5.5.20

Tierra de nadie

Tierra de nadie


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Por un lado, leo Dog Soldiers de Robert Stone. Pero cuando llevo ciento cincuenta páginas me digo: demasiado sórdido, demasiado duro. Para qué. 



DEMASIADO alcohol —el alcohol como una presencia continua—, demasiado sexo nauseabundo, demasiada prostitución, demasiada droga —la droga como una salida imprescindible, como la única salida—, demasiada degeneración y ninguna esperanza. Ningún amor. Ninguna reserva de bondad o incluso de cordura.

Por otro, acudo a una visita organizada a un banco; a uno de los grandes. Toda una mañana de charlas. Si después de la primera me preguntasen a qué creo yo que se dedican allí, diría que son una ONG, o una agencia de ayuda humanitaria, o una fundación filantrópica o, no sé, directamente misioneros. Hablan de acompañar el cliente, de ayudarle, de darle un servicio como si fuera un favor, de llevarlo de la mano incluso. Hablan, en cualquier caso, de hacer las cosas bien, o más: de hacer un mundo mejor.

Me digo a mí mismo que solo leyendo algo así puedo saber de esas otras vidas, aunque sea desde el salón de mi casa. Que, bien mirado, debería aprovechar mi condición de espectador externo. Pero, al mismo tiempo, para qué, para qué algo tan desagradable. Así que, tras una escena de menores manoseadas vomitando sobre un colchón húmedo en el suelo, y de tíos dispuestos a aplastarse la cabeza por unas pastillas, decido que ya he tenido suficiente y lo cierro. Pero, al día siguiente, la opinión de mi amigo Javi y de Harold Bloom me convencen de seguir intentándolo, de darle una oportunidad. Y lo vuelvo a abrir.

Oigo explicaciones que hablan de ganar dinero como si no fuera el fin sino la herramienta, el instrumento para alcanzar un loable objetivo ulterior. E incluso a mí, que ni soy antisistema ni lo parezco, me rechina mucho todo. Lo interesante, pienso después, sería saber si realmente ellos se lo creen; si esa puesta en escena ya ha calado y convencido.
Eso me ha ocurrido más veces leyendo literatura norteamericana. En ocasiones, los libros hablan de ambientes marginales, sórdidos hasta el malestar, terribles por el nivel de degradación social, afectiva, familiar, intelectual y moral que muestran. Literatura que siempre me hace preguntarme si en España no se escribe nada así o es que simplemente yo no lo leo; y preguntarme también si esas novelas americanas son escritas desde dentro o por espectadores como yo. Sé que Bukowsky era un borracho de bares de mala muerte que fue de empleo en empleo, como los personajes que describía, pero esto es un escalón inferior. Leo sobre Stone y veo que a medias: descendió bastante, pero no tanto.

El lenguaje empresarial es afable y positivo: buen rollo, todo muy cool, muy sostenible y familiarmente conciliador. Talento, cultura, trabajo en equipo, colaboración, etc. Con sus arbolitos, su arquitectura premiada, sus cafeterías, gimnasios y guarderías, sus corners de tiendas: un entorno de película. Da un poco de grima. Enseguida me acuerdo de The Circle, de Enma Watson y Tom Hanks, en la que una gran empresa informática, la mejor cara de un futuro laboralmente amable, resulta ser una asfixiante máquina de manipulación; o de esa otra de Al Pacino y Keanu Reeves, El abogado del diablo, donde un bufete de abogados perfecto es, literalmente, obra de Lucifer.

Otras veces, las novelas o relatos USA reflejan un ambiente distinto, con hombres y mujeres más corrientes, de otro perfil socioeconómico, aparentemente más adaptados, pero con unas zonas oscuras, unas debilidades y una desesperación que, por imprevistas, por difíciles de justificar a primera vista, resultan tal vez todavía más desmoralizadoras. Tienen buenas casas, buenos sueldos, leen, escuchan buena música, van al cine, pasean por una playa de la costa Este y estudiaron, por ejemplo, Historia, pero da igual: nada de eso les vale de nada, nada los hace mejores, nada los salva.

Son dependientes y no creen en nada. Tampoco hay luz en sus vidas. Y trato de entender por qué, qué es lo que les falta y hace que todo se les desmorone. Y creo que siempre es un problema emocional: faltan las referencias sentimentales, no hay un nicho de cariño, de apoyo. No hay familia: ah, la familia. Están todos tocados porque no tienen ningún colchón de afecto, de seguridad, de respaldo. Están solos. Solos en un mundo sin compasión.

Por un lado, he acabado el libro y ahí se queda, cerrado. Por otro, al banco solo le debo dinero.



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1 comentario:

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