Táboa Redonda: contra el sentido común, revisited
Recuerden no confundir sentido común y sensatez.
Contra el sentido común
Es difícil que algo de John Berger deje indiferente. Incluido él mismo. Es de esos escritores que uno, además de leer, querría conocer o llegar a ser.
Un hombre afortunado (Alfaguara) es un libro duro y, sin embargo, encantador; o al revés. En él Berger cuenta cómo es la vida de John Sassall, un médico rural inglés, durante los años 60. Y nos muestra un día a día aparentemente tranquilo pero marcado por los problemas de sus vecinos y pacientes, en un entorno plácido y bello pero esencialmente triste. Un día a día en el que el doctor debe atender a muchos más asuntos que los estrictamente médicos, que socavan su ánimo y son motivo de reflexión para él y para el espectador.
Pese a que a menudo se confundan y a las muchas citas que ahondan en el error, sentido común no es lo mismo que sensatez, como muy bien aclara la RAE, que lo define como el "Modo de pensar y proceder tal como lo haría la generalidad de las personas". Y una de las opiniones de Sassall recogidas por Berger es su prevención contra dicho sentido común: "Es mi mayor peligro en el trato con seres humanos, y mi mayor tentación. Me tienta a aceptar lo obvio, lo más fácil, la respuesta que está más a mano. Me ha fallado casi siempre que la he utilizado".
Dice Berger que el sentido común constituye la ideología doméstica de aquellos a quienes se ha privado de unas enseñanzas fundamentales, de aquellos a quienes se ha mantenido en la ignorancia, y que es estático, no aprende, y por tanto nunca puede superar sus propios límites.
A mí esto, en principio chocante, me gusta y en su momento me alegró encontrarlo. Porque hace mucho que pienso que la sabiduría popular está sobrevalorada. Que con demasiada frecuencia recurrimos a la explicación más habitual, solo por eso, por común, sin darnos cuenta de cuántas veces es un corsé que nos enroca en respuestas automáticas y nos impide abordar los problemas desde un enfoque nuevo y mejor. Y hay asuntos especialmente sensibles a esta tendencia. Como por ejemplo el inabarcable campo de las relaciones personales, propicio a interpretaciones tan repetidas como falaces que, como cualquier padre novel, cualquier pareja o cualquier compañero de trabajo sabe, no sólo no ayudan a entender mejor lo que nos ocurre y ocurre a nuestro alrededor, sino que están en el origen de buena parte de los problemas que arrastramos.
Cuesta salirse del confort del tópico y de la aparente seguridad del camino trillado. Pero tal vez no sería un mal propósito para el año nuevo dejar el sentido común y probar a pensar.
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Con nuestra madre, nuestro padre, catecismo, escuela, universidad, servicio militar (abolido), trabajo (excepto parados y jóvenes que optan al primero), matrimonio, vamos aprendiendo comportamiento, vemos costumbres, tradiciones, reglamentos que encarrilan, obligan, van "domeñando", o exigen el cumplimiento acorde con lo indicado y conveniente para evitar la caída en el error o errores siempre siguiendo esos caminos trillados por largos años de experiencia historia y tradición. También nos coartan la innovación y el piense por Ud. mismo... conllevan un hilvanado sentido común ¿sabiduría popular?
ResponderEliminarNos imponen reglas en base a "la costumbre" o legislación política y jurídica y el que no las cumple, de acuerdo con "ese impuesto arbitraje" o se las salta, tiene un problema.
La experiencia aliada con el tiempo, nos va incrementando ese conocimiento, nos muestra esa realidad del día a día...
En las hemerotecas vemos el castigo y final de los transgresores, basta una consulta para comprobarlo...
Actualmente existen y afloran numerosos casos, increíbles, indemostrables pocos años atrás (alcaldes, ex-ministros, yerno real), y menos en futbolistas, artistas o cantantes.
Son auténtico escándalo social, imposible y más difícil en los pequeños ciudadanos que jamás llegarán a nivel semejante de "errores" con su cada vez más mermada capacidad económica y adquisitiva obrante en su bolsillo o cartera con el metálico de un mínimo salario o pensión.
Los autores y filósofos: "filosofan", pero eso no es vida, no es real... La realidad de la vida gana y siempre se impone... Y también culmina y, para entonces, "errores", metas, triunfos o fracasos se enfrentan a una lápida mortuoria en la que fenecen y acaban en un punto y.... (final).
Lo extraordinario es que, años o siglos después recordemos esas filosofías, logremos simpatizarlas, se obligue a estudiarlas, como aconsejables directivas de comportamiento que soslayen esos "errores".
En cierto modo nos articulan obligaciones, tratan de dirigir nuestra vida auténtica y domeñar nuestro comportamiento cual si fuesen "credos o árbitros de nuestra existencia vital..." Con el tiempo conocemos que no se puede vivir a gusto de todos... y tampoco ser fiel a filosofías.
Tomemos nuestro comportamiento y, cometamos "errores pequeñines" sin que lleguen al nivel escandaloso, sean sólo de mínima transgresión, en el ámbito familiar e íntimo o personal. Evitemos agredir las normas a que nos obliga "lo social y conveniente". Evitaremos muchos problemas si queremos llegar al 31 de diciembre dentro de los cánones, en nuestra vida, en la que hay una máxima inalterable que se cumple siempre: "cada año más equivale a un año menos..."
Luís, quiosco de prensa, me comunicó su saludo, muchas gracias por su recuerdo, que agradezco y me congratula.)
(El coordinador del blog puede eliminar todo el texto, en el que me he enrollado. Lo entiendo. Tiene todos mis plácemes y entendimiento. Discúlpenme es que empiezo y... me ciego...)
Ciéguese, ciéguese usted si este va a ser el resultado.
ResponderEliminarUn abrazo.