5.2.10

Chivo expiatorio

Chivos expiatorios cotidianos y de andar por casa hay varios.

Uno muy socorrido son los niños, los hijos pequeños, porque no se pueden defender. Miren a su alrededor, o a su lado, y verán cómo pagan los platos rotos.

El otro es nuestra pareja. Y me refiero tanto a la persona como, si uno es más sutil y matiza sus quejas, a la relación en sí misma.

Yo, que o me salto a la torera la pirámide de Maslow o es que aún voy por la mitad, creo que pocas cosas hay más determinantes en nuestra satisfacción personal que la vida sentimental. Y que pocas cosas hay tan importantes en la vida sentimental, obviamente, como la pareja.

Creo que puede compensarlo practicamente todo; que es capaz de elevarnos por encima de casi cualquier problema o de lastrarnos y arrastrarnos a un pozo de desánimo y tristeza del que pocas cosas nos pueden sacar. Y entre esos dos extremos, una multitud de estados intermedios.

Creo que en cómo abre uno la puerta de casa al volver cada día del trabajo nada influye tanto como la persona que lo espera (bueno, o a la que espera, si llega uno temprano), que es sobre todo ella la que consigue que lo hagamos con alegría. Que el grado de ilusión diaria y sostenida tan difícil de mantener y que marca la diferencia entre vivir y sobrevivir, depende muchísimo de lo contentos que estemos con ese alguien.


Pero a pesar de todo esto, o tal vez a causa de todo esto, en mi opinión la pareja soporta muchas cargas que no le corresponden. Y su propia importancia y permanente disponibilidad la convierten en la primera sospechosa, en la culpable perfecta. Así acabamos antes.

Con la consiguiente injusticia. Con el consiguiente daño.

13 comentarios:

  1. Ciertamente la pareja (y los niños también) soportan lastres externos. Es bueno reconocer nuestros errores y superar esas cargas.
    Como dices es más fácil si encuentras ayuda en el otro, pero eso no implica que se consiga siempre. Simplemente no hay que desistir, ni desanimarse, siempre que se dé esa situación de complicidad.
    También tiene cojo... que yo hable de no desanimarse.
    Un abrazo

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  2. Me ha gustado esta reflexión.
    Estoy completamente de acuerdo. Creo que una vez que uno es consciente de esto, cosa que no es nada fácil (análisis por el cual te felicito) , de lo que se trata es de eliminar ese daño y esa injusticia y liberar a pareja de esas cargas, porque de otro modo seremos complices del "delito".
    Aunque no sea fácil, que no lo es,...

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  3. A veces los problemas (ajenos a la pareja) son difíciles de superar.

    Mi báculo soporta cargas demasiado elevadas. Tanto que mi miedo es que un día se rompa por falta de cuidado y no me pueda servir de apoyo nunca más.

    Me ha gustado leer tu reflexión. Es algo que todos sabemos y que raras veces reconocemos abiertamente.

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  4. Last, supongo que está de más que te diga que mimes ese báculo. Seguro que ya lo haces.
    Un beso.

    Hit, Nicole, un abrazo.

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  5. Last. Me has recordado que alguien me decía: "tú serás el báculo de mi vejez". Lo decía medio en broma.
    Bueno, eso, que me lo has recordado.
    Un abrazo

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  6. Pues yo creo que es importante que la pareja sepa, que los dos miembros de la pareja lo sepan, que hay momentos en los que uno o una entra en la furia y que al otro, o la otra, le corresponde aguantarlo con ecuanimidad, compasión, amor. Y que ofrezca su ayuda, y que en cuanto el otro o la otra se niegue a recibirla, comprenda que la furia hay que expresarla. Y siga con sus cosas o se quite de enmedio.

    Sabiendo que hoy por ti mañana por mí.

    Que eso forma parte del amor.

    Y que eso, mucho más que planchar o hacer tortilla de patatas, es preciso compartirlo con buen ánimo.

    Pero que si no se comparte, si uno o una es la que siempre tiene la furia y la otra o el otro (en el caso de pareja del mismo sexo, hay que poner siempre uno o siempre una) quien siempre lo soporta, mal vamos.

    Sobre los niños y los viejos, jamás descargar esa furia. Aunque es bueno que sepan que a veces estamos furiosos, que nunca sea contra ellos.

    Recuerdo que cuando mi hijo era muy pequeñín-pequeñín. Hablo de la época en que llevaba puesto un batín de señoret a cuadros, de esos que abrigan, y normalmente unas gafas de bucear, un gorro de nadar y un triciclo de madera antiguo comprado por dos perras en el Rastro, que a veces era triciclo y otras avión, cuando teníamos una trifulca de esas, nos daba tiempo a que pasara: montaba en su triciclo por la casa, como si nada (aunque se le notaba tenso). Luego nos pedía que lo subiéramos, nos abrazábamos los tres juntos y decía: ¿Verdad que ya estamos contentísimos?.

    Esa naturalidad es buena.

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  7. Sí, NáN.
    Que sepan que nos enfadamos (que en general sepan que tenemos vida propia) es bueno y necesario. Lo de "cosas de mayores", lo mínimo.

    Con respecto a lo otro, para conseguirlo es imprescindible la sinceridad y conocerse. Para confiar. Saber que te puedes fiar, que hay franqueza y buena intención.
    Hablar. Para mí es crucial hablar.

    Un abrazo.

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  8. Me alegro mucho de haberte recordado eso, Hit. Porque aunque sea medio en broma, es de lo más tierno.

    NáN, qué razón tienes. Y además me he quedado boquiabierta leyendo tu último párrafo. Mi hijo hace lo mismo cuando, a pesar de intentar no hacerlo delante de él, nos oye discutir. Viene corriendo con los brazos abiertos y dice: "Vamos a darnos un abracito de tres. Nos quiero mucho". Uf, cuánto tenemos que aprender de los niños.

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  9. Last, Nán, vuestros últimos párrafos me han llegado al alma.

    Los npeque son lo mejor. Su naturalizar y franqueza.

    Porto, tienes razón,...Hablar.

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  10. "Yo, que o me salto a la torera la pirámide de Maslow o es que aún voy por la mitad, creo que pocas cosas hay más determinantes en nuestra satisfacción personal que la vida sentimental."

    La pirámide de Maslow nos la saltamos todos, pero lo que el propio Maslow decía era que las necesidades básicas pueden ser concomitantes con las más elevadas, pero siempre predominarán las básicas, mientras éstas no estén del todo satisfechas.

    Estoy de acuerdo que pocas cosas son tan determinantes en nuestro bienestar como una buena relación sentimental. Pero esto es muy difícil sin una buena relación intrapersonal. El que no sabe convivir consigo mismo dificilmente va a triunfar en la vida sentimental.

    No me gustan los báculos ni las medias naranjas, en lo que al amor se refiere. Prefiero las manos unidas y las naranjas completas.

    Dos personas que no se necesitan para ser felices, pero quieren unir sus vidas para crecer juntos, son la mejor garantía para una vida sentimental plena.

    Un abrazo.

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  11. Algo parecido a lo que dijo Juan pensaba comentar...
    A veces me resulta un poco complejo apartarme de mi ser absolutamente neurótico y hasta tanto no lo haga cualquier acercamiento con el otro es inútil, incluso falaz.

    Es verdad, hablar es siempre el comienzo de algo.

    NáN, he disfrutado muchísimo la historia de cómo resolvía tu hijo las situaciones incómodas: ya estoy contentísima :)

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  12. Hola, Juan. Gracias por la aclaración sobre la pirámide. Ya ves que llevo todo muy por los pelos.
    Con respecto a lo otro, estoy de acuerdo, claro. Pero aquí y en todo: el que no esté a gusto consigo mismo, ya puede buscar lejos que...
    Por eso decía lo de que así acababámos antes.
    Un abrazo.

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  13. Anónimo8/2/10 19:39

    "lo que el propio Maslow decía era que las necesidades básicas pueden ser concomitantes con las más elevadas, pero siempre predominarán las básicas, mientras éstas no estén del todo satisfechas." Sr. Juan, ¿ya estamos hablando de sexo?

    Como todo manual de autoayuda, al leerlo vemos sencillísima la solución al problema, pero hay que vivirlo, amigos. Y aunque soy muy joven y muy idiota ya acumulo media docena de fracasos amorosos y dolorosos. Como pista decirles que el último lo vi venir, clarito, clarito; y volví a caer con todo el equipo. Así que coincido con ustedes: comunicación, sinceridad, amor... y permítanme añadir suerte. Para no equivocarse, para no mentir, para ser tolerantes, para sentir la empatía, para comprender al otro. Para quererlo. Ya ven, casi nada. Creo.

    Saludos desde la irónica realidad.

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