De noche
Dos gatos duermen sobre el capó de un coche. Dos niños duermen, aunque yo no los oigo, en su habitación. Esa sensación de paz y de descanso casi nunca se encuentra en los adultos, en los que el sueño parece una batalla ganada por la edad, por el deterioro.
Desde la calle miro por una ventana a una azafata que sentada en un sofá ve la tele mientras espera que acabe un congreso en un hotel. La luz encendida del interior y los visillos me hacen invisible. Nunca sabrá que estuve de pie detrás de ella, tan cerca que si no hubiese cristal podría haberle puesto la mano en el hombro. Se mordía las uñas.
Sigo andando, que no es poco.