15.7.18

En la cama con gabardina


Publicado en el suplemento cultural Táboa Redonda del domingo 15.07.18


En la cama con gabardina




"Imagínense meterse en la cama con la gabardina puesta. En “La conversación”, de Coppola, Gene Hackman es un experto en escuchas que está trabajando en un encargo que lo intranquiliza. Para Coppola, la película es mejor que “El Padrino”, lo que demuestra que los autores no siempre son sus mejores jueces. Y Hackman hace lo de la gabardina dos veces: una tarde que va a visitar a una novia y la encuentra durmiendo, y abren una botella de vino que beben en vasos de tubo sobre la cama, sin que él se quite la gabardina, ni los zapatos, ni la corbata ni nada; y la segunda, cuando cree que en la habitación de hotel contigua a la suya se está cometiendo un asesinato por su culpa, y se mete en la cama histérico y se tapa y se queda dormido, con gabardina.

Tengo un amigo que se sorprende de que me interese tanto la literatura norteamericana. Le explico lo de que son el centro del mundo, su importancia en la cultura contemporánea y que muchos de sus escritores tratan temas que me importan: relaciones familiares, de pareja, la sensación de desorientación vital y qué sé yo. Todo cierto. Pero hay algo más, y es que eso que acabo de decir provenga de un país con un estilo de vida tan diferente que casi parece extraterrestre.

No se trata de la influencia de una cultura cercana, como sería el caso de la o las europeas. Ni del exotismo de lo lejano que explica mi fijación por Siberia y Mongolia. Aquí lo que me fascina es que lo norteamericano sea, a la vez, omnipresente y absolutamente ajeno. Que una sociedad con la que es imposible no estar familiarizado resulte a menudo, sin embargo, tan incomprensible.

No entiendo que en cualquier momento pregunten si tienen hambre, en lugar de comer a su hora. No entiendo los coches con franjas de madera. No entiendo que cambien de domicilio como de ropa, y puedan estar años sin ver a un hermano y, cuando se encuentran, le recuerden una deuda de veinte dólares. Ni que en cualquier pueblo perdido haya una atracción turística y dos moteles y tengan visitantes. Ni el proceso por el que un iraní, un keniata o un mexicano llegan a sentirse tan patriotas americanos como los tíos de camisas de cuadros que los perseguirían en su pickup con bates de beisbol. Ni que alguien trabaje en una inmobiliaria, después sea profesor y luego abra un restaurante. No entiendo esa manera de vivir hacia sí mismos; porque no es cierto que se crean el centro del mundo: para ellos, Estados Unidos es el mundo.

Es como si mis películas favoritas, la música que más he escuchado y mucha de la literatura que más me gusta procediesen de Marte. Querría saber qué pasa en Marte."

* * *



4 comentarios:

  1. La conversación es un peliculón.

    A mí también me encanta la literatura norteamericana.

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  2. A mi me angustia bastante. Pero sabía que ibas a dejar un comentario diciendo casi exactamente eso :-)

    Besos.

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  3. ¿Me he vuelto previsible y superflua?

    Tienes que leer a Steinbeck, Steinbeck no angustia...

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  4. Me interesan tus reflexiones, mucho más que las mías. No es probable que vaya a Estados Unidos, aunque he estado en Roma o en Berlín o en otros lugares. También me interesa la literatura escrita por norteamericanos, tanto como la escrita por europeos. Pero a lo que vamos: apuntas muchos temas y los dejas casi incompletos, lo que me gusta.

    Un abrazo

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