Un provinciano en Madrid: el final.
Ya está. Ya se ha acabado el curso y me voy de Madrid. Es martes por la tarde y en un par de horas estaré en Coruña; una hora más tarde, en casa.
Me voy contento. Contento por volver, y porque he estado bien.
Mi mujer está cansada, porque estar sola con los dos niños todo el día da bastante trabajo. Y eso sin duda ha sido lo peor de estas semanas, junto, por supuesto, con la propia separación.
Cosas buenas ha habido muchas:
Por un lado, el cambio de aires, la oportunidad de romper la rutina y el soplo de aire fresco (algo menos fresco en el metro…) que ha supuesto Madrid. Por otro, haberles conocido, a algunos de ustedes (a Calamidad, a Xavie y, este domingo, separados por sendos chocolates y un plato de churros, a Luna, una mujer interesante, cariñosa y vital, y que además me contó una de las historias más bonitas y conmovedoras que he oído en mi vida; y no a T, al final, para mi disgusto), lo que ha sido un enorme y verdadero placer. Y, naturalmente, haber podido ver a otros amigos muy queridos (desde luego y ante todo, a F. y M. e I.; pero también a mi hermanita, a quien mando todo mi cariño en estos momentos tan duros para ella).
Y añadiré otra, les aseguro que sincera y en absoluto dicha aquí por devolverle sus frecuentes halagos: haber conocido de verdad, por fin, a Sebastián (Rythmduel), la persona con la que más he hablado estas ocho semanas. Ha sido estupendo pasar un mes y medio compartiendo, como quien dice, pupitre, y viendo y disfrutando como nunca hasta ahora de todas sus virtudes. Además pude estar en su casa, donde María José, su mujer, me hizo sentir comodísimo, y donde conocí a la fabulosa Itziar, a la que su alegría, su imaginación y su inteligencia me permiten augurar un futuro deslumbrante.
El curso no ha estado mal. Era un curso obligatorio, pero me voy con buen sabor de boca; creo que he aprendido cosas y que me ha permitido ampliar un poco las miras profesionales, que falta me hace (quién sabe, quizá hasta haya podido entrever alguna puerta a la que llamar). Además, hoy he sabido que he hecho un digno papel, y que la relación esfuerzo-resultado (los vagos siempre tenemos que recurrir a este tipo de excusas para tratar de ocultar el hecho de que nunca podremos igualar a los que, además de inteligentes, son constantes y trabajadores) ha sido, me parece a mí, muy buena.
Por otra parte, me ha dado la oportunidad de conocer a gente, que ya había tratado antes pero siempre muy superficialmente, y me he llevado algunas sorpresas muy agradables. Con algunos he pasado bastantes horas, y poder charlar (y pasear) con ellos me ha gustado mucho.
Ahora vuelvo a casa, a cuidar de los míos.
Supongo que habrá un período de adaptación mutua (es normal), y ya volveré a mi placentera rutina. Aunque espero aprovechar el impulso con el que vengo.
El lunes mi mujer se reincorpora al trabajo, y vuelvo a ser padre soltero por las tardes. A ver cómo se nos da este invierno. De entrada, el blog cierra esta etapa madrileña, que recordaré con cariño, y recupera la normalidad.
Un abrazo a todos.
Prueba superadísima, querido amigo. Ahora, a disfrutar de los tuyos. Un abrazo.
ResponderEliminarBuen regreso. Y felicidades por lo que dicen de ti tus amigos. Ese espejo no suele mentir. Un abrazo.
ResponderEliminarBienvenido a casa.
ResponderEliminar(Ya solucioné lo de "tu foto" que no me habías dicho nada)
Un abrazo a los tres.
ResponderEliminar¿Y qué le pasaba a mi foto?
Pues... conocerle me gustó, es ud, un señor estupendo, muy buen conversador y buen oyente.
ResponderEliminarEs accesible, amigable y está lleno de fuerza y de ternura.
Felicidades a su familia.
Gracias, Luna. Eres muy amable. De todo lo que me dices, yo sólo me atrevo a presumir de buen oyente; me parece algo imprescindible.
ResponderEliminarEn cuanto a mi familia, ya sabes eso de que tras todo gran hombre hay una mujer sorprendida, ¿no? Pues conmigo pasa lo mismo, me temo.
Un beso.