Carlos, mi segundo hijo.
Lo que se siente con el primer hijo es único e irrepetible. Lo que yo sentí con mi hija, al menos, lo fue. La ilusión con que se vive la recién estrenada paternidad, el sobrecogimiento con que uno descubre en sí mismo sentimientos incondicionales y de una profundidad inaudita, y el vértigo con que se va dando cuenta de cómo acaba de cambiar el mundo para él, son incomparables.
Yo sabía que con el segundo hijo eso no se iba a repetir. Y que no se iba a repetir precisamente porque casi todo sería una repetición.
Y cuál ha sido mi asombro al ver que precisamente esa falta de novedades es lo mejor, lo que me está haciendo disfrutar más de lo que me podía imaginar; y más, en muchos aspectos, de lo que pude disfrutar la primera vez.
Yo lo atribuyo principalmente a tres razones:
- La experiencia, que me da una tranquilidad que no tuve, y que me permite: entender casi todo lo que hace el niño; no estar preocupado cada vez que no entiendo algo que hace el niño; y no tener que pensar, ante una situación nueva, y abrumado por la responsabilidad, cuál será la reacción adecuada, pues las respuestas son ya casi naturales y surgen espontáneas.
- La consciencia, esta vez nacida de la propia experiencia y no de cabeza ajena, de la fugacidad de este momento.
- Tener mucho más tiempo para estar a solas con mi hijo, y poder acercarme a él sin hacer cola ni tener que apartar a media familia a codazos.
En cualquier caso, y se deba a lo que se deba, estoy viviendo algo maravilloso. Y además, lo reconozco, ha sido una sorpresa.
Carlos se ríe desde hace un par de semanas, ya; y puedo pasarme horas apoyado en la cuna, sobre él, haciéndole monadas sin parar, acariciándolo, aullando, poniendo caras, mientras se ríe, patalea y trata de imitarme. En fin, nada que los padres no sepan, y que a los no padres les parezca un poco patético, supongo.
Que me sonría. Verlo dormir. Que esté tranquilo en mis brazos.
No hay nada igual en la vida; sé que lo han oído mil veces, que es un tópico, y que algunos no se lo creen, pero es verdad.
La foto la sacó mi mujer esta tarde, después del baño, mientras yo le daba un masaje.
Me está mirando a mí.
Muy guapo el niño. Por cierto, el título de la entrada, me permite suponer que podrá haber un tercer hijo.
ResponderEliminarEnhorabuena. Me has provocado un ataque agudísimo de melancolía.
ResponderEliminarAhí está. Tranquilo, confiado y feliz. Lo dice su mirada.
ResponderEliminarBuenos días.
ResponderEliminarNo es nuestra intención, Alexandrós. Siempre hemos pensado que dos hijos era lo ideal, y seguimos pensándolo. El título quiere decir, no que habrá un tercero, sino que hay un primero... Un abrazo.
Gracias, Gregorio. Bueno, ¿lo siento?
Eso pienso yo, Alicia. Está bien, ¿verdad?
No hay nada igual en la vida, desde luego, una experiencia inmensa. Es muy guapo. Enhorabuena, Portorosa. Siga disfrutando.
ResponderEliminarSaludos.
Vaya, yo no tengo hijos ,,,,pero los sobrinos son mas comodos , solo de visita ........pero se les adora :)
ResponderEliminarPienso que lo más elocuente de este post, más que cualquiera de tus hermosas palabras, es la mirada de Carlos.
ResponderEliminarDurante esta semana he tenido otro bebé en casa: Claudia, mi ahijada, y he revivido esas sensaciones que describes, con el añadido de que las he compartido con Itziar, que la adora.
Y si se me permite un pareado: un abrazo, padrazo.
Con mi hija, la primera, cuando salió y le vi la cabecita me puse a temblar como un flan. No me la pudieron dar.
ResponderEliminarCon mi hijo, el segundo, durante el embarazo Cheli tuvo catorce cólicos de riñón, el último durante el parto. Por lo visto, Albert ya tocaba la guitarra entonces. Cuando salió ya no temblé, lo pillé y le solté un par de frescas. Hoy somos inseparables, mi mejor amigo.
OoOps!! Me entran ganas de tener uno!
ResponderEliminarEs una preciosidad, mejor que tú no lo sabe nadie.
A seguir disfrutando de él :)
Ciao,
ResponderEliminarEs precioso. No se me ocurre nada más que añadir y con tu permiso me quedo un ratito contemplándolo.
Mónica
Precioso chaval, Portorosa. El texto me parece muy elocuente, pero sobre todo el final: "Me está mirando a mí". Con esas cinco palabras está todo dicho. Un abrazo. (Los misterios insondables (para mí) de la informática me impidieron el otro día hacer este mismo comentario desde un ordenador distinto al que hoy tengo). Y que el infante se porte bien y no llore por la noche.
ResponderEliminarGracias a todos.
ResponderEliminarCarlos se porta muy bien, y, de verdad, se ríe muchísimo; y con las bromas se pone muy nervioso y patalea y abre y cierra las manos, y, y , y...
Sí, me mira a mí, a mí; y lo hace con esa carita: en fin, no quiero repetirme diciendo otra vez qué se siente. Porque además no sabría explicarlo.
Besos y abrazos.
Es una preciosidad de criatura, puedes sentirte orgulloso. Yo he tenido tres y por mucha experiencia que acumule siempre consiguen sorprenderme. Nunca es igual, como tú bien dices.
ResponderEliminarUn saludo y un beso a ese muñeco.
Que remono Portorosa!!
ResponderEliminarLástima que la infancia de nuestros hijos se convierta en tan poco tiempo en recuerdos difusos. Así que, disfruta intensamente de sus puñitos cerrados, de su risa ensayo, de sus piececitos, de su inconfundible olor...mmm, que bonitos recuerdos
Un beso,
la flaca
Y ahora, cuando la melancolía que me provocaste inicialmente se ha transformado en resentimiento, ahí va esta malaventura: ¡¡¡ANTES DE LO QUE PIENSAS SE TE METAMORFOSEARÁ EN ADOLESCENTE!!!
ResponderEliminar¡Qué maravilla! Francamente, no creo que nadie en su sano juicio pueda tildar de "patético" lo que sientes y vivies, tengan o no hijos. ¡Qué siga el gozo!.
ResponderEliminarUn entrañable abrazo
Hannah
No sea cenizo, Sr. Luri. Déjele que disfrute ahora. Ya tendrá tiempo de preocuparse.
ResponderEliminarCarlos es un niño bellísimo, será un adolescente arrebatador, y un hombre maravilloso, tierno y lleno de alegría, porque creciendo con tanto amor, no le quedará otro remedio que ser muy feliz.
ResponderEliminarY disfrutad intensamente el privilegio de estar juntos.
Un abrazo para los cuatro
Muchísimas gracias, Tautina, y muchísimas gracias, Flaca (lo intento, lo intento).
ResponderEliminarEsta mañana fui al que será el colegio de mi hija este curso; su primer colegio de mayores. Y vi a varios adolescentes, supongo que examinándose de alguna asignatura suspensa: qué edad más difícil para ellos, desde luego, pero, para los demás... ¿es posible aguantarlos?
Gracias, Gatopardo (me alegro de verte), eso sí que son ánimos. Ojalá tengas razón; yo, te confieso, tengo bastante fe en que las cosas funcionen como tú dices.
Ya sabes, Gregorio, encararemos el momento con confianza. Y, además, ya has oído a Alicia (gracias, Alicia): aún queda, aún queda...
Un fuerte abrazo, Hannah, y gracias.
Es guapísimo! Y si se repite que no hay nada igual en la vida, ¿sabes?, por algo será. Mis felicitaciones.
ResponderEliminarMe colé en tu blog al verte en el café de ocata.
Saludos
Muchas gracias, Mar. Sé muy bienvenida.
ResponderEliminarMuchas gracias Porti. Gracias por compartir estas cosas tan bellas con nosotros.
ResponderEliminarEs tan íntimo, tan tiernamente íntimo todo que da sensación de privilegio leerlo.
Gracias por tus sensaciones, y por la foto de esa belleza de criatura.
Un abrazo.
M.
Un abrazo muy grande, Miranda.
ResponderEliminar¡Que gran verdad lo de "la fugacidad del momento"! ¡Qué nostalgia de cuando los míos eran pequeñitos (ayer misnmo, me parece)! ¿Añoraré también (mañana mismo) su adolescencia actual?
ResponderEliminarUn abrazo.
Malambruno: Si eres capaz de añorar la adolescencia de tus hijos, es que tienes unos hijos que no te los mereces. Yo llegué a descubrir que no hay ninguna situación tan mala en una familia con hijos adolescentes que no la deteriore el intentar razonar con ellos.
ResponderEliminar¡Qué miedo me dais, y qué ánimos!
ResponderEliminar(Menos mal que aún lo veo leeeeeeejos).
No seamos cenizos. Total, ¿que suponen los cuatro espantosos años de la adolescencia de nuestros hijos en toda una vida? Nada. No son nada.
ResponderEliminarConste que necesito escribir esto como ejercicio de autoconvencimiento. Necesito ser positiva. Acabo de entrar en los cuatro temibles años de la adolescencia de mi hija mayor y no sabeis la pereza que me dan!!
Un beso Portorosa
La flaca
¿Cuatro años? ¿Pero ahora la adolescencia no va de los 10 a los 25?
ResponderEliminarEn fin, paciencia, empatía y cariño; a ver si funcionan.
Gregorio, te veo muy negativo, aunque parezca que sólo les interesa el sexo opuesto y su arreglo personal, debajo, muy en el fondo, bastante ocultos, están (aunque sea difícil descubrirlos) esa curiosidad y ese interés por todo que tenían cuando eran más pequeños.
ResponderEliminarY siento asustarte, Porto, pero me parece que, en cuanto a la duración, te acercas más tú que la flaca.
Qué bonito, qué mirada más tierna, inocente, feliz ............. .
ResponderEliminarqué envidia, qué pena no poder disfrutar de la inocencia, la tranquilidad, la ingenuidad de un recién nacido durante más tiempo.
Entiendo que se te caiga la baba, papi!!!
Gwydir, qué alegría verte por aquí.
ResponderEliminarSí, en eso parecemos estar casi todos los padres de acuerdo, en que dejan de ser bebés muy pronto. ¿Pero a qué etapa de la vida (y más de la juventud) no le pasa eso? Podemos pensar que esa fugacidad contribuye a que sea un momento tan especial; así nos consolamos algo.
Muchas gracias, y un beso.
Malambruno, me consuelas: un raya de optimismo entre las tinieblas que rodean a quienes conviven o trabajan (en el caso de alguno, ambas cosas) con adolescentes. Tu opinión, además, y por motivos que te imaginarás, me parece muy digna de consideración. Un abrazo.
Muchas felicidades
ResponderEliminarPrecioso hijo.
ResponderEliminarAl parecer soy la que tengo hijas que han pasado la adolescencia.
Mala época para los padres y sobre todo para los que empiezan a extender sus alas con la necesidad de volar.
Ahora que son mayores, me comentan divertidas cosas de esos años y la cara de loca que se me ponía cuando me enfadaba......el papá, perfecto.
Tengo claro una cosa con hjos adolescentes.......hagas lo que hagas, lo harás mal, estar es lo importante.
¿como se encuentra la peque?
Saludos
Tienes razón, es quizá una de las emociones mas intensas que se viven. En cualquier caso, lo de las colas no importa, el padre lo seguirás siendo tu en cualquier caso. Es curioso por que de alguna manera también vivi esa especie de necesidad de exclusividad, con el tiempo me di cuenta de mi error.
ResponderEliminarBuenos días.
ResponderEliminarGracias, Luna. La peque está regular; me temo que la pobre lleva una semana algo mala, y la razón no es otra que los previsibles celos. Espero que hablando con ella y teniendo todavía más cuidado en no hacerla sentir relegada a un segundo plano podamos mejorar las cosas y hacerla sentirse bien otra vez.
Yo supongo que hay algo de celos, de posesividad, en ese comportamiento, que efectivamente pasé yo también, XY51. En cualquier caso, no siempre se trataba de eso, sino de lo pesado que se me hacía que no dejasen a la niña nunca en paz, y que hubiese una especie de competencia inconsciente por ver a quién le hacía más caso, a quién se le reía más, quién la conocía mejor, etc. Con el comportamiento que tiene la familia con el niño me siento mucho más cómodo.
Bienvenido/a, Jules Uijttewaal.
Enhorabuena Portorosa. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué preciosidad, milord! No me extraña que te mire con ese cariño, sintiendo las manos (tus manos) masajeándole después de un buen baño. Los niños queridos son agradecidos, muy agradecidos. Pero eso tú seguro que ya lo sabes.
ResponderEliminarHazle una carantoña de mi parte. Yo ya no tengo demasiadas ocasiones con la nena.
Un beso para los cuatro, milord.
Porto, hay unos truqillos caseros que funcionan para los celillos.
ResponderEliminarEstád tranquilos,los celos son normales y no dejan huella si el comportamiento de la familia es el correcto y no atosigan.
Así, a vuela pluma.
1º Jugad a que el niño le hace un regalo a su hermana, una caja de música pequeñita y dejada en la cuna de Carlos.
2º Usad el "lenguaje" del niño traducido para ella
" Pero que dices Carlos que es muy guapa? ¿Que querías venir a vivir con ella? No, carlos, no, tu no puedes comer lo que come ella, no tienes dientes y no sabes masticar. ¿que quieres ir la cole con ella? no sabes andar, no sabes hablar ¿como vas a ir al cole con ella? y no llores, que cuando venga te va a decir todo lo que ha aprendido"
Cuando se le cambia el pañal uno, el otro coger a la niña y le dice, vamos, vamos, agg, que mal huelen las cacas, pero lo tenemos quew decir en otro sitio, para que no se ponga triste.... y asíñ se le puede achuchar sin los ojitos tristones de la niña. Al final,ella "entenderá" los mensajes que el hermano le manda y la necesidad que tiene el hermano de ella.
No voy a firmar, pues aunque parecen mensajes tontos, funcionan perfectamente.
Algún día te diré quién soy, si no se ve en los IP.
Es muy hermoso
Buenos días.
ResponderEliminarGracias, Lentitud. Y gracias, milady (se la haré, descuida). Un abrazo a los dos.
Anónimo, gracias por tus comentarios (¿así que te conozco?). Lo cierto es que algo de eso ya hacemos, pero supongo que se nos escapan demasiadas atenciones al niño delante de ella; a nosotros y a los demás, a pesar de lo mentalizado que al respecto está hoy en día todo el mundo. Además, aunque sólo se trate de tiempo dedicado, es inevitable que ella note que ya no lo monopoliza.
Pero seguimos intentándolo. Mañana empieza el cole, y, como creo que no va a tener ningún problema de adaptación (en la guardería jamás lo tuvo), creo que le va a venir bien, para desconectar de casa, estar entretenida y tener cosas distintas en las que pensar y qué contar.
¿Sabes Porto que les falta a los blog?
ResponderEliminarPues un correo interno, donde el propietario del blog pudiera recibir sin tener que dar el correo.
Pues creo que hemos bailado varias muñeiras juntos, aunque contigo es algo dificil, no te levantas de la silla.
Es broma, no hemos bailado nunca...me estoy riendo sóla.
Saludos cordiales.
Pues me dejas intrigado.
ResponderEliminarSupongo que sabes que puedes usar el correo electrónico que aparece en el blog, si quieres.
Un saludo.
Cada época de la vida tiene su encanto. Haber tenido a mis hijos en mi década de los veinte, me permitió disfrutarlos a lo grande (con mucha inconsciencia y responsabilidad, mezcladas)y crecer con ellos. Ahora, vivo un paréntesis de tranquilidad, hasta que me conviertan en abuela.
ResponderEliminarDisfruta a tus niños todo lo que puedas pues el tiempo es implacable.
Carlos es realmente hermoso. Me ha dejado encantada la paz de su mirada. Un bebé feliz, sin duda.
Un saludo
Un abrazo, Laura.
ResponderEliminarYa, Porto, pero en cualquier caso es un proceso ineludible en la relación, lo que entre un hijo y la gente que le rodea se establezca, no puede ni debe ser manipulado por nosotros. Sus relaciones son sus relaciones. Sus comportamientos son suyos. Cuando sean mayores ya sabrán enfrentarse a ellos. En cualquier caso el ámbito vital es personal. Los padres siempre tendemos a ser sobreprotectores. Y te lo digo con conocimiento, mi segundo hijo fueron dos y pasear con ellos era como si se mostrase un fenómeno de feria. La de cabreos cogidos por los caramelos ofrecidos, sin mi consentimiento, por las caricias y por tantas cosas que yo queria controlar y que simplemente no debia. En fin... parte de la profesión.
ResponderEliminarSí, hay que aprender a aceptar que no te pertenecen.
ResponderEliminarUn abrazo. Y gracias.
Me has quedado sin palabras, felicidades, por tu mujer, tu niña, tu segundo hijo, y sobre todo por contarlo tan bien.
ResponderEliminarA mi me queda un mes y....
Muchas gracias, y mucha suerte.
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