8.3.11

Déjense sorprender por el espejo

Bastante difícil, lo de tratar de verse en el espejo sin mirar.

Pero no imposible. Cuando uno menos se lo espera (de hecho, es imprescindible que uno no lo espere), levanta sin pensar la cabeza del lavabo, o mira distraído a la pared del fondo en una cafetería, o se le apaga la pantalla del ordenador; y se ve. Y durante un segundo, o medio segundo, o menos, no sé, no se da cuenta de que esa es su cara.

Y ese es el momento que hay que aprovechar; el momento en que nos cogemos por sorpresa y con la guardia baja.

Fíjense en sus caras.

¿Les gustan?

No, no me refiero a si se parecen guapos, no hablo de estética. Hablo de su gesto, hablo de lo que su cara les dice de cómo están, de lo que les dice de su vida, de cómo les va, de cómo se sienten y cómo se están tratando a sí mismos. Fíjense en su expresión, fíjense en sus ojos y en su boca, sobre todo. ¿Les gustan? ¿Les parecen los de alguien alegre, satisfecho, puede que feliz? ¿O no? ¿Son los de quien a ustedes les gustaría ser?

15 comentarios:

  1. El ajetreo diario, trabajo, ocupaciones, hijos, compromisos, no nos dejan ni tan siquiera cinco minutos al día para sentarnos y decirnos: soy yo, estoy aquí.

    La cotidianeidad nos arrastra y es como la pescadilla que se muerde la cola. Pero existen momentos fugaces, como enfrentarse con el espejo de manera inesperada y tomar conciencia del 'yo'... y preguntarse muchas cosas que no nos paramos a pensar...por meses...

    Es una forma de 'suicidio', como vivir una vida sin vivirla realmente, pero me pregunto, ¿podemos mantener un nivel alto de intensidad, de percibir la realidad vivida y conscientemente a cada minuto que vivimos???

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  2. Yo no sé si soy quien me gustaría ser. Intento que me guste como soy...

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  3. Anónimo8/3/11 10:40

    Oiga, Porto, es edición de cuentos de Bellow tiene cuarenta años. Es más vieja que usted.

    Sirwood

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  4. Ah, amigo Sirwood, la compré hace dos domingos en una librería de viejo. Y el ejemplar que tengo, idéntico al de la imagen (aunque no es ese) tiene incluso alguna mancha de humedad.

    Ya ve usted, entre el ebook y el papel amarillento me debato.

    Intentar que te guste cómo eres no es muy diferente a intentar ser como te gustaría, ¿no? Salvo que la táctica sea la resignación sin más.

    Erodiade, yo creo que no es fácil, como decía en lo del domingo, quitarse el envoltorio. Y bueno, quizá tampoco haya que tratarse con tanta trascendencia, ni sea posible. Pero si uno tiene la sensación de estar haciendo ruido para no oír, si ese envoltorio del que hablaba se le cae de puro falso, si, a fin de cuentas, uno sabe que se está engañando más de lo que debería (y todos nos engañamos un poco en algún momento, para sobrevivir), supongo que es necesario parar un momento y pensar qué se hace.

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  5. Anónimo8/3/11 12:10

    Hablando de papel viejo;

    http://www.bernardinas.blogspot.com/


    Sirwood

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  6. Pues sí.
    Y aun encima Faulkner.

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  7. Pues mi experiencia personal me dice que depende del día. Hay días que me encanto, pero son los menos. Eso sí, esos días me como el mundo.

    ¿Es posible que antiguamente a las monjas de clausura no las dejaban tener espejos? Imagínate qué susto si en cuatro o cinco años no te ves. Ô_Ô

    Un besazo.
    Cal.

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  8. Yo me reconozco en el espejo y estoy conforme con lo que veo, allí soy más o menos, como tú dices, quien me gustaría ser, pero claro, eso no cumple la condición de verme sin mirar, sin esperarlo.

    Cuando se cumple esa condición y me sorprendo de improviso -en un escaparate, en una fotografía vista sin pensar- la sensación es muy distinta, me cuesta reconocerme en esa persona que en un primer momento me parece tan distinta a la del espejo. Creo que eso sucede porque en ese instante me estoy viendo como me ven los demás, algo que en el espejo del cuarto de baño es absolutamente imposible. ¿Me gusta esa imagen inesperada? Cuando la sorpresa deja paso al reconocimiento también se abre paso la aceptación, y entonces sí, empiezo a gustarme un poco, me digo: Hey, ¿a dónde vas con esa pinta, tanto te costaba peinarte? Como cuando uno ve a un viejo amigo.

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  9. La auténtica sorpresa sería si al mirar de reojo en el espejo, como quien no quiere la cosa, uno comprobara que no se refleja, que ha desaparecido. Y eso a plena luz del día y con todo lujo de crucifijos de por medio, para que no quepa ninguna duda de que no nos hemos convertido en vampiro.
    Un saludo.
    Verificación de palabra sestsest

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  10. Es algo parecido a cuando oyes tu voz grabada. Mi voz no suena así, ¿no? Y todos te dicen que sí. Es decir: no me reconozco.

    Pero de lo que veo, me gusta o no dependiendo de la mirada. Cuando tiene vida, me gusta; cuando está "apagada" (por cansancio, por ejemplo), no me gusta.

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  11. Hasta hace un par de meses, no quería mirarme en el espejo, ni sacarme fotos. Las "ojeras" eran enormes y me "odiaba" a mi misma por no tener la fuerza para tomar una decisión.

    Una vez tomada, el aspecto era horrible, todavía peor.

    Hoy reconozco, que cada día me gusto un poquito más, salvo algún que otro día, en el que por la noche me matan las pesadillas con "temores, ¿pasados?".

    Me siento libre, y a veces con el "vértigo" que provoca la libertad, pero contenta.

    Creo que se por donde va mi camino, aun que este maldito dolor, me frene tanto. Pero confío en que un día , en este puzzle que es la vida, cada ficha ocupe su lugar.

    Hasta entonces a poquitos. Paso a paso, mis ojos recobran su luz, y mi cuerpo magullado, las ganas de vivir.

    Esa soy yo.

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  12. Es que, MargotF, verse uno mismo con los ojos cerrados a veces es lo peor.

    Jesús me ha recordado que algunos tenemos en casa el espejo más cruel. El de ¿dónveas con esos pelos?

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  13. Hola, y perdón por la desatención.

    No parece mala impresión, la de creer ver en uno mismo a un viejo amigo.

    Margot, mira, y ánimo.

    Taliesín, me alegro (siempre) de verte.

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  14. Lo peor que te puede ocurrir cuando te ves en un espejo es no reconocerte. O ¿quizás no?
    Estaba enseñando un edificio a un magnate de las comunicaciones y de pronto me dí de bruces con un gran espejo que tenía el lujoso hall del edificio. Creyendo que me había chocado con uno de los acompañantes pedí Perdón y continué como si tal cosa.
    Saludos cordiales señor amable de la silla

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  15. Saludos, Piezarza.
    Y ten cuidado con esos encontronazos...

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