y le devolví la sonrisa.
    Era mi manera de decirle: 'Gracias, por no haberme dicho nada, por no haberme hablado ni abordado...'
    Creo que ha sido la galantería, o el piropo más elegante y más sensible que he recibido jamás, y guardo un recuerdo muy grato de él, como mi 'rollo' aquí soltado, demuestra...

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  7. Erodiade, creí que era un relato, también.
    Qué guay, la historia.

    Ay, la timidez, la inseguridad, todo eso, Pcbcarp.

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  8. No, ninguna de las dos es una ficción... su relato ficticio(?) me ha hecho recordarlas, son las dos caras de la misma moneda, de alguna forma.

    Algunas veces es mejor romper con la timidez y acabar todo (para bien o para mal) de una buena vez.

    Otras, es mejor callar, y quedar como todo un caballero, que 'abordar' a una señora en unas escaleras, y quedar como un 'patán'.

    Este caballero, nunca sabrá: que pagó una deuda ajena por la que sentía un gran dolor al ser deudora, y que pasarán los años y le seguiré recordando.

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  9. Yo creo que las cosas, sobre todo, si son bonitas hay que decirlas. Esta vida es demasiado corta para andar con tanto miramiento. Creo que no hay cosa más hermosa, que decir lo expresar lo que uno siente. (eso si, procurando no herir a nadie en el camino). Le hace a uno más libre. Aunque también comparto que contener ese sentimiento, sonrojarse, ...,ese juego de miradas, tiene una magia especial.

    Pero sigo pensando, que estamos aquí "demasiado poco" tiempo, si me permiten la redundancia.

    Bicos, desde mi rincón.

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