25.1.08

Trampa 22

Aún me falta bastante para terminarlo, pero me está gustando tanto que me sabe mal esperar más para arrojar algo de luz sobre sus oscuros panoramas literarios y hablarles de este libro, Trampa 22, de Joseph Heller.

-Pierdes el tiempo -se vio obligado a decirle el doctor Danika.
- ¿No puedes dar de baja a alguien que esté loco?
- Sí, claro. Tengo que hacerlo. Hay una norma según la cual tengo que dar de baja a todos los que estén locos.
- Entonces, ¿por qué no me das de baja a mí? Estoy loco (...) pregúntaselo a cualquiera de los demás. Te dirá hasta qué punto estoy loco.
- Ellos sí que están locos.
- Entonces, ¿por qué no les das de baja?
- ¿Por qué no me lo piden?
- Porque están locos.
- Claro que lo están -
convino el doctor Danika-. Acabo de decírtelo, ¿no?, y un loco no puede decidir si tú lo estás o no, ¿no te parece?

Yossarian lo miró con calma y atacó por otro lado.
- ¿Y Orr? ¿Está loco?
- Claro que sí -
respondió el doctor Danika.
- ¿Puedes darle la baja?
- Claro. Pero primero tiene que pedírmelo. Así son las normas.
- ¿Y por qué no te lo pide?
- Porque está loco -
respondió el doctor Danika-. (...) Claro que puedo darle de baja, pero primero tiene que pedírmelo.
- ¿Eso es lo único que tiene que hacer para que le den la baja?
- Sí. Pedírmelo.
- ¿Y después podrás darle de baja? -
preguntó Yossarian.
- No.
- O sea, es una trampa.
- Claro que es una trampa -
corroboró el doctor Danika-. La trampa 22. Cualquiera que quiera abandonar el servicio no está realmente loco.


Esto del sentido del humor debe de ser una de las cosas más personales y subjetivas del mundo. Y además, creo que entre dos personas puede ser tanto un magnífico pegamento como una barrera de separación infranqueable.

Este libro, que compré en su día al leer una reseña que lo definía como un clásico de la literatura antibelicista y un ejemplo de autocrítica norteamericana (porque, las cosas como son, a ver cuántos países saben reírse de sí mismos como ellos), es de lo más gracioso que he leído.

Yossarian, un oficial de bombarderos, es el protagonista. La acción se desarrolla, hasta ahora, en un campamento de la Fuerza Aérea norteamericana en Italia, creo que en una isla, y básicamente se ocupa de contar qué hace allí la gente, en qué ocupa sus ratos libres (hay un hombre que busca actividades aburridas, que le disgusten al máximo, para que el tiempo le pase más despacio y tener así la sensación de vivir más), cuáles son sus preocupaciones (volver a casa, y mientras tanto evitar las misiones a toda costa, principalmente fingiendo estar enfermos), su actitud (un jefe, por ejemplo, evita tener cualquier tipo de contacto con sus hombres y sólo concede audiencias a las horas en las que él no está), y de dar una idea (corrosiva) de cómo se toman las decisiones militares. En general, uno ve una amalgama de corruptelas, escaqueos, miedos y locuras sin cuento, un verdadero caos.

A mí me hacen mucha gracia (en general, también en la vida real... o, mejor dicho, sobre todo en la vida real) los diálogos en los que reina el desconcierto. En los que, a base de malentendidos y ambigüedades, se consigue que nadie comprenda nada y todo el mundo hable de cosas diferentes y se desespere. Pero vean en este (larguísimo) ejemplo cómo lo grotescamente cómico se entremezcla con la dureza de fondo, imposible de soslayar:

(...) seguía disfrutando de buena salud cuando acabó el período de cuarentena, y volvieron a decirle que tenía que marcharse y meterse de lleno en la guerra. Yossarian se incorporó en la cama al oír la noticia y gritó:
- ¡Veo doble!
En la sala volvío a armarse la de Dios es Cristo. Aparecieron especialistas por todas partes (...) El jefe de aquel grupo de médicos era un caballero tan majestuoso como solícito, que le puso un dedo delante a Yossarian y le preguntó:
- ¿Cuántos dedos ve?
- Dos -
contestó Yossarian.
- ¿Y ahora? -
preguntó el médico, sin levantar ningún dedo.
- Dos -
contestó Yossarian.
El rostro del médico se distendió con una sonrisa.
- ¡Cielo santo, tiene razón! -
exclamó jubiloso-. ¡Lo ve todo doble!
Llevaron a Yossarian en una camilla a la habitación que ocupaba el soldado que veía doble y pusieron en cuarentena al resto de la sala durante otros catorce días.
- ¡Lo veo todo doble! -gritó el soldado que veía doble cuando entró Yossarian.
- ¡Lo veo todo doble! -le gritó Yossarian con igual fuerza y un guiño de complicidad.
- ¡Las paredes, las paredes! -chilló el otro soldado-. ¡Retirad las paredes!
Uno de los médicos hizo como si moviera las paredes.
- ¿Está bien así?
El soldado que veía doble asintió débilmente y se desplomó otra vez en la cama. Yossarian también asintió débilmente y contempló a su sagaz compañero de habitación con humildad y admiración. Sabía que se hallaba ante un maestro. Saltaba a la vista que se trataba de una persona digna de ser estudiada y emulada. Por la noche, su compañero de habitación murió, y Yossarian decidió que no debía seguir su ejemplo hasta tan lejos.
- ¡Lo veo todo una vez! -se apresuró a gritar.
Otro grupo de especialistas acudió en tropel hasta su cama provisto de diversos instrumentos para comprobar si decía la verdad.
- ¿Cuántos dedos ve? -preguntó el jefe, levantando un dedo.
- Uno.
El médico levantó dos dedos.
- ¿Cuántos dedos ve?
- Uno.
El médico levantó diez dedos.
- ¿Y ahora?
- Uno.
El médico se volvió hacia los otros, asombrado.
- ¡Lo ve todo una vez! -exclamó-. Lo hemos curado.
- Y justo a tiempo -
añadió el médico (...)-. Han venido a verlo unos familiares. No, no se preocupe -dijo riendo-. No son familiares suyos. Son la madre, el padre y el hermano de ese chico que ha muerto. Han venido desde Nueva York a ver un soldado moribundo, y usted es el que tenemos más a mano.
(...)
Los tres avanzaron con timidez, muy juntos, formando un grupo fúnebre y sigiloso, casi al mismo tiempo, hasta que llegaron junto a la cama y se quedaron contemplando a Yossarian (...) Cuando ya no lo pudo soportar, Yossarian se aclaró la garganta, y el viejo se decidió a hablar.
- Tiene un aspecto horrible -
dijo.
- Está enfermo, papá.
- Giuseppe -
dijo la madre, que se había sentado en una silla con las venosas manos en el regazo.
- Me llamo Yossarian -
replicó Yossarian.
- Se llama Yossarian, mamá. Yossarian, ¿no me reconoces? Soy tu hermano John. ¿No sabes quién soy?
- Claro que sí. Mi hermano John.
- ¡Me ha reconocido! Papá, sabe quién soy. Yossarian, papá está aquí. Dile hola.
- Hola, papá -
dijo Yossarian.
- Hola, Giuseppe.
- Se llama Yossarian, papá.
- No me acostumbro a verlo así -
dijo el padre.
- Está muy enfermo, papá. El médico dice que va a morirse.
- No sé si creérmelo -
replicó el padre-. Ya sabes cómo es esa gente.
- Giuseppe -
repitió la madre, en un tono dulce y desgarrado de angustia contenida.
- Se llama Yossarian, mamá. Ya no se acuerda de las cosas. ¿Cómo te tratan aquí, chaval? ¿Te tratan bien?
- Bastante bien -
le dijo Yossarian.
- Me alegro. No dejes que te mangoneen. Eres igual que todos los demás, a pesar de ser italiano. También tú tienes derechos.
Yossarian hizo una mueca de dolor y cerró los ojos para no tener que mirar a su hermano John. Empezó a sentirse enfermo.
- Si es que tiene un aspecto terrible -observó el padre.
- Giuseppe -
dijo la madre.
- Mamá, se llama Yossarian -
la interrumpió el hermano, impaciente-. ¿Es que no te acuerdas?
- No importa -
le interrumpió Yossarian a su vez-. Puede llamarme Giuseppe si quiere.
- Giuseppe -
le dijo la madre.
- No te preocupes, Yossarian -dijo el hermano-. Todo irá bien.
- No te preocupes, mamá -
dijo Yossarian-. Todo irá bien.
- ¿Has visto a un sacerdote? -
se interesó el hermano.
- Sí -
mintió Yossarian, e hizo otra mueca de dolor.
- Muy bien -
dictaminó el hermano-. Lo que importa es que te den todo lo que necesites. Hemos venido desde Nueva York. Teníamos miedo de no llegar a tiempo.
- ¿A tiempo de qué?
- De verte antes de que murieras.
- ¿Y qué importancia tiene eso?
- No queríamos que te murieras solo.
- ¿Y qué importancia tiene eso?
- Debe de estar delirando -
dijo el hermano-. Repite las cosas cien veces.
- Es curioso -
replicó el padre-. Yo siempre había pensado que se llamaba Giuseppe, y ahora resulta que se llama Yossarian. Muy curioso.
(...)
Sus ojos tumefactos se llenaron de lágrimas y se echó a llorar, meciéndose lentamente en la silla con las manos sobre el regazo, como mariposas muertas. Yossarian temía que empezara a gimotear. También el padre y el hermano se pusieron a llorar. Yossarian recordó de pronto por qué lloraban y también él se echó a llorar. Entró en la habitación un médico (...) El padre se enderezó muy serio para despedirse.
- Giuseppe -dijo.
- Yossarian -
le corrigió su hijo.
- Yossarian -
dijo el padre.
- Giuseppe -
le corrigió Yossarian.
- Vas a morirte.(...) Cuando hables con el hombre de ahí arriba, quiero que le digas una cosa de mi parte. Dile que no hay derecho a que la gente se muera cuando es joven. Lo digo en serio. Dile que, si tienen que morirse, que lo hagan cuando sean viejos. Quiero que se lo digas. No creo que Él sepa que no está bien, porque al parecer es muy bueno y lleva ahí muchísimo tiempo. ¿De acuerdo?
- Y abrígate bien -
le dijo la madre, que parecía hablar con conocimiento de causa.


Si no le ven maldita la gracia a nada de esto, pues nada; pero si les ha gustado, corran a por el libro, háganme caso.

Y así, de paso, descubren si tienen un sentido del humor inteligente o son ustedes más bien básicos...
- ¡Estás loco! No lo digo en broma -insistió Clevinger.
- Están intentando matarme -
le explicó Yossarian con tranquilidad.
- ¡Nadie está intentando matarte! -
vociferó Clevinger.
- Entonces, ¿por qué me disparan? -
preguntó Yossarian.
- Disparan contra todo el mundo. Quieren matar a todo el mundo.
- ¿Y eso qué tiene que ver?

14 comentarios:

  1. A mí me ha encantado. Supongo que eso significa que me va el humor inteligente (a pesar de ser más bien básico, la verdad :-)

    Por cierto, ayer conocí a Conde-duque. Le dije que igual aparecías por aquí y me dijo que a ver si hacíamos algo.

    Bueno, un abrazo.

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  2. A mí también me ha encantado, me he reído con ganas. (Y si no me hubiese gustado diría igualmente que sí. Cómo no va a gustarme el humor inteligente?)

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  3. Claro, por eso lo he hecho, para que no os atreváis a decir que no os gusta :D

    Me alegro de que os guste. De verdad que yo me lo estoy pasando genial. El otro día estaba yo solo en una cervecería, leyendo, y la gente (menos mal que casi no había nadie) se giraba para mirarme cuando me oían las carcajadas.

    Abrazos.

    (¡Hágase, Xavie!)

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  4. y yo que pensaba:
    -Oh! El sr. de Portorosa ha escrito muchas cositas!!!

    y luego resulta que no...que las ha (tran-scrito).

    Pero se lo perdono porque realmente me ha gustado mucho lo que he leído....me recuerda a Boris Vian...

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  5. Me has robado largos minutos de mi preciado tiempo, pero ha valido la pena. Sencillamente excelente.

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  6. Buenos días.

    Ya sabéis, Celia y Sebas; seguro que os gustaría.

    Celia, me temo que mi única referencia de Vian es ésta, y ya ves que no guardo muy buen recuerdo. Pero supongo que habrá más Vianes.

    Buenos días.

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  7. Claro que hay más Vianes: "La espuma de los días", sin ir más lejos. Un libro bellísimo.

    ...

    Sobre las risas, sí, lo surreal, el absurdo y todas estas situaciones en la que alguien dice algo realmente chalao pero completamente serio, y el que tiene a su lado, igual, que se lo ha creído todo y en general todos participan de una escena sin sentido, sí. De mucha risa, nos encantan. Y seguro que de más risa cuando lo lees completo y estás en antecedentes y en el ajo del hilo.

    Yo, ya sabes, no he soltado ninguna carcajada pero me ha parecido escuchar las tuyas. Y bien está. Aunque con esto "Esto del sentido del humor debe de ser una de las cosas más personales y subjetivas del mundo. Y además, creo que entre dos personas puede ser tanto un magnífico pegamento como una barrera de separación infranqueable." no nos vamos a poner tan serios. Partamos de pocas, muchas menos bases y dejemos ver qué pasa.

    :-)

    Buenos días.

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  8. Qué rico el yogur con lecitina de soja.

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  9. ¿Y con goma arábiga? ¿Lo has probado con un poquito de goma arábiga? Está buenísimo.

    (De acuerdo, no nos pondremos tan serios con lo de las barreras infranqueables)

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  10. Con goma arábiga debe ser más incómodo al paso, pero es bueno probarlo todo. Y con tiza. Hay que probarlo con tiza. Y con arena de playa y gravilla del parque.

    Los beneficios de todos estos experimentos están sin calcular. Espérese ahí, que veo tema.

    ¡Excéptico sentado en una silla! :-)

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  11. Un libro genial. Lo leí hace ya muchos años y debería releerlo. También hay una película sobre el libro, pero no la he visto. Ya te contaré qué tal cuando la vea.
    Has escogido unos párrafos muy divertidos.
    Un abrazo.

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  12. Sr de Portorosa, Vian no es para nada siempre así.
    Se lo prometo.
    Eso sí, a veces sus hipérboles saturan.

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  13. Un abrazo, Miguel. La estoy acabando, y el final me parece magnífico; no me extraña que se convirtiese, como dice la contraportada, en el libro de cabecera del pacifismo USA en los sesenta.

    Ya, Celia, hace tiempo, cuando escribí aquello sobre "Escupiré sobre vuestra tumba", me habían recomendado sus relatos y "La espuma de los días" (o algo así), a los que me acercaré tarde o temprano. Un beso.

    Y buenos días.

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  14. La película, Miguel, está protagonizada por Orson Welles y Anthony Perkins. No me imagino cómo pueden haber adaptado todo esto, pero cosas más increíbles se han hecho, y a veces muy bien. Me gustaría verla.

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