Una tarde en la Fuente de la ranita.
Días tristes, estos.
Sufría, como todos, por el mundo que cambia, por las verdades que pasan, por los rostros amados que se alejan, por la innumerable pérdida de las cosas, dice Magris en El Danubio.
Veo a mi hija correr por la hierba, al sol, llamándome a gritos loca de alegría, riéndose a carcajadas ella sola, contenta de no tener que andar de la mano, de poder chillar, de tener tanto espacio libre, de sentir (aunque no lo sepa) su cuerpo vivo, de poder coger flores, de cortar las hojas en trocitos muy pequeños, de notar el aire en la cara, de esconderse de mí y de que la persiga. Y de vez en cuando llega muerta de risa a descansar a donde estoy, sentado en el suelo, y se me echa encima y me da un abrazo. Y yo respiro, cierro los ojos y no pienso, y tengo que contenerme para no apretarla fuerte, fuerte, fuerte.
Casi no me atrevo a preguntar, milord. Por qué, si las sensaciones son tan fantásticas, son días tristes, éstos.
ResponderEliminarEn cualquier caso, abrázala fuerte, no temas romperla, los niños, ya se sabe, no se rompen con abrazos.
Un beso fuerte, fuerte.
Precioso. Adoro el abrazo sincero de los bebés, de los niñ@s de corta edad, se nota una ternura especial, es una espontaneidad sincera, .... es difícil de describir.
ResponderEliminarRatifico lo que dice Amanda, por qué tristes? Tal vez por lo efímero que resulta esta situación?.
Un abrazo.
No, no, por nada. Hoy un buen amigo me ha llamado, pensando, tras leer esto, que pasaba algo.
ResponderEliminarDías de melancolía, solamente; y así todo se ve de otra manera.
Besos.
Pues me alegra tu felicidad. No te pierdas estos momentos con tu hija: pasan rápido y no vuelven.
ResponderEliminarUn abrazo, Roberto.
Te veo feliz+feliz+feliz-triste= 2felices.
ResponderEliminarLo cierto es que tu melancolía sorprende. Eres de los pocos que, sin que te ocurra nada malo, la primavera te afecta así.
Es curioso como a veces incluso las situaciones más felices nos dejan cierto sabor amargo en la boca. Sin esa cita el sentido del texto hubiera sido otro. Ánimo, y atesora cada segundo de felicidad. Me alegra saludarte. :)
ResponderEliminarSin duda son tristes los momentos felices que vivimos de forma consciente. Todo es efímero, todo pasa, todo se va. Y todo es TODO. La felicidad también. Por eso hay tan poco espacio entre la dicha y la tristeza. Se dan la mano, se necesitan.
ResponderEliminarPrecioso post.
Un saludo.
(Lo dijo Rubén: "No hay dolor más grande que el dolor de ser vivo. Ni mayor pesadumbre que la vida consciente").
Pues me sumo a los comentarios anteriores y añado... aparentas tanta melancolía que quizá por eso hayas decidido adelantar en el tiempo tu post. En Junio apenas hay primavera; por lo menos en mi tierra.
ResponderEliminarBesos de mayo, Puerto
(Uy, es verdad, ahora cambio la fecha, Puerto)
ResponderEliminarTodo está tan cerca que se mezcla (y menos mal): lo alegre y lo triste, la ilusión y la pesadumbre, la calma del cariño y el permanente (y tan literario) desasosiego.
Cómo no desear esos momentos de verdadera felicidad. Y cómo no querer darse cuenta; aunque sea tan duro. No, Roberto, no me los pierdo, no me pierdo ni el menor detalle.
Pasar, siempre pasa algo, Pau.
Un abrazo muy fuerte a los cinco, y muchas gracias.
Paseaba por aquí, de casualidad, y me ha parecido tan tierno tu comentario!!
ResponderEliminarEl desasosiego siempre llega cuando estremece ver la fragilidad de las cosas que hacen habitable nuestra vida.
Un saludo,
La flaca
Gracias, Flaca, y bienvenida.
ResponderEliminarEs cierto, pelín desasosegado tu post, pero amable y sugerente, quizá por lo incierto.
ResponderEliminar"La insoportable levedad del ser", supongo.
ResponderEliminarAbrazo fuerte, amigo.
Abrazo fuerte, Ernesto...
ResponderEliminar¿Días tristes? No los instantes de consciencia que cuentas. La consciencia es una de las maneras en las que se expresa la felicidad, y no es raro que la confundamos con la melancolía. Pero vuelvo a leer tu texto y lo que late es felicidad. Da gusto leerlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo, Jesús.
ResponderEliminarLa felicidad y esa melancolía, esa consciencia algo triste, ¡están tan cerca!