Un provinciano en Madrid: el retorno
Entro por un túnel muy oscuro. Suena Let it be y no oigo ningún ruido de fuera. Sólo veo las luces naranjas del techo y las rojas de los demás coches, y me parece que voy volando en una nave espacial, y por un momento me olvido de que si choco a esa velocidad me muero.
Cinco días en Madrid.
1.
Uno se cree que no es provinciano a pesar de vivir donde vive, pero al llegar descubre que sí. Es verdad que después puede volver a su mar y su lluvia, y está bien, pero unos días en Madrid permiten abrir una puerta y asomarse al mundo.
Al principio siempre es el tamaño y la cantidad: me abruman. Enseguida, la variedad, también: me deslumbra.
Y, por la ubicación de mi hotel, en pleno barrio de Salamanca, es imposible no hablar de dinero; de cuánta gente con dinero (y sin él, ya, ya) hay en Madrid.
Y todos guapos. Salgo a pasear, el mismo sábado por la tarde, y no veo más que guapos. Hasta los feos lo son. Qué ropa, qué pelos, qué gesto. Reparo con estupor en un tipo feúcho, con una sudadera de Decathlon, deambulando por allí, pero veo que al momento se le acerca un policía y amablemente le indica que es mejor que pasee por otra zona. Y a una pareja que lleva a su bebé en un cochecito que no es Bogaboo, lo mismo.
Al pasar, asusto a tres gorriones que picotean un vómito, y echan a volar.
Llego a Colón, y bajo la gigantesca bandera de España granate y verde lima el grupo más multirracial que he visto en mi vida hace todas las virguerías que -digo yo- pueden hacerse sobre dos, cuatro u ocho ruedas. Me quedo un rato mirándolos, alelado, y luego entro en una exposición sobre la Guerra de la Independencia que hay bajo la plaza. Contemplo emocionado (en serio) un sombrero de Napoleón y la cestita de picnic del duque de Wellington. Padres prestando atención a sus hijos me rodean, y me sienta bien verlos.
Esa noche, sin cambiar de barrio, salgo a cenar. Yo creía que los treintañeros que salen asintiendo con cara de preocupación o esperanza, según toque, detrás de Rajoy en sus mítines no existían, porque nunca había visto ninguno; pero es que estaban todos aquí (¿qué puede esperarse de un local que responde al evocador nombre de Hoyo 19?). Ellos, impecablemente desarreglados con sus camisas de cuadros y su pelo larguito con raya al lado y patillas; algunos con unas barbas tan perfectas que parecen falsas. Ellas, monísimas, para qué lo voy a negar; hay un par de modelos, en rubio y en trigueño, no más, pero la verdad es que están conseguidísimos, muy trabajados.
En un rapto de populismo, la camarera, con cara de estar hasta los cojones y vestida de otra guisa muy diferente, me cae genial.
Y pienso que lo de los mítines de Rajoy es una chorrada, que qué tontería, hasta que en la barra oigo a cuatro tíos comentar que sí, que estarán Zaplana y Fraga (se me hace raro oír hablar de Fraga fuera de Galicia), y que Esperanza es que ha dado mucha caña; y a uno le echan una bronca por trabajar en TVE, y él dice que, ¿sabes?, que es sólo un currito.
Y esto enlaza con el chico que, en pleno brunch en el VIP's de no sé dónde, a la mañana siguiente, le dice a una amiga que a él el PP no es que le convenza al 100%, pero que es lo más parecido a la democracia cristiana europea que tenemos, y que además la política social del PSOE le parece un agujero económico. Y me fijo en la expresión de ella mientras escucha y maliciosamente constato que el chaval está visto para sentencia. Y en otro arrebato de demagogia facilona me quedo con ganas de preguntarle a los dos mendigos que desayunan junto a la papelera de la puerta si la política social también les parece un agujero económico intolerable, pero no les quiero amargar el brunch (además están enfrascados en una conversación muy interesante, a juzgar por sus caras).
A las cuatro de la tarde del domingo la calle Montera está llena de prostitutas. Negras, sudamericanas y del este. Las del este son las que peor caras tienen; sé que no son las únicas, pero a ellas, delgadísimas, pálidas, con ojeras, se les nota muchísimo que son yonkis.
En Hortaleza, entrando en Chueca, el ambiente desinhibido es evidente a cualquier hora. Y la variedad estética, de orientación sexual y étnica me parecen liberadoras. Tomo un bocata en un vegetariano, y el dependiente le advierte a una chica muy guapa que la salsa es muy picante, y ella le contesta, con una sonrisa, que es mejicana. Canta Nina Simone. Veo pasar gente de todo tipo por la calle, y en el diminuto local hay personas, creo, de cuatro continentes, y en medio, al fondo, reflejada en un espejo, veo mi cara y me sorprendo. Y me gusta.
Voy a ver It's a free world. Llego tarde, y cuando acaba y encienden las luces veo cuántos inmigrantes hay. Buen sitio para esa película, que me encantó.
La mezcla, esa variedad que no deja de verse por la calle, me parece de lo más estimulante y enriquecedora.
2.
Llega la hora de los encuentros, y, aparte de Rythmduel, con el que tengo contacto a diario, empiezo por ver a Luna, que nada más bajarse del autobús, desde la acera de enfrente, me ve otro. Tres horas de café, cariño y sinceridad, y salgo contento y tranquilo, y casi casi reconciliado conmigo.
Luego, de noche, Cal y Xavie. Abrazos y besos y alegría. Y conozco a Conde-Duque. Mientras nos damos la mano mantenemos la mirada durante más segundos de lo habitual, tratando de reconocer en quien tenemos enfrente a la persona que habíamos ido conformando al leer, y eso ya me gusta. Magnífica noche, sin parar de hablar y de escuchar, y de reír. Y al día siguiente mi primer cocido madrileño, con Xavie y Cal, café junto al Retiro (Dios mío, qué gusto hablar tan bien con alguien), y paseo y cañas por Chueca con Cal, que me enseña todo lo que vale la pena (...del barrio). Y pienso en lo complicados que somos, y me pregunto cómo es posible que un purasangre pueda llegar a convencerse de que unas ramas en la entrada de la finca le impiden salir al campo y correr por donde quiera, y maravillarnos a todos.
3.
De noche, bajo las escaleras mecánicas del metro, desierto, y, como siempre en esos casos, me acuerdo de Un hombre lobo americano en Londres y de la madre que la parió. Veo una cámara y saludo con la mano.
Llego a un sitio con gente y una limpiadora, sudamericana, por supuesto, me ve la cara y me pregunta a dónde voy. Es un poco lío, y me indica el ascensor; a mí y a un chico de veintipico años, extranjero, negro. Mientras bajamos nos miramos. Se abren las puertas y él se cree que aún no es nuestra planta, pero le digo que sí. En el andén se me acerca con el móvil en la mano y me pide que le lea un mensaje:
sabes una cosa creo q tins razon en tus palabras y que mali y senegal para mi se acabo. cuando quieras tomamos un cafe pero nada mas
Para mi sorpresa, sonríe, y me da las gracias.
Llego a mi parada, también vacía. Conmigo se bajan dos vigilantes jurados, y al ir hacia la salida veo que en un banco duerme un hombre. Le dicen que se levante. Debe de tener más de cincuenta años, y cuando a duras penas se incorpora, con la ropa llena de manchas, le cae un hilo de baba que le gotea en la rodilla. La taquillera bosteza. Salgo. Llovizna. Desde una parada de bus una prostituta da unos golpecitos con los nudillos y me hace señas con el dedo para que me acerque. Le sonrío y le digo que no con la cabeza. Veo que son transexuales; una debe de tener problemas con la falda porque la tiene en la mano y la está mirando muy de cerca, en bragas; la otra habla por teléfono con la misma voz que el artista anteriormente conocido como Bibí Andersen. En la acera duerme alguien, oculto por telas y cartones, y enfrente, a través de las ventanas a ras de suelo, veo corbatas rosas y azulonas, y labios con brillo, tomando copas y riéndose.
4.
Me voy.
Paro a comer en un área de servicio, y en la mesa de al lado una pareja con una sospechosa diferencia de edad, ella extranjera rubia platino y él con ropa y peinado de querer ser joven, come con otro señor. ¿Pues sabes qué te digo, Gonzalo? Que llevas razón, que la paella está muy buena. Y Gonzalo, no sé por qué, se deshace en atenciones, y se inclina sobre la mesa para oírles mejor, y pone muchísimo interés en explicarles que ésa no es otra área de servicio que hay, que la otra es parecida, y tiene también la barra a la izquierda y luego todo mesas, pero que no es exactamente la misma, aunque en la otra también tienen paella, cree. Y que va a comer el filete, porque lo que le pasa a la carne es que como se enfríe... Di que sí, Gonzalo.
Salgo. Voy a la gasolinera y marco 40. Empiezo a echar gasolina: plim, y para. Señor, ha marcado 40 céntimos; marque 39,60, si quiere...
El provinciano regresa.
Madrid me ha sentado bien, y vuelvo animado y contento: aire fresco (mentalmente hablando, claro) y amistades confirmadas.
Pues sí, veo que Madrid te sienta muy bien...
ResponderEliminarEste texto se merece, como mínimo, una gran ovación. Buenísimo.
Por cierto, ¿qué tal el cocido? ¿Te gustó?
Tienes que venir más.
Un abrazo.
A sus pies...
ResponderEliminarLuna
Coincido con Conde. Qué bien descrito y qué agradables han debido de ser esas charlas con los amigos de las bitácoras. Me alegro por ello y paso a releer tu texto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bienvenido Porto. Te echaba de menos. Coincido con los anteriores comentarístas en que el texto es genial. Hace unos años que no voy a Madrid pero me parece que, al leerte, es como si ya estuviera al tanto de lo que se cuece por allí.
ResponderEliminarSabes una cosa, yo nunca me he sentido provinciano en Madrid. Es cierto que ves cosas que aquí no puedes ver. ¿Pero te sentirías provinciano en Barcelona? Yo, en ámbos sitios me siento cosmopolita o ciudadano del mundo. Pero lo de provincias es algo muy de Madrid, en los taxis he oido muchas veces esa descripción. Recuerda que provincia en Roma era un territorio dominado. Y claro, yo que lo tomo por ahí, lo considero ofensivo. Al hilo de esto ¿qué pasa con Madrid y el PP? ¡Cómo han cambiado las cosas por ahí! ¿No? ¿Tendrá alguna relación con que sienten que la idea de provincias es cada vez menos aceptada? Un saludo.
"...Reparo con estupor en un tipo feúcho, con una sudadera de Decathlon, deambulando por allí, pero veo que al momento se le acerca un policía y amablemente le indica que es mejor que pasee por otra zona"
ResponderEliminar¡Coño!
¡Coño, Brian, que era una broma! ¿Dónde está el famoso sentido del humor catalán :-) ?
ResponderEliminarSí me gustó, Conde, me gustó mucho. Y la comida, más.
A los suyos, Luna.
DR, Taliesín, gracias. Es un verdadero honor.
Taliesín, yo sí me veo provinciano en algunos aspectos. Pero será porque no le encuentro un sentido peyorativo :-)
Y no sé a qué te refieres con lo del PP y Madrid...
A todos, gracias; me hace mucha ilusión que os guste tanto. Parece que con ganas todo sale mejor, ¿verdad?
Jó, y yo que nunca he estado en Madrid...
ResponderEliminarPortorosa, un placer leerte (y verte además tan animado y contento). Un abrazo.
Porto,
ResponderEliminarMe refiero a la gran identificación de los ciudadanos de Madrid con esa opción, que va en aumento y que arrasan en las elecciones. Hace años no era así, incluso se tenía por un centro progresista. Y me pregunto ¿qué está pasando allí para se dé ese vuelco?
Se trata de comprender, no de valorar.
Muchas gracias doblemente, Jesús. Creo que Madrid, al menos de visita, vale mucho la pena.
ResponderEliminarCon respecto a la identificación, no sé si puede afirmarse tanto. En cuanto a los resultados electorales, yo diría, por lo que oigo a amigos de allí y lo que a mí me parece desde lejos, que se conjugan el tirón de Gallardón y un pésimo plantel en el PSOE madrileño.
Un abrazo.
glubs... El sentido del humor (de la ironía, más bien) no lo sé, pero yo es que me lo trago todo; en una partida de envite me quedaría en calzoncillos:-) (y bueno, con doña Cuaresma desmelenada uno ya se lo espera todo...)
ResponderEliminarUna borma y tal vez un prejuicio porque yo, que me paseo mucho por ese barrio, nunca he tenido la sensación que tu describes.
ResponderEliminarHola, T.
ResponderEliminarSin duda hay prejuicios en mi juicio de lo que vi. Incluso los hay detrás de lo que, materialmente, vi: otras ideas habrían visto otras cosas.
Atribuir ciertas actitudes a la gente por su aspecto, su clase social, su dinero o su ambiente es injusto; supongo que a estas alturas hay que ser muy cenutrio para no saberlo. Todas las generalizaciones lo son... a no ser que se tomen sólo como eso, como generalizaciones, que es lo que suelo aclarar yo (no aquí, porque preferí un tono sarcástico que no admite explicaciones). Por eso creo posible trazar un perfil dentro del cual quepan buena parte de los miembros de un grupo.
En este caso este perfil incluiría, entre otras muchas cosas (algunas positivas y otras no), darle no poca importancia a la apariencia. Muchos otros grupos lo hacen. Y muchos otros grupos juzgan por cosas como el aspecto.
El estilo de éste sería, pues ése, de muchas pelas, mucha marca, mucho coche, etc. Y lo relaciono con cierta presunción y cierta tontería (ya sé que hay muchos tipos de tontería, que conste, y que no es patrimonio exclusivo de nadie), y con algo parecido a vivir a un par de palmos del suelo, en un mundo de bienestar inusual y muy minoritario (con el riesgo de distorsión de la realidad que eso conlleva, como creo que es fácil comprobar continuamente).
Aunque, una vez más, repito lo del Talmud: no vemos el mundo tal como es, sino tal como somos. Al opinar sobre los demás, al explicarlos entrando en sus motivos, estamos delatándonos; al menos a una parte de nuestra personalidad. Lo acepto.
Me alegro de verte.
Hola Porto,
ResponderEliminarCoincido con Conde. Te sientan bien las visitas a Madrid.
Y, además, el texto es verdaderamente bueno. Cojonudo, diría yo.
Un abrazo,
X.
Hombre, muchas gracias, Xavie, de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo.
T, estaba pensando que a lo mejor toda la explicación de antes sobra: trataba, con este texto, de ser sarcástico, de hacer algo (en la medida de mis posibilidades) gracioso, y eso implica ridiculizar un poco, adoptar un tono mordaz que se lleva mal con la ecuanimidad; es una crítica, sí, necesariamente (por el tono elegido, insisto) tendenciosa.
Un beso.
Buenos días:
ResponderEliminarEs cierto, Madrid tiene todo eso y mucho más.
T, es evidente que los de aquí no lo vemos con la misma claridad, puesto que vivimos inmerso en ella.
A Taliesín podría contestarle, pero es hablar de política y no lo creo conveniente en un texto tan magnífico.
Hablar de doña Cuaresma y el Rizos, da un poco de urticaria.
Xavi, la próxima vez me sumo si lo creéis conveniente, claro. No pude por motivos familiares -amorosos.
Saludos
Luna
Amigo...una de las mejores crónicas que he leido en mucho tiempo...Umbral,Sabina...estaba abrurridísimo en el trabajo y para descansar cinco minutos me ha dado un impagable oxígeno que iba necesitando
ResponderEliminarun fuerte abrazo
pd.Yo no hubiera podido describir mejor las sensanciones que me produce Madrid...es otro mundo...
Enhorabuena por el texto, Portorosa. Tu admiración por Madrid también es la mía: el cosmopolitismo y la acogida. Nadie en Madrid es foráneo. Aquí está la clave, en mi opinión, de la atracción de esta ciudad, además de otras que no viene a cuento comentar.
ResponderEliminarUn saludo, E.
Max, Erasmo, muchas gracias.
ResponderEliminarNo sé los demás, pero yo, cuando escribo, quiero gustar. Así que nada me puede alegrar más que conseguirlo, sobre todo con quienes me parecen buenos lectores.
Besos, Luna, y abrazos.
Portorosa, no se disculpe usted por saber sacarle punta a las cosas
ResponderEliminar:-)
Es usted la leche, señor de portorosa.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato, ¿qué quieres que te diga?
Más auténtico imposible.
Has visto un Madrid curioso, de NO-DO, de esos que solo se ven algunos días del año.
Cuando hablabas de TVE... he recordado que los de TeleMadrid dicen lo mismo.
Bueno... la próxima vez miraré de estar también yo. Sería interesante conocernos.
Ah¡
Mira que ir a Salamanca...
Eso es que vas sobrado.
Un abrazo.
Gracias, Celia; se acepta. Lo estoy dejando, pero voy despacio :-)
ResponderEliminarPau, sería un placer (eso me han asegurado :-) ). Y muchas gracias por el halago.
Buenos días a todos.
Pues fíjate a mí Madrid nunca me ha parecido cosmopolita... Donde más "de pueblo" me he sentido yo (de pueblo y además en el peor de los sentidos, provinciana y prácticamente retrasada) fue en mis primeros días viviendo en Barcelona (tampoco quiero iniciar un debate Mad-Bcn; ambas tienen sus cosas buenas y malas).
ResponderEliminarOye y de Chueca, uy, no has visto ni la mitad de la mitad.
Pues sí, te sienta bien Madrid. ¡Chico, cómo escribes!
Besote. Cal
Habrá que solucionar lo de Chueca, entonces, ¿no?
ResponderEliminarGracias, Cal, y un beso enorme.
Me ha encantado tu diario de a bordo de Madrid. Soy una madrileña afincada en provincias que, a ratos, cree que echa de menos su patria chica. Leer cosas como estas me hace desear volver y, a la vez, sentirme segura de que no me equivoqué marchándome.
ResponderEliminarBeso.
O sea, que estás en el caso contrario al habitual. Pues me alegro de que a ti también te haya gustado, Respirando.
ResponderEliminarMuchas gracias. Un beso.
pues si suena el letitbe, dejaloestar.
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