27.2.12

Sucios de tiempo

Estamos sucios de tiempo, me decía ayer R. en el transcurso de una de nuestras conversaciones de mañana de domingo que me abren las ventanas a otros paisajes y hacen que entre en casa aire limpio (no como el tiempo; este, limpio). Y no podemos permitirlo.

Un tiempo no tanto salpicado de problemas, que es algo inevitable, como inconsciente, confuso, apresurado, no elegido en lo más mínimo, automático; un tiempo aletargado, que se arrastra torpe y pesado, y un tiempo de angustia soterrada, de ansiedad que a veces nos dificulta la respiración; un tiempo resignado cuando, en el fondo, o tarde, nos damos cuenta.

Detenerse a mirar, a mirarse, bien sea para parar, bien para ponerse en marcha, o para dejar un camino que no entendemos y tomar otro. Pero detenerse a mirar. A vernos; a entender algo. Para, dentro de nuestras posibilidades, decidir, con la intención y el deseo de vivir esta única vida nuestra.


11 comentarios:

  1. Qué hermoso, a pesar de.
    (Anoche estuve estudiando gracias a tu entrada de abajo y la previa de Nano.)
    ¡Besos!

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  2. Gracias, Lara. Viniendo de ti...

    Esto, como todo, es bastante autobiográfico, pero no te preocupes: no tiene por qué ser de rabiosa actualidad :-)

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  3. Ah, ¿y lo del estudio? ¿Formándote como ciudadana?

    Un beso.

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  4. Detenerse a mirar, a mirarse.

    Muy hermoso....y necesario.

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  5. Me gustaría discurrir sobre las cualidades del tiempo que aparecen en este texto tan sugerente.

    En el segundo párrafo parece que se habla del flujo y del reflujo del tiempo.

    Del flujo automático de acontecimientos, que apresuradamente nos arrastra, en actividades que no elegimos; y del reflujo que parece oponerse, aletargándonos como una resaca que pretendiera frenar aquel pasar inconsciente, angustiándonos porque no vemos sentido a ese acontecer que se nos escapa del control, y en el que se nos revela, en la ansiedad y resignación, que estamos sometidos al recomenzar inevitable de un nuevo flujo.

    ¿Pero quien controla el tiempo si no somos nosotros?

    Pues yo creo que es “lo Social” que ha representado el tiempo, con calendarios y reloj, y lo ha regulado, con jornadas laborales y “tiempo libre”, bajo parámetros mercantiles. El tiempo es oro! Dándose la paradoja absurda de que gastamos tiempo para poder comprarlo.

    Pero ese tiempo ya no es nuestro, ni siquiera el que hemos comprado y programado.

    Solo nos queda mirar en el sentido que dices, Porto. Y tomar outro camiño: el nuestro.

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  6. "Perder el tiempo" es una magnífica manera de ganarlo.

    Es cierto que lo Social impone unas reglas, pero no es menos cierto que lo individual impone otras, si cabe, aún más exigentes. Fines de semana o "vacaciones" agotadores, con multitud de actividades así lo atestiguan.

    "Hay que hacer cosas", "el poco tiempo que tenemos debemos aprovecharlo". Y el Hacer nos esclaviza, nos envuelve en una maraña culpabilizadora si no se ha conseguido hacer todo lo que se supone que debemos hacer.

    Disfrutar no es sinónimo de Hacer.

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  7. "Es cierto que lo Social impone unas reglas, pero no es menos cierto que lo individual impone otras, si cabe, aún más exigentes".

    En mi visión de las cosas, Juan, eso individual (auto-exigente)cae dentro de "lo Social", en tanto que está conformado, por educación y adiestramiento, a sus exigencias.

    Ese es el auténtico drama! Que somos producto de "lo Social" y no nos damos cuenta.

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  8. Exacto Taliesín.

    Y no nos damos cuenta porque vamos como pollos descabezaos.

    Para ello, como dice Portorosa, detenerse a mirar, a mirarse.

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  9. Ya lo decía Silvio:

    Si hay días que vuelvo cansado,
    sucio de tiempo, sin para amor,
    es que regreso del mundo,
    no del bosque, no del sol.

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  10. Buenos días.

    En ese segundo párrafo parecen decirse cosas contradictorias: apresurado frente a aletargado, torpe y pesado, ansiedad frente a resignación. Lo que el autor (que soy yo) pretendía con eso era en realidad hacer referencia a dos planos distintos, en conflicto.

    Más o menos uno sería el visible, el superficial, el material, el de los actos, y otro el íntimo, en parte el del pensamiento y seguro el sentimental.

    Así pues, se trataría de un discurrir precipitado y confuso, en el que uno hace o no hace, hace de más o de menos, pero hace mal bastantes cosas, y que nos lleva en volandas no sabemos bien a dónde; y que a menudo calificamos de estresante; y que suele contar en la práctica con nuestra resignación.
    Y otro, íntimo, que va sufriendo las consecuencias del primero, en forma de angustia, de ansiedad, de tristeza, de constatación de un sinsentido; y que puede ser más o menos consciente dependiendo de cada uno, pero que en general se queda en un sufrimiento no identificado.

    Y lo de mirar serviría (todo esto según el autor, claro) para ver uno, ver el otro, y hacer los arreglos que en nuestra mano estén para aliviar nuestros males: por un lado, cambios materiales que enderecen nuestro camino; por otro, cambios de actitud, también necesarios.

    Es que este autor es un poco enrevesado.

    Con respecto a lo social, pues estoy de acuerdo: imposiciones más o menos conscientes, más o menos asumidas como propias, a veces en forma de teórica decisión, otras evidentemente externas, que acaban dejándonos sin espacio para vivir.

    Lo de Silvio ya me lo había aclarado Taliesín. Mucho vale ese chaval.

    Un abrazo.

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  11. Casi no debería escribir ningún comentario porque me embalo, me lío y quiero contar muchas cosas en muy poquito espacio y al final acabo siendo una barroca.

    Intentaré ser breve e incluso simple ya que las diferencias entre lo social y lo personal las comparto con ustedes. Nuestro carácter se va conformando en función de lo que nos rodea y lo que somos en nosotros mismos.

    Bah, se me ocurren un montón de sitios comunes, frases de Ortega, de Schopenhauer e incluso de algún personaje mediatico de no tan reputada condición como los anteriores, pero solo diré una cosa que justo ayer hablaba mientras comía -despacio, eso sí-: si desde alguna galaxia remota nos estuvieran observando, seguramente se preguntarían que a dónde vamos con tanta prisa.

    Es bueno, y yo desde que lo hago soy mucho más yo aunque no mucho más feliz ni realizada, saber parar, mirar al espejo que nos devuelva nuestra imagen y preguntarnos a dónde vamos y a dónde queremos ir.

    Gracias por la entrada, Portorosa. Es una gran reflexión, ¡la madre del cordero! que diría mi profe de mates.

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