27.1.11

Otra vez los límites

Alguna vez he comentado que una de las enseñanzas más útiles para mí en los últimos años ha sido comprender hasta qué punto, en nuestras relaciones, ciertas actitudes y comportamientos ajenos que nos parecen negativos y dañinos, y tras los que tendemos a ver malas intenciones, se deben en la inmensa mayoría de los casos a la incapacidad de sus protagonistas para hacerlo mejor. Incapacidad, por lo general, no material sino psicológica, afectiva. Que son sus propias limitaciones íntimas, ignoradas e inconscientes pero determinantes, las que les ponen un techo que probablemente ellos agradecerían más que nadie poder sobrepasar.

El segundo paso en ese aprendizaje fue, o es, o será, asumir que lo mismo me ocurre a mí. Claro: miedo, inseguridad, complejos, resentimiento, frustración... Y si aceptar lo anterior cuesta (porque es más cómodo descalificar que comprender), mucho más difícil es asumir esto, ser consciente de mis propios límites y de lo mucho que me afectan, de cuánto me perjudican, de cuánto me empequeñecen.

Cuesta cambiar el modo de mirar alrededor; trasladar nuestra atención del otro al nosotros, o mejor aun al yo. Cuesta dejar de defenderse y de buscar excusas, de echar culpas, y aceptar y confesar los propios errores.

Y cuesta, porque desnudarse así ante los demás y ante uno mismo es duro. Hace falta entereza para quedarnos con ese resultado, más crudo, menos favorecedor.

Pero es imprescindible hacerlo. Sin estridencias y comprendiéndonos lo que haga falta, pero debemos partir de ahí si queremos llegar a donde nos gustaría estar.


Siempre escribo, se note o no, de mí y por mí. Hoy lo hago porque ayer vi con pena cómo mi propio integumento, como decía Virginia Woolf en el texto enlazado arriba, ponía barreras donde no tenían ningún sentido y solo podían hacer daño.

9 comentarios:

  1. Digamos que 'Es lo que hay':

    http://desdemiventanaotravez.blogspot.com/


    Sirwood

    ResponderEliminar
  2. Depende.

    No creo que Teresa se refiera a cualidades suyas que considere defectos. Yo, en cambio, sí.

    A menudo, el "es lo que hay" o, más concretamente, el "yo soy así" son una buena excusa.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  3. No se preocupe, señor: le perdono.

    Saludos desde la irónica y mordaz realidaz.

    ResponderEliminar
  4. Bueno, yo me refería a ambas cosas. Defectos que se convierten en virtudes en determinados momentos, o virtudes tremendamente poco prácticas para la vida diaria. En cualquier caso, rasgos muy nuestros, que, con el tiempo, terminas por descubrir que ni merece la pena cambiar ni estás en condiciones de hacerlo. Porque tirarías por el desagüe buena parte de lo que te hacer ser lo que eres. No defiendo el empecinamiento porque sí, sino la coherencia con uno mismo. Aunque a veces se haga un poco cuesta arriba.

    ResponderEliminar
  5. La personalidad de cada uno se forja con todo ese conjunto de defectos y virtudes, lo que no impide que esos mismos defectos te limiten y te hagan sufrir o incluso te dañen. Sí creo que puedes cambiar algunos, pero no creo que puedas cambiar todos, porque normalmente se han cultivado desde la infancia, forman parte de ti, algunos son como axiomas desde donde parten tus reacciones.
    Pero estoy de acuerdo contigo que, con esfuerzo, puedes cambiar algunos, siempre que te des cuenta de tu error y del daño que hacen y te hacen.
    ¿Y por qué este rollo? Por haber hecho que estrene la enciclopedia que llevaba 20 años sin mácula para buscar integumento. Yo sólo me acordaba del tegumento de las plantas de ciencias naturales.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  6. Tuve una pareja muchos años, que era un verdadero ignorante en lo que se conoce como 'inteligencia emocional'. Era una persona tremendamente limitada en sus relaciones con los demás, pero esto lo adivine justo antes de poner punto final a nuestra relación.

    Tarde años en comprender el nivel de frustración, ira, miedo, incomprensión que sufria en su interior, y su incapacidad para expresarlo y/o dejarse ayudar.

    Cuando nuestra relación terminó, él cambió totalmente. Era justamente lo contrario en todo, de tal forma que me sentí culpable. Pensé que yo era la culpable de su comportamiento, y de que no había sido capaz de 'dejarle ser', o de sacar lo mejor de él. Otra vino, que sí lo hizo, de manera sorpresiva y veloz.

    Una amiga mía, muy sabia, me dijo:'la zorra pierde el rabo, pero nunca las costumbres'.

    Yo seguía pensando que el problema era yo. Además de culpable, me sentia totalmente inutil.

    Hemos ido desentrañado el puzzle con el tiempo. El sigue siendo el mismo. Ha vuelto a 'involucionar'. Ahora es la otra la que se queja de sus silencios, de su apatía e indiferencia.

    Mi amiga tenia razón.

    Yo no soy una inutil, y no soy culpable de nada, y menos de cómo son los demás o cómo se comportan cuando están conmigo (o sin mí).

    Hay gente que no se enfrenta a sí misma, cuanto menos a los demás. Y asi es muy dificil 'hacer nada'...

    ResponderEliminar
  7. Hit, por eso hago esto, para que gente con poco interés por la cultura, como tú, puedan adquirir al menos un pequeño baño superficial...

    Estamos hablando de dos cosas, creo yo: qué cambiar, y si se puede o no hacerlo.

    La ¿sabiduría? popular tiende a asegurar que no, que en el fondo no se puede cambiar. Yo creo que no es así. Y los muchos ejemplos de intentos infructuosos no demuestran nada; si acaso, confirman lo que nadie niega: que es difícil, tan difícil que muchos de nosotros somos incapaces.
    Los ejemplos de evoluciones positivas, de gente que va logrando desembarazarse de lastres que conformaban su personalidad y determinaban sus relaciones, en cambio, sí valen como prueba: posible, es.

    Lo que no creo que sostenga nadie es que sea fácil, y desde luego no se hace como si nada. Ya el primer paso, que es conocerse bien y ser consciente de las propias limitaciones, normalmente no se cumple: no nos conocemos, en el fondo. Y a veces lograrlo lleva toda la vida.

    Creo que el consabido "yo soy así", esa idea de que la personalidad es una y "qué más quisiera yo que ser de otro modo", son expresiones sinceras... pero falsas. Y que son excusas, unas excusas (probablemente ante nosotros mismos, para empezar) cojonudas.

    En cuanto a qué cambiar, no pretendo dar una relación de qué características personales son aceptables y cuáles sobran. El criterio lo da cada uno, en función de cómo le afectan, no a priori.
    Teresa, en su post, habla de su forma de ser, de parte de su forma de ser, que puede llegar a ser vista como negativa o perjudicial; pero el caso es que para ella no es así, o al menos no lo describe así. De hecho, se aprecia cierto orgullo por una cualidad que podríamos relacionar con la sinceridad.

    Hablo de límites, y creo que el nombre ya lo dice todo: nos perjudican; pero no laboral o económicamente (o no solo ni principalmente así), sino personalmente, comenzando desde dentro, desde lo más íntimo, e influyendo en nuestras relaciones, en nuestra vida afectiva, en el modo en que nos tomamos los problemas, en qué consideramos un problema, en nuestras posibilidades de acercarnos a lo que nos satisface, en nuestra capacidad de disfrute, etc. Límites, porque nos impiden ser mejores y estar mejor.

    Lo que, siendo sinceros con nosotros mismos, no incluyamos ahí, pues no lo será.

    Buenos días.

    ResponderEliminar
  8. Cambiar se puede. Difícil se hace cuando uno se niega a asumir ciertas responsabilidades sobre lo que siente, lo que piensa y lo que le acontece. Y es que la libertad da algo de vértigo en lo que a satisfacción personal se refiere.

    Uno puede negar que el sol sale todos los días porque a veces lo tapan las nubes, pero sale. También puede quedarse en casa con las persianas bajadas con la excusa de la fotofobia.

    Pase lo que pase, uno es muy dueño de interpretar lo que quiera de sí mismo y del otro. Y desde ahí procurar todos los cambios de los que esté convencido. O no. Pues en este juego de espejos que son las relaciones, cada cual ha de escoger la imagen que prefiera, sea genuina, sea más o menos impostada.

    ResponderEliminar
  9. En mi caso creo que me traicionan las emociones. Tengo los sentimientos a flor de piel, y controlarlos se me hace muy duro. Mucho tiempo estuve reprimiéndolos, pero ahora y como bien decís, que tengo libertad, da miedo, porque no se donde está el límite en hacer daño a otros o no. Ese es mi problema, creo yo.
    (y bastantes más,je,je)(pero uno a uno)

    ResponderEliminar