No, no estamos de acuerdo.
Un comentario de Danae (a quien tengo el gusto de presentarles) en un texto mío de hace unos meses, unido a una conversación de la que he sido mudo testigo en un blog ajeno, han hecho que me apetezca comentarles algo referente a las opiniones y a las discusiones que sobre ellas surgen.
En un comentario de aquel texto yo decía:
"Con matices, creo que verdaderamente todos estamos de acuerdo, y que las diferencias no son tantas como aparentan; como tantas otras veces, se trata más bien de una cuestión de expresión, y no de ideas."
Para luego añadir, en lo que era casi una contradicción:
"(Claro que, por otra parte, yo creo que en general es fácil coincidir en las razones teóricas y en los argumentos; las diferencias, incluso si son irreconciliables, vienen dadas muchas veces simplemente por el grado de importancia que unos y otros le damos a cada razón. Es decir, yo creo que debo actuar según los criterios A y B, y usted también, (...); pero el peso relativo que A y B tengan para cada uno, aunque sólo varíe un poco, hará que usted y yo discutamos, militemos en partidos distintos, votemos diferente, e incluso -si somos lo suficientemente necios- nos llevemos mal. Por eso es frecuente, en medio de una discusión, recapitular y comprobar con cierto asombro que ambas partes parecen coincidir en sus razones y planteamientos, sin que ello haya impedido pelearse durante horas, y seguir haciéndolo una vez visto que "se está de acuerdo"...)."
Pues bien, yo creo que lo primero es tristemente cierto en muchos casos, que en efecto hay infinidad de discusiones que surgen de malentendidos, de no expresarse con propiedad, de no saber exponer con claridad las ideas propias, etc.
Pero, una vez dicho eso, me temo que lo segundo es también verdad, y que lo es con mucha más frecuencia: casi nunca estamos del todo de acuerdo, y no pocas veces discrepamos frontalmente; y sin embargo cierto planteamiento en nuestras discusiones (y más, paradójicamente, cuanto más cultas y razonables parecen ser) lleva a que acabe pareciendo que todos pensamos lo mismo, que en realidad todos vemos todo igual, y que no podríamos coincidir más. Y es falso.
Creo que lo que ocurre (y muchos posts de este blog son buenos ejemplos de ello) es que sólo estamos de acuerdo si las discusiones se mantienen en el plano teórico, si nos limitamos a dar razones comedidas y asépticas; si no nos "mojamos", en fin. Sobre el papel, hablando de conceptos abstractos, casi todos contentos; pero cuando bajamos a la tierra y tenemos que señalar con el dedo nuestras razones, concretar nuestras filias y nuestras fobias, y poner nombre y apellidos a nuestros héroes y nuestro villanos, vemos que, de acuerdo, nada, y el hechizo se rompe, y con él el pretendido entendimiento.
Hace poco hablamos aquí de idiomas, de políticas lingüísticas, de defensa de la cultura propia, etc., y, como todos parecíamos coincidir, yo dije que algo debíamos de estar haciendo mal. Pues bien, yo creo que lo que hicimos mal fue que no descendimos a concretar qué era para nosotros esa defensa, dónde poníamos los límites de los propios derechos "culturales", qué políticas lingüísticas veíamos correctas y cuáles excesivas, o hasta qué punto llevábamos la supuesta igualdad entre los distintos idiomas. Estoy convencido de que si hubiésemos entrado en detalles, habríamos visto que discrepábamos bastante.
Y podría poner mucho más ejemplos sin salir de esta casa. La secuencia suele ser: digo algo, otros lo rebaten, empiezo a matizar, ustedes empiezan a matizar, y acabamos todos de acuerdo... porque hemos terminado por descafeinar completamente las posturas iniciales. Muchas veces esas matizaciones son muy loables, y ojalá cundiera el ejemplo, pero otras en realidad lo que sucede es que al final es todo tan general y tan ambiguo que cualquiera, piense lo que piense, puede suscribirlo.
Y si hay un ámbito en el que esto es especialmente cierto es la política. Pocas son las personas capaces de defender un proyecto político basado en una teoría política completa, estructurada, coherente, etc. Los demás, aun cuando pretendamos no engrosar la mayoría hispánica que es de un partido político como es del Madrid o del Barça, nos limitamos a pensar que ciertas ideas, más o menos ligadas entre sí, nos convencen más que otras.
Y a menudo nos sucede que si hablamos de ellas entre nosotros en un tono cuasi-teórico es muy fácil que nos parezca que todos coincidimos, que todo es fácil y razonable, y que si los políticos siguen discutiendo es por no quedarse sin trabajo. Y yo creo que nos equivocamos (bueno, en lo último no).
Tomemos la siguiente frase:
Los extremismos son malos.
Es sólo un ejemplo, pero me parece que una amplia mayoría de ciudadanos haría suya esa afirmación (de hecho, a veces da la impresión de haberse convertido en un axioma intocable). ¿Estarían todos, por tanto, de acuerdo? Ni mucho menos, por descontado. Sigo con otros ejemplos:
Una cosa es alguien de ideas conservadoras, y otra un facha.
Una cosa es alguien de izquierdas, y otra un “progre” de postal, todo tópicos idealistas y demagogia.
Una cosa es amar y defender lo propio, y otra el nacionalismo radical que mitifica la patria y la antepone a cualquier cosa.
Si incluyésemos esas afirmaciones en una discusión, algunos disentirían, pero creo que en general mucha gente exclamaría, aliviada, “¡Al final, todos pensamos lo mismo!”: falso.
Y si nos atreviésemos a definir conservador, facha, ser de izquierdas, progre de postal, defender lo propio, y nacionalismo radical, y si osáramos poner fronteras a los tan denostados extremismos, lo comprobaríamos. Porque no habría ni dos personas completamente de acuerdo.
Y es que los conceptos que manejamos no significan lo mismo para todos; o no significan lo mismo para nadie, estoy por decir. Cuando opinamos sobre hechos, ideas y personajes concretos, mi conservador se convierte en tu facha, mi individuo preocupado por las injusticias en tu progre guay, mi moderado en tu cobarde, mi desarrollo en tu codicia, mi educación en tu manipulación, mi afán de cultura en tu elitismo, mi liberalismo en tu capitalismo salvaje, mi orden en tu injusticia, mi justicia en tu desorden, mi religión en tu fanatismo, mis convicciones en tus prejuicios, etc., etc.
Así que no se fíen, que no los líen con buenas intenciones y académicas exposiciones. No estamos de acuerdo.
Bueno, es que hay muy pocos amigos (esa palabra tan abusada) con los que se puede convivir sin discutir porque las opiniones no importen lo más mínimo. Muy pocos. Sólo los de verdad.
ResponderEliminarY el resto tanto de "amigos" como de conocidos según su relación, apego, influencia(*) etc, obtendrán sus equitativas dosis de tolerancia, mamporro, o desprecio.
Los blogs son fiel reflejo de este tipo de relaciones que son exactamente iguales en la escalera de cualquier casa...o en el trabajo, por poner ejemplos.
Lo mejor suele ser utilizar la autocensura caso de clara divergencia. Es muy difícil luego reparar lo que en directo, y por el tono, hubiera sido una tontería. Mejor seguir esa línea de lo correcto.
(*)Por influencia me refiero a los diferentes grupúsculos que se forman en cualquier sitio, y al que como imanes gregarios algunos elementos se ven atraidos. Si por opinar distinto, o claramente estar en desacuerdo con hechos o palabras, ven que su pertenencia al grupusculo puede peligrar, callado está dicho que nunca se va a manifestar opinión genuína. (caso de que la hubiera)
M.
Portorosa, permíteme que ponga en práctica lo que recomiendas y discrepe de tus palabras. Suponer que los mismos conceptos no significan lo mismo para nadie me parece una exageración y un punto de vista muy negativo de la comunicación, ya que si llevamos esto a sus últimos extremos comunicarse sería imposible. Es cierto que que hay cierto margen de interpretación, pero, por ejemplo, cuando unos hablan de justicia y otros de desorden percibimos el cinismo de unos y la autenticidad de otros. El significado que tienen los conceptos no puede ser subjetivo, ya que ante todo es una convención. Es algo compartido por todos (y reflejado en diccionarios), y aquellos que no lo compartan están fuera de las "reglas del juego". De otro modo sería imposible comunicarnos.
ResponderEliminarYo soy una persona que tiendo a llevar la contraria con demasiada frecuencia, porque sospecho de las opiniones generales. Ya alguna vez me ha pasado por estos lugares. Es una pena que no haya podido entrar en la discusión sobre el gallego, el valenciano, etc., porque te aseguro que habría dado un punto de vista muy diferente al políticamente correcto. Por desgracia cuando he visto la discusión estaba demasiado avanzada, y no he tenido tiempo para leerme todas las itnervenciones, así que prefiero no opinar. Por lo que he podido ver por encima habéis tratado la cuestión desde un punto de vista político y no lingüístico.
Este tipo de discusiones son muy sanas (también las políticas), siempre y cuando se mantengan dentro de los límites de la educación y del respeto. Por otra parte, puedes hacer todas las matizaciones del mundo, que si considero que estás equivocado no te daré la razón.
Por eso, precisamente, me gusta seguir tu blog. Un saludo.
Yo, portorosa, aplico radicalmente la máxima que un profesor mío me dijo:
ResponderEliminarA los tontos no se les convence; de los tontos lo único que se puede hacer es huir, lo único que puedes conseguir de ellos es que se te pegue la tontería.
Por supuesto, no es el caso, pero quiero decir que discuto, y muchas veces en mi caso por el simple placer de la discusión, mientras ésta se mantenga dentro de unos límites que me aporten algo.
Y si no, pues ancho y ajeno es el mundo.
Un afectuoso saludo
Buenas tardes Portorosa, usted probablemente es consciente de que yo le leo casi cada día, y sin embargo en contadas ocasiones le hago algún comentario... Últimamente ello es debido, en general, a que lo que leo en esta su casa son opiniones con las que no estoy de acuerdo por unas u otras razones. Ya lo ve usted, hoy he de darle la razón, no. No estamos de acuerdo. Y yo, en estos casos y tratándose de personas como usted (y creo que la mayoría de sus visitantes), cultas, de palabra elegante, de razonadas opiniones, pero a los cuales no conozco (a diferencia de lo que me sucede con las personas de mi entorno más íntimo), cuando no estoy de acuerdo prefiero evitar esas larguísimas explicaciones, réplicas y contraréplicas que inevitablemente (como muy bien razona usted hoy, y Miranda subraya) acaban en el entorno de lo políticamente correcto. Porque sin duda en ocasiones el haz de matices acerca posturas, pero en ocasiones no son más que una convención para matener un tono de debate moderado en el que finalmente todos puedan sentirse cómodos. Respecto de las cuestiones que considero de más profundo calado no suelo ser políticamente correcto, es decir, no me averguenza pensar de determinada manera ni defender aquello en lo que firmemente creo con la cabeza alta. Ello supone casi siempre "poner toda la carne en el asador", y ciertamente tengo muy bien aprendido que hasta la más vehemente defensa de una idea difícilmente es percibida en tono inadecuado o agresivo cuando uno es capaz de mirar directamente a los ojos de su contertulio de forma noble (como yo suelo hacer). Lamentablemente este medio se queda todavía atrás en ese aspecto. Por eso prefiero el silencio, porque de otro modo necesitaría un tiempo del que carezco (fundamentalmente por razones logísticas) para decir todo lo que pienso sin ser políticamente correcto, pero tampoco parecer arrogante, intransigente o poco dado a aceptar las razones de mi interlocutor.
ResponderEliminarPor todo ello he de decirle que hoy sí, hoy vengo, escribo, y le digo que hoy estamos de acuerdo en que no estamos de acuerdo. Pero no piense que cuanto he expuesto con anterioridad implica que no tenga en cuenta sus opiniones y comentarios o los de sus lectores. Yo sé que no siempre tengo la razón, y por eso acepto la opinión de los demás con respeto y espíritu crítico hacia las mias propias. Por esta razón visito esta su casa. Lo que lamento es que mi tierra y la suya no estén lo suficientemente cerca como para decirle lo que pienso de algunos temas interesantes que usted plantea, tras un franco apretón de manos, y acompañados por la suavidad de un buen borgoña (o lo que usted considerase oportuno, que yo en ese aspecto soy de amplio recorrido). A buen seguro, y como yo suelo decir, la duda respecto de la clase de personas que somos por encima de nuestras ideas, no quedaría entre nosotros.
Ha sido un placer leerle y comentarle.
Un saludo cordial,
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ResponderEliminarRaro en mí, no tengo nada qué decir. Tu post, como supongo que imaginas, me parece perfecto. Nada más y nada menos. Admiro, repito, admiro tu capacidad para construir argumentos delicados, 'peligrosos' sin perder en ningún momento la elegancia. A mí me pasa un poco como a Almach, sólo que no me sentía nada cómoda en esa posición y estoy intentando dejarla atrás. Creo que este post es un gran ejemplo de cómo hacerlo.
ResponderEliminarDespués de volver a leerlo, sólo puedo añadir que me alegro de haber tenido algo que ver.
Me retiro a mis aposentos. Necesito un poco de aislamiento. Demasiadas emociones. No me acostumbro a esto todavía. Mi nombre, o , mejor dicho, el nombre del personaje que he creado, ahí, a la vista de todos... Creo que voy a dedicar los próximos días a acabar de destripar tu blog y el de Portnoy... y luego ya veré.
Un abrazo, Sr. Portorosa.
P.S. "A mí me gusta cuando las palabras suenan claras y firmes".
P.S. 2: La entrada suprimida era mía: ¡había una falta de ortografía!
5 comentarios 5, y no del montón ("¿empezará este tío a templar gaitas, ya?", dirán ustedes).
ResponderEliminarM.(sigues aquí, bien): muy difícil, muy difícil es abstraerse de las diferencias de opinión en los temas que a uno le importan; supongo que lo malo es que a la mayoría parece importarles todo muchísimo, hasta el punto de no tolerar ninguna crítica.
Y sí, aquí se van haciendo grupos afines.
Santino: no entiendas lo que digo como un problema de comunicación; no he querido decir que no nos pongamos de acuerdo sobre qué significan las palabras justicia o pobreza, sino que a la hora de señalarlas, señalamos cosas distintas. Fíjese en el primer ejemplo que he puesto: todo el mundo lo comprende (e incluso lo comparte), pero luego A llama extremista a Zapatero y B, que decía estar de acuerdo, se lo llama a Rajoy. Ambos lo entienden, pero están pensando cosas diferentes.
En cuanto a lo de los idiomas, desde luego no fue una discusión filológica, pero no creo que sea correcto decir que fue política; yo, al menos, intenté no hablar tanto de política como de cultura (aun consciente de que todo se toca), y no me quejé tanto de ideas políticas como de lo que para mí es incultura o simple ignorancia.
Xavie: magnífica frase. ¿No le pasado que en algunas discusiones se ve obligado a retroceder a cuestiones para usted tan fundamentales, a cuestiones que usted ya daba "por sabidas", que le resulta casi imposible defenderlas? (lo cual a veces sirve para desoxidarse un poco, sea dicho de paso).
Almach: pues no, no era consciente, de verdad. Su comentario me parece impecable de principio a fin, y me hace sentir honrado de tenerlo aquí. Comprendo su problema de tiempo, y lo comprendería también si simplemente no quisiese discutir, porque a mí me pasa.
Lástima de borgoña, con unos taquitos de queso...
Danae: muchísimas gracias.
A todos, un fuerte abrazo, y mi agradecimiento por vuestro tiempo y vuestro interés.
Hoy debo dar la razón a Almach. Y supongo que, curiosamente, estoy en las antípodas de su pensamiento, ya que me siento muy cercano a las tuyas, señor de Portorosa.
ResponderEliminarAlmach escribe endiabladamente bien y como interlocutor debe ser hombre difícil, o eso creo. Las personas que saben leer y escuchar, que racionan su charla a lo imprescindible, generalmente son las que más aprenden y, por ende, las que más saben.
Sí, yo también creo que eres muy correcto políticamente; que por amor al consenso, dejas muchas cosas en el tintero. En cambio, otras veces no dudas en poner toda la carne en el asador.
Hace unos días, hablando con nuestra amiga Princesa, comentábamos lo lejos que podemos llegar a estar ideológicamente y, en cambio, el gran respeto que nos tenemos.
Sabes? Esas cosas siempre terminan reconociendo que no somos poseedores de toda la verdad; que, como bien dices, en el fondo, todos nos parecemos menos los intransigentes, los que no aceptamos la diferencia. La aceptación de dicha diferencia, ya es una cosa que nos une y mucho, tanto que, la diferencia se disipa como las burbujitas de una tónica.
Queremos las mismas cosas. Deseamos el bien común. Lo que nos diferencia es la menera de enfocar y solucionar los problemas.
Después, claro, hay dos tipos de personas... Las que no aceptan pactar porque se creen nacidas con la sabiduría total y las que desean pactar para llegar al máximo consenso posible.
Y es que, señor de Portorosa, la estupidez no entiende de capacidad craneal, no entiende de inteligencia ni cultura. Se puede ser estúpido y, a la vez, el más culto e inteligente del mundo.
Es como aquello tan sencillo de la niña guapa, que se cree tan, pero tan guapa, que, automáticamente, deja de serlo.
Pau, la verdad es que del comentario de Almach no había sacado exactamente la conclusión de que yo fuese muy correcto políticamente, pero en cualquier caso me doy ahora por enterado de tu opinión. Además, como he dicho en otro sitio, no es la primera vez que me dicen que deje de matizar, suavizar, relativizar tanto todo lo que digo.
ResponderEliminarYo os debo dar la razón, aunque en mi defensa diré (pobre defensa es) que prefiero mi defecto que el contrario (mayoritario, por otra parte). Soy tan consciente de mis limitaciones y mis enormes lagunas que, de verdad, me cuesta mucho afirmar taxativamente casi cualquier cosa.
Por lo demás, estoy de acuerdo con tu comentario, y lo último me encanta: cuántos cultísimos e inteligentísimos nos parecen unos verdaderos capullos. Te confieso que yo no acabo de entender qué es lo que, en esos casos, falla.
Un abrazo.
Hoy, amigo mío, me he permitido una pequeña libertad en mi blog... y a tu salud.
ResponderEliminarNo sé si te gustará.
Sí, sí que me ha gustado. Allí te lo digo.
ResponderEliminarUn abrazo.
(Me temo que Pau me ha dejado una piedrecita en el zapato, que me lleva dando la lata toda la mañana)
ResponderEliminarPues resulta que a mí me molesta bastante lo políticamente correcto, lo considero francamente ridículo; y me encuentro con esa "acusación".
Cuando pienso en lo p.c. pienso sobre todo en un modo de expresarse, en un vocabulario, completamente estúpidos y destinados, al parecer, a que nada signifique nada, a que todo sea ambiguo. Y creo que yo no caigo en eso...
Distinto es el tema de las opiniones. Yo acepto que se me tache de tibio, de matizar demasiado, de cogérmela con papel de fumar (ustedes perdonen). Lo acepto, pero os aseguro que lo hago porque no quiero engrosar la enorme lista de todos los que hablan sin saber, de los que sientan cátedra. Aun así meto la pata, pero me parece necesario ser consciente de las propias limitaciones, y me parece imprescindible no olvidar en ningún momento que todo es cuestionable, y dejarlo claro. Los mil "yo creo" que meto en cada texto me salen del alma, me los pide la cabeza.
Además, debo decir que el tono en el que pretendo escribir, mitad pose mitad natural, me parece casi incompatible con otro tono más vehemente. Naturalmente, yo en la calle no hablo así; pero aquí no pegarían nada los puñetazos en la mesa, ¿no creéis?
Oye, Pau, por descontado, nada de esto significa que me hayas molestado lo más mínimo; al contrario.
Un abrazo.
Debería decir tal vez, si soy politicamente correcta, que reconozco cada letra impresa en el comentario de Almach, porque he de confesar que le conozco bastante bien, que además su coherencia ha sido intachable en su comentario, que además sabe destripar hasta la más íntima de las leyes universales porque ante todo, es sabio de su vida, de la que le rodea y tiene un entrañable corazón, yo me siento orgullosa politicamente correcta de conocerle. Y además anoto que, es un señor sencillo, para nada es dificil, porque su comportamiento es frente a frente de lo más razonable que me he podido encontrar en mis años de vida virtual.
ResponderEliminarFeliz año nuevo Señor Portorosa.
Y a todos los aquí presentes que se muestran en tu rinconcito de tertulias interesantes.
Besos.
Igualmente, Siempreasí, muy feliz 2006. Espero que lo sea de verdad para toda tu familia, empezando por quien ya sabes.
ResponderEliminar¡Y gracias de parte de Almach, supongo (vaya piropos)!
Un beso.
Sr. Portorosa, ahora sí, me presento, soy T. ¿T. II?
ResponderEliminarDonna, vous êtes le vrai cadeau pour tous nous, cherie.
ResponderEliminarT, bienvenida, si es la primera vez que viene. Si ya has venido antes, eres la misma T. En cualquier caso, como ya eres Innes, no habrá duda.
Feliz año nuevo a todos. Muy feliz año nuevo.
Respiro. Menos mal...
ResponderEliminarVenga!!!, ánimo, a por todas en este 2006.
ResponderEliminarUn abrazo.
(voy a echarme una siestofen).
Beso.
M.
Como siempre, estás en gran forma intelectual. Te deseo que se mantenga así todo este nuevo año 2006. Un abrazo, Roberto Zucco.
ResponderEliminarUn abrazo, Miranda. Y buen año, te deseo sinceramente.
ResponderEliminarRoberto, gracias; es una alegría verte de vez en cuando por aquí. Buen 2006 para ti también.
En primer lugar, feliz año nuevo de corazón y sin remanidos tópicos. En segundo lugar, decir que he vuelto de las vacaciones que me tomé el día 21 y me he dejado algunas cosas... Y por último, ya refiriéndome al post que nos ocupa, repetir (porque creo que ya lo he sacado a colación en otra ocasión) lo que dijo Beaudelaire: "Las palabras son una fuente de malentendido" -a lo que respondió Ferdinand de Saussure: "Y gracias a ello subsiste la comunicación". Personalmente, pienso que a veces las palabras nos envuelven cómo una red, nos ofuscan y nos perdemos en su literalidad o en su multiacepcionalidad sin transcender la esencia de la comunicación, sobre todo, cuando sin escuchar -o leer, en este caso-, estamos más pendientes de apuntalar nuestras propias posiciones que de comprender lo que el interlocutor trata de transmitir. En este sentido, portorosa, y sin estar "muy segura" de haber comprendido lo que quieres expresar -ya se sabe lo que decía Ortega y Gasset sobre aquello de que cuando dos hablan, lo hacen cuatro... ¿o eran ocho?- adhiero lo que expones en el post por esta vez:)
ResponderEliminarUn abrazo entrañable.
Hannah
A veces es peligroso elucubrar sobre lo que los demás opinan de uno. Podría darse la circunstancia de que alguien dijera lo que piensa...y probablemente la sorpresa sería directamente proporcional a la osadía.
ResponderEliminarPero tranqulidad y buenos alimentos, que hoy no toca que yo diga lo que pienso...que tampoco tiene importancia jurídica ni adminstrativa, por otra parte.
Vengo a pegar la definición expléndida que hizo Manuel Zapatero de algo que sin saberlo es lo que mueve precisamente todas nuestras acciones y reacciones: El Principio de Incertidumbre. Pego pues.
__________________________
El Principio de Incertidumbre
Por Manuel Zapatero
El principio de incertidumbre desarrollado por Heisenberg (1927), postula que es imposible conocer conjuntamente con exactitud, la posición y la velocidad de una partícula. Cuanto mayor sea la precisión con que determinamos la posición, menor será la de su velocidad.
Heisenberg calculó la magnitud de esa inexactitud de dichas propiedades y con ello definió el “principio de incertidumbre”, por el cual recibió el Premio Nóbel de física.
El punto central de la física quántica es el concepto de incertidumbre. La palabra incertidumbre está en todas partes y por ello la teoría quántica tiene una estructura fundamentalmente probabilística es decir basada en la incertidumbre.
¿De que le sirve a la naturaleza y a la humanidad la incertidumbre? Los humanos, como observadores del mundo que nos rodea, juegan un papel central en la física quántica. El proceso de definición en la física quántica precisa de la participación de un observador consciente a un nivel fundamental. Nos interesa conocer como funciona el universo y el principio de incertidumbre es un factor clave de su funcionamiento.
Necesitamos la incertidumbre para establecer relaciones afectivas, para aumentar nuestros conocimientos, para fortalecer nuestra conciencia, y para desarrollar nuestra autoestima. La incertidumbre ante el futuro, ha sido y será el motor que mueve a la humanidad hacia delante. La seguridad absoluta en todos los órdenes es parálisis, castradora de la personalidad y arrullo de vagancias.
¿Tenemos certidumbre de alguien o de algo?
Para conocer todo de alguien o de algo hay que interaccionar con ellos. Esta interacción introduce siempre algún cambio en el comportamiento de las personas o en las propiedades de las cosas. Por ello aunque los cambios sean diminutos, siguen estando ahí y con estos cambios creamos nuestra realidad.
El complemento del principio de incertidumbre debe ser la tolerancia. La tolerancia que como observadores, debemos aplicar al evaluar las acciones de los demás. Cuanta más tolerancia demostremos con las personas, mejor llegaremos a comprenderlas y estimarlas. Con ello reduciremos a valores probabilísticos manejables la incertidumbre presente en nuestras vidas.
Oye, porfa, da por borrada la x esa que siempre pongo, cahuentoloquesemenea.
ResponderEliminarQue vida más dura...la de la incultura...
M.
Portorosa: definitivamente, el gato cuántico te persigue.
ResponderEliminarMiranda: Me ha encantado esa frase sobre la seguridad absoluta. Estoy totalmente de acuerdo. Esa 'incertudimbre' es la sospecha que nos hace saltar de liana en liana. Yo, la verdad, no sabría qué hacer con el resto de mi vida, si un día me levantara de la cama y me sintiera totalmente satisfecha, plena, feliz y realizada. De hecho me sentiría aterrorizada. Lo curioso es que lo que intentamos alcanzar en cada movimiento es esa misma certidumbre que dinamitaría la búsqueda definitivamente. En fin. Es que no estamos contentos con nada.
Un abrazo.
Tranquila, Miranda, que Barcelona esta inundada de unos carteles en los que se lee: "HERIZANDO".
ResponderEliminarHola, Mrmann, bienvenido de vuelta (esta expresión está mucho más conseguida en inglés, la verdad). Yo no he definido al "progre de postal", sólo lo he nombrado, sin decir qué es lo que yo entiendo por eso. Pero te diré que, igual que pienso que efectivamente hay "progres de postal", muchas otras veces me parece una expresión usada para calumniar y desprestigiar actitudes más fáciles de ridiculizar que de rebatir. Espero que esa fama de la que hablas no creas que la tienes aquí.
ResponderEliminarHannah, lo cierto es que, más que en un problema comunicativo, yo escribí esto pensando sobre todo en la distinta percepción que tenemos de lo que nos rodea, y cómo eso se traduce en diferentes opiniones; diferentes a pesar de que si nos ponemos a teorizar todo parece fantásticamente claro y todos somos de lo más razonables. Y pensaba en la política, pues es donde más a menudo lo veo: manejamos unos conceptos comunes, unas categorías muy parecidas, y luego el resultado de usarlas no se parece en nada al de cuando lo hacen los demás. Al margen de los partidos políticos, y al margen de que los políticos nos estén coñeando o no, nosotros tenemos ideas distintas, maneras de pensar diferentes, y sobre todo -creo yo- percibimos diferentes realidades, porque miramos a través de cristales diferentes, y desde miradores variopintos. Todo muy distinto, aunque los discursos lo unifiquen.
No me voy a poner estupendo ahora citando a Ortega, pero yo, más que lo de influir en lo observado, creo que nuestras circunstancias (externas e internas, si así se me entiende), que impiden que los mismos hechos sean iguales para distintos individuos, garantizan el desacuerdo.
Sí, Danae, voy a tener que repasar lo poco que alguna vez supe de Física, para escribir aquí (algo que no me importaría nada, por otra parte).
Un abrazo a los cuatro (hoy Miranda se ha mordido la lengua).
Hace un par de días leí este post y hasta ahora no me he decidido a hacer un comentario, porque mi primer impulso fue que no tenía más que decir, pero aquí va éste.
ResponderEliminarCreo que las personas en general tendemos a querer resolver los problemas y quedar bien con las personas que tenemos por amigas, y esto pensamos que se traduce en que estemos de acuerdo en los distintos temas.
Pero por la manera intrínseca de ser de las personas, esto es estríctamente incorrecto siempre (por lo que verás "estoy de acuerdo" contigo).
No me quiero meter en profundidades de filosofía del lenguaje que desconozco, pero es fácilmente entendible que así como un mismo hecho presenciado por dos personas luego lo describen ambas de distinta forma, igual pasa con las ideas que nos hacemos del significado de las palabras.
Yo creo que las largas conversaciones donde una persona intenta convencer a otra son inútiles, ya que las razones de cada persona para tener su ideología no son tales razones, sino una mezcla de intuición que combina los hechos vividos con la manera de ser de cada uno, para tomar la postura propia en los temas generales de política, educación, etc.
Lo más que puede comunicarse a estos niveles son hechos o detalles que quizá en ciertas circunstancias sí pueden hacer ver puntos de vista sobre los que no se había reflexionado previamente, y hacer que no se esté seguro de la postura anterior (por ejemplo, ver de cerca la vida de un inmigrante en su lucha por mejorar su vida, puede hacer cambiar la opinión general sobre el problema de la inmigración).
Terminando el comentario, lo que pienso en concreto es que ES BUENO no pensar igual, lo que sí debe hacerse es con TOLERANCIA para las otras opiniones, y admitirlo con total normalidad, y siempre que nos movamos dentro de unas libertades generales.
Aunque quizá hay opiniones que son peligrosas por lo que llevan detrás. Sobre esto no sé si has leído un artículo de El País del fin de semana donde habla muy bien de LAS RAZONES de los que no son tolerantes, y es que el problema es ese, que también tienen sus razones.
Hola, Carmen.
ResponderEliminarNo, no leí ese artículo.
Creo estar de acuerdo con lo que he entendido que dices (y no es broma). Efectivamente, quizá la única manera de convencer a alguien de algo que le afecte, que le importe, y sobre lo que tenga, más que una opinión, un "sentimiento" formado, sea cambiar su punto de vista, ser capaz de hacerle ver el problema de otro modo, modificar su percepción del asunto en cuestión (que es como cambiarle los datos de partida, los datos en los que se basa para llegar a conclusiones). Pero es muy difícil.
El convencimiento "lógico" (por entendernos), como en matemáticas, que se logra tras demostrar una secuencia causal irrefutable (no sé si estoy diciendo barbaridades filosóficas), tal vez sólo sea posible cuando no hay una implicación personal; es decir, cuando la cosa en realidad no nos importa mucho.
No sé si te he comprendido bien.
Gracias por venir (oye, una duda: ¿prefieres no contestar a los comentarios, en tu blog?).