En los veraneos de mi infancia, en galicia, hervíamos la leche recién ordeñada y lográbamos una espesa capa de nata, la untábamos en el pan y le añadíamos azúcar. Imagino que se parece a la mantequilla recién hecha
nunca estimado amigo,lo único que recuerdo es cuando el lechero pasaba por casa y yo probaba la leche recién ordeñada...años más tarde rememoré esas sensaciones en tu bellísima tierra durante una parada en el Camino de Santiago..qué bocata de queso y qué vaso de leche... Gracias por hacerme de nuevo tan gráfico ese recuerdo. un abrazo
Muuuuuchas. Ay, me acabas de traer a la memoria una imagen de mi infancia: yo pizpireta yendo con la lechera a casa de la Patro -pobrezuca que ahora no se acuerda ni de quien es, puñetero alzheimer- para que me diese leche recién ordeñada. Correr cuesta arriba hacia casa, hervir la leche, separar la nata y batirla -el trabajo duro para máma, of course- hasta que cuajara y se transformase en mantequilla. De la rica. De la de verdad (no estas cacas que nos venden ahora).
Recuerdo el minuto exacto justo antes de que se transformara en mantequilla. Su sabor y su textura. Me empiezan a caer chorretones de saliva. Y no sólo por el sabor perdido sino por el tiempo que no volverá (¿Cinema Paradiso? Estoy muy de acuerdo contigo con tu anterior post).
Un beso muy fuerte. Y besos también a esa belleza de bebé que aparece más abajo, plácido y tranquilo mirando a su padre (y a la nena, que no queremos que nos coja pelusilla). Calamity.
Nunca. Otro pequeño placer perdido, probablemente para siempre.
¿Sabe que el otro día anduve pensando en usted? Pensaba que lo que hace aquí es un canto a la vida, a los pequeños placeres que a veces se nos escapan sin que los apreciemos en su justa medida.
Bueno, pues mi pregunta, que en realidad era retórica y sólo pretendía complementar a la foto sugiriendo lo que había sido el fin de semana, me ha permitido hacerme una ligera idea de ciertos aspectos de vuestra vida, sobre todo de vuestra infancia. Y ha sido muy interesante.
Gracias a todos.
Por cierto, para mí fue la primera vez. Había tomado leche recién ordeñada, y por supuesto queso hecho en la casa, pero nunca mantequilla recién hecha.
Gracias, Calamidad, por lo del niño; y me alegro de la coincidencia en el texto anterior. Un beso.
Miguel, le aseguro que me enorgullece oírle decir eso. Un abrazo.
Cuando he andado por Galicia ("ad pedem litterae", camino de Santiago), no he probado mantequilla recién hecha, pero sí que le he hecho fotos a las vacas, como elementos idiosincráticos del paisaje gallego...
Yo creo recordar que sí, pero está todo en la nebulosa del ascazo. Me daba un ascazo espantoso la leche recién ordeñada, el olor aquel, una cosa potoide, y la nata una grimaza. Luego resulta que cuando íbamos los críos a pelar alubias o panojas de casa en casa, ahora, en otoño, nos daban de merien unas natazas una cosa terrible. Yo prefería que me dieran café de puchero, que casi siempre era achicoria, pero la lechaza y las natazas te las endilgaban sin más. Otra cosa que te incrustaban eran los quesazos aquellos como los de Burgos, oseas, trozos de cosa que no sabe a nada con su suero asqueroso saliendo de allí. AJ!!!! A mi me gustan los quesazos podridos hasta con gusanos, mira tu, oseas que la cosa del ascazo va más por la gama lechosa que por escrúpulos propiamente. Tampoco me entusiasma cuando te proponen con cara de ilusión meterte una rebanada de peazo pan con ajo y aceite. No sé, igual para merendar...pero para desayunar impresiona. Así que desde que inventaron esas mantequillicas fáciles de estirar en la tostada sin que se trisque y salga volando, soy muy feliz desayunando eso e incluso eso con mermelada de naranja amarga y un buen café recien molido y hecho o un té de desayuno bien cargado.
Esos tejados me traen muchos recuerdos, y ese verde. Espero que hayas sido feliciano...dentro de tu gama feliciana/melancólica, que tan productiva és. Y nosotros que lo veamos... Beso y beso.
Tú siempre tan incorrecta, Miranda... Que conste que a mí lo lechoso, y más si es con nata, me pone más de una vez en un brete.
El tejado es precioso, ¿verdad? (siempre te fijas mucho en las fotos; qué bien); la casa era muy bonita, estaba muy bien recuperada. Y el verde era perfecto; estábamos rodeados de castaños, castaños llenos de erizos verdes todavía. Llovió, por supuesto, como corresponde, y estuvimos muy bien. La niña, sobre todo (y los demás niños, que íbamos todos completos), lo pasó genial. Nosotros, tranquilos, que era lo que queríamos.
Solodelibros, te aseguro que el lugar (e incluyo casa y entorno) era idílico. Pero también te aseguro que ahí (no sé de dónde eres tú) el invierno dura muchos muchos meses, y que durante esos meses pocas veces se seca esa hierba o ese cielo no es gris. A mí me encanta Galicia, el paisaje, y casas como ésta en sitios así, me parece algo maravilloso; pero, siendo como soy un urbanita, creo que se me haría muy duro vivir ahí. Desde luego, hace falta tener una cabeza muy bien amueblada.
¡Nunca!Lo que más se acerca es haber escuchado a mí madre cómo de pequeña bebían la leche recién ordeñada.
ResponderEliminarSalu2 Portorosa
En los veraneos de mi infancia, en galicia, hervíamos la leche recién ordeñada y lográbamos una espesa capa de nata, la untábamos en el pan y le añadíamos azúcar. Imagino que se parece a la mantequilla recién hecha
ResponderEliminarBesos,
la flaca
nunca estimado amigo,lo único que recuerdo es cuando el lechero pasaba por casa y yo probaba la leche recién ordeñada...años más tarde rememoré esas sensaciones en tu bellísima tierra durante una parada en el Camino de Santiago..qué bocata de queso y qué vaso de leche...
ResponderEliminarGracias por hacerme de nuevo tan gráfico ese recuerdo.
un abrazo
Nunca.
ResponderEliminarMuchas, pero hace decenios. Nata de la leche con azúcar o mantequilla batida la noche antes que mi madre nos ponía como tarea después de cenar.
ResponderEliminarMuuuuuchas. Ay, me acabas de traer a la memoria una imagen de mi infancia: yo pizpireta yendo con la lechera a casa de la Patro -pobrezuca que ahora no se acuerda ni de quien es, puñetero alzheimer- para que me diese leche recién ordeñada. Correr cuesta arriba hacia casa, hervir la leche, separar la nata y batirla -el trabajo duro para máma, of course- hasta que cuajara y se transformase en mantequilla. De la rica. De la de verdad (no estas cacas que nos venden ahora).
ResponderEliminarRecuerdo el minuto exacto justo antes de que se transformara en mantequilla. Su sabor y su textura. Me empiezan a caer chorretones de saliva. Y no sólo por el sabor perdido sino por el tiempo que no volverá (¿Cinema Paradiso? Estoy muy de acuerdo contigo con tu anterior post).
Un beso muy fuerte. Y besos también a esa belleza de bebé que aparece más abajo, plácido y tranquilo mirando a su padre (y a la nena, que no queremos que nos coja pelusilla). Calamity.
reconozco que la mantequilla esta rica, pero demasiadas calorias ....:)
ResponderEliminarDos.En mi adolescencia ambas. Demasiado lejanas. No lamento la manteca recién batida,pero sí la leche recién ordeñada.
ResponderEliminarSaludos
Nunca.
ResponderEliminarOtro pequeño placer perdido, probablemente para siempre.
¿Sabe que el otro día anduve pensando en usted? Pensaba que lo que hace aquí es un canto a la vida, a los pequeños placeres que a veces se nos escapan sin que los apreciemos en su justa medida.
Un saludo
Bueno, pues mi pregunta, que en realidad era retórica y sólo pretendía complementar a la foto sugiriendo lo que había sido el fin de semana, me ha permitido hacerme una ligera idea de ciertos aspectos de vuestra vida, sobre todo de vuestra infancia. Y ha sido muy interesante.
ResponderEliminarGracias a todos.
Por cierto, para mí fue la primera vez. Había tomado leche recién ordeñada, y por supuesto queso hecho en la casa, pero nunca mantequilla recién hecha.
Gracias, Calamidad, por lo del niño; y me alegro de la coincidencia en el texto anterior. Un beso.
Miguel, le aseguro que me enorgullece oírle decir eso. Un abrazo.
¡Teresa, cuánto tiempo! Me alegro de verte.
Cuando he andado por Galicia ("ad pedem litterae", camino de Santiago), no he probado mantequilla recién hecha, pero sí que le he hecho fotos a las vacas, como elementos idiosincráticos del paisaje gallego...
ResponderEliminarY tanto. La vaca ha sido, literalmente, media economía gallega.
ResponderEliminarUn abrazo.
MMMMM, envuelta en una hoja de berza?
ResponderEliminarNo, no, tampoco te pases...
ResponderEliminarYo creo recordar que sí, pero está todo en la nebulosa del ascazo.
ResponderEliminarMe daba un ascazo espantoso la leche recién ordeñada, el olor aquel, una cosa potoide, y la nata una grimaza.
Luego resulta que cuando íbamos los críos a pelar alubias o panojas de casa en casa, ahora, en otoño, nos daban de merien unas natazas una cosa terrible. Yo prefería que me dieran café de puchero, que casi siempre era achicoria, pero la lechaza y las natazas te las endilgaban sin más.
Otra cosa que te incrustaban eran los quesazos aquellos como los de Burgos, oseas, trozos de cosa que no sabe a nada con su suero asqueroso saliendo de allí.
AJ!!!!
A mi me gustan los quesazos podridos hasta con gusanos, mira tu, oseas que la cosa del ascazo va más por la gama lechosa que por escrúpulos propiamente.
Tampoco me entusiasma cuando te proponen con cara de ilusión meterte una rebanada de peazo pan con ajo y aceite. No sé, igual para merendar...pero para desayunar impresiona.
Así que desde que inventaron esas mantequillicas fáciles de estirar en la tostada sin que se trisque y salga volando, soy muy feliz desayunando eso e incluso eso con mermelada de naranja amarga y un buen café recien molido y hecho o un té de desayuno bien cargado.
Esos tejados me traen muchos recuerdos, y ese verde. Espero que hayas sido feliciano...dentro de tu gama feliciana/melancólica, que tan productiva és. Y nosotros que lo veamos...
Beso y beso.
M.
Tú siempre tan incorrecta, Miranda... Que conste que a mí lo lechoso, y más si es con nata, me pone más de una vez en un brete.
ResponderEliminarEl tejado es precioso, ¿verdad? (siempre te fijas mucho en las fotos; qué bien); la casa era muy bonita, estaba muy bien recuperada. Y el verde era perfecto; estábamos rodeados de castaños, castaños llenos de erizos verdes todavía. Llovió, por supuesto, como corresponde, y estuvimos muy bien. La niña, sobre todo (y los demás niños, que íbamos todos completos), lo pasó genial. Nosotros, tranquilos, que era lo que queríamos.
Un beso enorme, Miranda.
jejejejeje
ResponderEliminar;oD
Solodelibros, te aseguro que el lugar (e incluyo casa y entorno) era idílico. Pero también te aseguro que ahí (no sé de dónde eres tú) el invierno dura muchos muchos meses, y que durante esos meses pocas veces se seca esa hierba o ese cielo no es gris. A mí me encanta Galicia, el paisaje, y casas como ésta en sitios así, me parece algo maravilloso; pero, siendo como soy un urbanita, creo que se me haría muy duro vivir ahí. Desde luego, hace falta tener una cabeza muy bien amueblada.
ResponderEliminarUn abrazo.
En ese caso, pocos sitios podrían ser mejores.
ResponderEliminarBesos.