29.10.07

De noche

Dos gatos duermen sobre el capó de un coche. Dos niños duermen, aunque yo no los oigo, en su habitación. Esa sensación de paz y de descanso casi nunca se encuentra en los adultos, en los que el sueño parece una batalla ganada por la edad, por el deterioro.

Desde la calle miro por una ventana a una azafata que sentada en un sofá ve la tele mientras espera que acabe un congreso en un hotel. La luz encendida del interior y los visillos me hacen invisible. Nunca sabrá que estuve de pie detrás de ella, tan cerca que si no hubiese cristal podría haberle puesto la mano en el hombro. Se mordía las uñas.

Sigo andando, que no es poco.

19.10.07

Se van

Hace un mes y pico fue Tato, de Activando la disidencia, y anteayer Ismael Rozalén. Y lo siento, ya lo creo que lo siento, porque para mí eran, de los blogs que leo, dos de los mejores.

Parece que lo de Tato es definitivo (dentro de lo definitivo que puede ser algo en esta vida), pero creo que la despedida de Ismael obedece a sus actuales circunstancias. Espero que su situación, sea cual sea, mejore; primero por él, obviamente, pero después por mí, para poder seguir visitándolo.

Un abrazo a ambos. Y muchas gracias.

11.10.07

Emilio de Velourís

Después del velatorio vino el entierro.

Algo bueno habrá hecho un hombre cuando sus nietos lloran así por él. Pensé, al verlos, que ojalá a mí me pasara lo mismo dentro de muchos años. Volviendo a lo del sentido de la vida, esto se le parece un poco.

El cariño que vi en su familia hizo (una vez conseguí no prestar atención a la cháchara del ochenta por ciento de los asistentes) que hubiera algo reconfortante en el entierro.

Les contaba cuentos. A los nietos, les contaba cuentos por las noches.

9.10.07

Rezos, rencor y raíces

Ya estaba tardando: ayer fui a un velatorio. Fui a la aldea paterna.

Creo que era la primera vez que asistía al rezo completo del Rosario. Como es costumbre, poco antes de las diez de la noche empieza a llegar gente, de ésa y de las aldeas de alrededor, y el pequeño tanatorio se va llenando de ropa oscura, de caras arrugadas y manos encallecidas. Comienza la oración. Se repiten padrenuestros y avemarías en un murmullo monótono e ininteligible. Se recitan mecánicamente las letanías a un ritmo mareante que se va acelerando. Me acuerdo de los que repiten versos del Corán meciéndose adelante y atrás. Me acuerdo de una escena en un templo de no sé qué película de Indiana Jones; sólo falta que alguien comience a bailar espasmódicamente en el centro o traigan a rastras a una mujer gritando y debatiéndose por soltarse. Pero las miradas no pasan de hoscas y huidizas; demasiado individualistas para el fanatismo. El rezo se acaba y los vecinos se van marchando. Al rato, el hermano del difunto pregunta quién está, quién se ha quedado; lleva la cuenta.

La familia se rompe. Duró mientras no se tocó la tierra. La codicia y la desconfianza (qué habríamos sido, sin la desconfianza) pasan por encima de la sangre. Todo se olvida y nace el rencor, de por vida. Y el rencor se va expandiendo, no basta la amistad, se exige la enemistad común. Nada tan fácil como ver ofensas, y se van tachando personas. Cada vez más soledad en las aldeas. Y miseria.

- Mañá ás catro e media sae un coche. Vai polo Pousadoiro, o Carballal, a Reborica e... o Portorosa.

3.10.07

Chiste

Durante un vuelo, al terminar la comida la azafata va pasando por el pasillo preguntando a los pasajeros si desean tomar una copa. Al llegar a una de las filas, se dirige al hombre que viaja junto a la ventana.

- Pues sí, me tomaría un cubatita de ron, si puede ser.

Se lo sirve y le pregunta al del pasillo, que, aunque ninguno de ellos lo sabe, es Testigo de Jehová.

- ¿Y usted querría una copa de algo, caballero?
- ¡¡Antes prefiero que me rapten y violen las doce rameras de Babilonia!!

El otro hombre, el de la ventanilla, con el vaso a mitad de camino hacia la boca, se detiene, mira al Testigo de Jehová, mira a la azafata y le devuelve la copa.

- Disculpe, señorita, yo también. No sabía que se podía elegir.

2.10.07

Gris

El otro día todo era gris, gris azulado.

Mar y cielo de plomo desde punta Frouxeira

Más que un azul luminoso, es este gris el que me llega más adentro, el que mejor se acomoda a mi ánimo, casi siempre. No hay tristeza en este cielo y este mar; recogimiento, melancolía y ganas de silencio, sí, pero no tristeza.

Hasta las flores me parecían más bonitas con poca luz.

Las flores que resisten el viento