Diario de vacaciones: final
[31 de julio]
Tras haber apagado el ordenador a las cinco y media de la madrugada, me parece tempranísimo cuando Paula viene a levantarme, pero ya son las diez y pico.
Último día. Ese es naturalmente el primer pensamiento que me viene a la cabeza en cuanto me despierto. Última mañana en Vicedo, último despertar con niños hasta dentro de varias semanas, último día de vacaciones en el paraíso.
Pero no estoy dispuesto a equivocarme con la actitud, hoy, y en lugar de verlo todo como una cuenta atrás decido tomarme el día como otro más a sumar, a favor. Además, desde que sé que este invierno volvemos a tener la casa, todo está matizado con un por ahora.
Aborrezco hacer equipajes, y más si como en este caso parece casi una mudanza. Y peor aun es cuando los preparativos son para regresar, claro. Como, además, se empiece cuando se empiece, de hacer el equipaje siempre se termina justo en el momento de marcharse, decido no hacer nada hasta por la tarde.
Así que bajamos a nuestra (perdona, Riley, te la devuelvo mañana) playa más temprano que nunca, sobre las once. Y no subimos hasta las tres y media, después de bañarnos un montón, de seguir con la colección de conchas, de cazar cangrejos (yo no me atrevía, pero al ver a Carlitos cogerlos como si nada no me quedó otra...) y de tumbarnos apenas los últimos quince minutos en las toallas.
¡Hoy Carlos ha nadado ya sin ningún flotador! ¡Ya sabe nadar! Ha sido un aprendizaje meteórico, el de estas dos semanas. En agosto, con su madre, van a ir unos días a Menorca, y ya les he dicho a los dos que allí nadarán mejor todavía, porque flotarán más.
Con las dos cosas que me quedan en casa hago la comida, que cosecha otro gran éxito de crítica (arroz con atún), y luego, por primera vez en todas las vacaciones y aunque es el día menos apropiado, les pido que me dejen dormir media hora. Es una cuestión de necesidad, teniendo en cuenta que después tendré que conducir. Me siento como siempre en la puerta, y en lugar de tomarme un té y leer duermo un rato mientras ellos dan su clase de dibujo.
Luego empiezo a recoger: el coñazo que cabía esperar.
Además, adivinen cuál es la mejor tarde de playa de toda la semana.
Se nota que ya empiezan las vacaciones de agosto, porque por delante de casa pasa mucha más gente, hacia la playa, que ningún día. Gente que no me suena, supongo que recién llegada. Llegan también a la casa de nuestro lado nuestros vecinos del año pasado, que repiten mes. Los niños pasan a su finca mientras yo, que por fin he terminado y he dejado sin guardar solo mi ropa y una toalla, me voy a duchar.
Y ya está. Son casi las nueve; mucho más tarde de la hora a la que pensaba salir. Pero mejor.
Llamo a Paula y Carlos. Me acerco al borde del jardín y miro a la playa.
Cierro la puerta. Nos subimos al coche. Estoy algo alicaído, pero al final la tristeza no es ni mucho menos la temida.
Acaban unas vacaciones maravillosas e inolvidables, me da la impresión de que mejores incluso que las del año pasado. Por delante me aguarda un mes de agosto de estudio a marchas forzadas.
Y acaba este diario, con el que he disfrutado mucho y que me ha encantado escribir.
Les digo unas palabras solemnes a los niños, que oyen como quien oye llover. Nos vamos. Voy despidiéndome de todo en voz alta y Paula y Carlos se ríen.
¿Primer?...como se notan las vacaciones....
ResponderEliminarEscribo el comentario, tirada en el porche...leyendo....todos duermen...y y ya son las cinco...o mejor...todavía son las cinco. No se qué ha pasado con el resto del día desde que amanecí..¿ Qué día es?...estupendo..ya tengo cogido el ritmo vacacional...
Espero que te cunda mucho el estudio...
Un beso, señor.
y eso...
ResponderEliminar¿Se pitorreaban los niños de usted?
ResponderEliminar¡Son estupendos!
A mí, en cambio, me pasa como a usted, salvando las distancias: me da penilla que no haya más diario de Vicedo. A ver si seguimos el ejemplo de sus hijos y aprendemos que la vida sigue potente en todo lo que pase.
Me los achucha por mí y un abrazo para usted.
Me acuerdo: «¡Adiós, casa! ¡Adiós, playa! ¡Adiós jardín! ¡Adiós, árboles! ¡Hasta el invierno!», sí, me acuerdo, yo también lo hacía cuando mis Paula y Carlos eran pequeños.
ResponderEliminarY bueno, en fin, unos terminan las vacaciones y otros las comenzamos. Mañana es lunes, ¿no? Oh, perdona, no quería...
:-)
Un abrazo y gracias por este diario (que, ejem, tuviste el detalle de dedicarme, quiero recordar). En serio, ha sido un placer leerlo.
Ánimo con el "síndrome de Estocolmo" que espera a uno cuando se "encierra" en su piso de esta nuestra ciudad, Porto.
ResponderEliminarY, bueno, al fin y al cabo y en el otro lado de la balanza, la noticia de saber que sólo es un paréntesis en su estancia en la pequeña casa sobre la playa.
Hare como la tia ganso en el cuento de Janosch, cuando el pequeño tigre estaba triste y nada lo hacia sentirse bien...quiza un poco de zumo de nube o que duermas en el sofa con algodones o tomes una rica sopa de lo que quieras...
ResponderEliminarFer hoy temprano por la mañana cuando lei tu ultimo post de despedida, acabe llorando antes de tomar si quiera el desayuno, llore porque como tu, a veces me es tan dificil marchar y guardando las proporciones, yo no tengo un O vicedo tan bonito como el tuyo,pero tengo el placer de conocerte virtualmente y hacer como que ese lugar tuyo, tambien es mio y extrapolo a veces pensamientos como si tomara el cafe donde tu lo tomas, la playa en donde nadas a tus anchas, en fin que sientete mas que afortunado, piensa que a mi me separan miles de kilometros y 13 horas de avion...y tu solo a un paso.
Pau y carlos cada dia mas wapos...Gracias por abrigar mis frios dias de este invierno que tiene al hemisferio Sur con abrigo, bufanda y guantes...Hostias, pero si debo reconocer que de solo mirarlos en la orilla de la playa me da grima y frio.
Ah no. Ahora no me creo que se acabe el diario, no me lo creo.
ResponderEliminar¿Se ha acabado de verdad?
Gracias por todos estos días.
ResponderEliminarUn Beso!
Moli y Jesús, que os... lo paséis muy bien en vacaciones. Ggrrr...
ResponderEliminarHombre, tanto como pitorrearse quiero pensar que no, pero sí que les hacía gracia. Lo que pasa es que no era la primera vez que me veían así :)
El regreso real está siendo esta noche de domingo, Riley; hasta ahora no me había dado casi cuenta. Y... buf.
Ro, me conmueve tu reacción, como tantas otras veces. Sé que lo tengo cerca, y sé que no pasa nada. Muchas gracias.
Se ha acabado, Perplejo, se ha acabado. Me ha encantado, de verdad; he disfrutado mucho escribiéndolo e incluso me ha ayudado a saborear mejor todos estos días. Pero más, ya no tendría gracia.
Puerto, qué alegría. Gracia a ti.
Gracias a todos vosotros por vuestra amabilidad y vuestra (también) compañía estas dos semanas.
La vida sigue, está siguiendo ahora mismo, NáN, sí. Subámonos sobre lo conseguido y sigamos mirando.
Besos y abrazos.
Y gracias a Jesús por su magnífica idea.
Portorosa, me ha gustado tu diario de vacaciones. Te conocí en tu tiempo dilatado y me da pena que se acabe. He cogido apego.
ResponderEliminarPero te seguiré leyendo. Se aprende.
Una actitud positiva. Por lo general, tenemos la mala costumbre de empezar a echar de menos las cosas cuando aún nos están pasando.
ResponderEliminarY que lo digas, Pcbcarp :-)
ResponderEliminarQué amable, Perplejo :-)
(¿Y yo por qué no he contestado antes?)
Pues felicidades por haberle sacado tanto jugo a tus vacaciones.
ResponderEliminarTe envío una sonrisa bien amplia desde este otro pequeño-gran mar: el Mare Nostrum,
Amber
Muchas gracias, Amber.
ResponderEliminar