Relato (no autobiográfico) sobre la compra de un flexo, o de cómo tratar la vanidad con una cura de humildad impuesta.
[Sin duda una cura de humildad. Que conste que lo considero un atropello, y que por supuesto que tengo mucho que perder: nada más y nada menos que el beneficio de la duda, ¿les parece poco?]
"El sábado por la mañana Ricardo se levantó temprano, y cuando Mari se despertó él ya estaba duchado, afeitado y vestido.
- Quería salir a comprar un flexo.
- ¿Pero qué haces así, tan temprano?
- No, que quería salir a comprar un flexo.
- ¿Un flexo? ¿Para qué?
- Para usar en la mesa de la cocina, cuando escribo.
- ¿Cuando escribes? Ni que no hubiese luz.
Al final salieron los dos, ya bastante tarde. Fueron a El Corte Inglés, y así aprovechaban y miraban otras cosas, y podían pasarse por el supermercado.
- Pues ya son casi las dos, y habrá que ir a comer, ¿no? Y por la tarde vamos a casa de Lucía y Néstor, así que no tenemos todo el día.
- Pero, ¿y el flexo?
- Bueno, no correrá tanta prisa, ¿no?
- No, no. ¿A casa de Néstor y Lucía? Yo pensaba que hoy que libraba podríamos estar un poco en casa. Bueno, seguro que no tardo. Aunque no sé si aquí... yo es que tenía uno visto en la tienda de Luis.
- ¡Si, hombre, sólo me faltaba eso, algo de Luis, una porquería de ésas! Además habrá que comprar primero otras cosas más importantes que tu lámpara, me parece a mí, ¿no?
En la planta de decoración, le preguntó a una chica si tenían flexos.
- No, si te parece no tienen flexos. Pareces tonto.
Sí que tenían, pero no como el que él quería. El quería el de toda la vida, el flexible, el plateado con un tubo que parece un muelle.
- ¡Pero si eso es horrible, por Dios! Si eso ya no se lleva desde hace años, hombre.
- Bueno, pero si de día lo guardo.
- Yo es que no te entiendo. Es que no entiendo que haya que tirar el dinero de esa manera.
Y de los de toda la vida no tenían. Todos eran larguísimos, finísimos, con contrapesos, con colores y barritas para moverlos y con varias intensidades de luz.
- ¡Pero esto es carísimo! ¡¿Pero tú estás loco o qué?!
- Pero si...
- Yo es que no entiendo la manía ésa de escribir. Un camarero que quiere ser escritor.
- ¿Qué tiene de malo que quiera escribir?
- ¡Si te hubieses esforzado en lo que te tenías que esforzar!
- Bueno, a mí no me importa ser camarero.
- Ah, ¿no te importa?
- Pues no. Y yo creo que soy un buen camarero.
- Un buen camarero, un buen camarero, ¡tú lo que eres es tonto!
Lucía y Néstor viven en una urbanización muy cara. Ella era amiga de soltera de Mari.
- ¡No me jodas!, ¿así que escribes? ¡Qué bien, hombre, pero qué bien! A mí me encantaría escribir, ¿sabes? Y te digo una cosa, te digo una cosa, no se me daría nada mal, pero que nada mal.
- Hombre, lo que pasa es que Néstor no tiene tiempo, ¿verdad, cariño?
- Claro, claro, uy, qué va, no tengo tiempo; pero si no estuviese tan liado… Yo leo muchísimo, pero muchísimo, ni te imaginas.
- ¿Sí?
- ¡Sí, hombre! La verdad es que casi todo del trabajo, ¿sabes?, mucho informe, muchos contratos. Bueno, tú de eso no entiendes. Pero leo muchísimo.
- ¿Cuál estabas leyendo ahora tan bueno, cariño? Ah, sí; ¡bueno, un libro buenísimo, buenísimo! Lo lee todo el mundo, ahora, ¡todo el mundo!
- Sí, es de un tío que es la leche. Un americano que está vendiendo un montón. Una pasada; y además de eso que te engancha y no lo puedes dejar, ¿sabes?
- Ya.
- ¿Y tú? ¿Tú qué lees, Ricardo?
- Sí, ¿qué lees?, ¿a Quevedo? ¡Ja, ja! ¿O a Cervantes? Capaz, eres. Es que te tienes que actualizar, hombre, hay que estar al día, Ricardo, las cosas son así. Qué vas a sacar tú de todo eso, a ver. ¡Hay que ir a lo práctico, Ricardito, hay que aprovechar el tiempo!
- Claro, claro. Yo leo, bueno, de todo, no sé. Ahora mismo, ahora mismo estoy volviendo a leer…
- Bueno, bueno, no les vengas ahora con tus rollos, ¿eh?, que te conozco. En fin, chicos, nos tenemos que ir.
- ¡Ay! ¿Ya?
- Sí, ya sabes. Lo he pasado genial. Y la alfombra es preciosa, Lucía.
- Es que Néstor, ya sabes, cada vez que viaja...
- Ya, claro, normal.
De noche cenan delante de la tele. Al acabar, Ricardo le dice a Mari que se va a la cocina un rato. Ella sigue viendo la tele.
- Vete, hombre, vete, que tú no puedes estar con las personas.
Ricardo se sienta. Hoy no va a escribir, va a leer; pero no ve bien con la luz de la lámpara del techo. Y piensa en que en quince días vuelve a librar. No, libra el domingo. Cuatro fines de semana, dentro de cuatro fines de semana tendrá de nuevo el sábado libre. A ver si se levanta temprano."
Ya está, todo perdido.
ResponderEliminarEs la primera vez que enseño algo mío de ficción. Y desde luego mi vanidad está sufriendo un duro varapalo, simplemente por haber accedido a quitarme la máscara de ignorada mas sospechada valía y dejar ver mi rostro vulgar.
¡Joder, si lo sé me quedo calladito!
Como escribieron otros, la vanidad no es más que un elemento más de nuestra personalidad y su uso no puede representar tu perdición mientras la controles. Aunque sea de ficción me ha encantado por lo ágil y fácil de leer (Parezco un poco Nestor). Por momentos cruel y doloroso, he sufrido por Ricardo.
ResponderEliminarSigue colgando cosas como estas
Dios mío, Aire, no te conozco, pero no sabes cómo agradezco tus palabras, que son las primeras (aún estaba corrigiendo, de hecho, cuando has dejado tu comentario).
ResponderEliminarEsto ya no es cuestión de vanidad, sino de vergüenza... Gracias.
Pues a mí también me ha gustado, y mucho. Lo que más me ha gustado es su simpleza, sin alardes, sin adornos, sin grandes historias, pero con mensaje, con sentido, con sentimientos, con un cierto regusto amargo. Me has vuelto a sorprender. La verdad, no tenía claro si te atreverías. Me alegro de que lo hayas hecho.
ResponderEliminarY sí, soy yo, dejándote de nuevo un comentario público. La ocasión sin duda lo merece.
Bueno, pues si de verdad te ha gustado, María, ya me quedo tranquilo. Entonces, ha merecido la pena.
ResponderEliminarCon respecto a los alardes y los adornos, creo que para permitírselos hay que escribir muy, muy bien.
Un beso, y gracias.
¡Santa Madonna! ¡Regreso de vacaciones totales y me encuentro que estás en el pico de tu capacidad creativa! Imposible ponerme al día con todo lo que has escrito. Pero no me voy a estresar. He decidido empezar por tu último post, esto es, tu relato. Y te felicito, porque has conseguido dominar una técnica difilísima: los diálogos. Las conversaciones son verosímiles, enormemente descriptivas y desarrollan la historia con perfección, sin apenas añadidos descriptivos alguno. Me ha gustado mucho amigo, especialmente por esta ironía y punto de "suave mala leche" que siempre destilan tus escritos.
ResponderEliminarMañana me dedicaré a revisar tu cuasi-tratado geopolítico de lo ocurrido en Gran Bretaña.
Como ya te dije en tu blog, eres muy bien venido.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por lo que me dices, S.; ya te puedes imaginar lo que me ha costado atreverme a ponerlo aquí.
Con respecto al tema del terrorismo, puedes imaginarte también lo que valoraré tu opinión, por motivos que tú y yo sabemos (no se ceeeeelen...).
Un abrazo muy fuerte.
Muchas gracias, Donna.
ResponderEliminarY me alegro de que tú estés en esa otra vida.
Espero noticias tuyas.
Un beso, y gracias de nuevo.
Fantástico relato.
ResponderEliminarSinceramente, si tuviese una mujer que me dijese eso de "- Yo es que no entiendo la manía ésa de escribir. Un camarero que quiere ser escritor. ¡Si te hubieses esforzado en lo que te tenías que esforzar!", le pido el divorcio en ese preciso instante.
Un saludo.
A mí me ha gustado mucho Portorosa, tienes que escribir más.
ResponderEliminarMuchas gracias, Vaporetto (¿por qué hay un comentario tuyo en mi correo que no aparece aquí?).
ResponderEliminarT, a ti te lo agradezco especialmente. Ya sé que entre personas normales las discrepancias no deben llevar a etiquetar y a juzgar a todo el individuo, y por tanto no deberían predisponernos en su contra; pero en la vida parece que hay pocas personas normales, y tú debes de ser una. Muchas gracias.
Vaya, vaya, vaya, qué tenemos por aquí. Portorosa, me ausento unos días de los blogs debido al volumen de trabajo y me encuentro con esta maravilla. Chico, -si me permites la familiaridad- esto una maravilla, así que de vergüenza nada. Enhorabuena (también es verdad que no esperaba menos de ti).
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, mucho, mucho. Por desgracia estas son situaciones más comunes de lo que creemos. A mi me han llegado a decir que no leyera tanto que me iba a volver "tonta" (yo pensaba por mis adentros "¿más?, pues vaya"). Y ahora con el espasmo ocular (vamos que no puedo abusar de la vista) veo caras a mi alrededor de profunda satisfacción porque no me ven con un libro en la mano y sí con una escoba. En fin.
Besos y de nuevo enhorabuena. Calamity.
Oj, qué redundante estoy hoy, leche.
ResponderEliminarMaravilla: portento, fenómeno, mágico, etcétera...
Gracias, Calamidad. Te aseguro que vuestros comentarios (que podríais fácilmente evitar si quisierais, supongo) superan mis expectativas, que no eran otras que ser capaz de decir "Bueno, al menos no es una verdadera mierda"; o más concretamente: "¡Joder, cómo se nota que está escrito por alguien que quiere escribir como un escritor".
ResponderEliminar¿Espasmo ocular? ¿Y eso qué es, que suena tan psicodélico? Espero que nada importante, y que te dure poco y puedas volver a los libros.
Muchas gracias de nuevo, por lo de hoy y por tu simpatía de siempre. Besos.
Hale, pues ya me he leído todos los artículos que tenías publicados y que no había podido ver. Uff, mucho que decir, pero no quiero enrrollarme. Sólo decirte un para de ejemplos que seguro sabrás: Kafka no publicó nada en vida. Van Gogh no vendió un cuadro jamás. Bueno sí, uno, pero se lo compró su hermano (eso no cuenta).
ResponderEliminarEscribir, sin ninguna meta editorial, es ya de por si un alivio para el alma. Al menos para mi. Lo que verdaderamente me frustra es quedarme estancada (otra de las razones por las que abrí el blog). Por supuesto que me gustaría publicar, pero eso es harina de otro costal. Tú qué quieres: ¿escribir literatura o publicar "Los -insoportables- pilares de la Tierra"?.
Cambiando de tercio. Un espasmo es algo así como que se me ha quedado el músculo del ojo enfocado en un punto y no enfoca ni más allá ni más acá de ese punto. Voy leyendo en el Metro -sin hacer caso al médico- y parezco un viejecilla haciendo punto. Bah, se me quitará en vacaciones (que ya empiezan ¡¡¡mañana!!!).
Más besitos, escritor vanidoso (si ser vanidoso es lo que tú dices, vaya, voy sobrá). Cal.
Te agradezco el comentario Portorosa, aunque te advierto que no sé si soy muy normal y que parto de la base de que muy poca no es anormal en algún sentido.
ResponderEliminarNo veo la razón por la que debería juzgar lo que escribes en función de que coincidamos o no en una postura ideológica (Por Dios, qué palabra tan pomposa)
¿Lo haces tú con Borges, por ejemplo?
Un saludo.
T, tienes razón, no sé si hay gente normal, ni qué es serlo; más bien debería haber dicho algo así como "personas como es debido", pero me sonaba un poco carpetovetónico.
ResponderEliminarEn cuanto a ideologías, sí que suena algo pomposo; pero es que además yo no creo compartir ni seguir ninguna, ya me llega con tener de vez en cuando alguna idea, que no es poco. La ideología me suena a paquete completo que tomas tal cual o lo dejas, me suena a etiqueta, y algo así no me interesa ni me parece mentalmente saludable.
Y en cuanto a Borges, es tal mi adoración por él que, sabiendo que no mató a nadie ni hizo que lo matasen, me es indiferente lo que pensase, y por tanto no quiero ni informarme. En general, distingo el autor de la persona; por ejemplo: no soporto que alguien diga que Cela no le gusta por facetas suyas que nada tienen que ver con la literatura (no conozco a nadie que lo diga por cómo escribía).
Pero, en cualquier caso, ya te estaré eternamente agradecido, porque, bien mirado, me has comparado con Jorge Luis...
Un saludo.
Muy buen relato corto. Es ese duelo entre personajes que deja un poso amargo al final y nos hace acercarnos afectivamente a Ricardo. Y si pudiéramos le diríamos a Mari en su misma nariz y con su mismo tono:"Cierra el pico,bruja"(es que ese tipo de personas abunda más de lo que creemos y seguro que está pegada a la tv y su "Salsa rosa")
ResponderEliminar¡Qué tía! ¡Y yo que pensaba que nadie se había dado cuenta! Claro, tenías que ser tú...
ResponderEliminarMira, la verdad es que en el camino del trabajo a casa me arrepentí tanto que al llegar lo borré. Me parecía muy malo, Donna, forzado y sin sentido; no ya sólo prescindible, sino desaconsejable. Creo que la emoción por mi "primer relato" me jugó una mala pasada. Y, en fin, no me he arrepentido de haberlo borrado (¡es que ese copiar a "San Camilo 1936", o a tantos otros, era patético!).
No digo que el tema no me guste, que no me apetezca contar esos momentos, pero creo que tengo que pulirlo muchísimo más, y pensarlo mejor.
Gracias, Donna, un beso.