Esta tristeza, o Necesito unas gafas de otro color
Llego a casa unos minutos después de las doce de la noche. Es domingo. Ha sido un buen día; un día sin ningún problema y pasado junto a alguien a quien quiero, que me quiere y con quien quiero estar.
Y sin embargo, una vez más (y como casi siempre, en domingo; y como casi siempre, cuando no estoy con los niños), acabo triste, el día ha ido terminando y me ha dejado esta sensación de vacío.
Al encender el ordenador leo una entrada de Jesús que me dice lo que ya sé. Solo que él parece llevarlo a la práctica, y yo no. Yo, demasiado a menudo me quedo en la teoría.
Y no sé por qué. A veces pienso que es cuestión de química, que en mi interior hay alguna reacción que no siempre sale bien, alguna hormona un poco desequilibrada, alguna enzima de menos, o de más, y el resultado es que, simplemente, tengo esa tendencia: a la melancolía, cuando no al desánimo. Otras, me digo a mí mismo que no, que esa forma de ser, como todas, puede ser fuerte, puede estar muy arraigada, pero que es resultado de mi historia, y que por tanto se puede cambiar, se puede trabajar y tratar de mejorar. Aunque no sé cómo.
Pienso en lo que siento, a ver si entiendo algo, y descubro sobre todo miedo. Precisamente me decía el otro día un compañero de trabajo, en una conversación que me sorprendió, que creía que la felicidad era básicamente vivir sin miedo. Algo que yo no hago, no cabe duda. Me miro, como digo, y veo temor; concretamente a la muerte. A la de quienes quiero y, también por perderlos a ellos, a la mía. Es mi decorado de fondo; a veces no se aprecia, parece no estar, y en cambio otras su presencia es evidente. Pero nunca desaparece del todo, y siempre me condiciona: mi percepción del tiempo, mi idea de la vida.
Sobre todo desde que tengo hijos. El miedo es mayor y más consciente.
Aunque no sé si hablar de miedo es del todo exacto. Se trata más bien de angustia. La angustia que me produce la certeza de que la vida es algo que acaba mal, porque nos morimos todos.
Por supuesto, soy consciente del daño que me hago y le hago a los demás. A mí, porque eso que tanto valoro, eso que parece escurrírseme entre los dedos, que es el tiempo, no lo aprovecho, yo mismo me lo impido. A ellos (que principalmente son los niños, pero no solo ellos), porque mi pesadumbre me lleva al exceso de preocupación, a la dificultad para la normalidad, a poner demasiadas expectativas (y por tanto, presión) en el tiempo que compartimos. Y a mi pareja, porque me da la sensación de que me convierto en un lastre con el que tiene que cargar; y además temo (un miedo más) que se canse.
Pero qué hacer. No lo sé. Me da la sensación de que solo cuando estoy con Paula y Carlos contengo toda esa inquietud. Pero al mismo tiempo sé que no es una solución real. Sé que nuestro tiempo juntos tiene un límite cierto, un final, y que incluso antes de que ese final natural llegue dejaremos de compartirlo como ahora; y sé que las cosas deben ser así, y que en parte es su vida la que lo exige. Pero la sensación es que el tiempo se me acaba, que se agota. De ahí esta intranquilidad.
A veces pienso que ellos, lo que son, es un seguro, una barrera que me impide penetrar en ciertos terrenos. Que su presencia tiene tanta fuerza, es una influencia tan positiva que mantiene todo lo demás a raya; y que cuando no están entran otras cosas. Y eso, que tiene una parte lógica y comprensible, creo yo, se parece peligrosamente a la dependencia. Yo tengo claro que no puedo vivir para ellos ni por ellos; para empezar, por su propio bien; pero a menudo siento esa vulnerabilidad.
No tengo preocupaciones serias ni problemas graves. Es cierto que durante estos años, desde la separación, ha habido momentos muy dolorosos y muy difíciles, y que el miedo marcó mi día a día, pero ahora la verdad es que todo está muy bien, y yo me siento tranquilo y contento. Además, he tenido la suerte de conocer a una persona maravillosa. Es, lo mío, algo así como una insatisfacción crónica que parece no encontrar consuelo en ninguna parte. Una insatisfacción con una base en parte real (llamémosle la parte profesional, o la social, o incluso la intelectual, siempre y cuando entendamos bastante mal todos esos conceptos, como es mi caso), pero que se traduce solo en lamentos. En ocasiones, creo que lo que me sucede es que me faltan ilusiones. Algo hacia donde ir. En estos casos, el resultado es lo que me parecen huidas hacia adelante (el doctorado a veces me tiene toda la pinta), en pos sabe Dios de qué .
Como si no supiera que el problema está en mí y no en mis actos...
La hipótesis de la razón fisiológica cobra fuerza cuando pienso en mis padres, y en mi familia en general, en su forma de ver la vida y en cuánto habré heredado de ellos. Pero no solo por eso: siempre, de repente, en un segundo, por un detalle insignificante, o sin que parezca haber motivo alguno, en mi cabeza hay un clic y todo cambia. Lo que era gris y causa de desánimo se llena de luz y me muestra mil razones para estar alegre. Con un clic. Como si algo se ajustase. O se desajustase, quién sabe; tal vez es un desajuste, una cierta sedación, lo que precisamos. Y salgo de ese estado de abatimiento, y ya estoy contento.
¿Por qué? ¿Por qué en esos momentos veo lo mismo tan distinto? Porque de eso se trata, de percepción, de manera de mirar, o de ver.
Yo lo que quiero son unas gafas para ver bien.
¡Bufff! Ese humor tétrico... En mi modesta experiencia, hay una manera eficaz que es proponerse objetivos limitados al alcance de nuestra constancia e ir avanzando posiciones poco a poco.
ResponderEliminarPor si te sirve de algo te diré:
ResponderEliminarEn mis, casi siempre malditas tardes de domingo, suele aparecer ese sentimiento trágico de la vida que hablaba Unamuno.
Mi corazón de los lunes ha sido siempre muy distinto a mi corazón de los viernes.
Ya sabes eso de que la marea sube y luego baja.
Se desea lo que no se tiene.
Las ilusiones se van pero también vuelven.
La vida es así amigo Portorrosa.
Me acabas de recordar una escena de una película de Woody Allen: empieza a gritar a medianoche "me voy a morir, me voy a morir!!", y la mujer le pregunta, ¿qué te pasa?, te encuentras mal? y él dice, "no, ahora, no, en el futuro!!"
ResponderEliminarY sí, a mí me sucede lo mismo. Aunque no necesariamente los domingos.
http://madredemarte.wordpress.com/
Mis cambios de humor sí son químicos o al menos eso sostienen los médicos que tratan de tratarme, Porto, pero al margen de la biología/genética -a la cual sería fácil abandonarse poniéndola como excusa estructural- existe la actitud de cada uno frente a la ¿tragedia? Morir nos vamos a morir todos. Filla me dijo una vez que cuando un problema no tiene solución no es un problema, es una estadística. En este caso una estadística con el 99,9999999% de probabilidad (hay que descontar a Walt Disney), así que intenta pensar en esto cuando te dé la morriña. Y si no funciona, que a veces pasa, piensa que nada dura eternamente y como tú bien dices, de repente hay un clic que te hace ver todo de otro color...
ResponderEliminarNo es el descubrimiento de la sopa de ajo, pero a mí me suele funcionar. Se pasa mal, sí, pero se pasa.
Ay, estos otoños con estas astenias... ¡Estamos apañados!
Un besazo, hombre, para animarnos un poquitín.
;-)
:DDD
ResponderEliminarPor eso me gusta tanto Allen. Y eso que no conocía esa escena. En Annie Hall, Alvy Singer estaba deprimido porque el Universo se expandía; yo, con 9 años, cuando mi tío me dijo que en 5.000 millones de años el Sol moriría, tuve una tristeza y una angustia tan grandes que el pobre no sabía que hacer, ante mi llanto.
Besos y abrazos a todos.
Porto...mira que siempre te leo y siempre me veo muy reflejada..pero hoy no. No es que vaya como una inconsciente, saltando de flor en flor y sin ver ni sentir cosas tristes..pero nunca tanto como tu lo cuentas..
ResponderEliminarSi vamos a morir..si, en cualquier momento..pero por eso mismo hay que disfrutar de estar vivo y tener lo que tienes que es muchísimo.
Besos
Hay muchas imágenes, muchas ideas, que le dan otro sentido a la muerte y la fugacidad de nuestra existencia, una fugacidad que, si tenemos suerte y la llevamos bien, puede dar de sí, ¿eh?
ResponderEliminarUn ejemplo: yo siempre había pensado en la vida como una cerilla que se enciende y se consume hasta apagarse hasta que una vez, en un comentario de las cinco estaciones, mi amigo Luis Rivera escribió algo que me cambió, desde su edad (sé que ya es abuelo desde hace unos meses) dijo: "No, Jesús, la vida no es una cerilla que se apaga, es una antorcha, una luz que va pasando de mano en mano". ¡Dios mío, eso es!, pensé. Un fuego que va pasando de mano en mano, no una cerilla que se extingue.
Yo creo que nuestros genes o nuestra química, qué se yo, afectan a nuestra manera de enfrentar el mundo, pero también nos dan herramientas para navegar, nos mantienen a flote. Como nuestro admirado Woody Allen sabe muy bien, la distancia entre la angustia existencial y el chiste es mínima, algo que debemos agradecer. Mirar las cosas con sentido del humor, como las escribe Moli, es un instrumento de valor incalculable.
Y por fin, querido Porto, hay un dato importantísimo que no podemos obviar, por políticamente incorrecto que resulte: eres gallego, la morriña va en el sueldo.
Un abrazo muy muy fuerte.
Un dato, Cal. Eso dice Filla. Y a ella parece funcionarle mejor que a mí.
ResponderEliminarJesús, me vale más el recurso al humor y cosas por el estilo que la imagen de la antorcha. No dejan de parecerme trucos para consolarnos, la verdad. Es como lo de pervivir en la memoria de los que nos recuerdan: eso vale... ¡para los que se quedan! Como escribí una vez, que le pregunten a Mozart si sigue vivo en su obra. Si lo encuentran...
Moli, ya me imagino. Pues así es, chica...
De todos modos, aunque hoy el clic no ha sido tan evidente como otras veces, ya estoy más animado.
Sólo quiero decir que para mí no es un truco, es una verdad. Sustituye fuego por genes o neuronas espejo o recomendaciones literarias. Y eso, ya está.
ResponderEliminarYo creo que es una cuestión de naturaleza, que ciertas personas tenemos más tendencia que otras a esa tristeza vital. También creo que es algo difícil de cambiar, así que la solución es aprender a vivir con ello. A mí lo que me funciona es recordarme a mí misma en esas situaciones que estoy viendo las cosas a través de un filtro gris. Recordarme que es algo temporal, que va y viene sin más y que solamente tengo que esperar a que se vaya de nuevo. Mientras no se va, intento (al contrario que hace unos años) no recrearme en ese sentimiento, trato de evitarlo (o anestesiarlo como tú bien dices), ignorándolo para no dejarlo crecer.
ResponderEliminarBeso gordo.
Porque te quedan muchas cosas que arreglar.
ResponderEliminarLuna
No creo que sea casualidad su estado de ánimo con la entrada del otoño por Galicia. Siempre puede culpar a Santiago Pemán.
ResponderEliminarAnímese, hombre, que mañana siempre puede ser peor.
Saludos desde la irónica y otoñal realidad.
Lo sé, lo sé, Jesús. Mi comentario era, lógicamente, muy personal; todo esto lo es. Por eso precisamente me cale de tanto el comentario de María, que me conoce muy bien y sabe que en esto nos parecemos bastante.
ResponderEliminarNo lo creo, francamente, Luna. Nada urgente, quiero decir. En las profundidades hay más, eso seguro. Pero el año pasado pensé volve a psicoanalizarme, pero no era el momento. Precisamente porque veía que los urgente estaba más o menos bien.
Me alegra verte.
Pues fíjese, Irónico, que estoy convencido de que a mí el mal tiempo no me afecta, anímicamente, nada.
Un abrazo a todos.
Y creo, Jesús, que la idea del consuelo tampoco es equivocada. Pues el consuelo es algo a lo que podemos optar, al fin y al cabo.
ResponderEliminarPero creo que la dirección de la que hablas es correcta; tal vez la correcta. La cuestión ahora es si uno es capaz de asumirla, de asumir ese horizonte lejano.
Otro abrazo.
No te puedo regalar unas gafas, pero si un barquito.
ResponderEliminarhttp://eljuiciodeltalmud.blogspot.com/2011/10/el-rey-y-su-barco.html
Un bico
Muchísimas gracias, Ro :-)
ResponderEliminarMe he despertado con tu cuento; acabo de leerlo en la cama. ¡Eres siempre tan amable conmigo!
Me ha gustado mucho. Pensaré en él.
Y nos veremos; un día vendrás y nos veremos. Seguro.
Gracias, de verdad. Un beso enorme.
Ay porto...
ResponderEliminartodos nos morimos
pero al menos, cuando estés vivo procura ser feliz y hacer lo que te gusta. Para vivir así, es casi mejor morirse pronto.
¡Uau, Celita, qué alegría!
ResponderEliminarMujer, si tampoco es eso. Ese no es mi estado normal, no creo que sufra de depresión ni nada parecido. Es algo recurrente, es cierto, pero excepcional de todos modos. Son baches. Pero en general no me siento así.
Yo quiero vivir. De hecho, es lo que quiero: vivir.
Un beso grande.
Yo creo que es peor el "no debería estar triste" que la tristeza en sí. Cuando me visita, digamos que la invito a tomar el té conmigo y a charlar un rato, valga la metáfora, pero no le dejo que se adueñe de mi casa.
ResponderEliminarUn beso
PD: al final lo principal es eso que dices en tu último comentario, elegir la vida.
El estado de ánimo y la percepción son co-dependientes: emergen a la vez. Pero la percepción no es la mirada. Esta última la podemos controlar con la voluntad de nuestro yo, pero la percepción acontece. Por eso, no van a servir unas nuevas gafas. Un estado de ánimo es la sensación global de nuestra relación con el mundo. Y el mundo y el yo aparecen con la angustia, disolviéndose.
ResponderEliminarPor eso me parece muy sabio el comentario de Elvira. Uno le tiene que dar la bienvenida a esa sensación: hola angustia! ¿qué me tienes que decir sobre mi vida? Y tomarse un con té o una tequila con ella, :)
Al fin y al cabo la angustia es la mejor asesora de nuestras elecciones (lo sabían los existencialistas) y su trabajo es disolver al rígido yo que ya no se adapta al mundo según nuestras necesidades más profundas. Uno se puede relajar sabiendo que los sentimientos de muerte está haciendo su trabajo de disolución y que son esas disoluciones las que hacen clic, renovándonos con ojos limpios hacia un nuevo mundo.
Tienes mi admiración por tu valentía, honestidad y nobleza, Porto.
Un abrazo
¡Jobá, Taliesín, cómo te pasas!
ResponderEliminarMuchas gracias (¿pero por qué?).
La verdad es que escribí este post esperando, entre otras, tu respuesta (y eso que no contaba con tu halago).
Siempre me aconsejas no rechazar esos sentimientos, sino ver qué tienen que decirme ("sentarme a charlar con ellos"). Lo de salir del río no contra la corriente sino aprovechándola, ¿te acuerdas?
Que supongo que es lo que propone Elvira, también.
En fin, me viene bien que me lo recuerden. Trataré de aprender algo.
Muchas gracias a los dos, y un abrazo.
Si se pasa por el blog del señor Sir, encontrará la solucion.
ResponderEliminarEstá en todo.
Ahora en serio.
Cada uno es como es y es algo muy dificil de cambiar. Aceptar e intentar que esa forma de ser, no altere demasiado, la vida cotidiana, es lo importante.
Besos
Luna
¿Por qué?
ResponderEliminarPor escribir este texto, sin tapujos.
Después de leer este post he necesitado unos minutos para pensar sobre lo que cuentas antes de comentarlo. Es algo que me ocurre muy pocas veces. Normalmente a medida que leo voy forjando mi opinión al respecto e inmediatamente después del punto y final tengo claro lo que quiero decir.
ResponderEliminarLa verdad es que has descrito tendencias de ánimo que parecieran mías, en casa siempre me dicen que no soy feliz si no tengo un motivo de preocupación.
Pienso que el sentido de la responsabilidad, el apego y la sensibilidad, son los tres motivos básicos que nos llevan irremediablemente a instalarnos de manera aleatoria en la insatisfacción.
La mayoría de las veces nos preocupamos por cosas que nunca llegan a suceder, o al menos, no como las habíamos imaginado.
Conclusión: Llevar en el bolsillo unas gafas de color graduadas a medida para que nos atenúen esos momentos.
Un saludo desde Canarias.
Ah, Taliesín, es que yo tengo Miedo; pero miedo, cada vez menos.
ResponderEliminarFayna (bienvenida), verás, yo no describiría este malestar como (exceso de) preocupación. No creo tener problemas, ni me obsesiona que las cosas puedan salir mal. Eso lo tengo cerca, y creo que es diferente; aunque no sé, tal vez no lo quiera ver.
Hablo de una sensación menos definida, más difícil de delimitar y, sobre todo, de relacionar con motivos concretos.
Yo creo que cuando la tristeza tiene una razón de fondo, un motivo, hay que dejarla pasar, darle la bienvenida, como dicen Taliesín y Elvira, dejarse envolver por ella, hasta que somos capaces de digerirla (o disolverla). No hacerlo sería como tener una bomba de relojería dentro.
ResponderEliminarPero de lo que habla Porto yo creo que es de otra cosa. Yo creo que es una tristeza inventada, una percepción de la realidad distorsionada. Un estado de ánimo que varía caprichosamente. Yo creo que en este caso lo mejor es no darle espacio, ahogarlo antes de que crezca, se expanda y anule definitivamente nuestra objetividad. Recodarse que somos nosotros mismos los que nos estamos provocando el sentimiento y que por lo tanto está en nuestra mano cambiarlo.
¿Te encuentras mejor?
Sí ;-)
ResponderEliminarYa hablaremos, que voy a ver The wire.
Beso gordo.
María,
ResponderEliminarTu perspectiva es la dominante en la psicología contemporánea, la cognitiva. Los pensamientos distorsionadores de la realidad crean los estados de ánimo, y la tranformación de los pensamientos conlleva el cambio de los humores. Yo no digo que esa perspectiva sea errónea. Lo que digo es que se queda con una parte, la cabeza del elefante en el ejemplo de los sabios hindús ciegos que describen al animal en función de la parte que tocan.
Por que, sin entrar en complejidades y profundidades, lo contrario también se sostiene. Si nos preguntamos por qué mantenemos una percepción “errónea” de la realidad, podemos concluir que lo hacemos por que expresa correctamente nuestro estado de ánimo (que sería previo). Y lo que estariamos tocando sería el corazón del elefante.
La teoría nos la sabemos perfectamente. Los libros de autoayuda (que horror la mayoría de ellos) campan por sus anchas en las librerías. Nos conocemos al dedillo las mil y una maneras de afrontar nuestra vida con grandes posibilidades de éxito y felicidad. Pero a la hora de aplicar esas recetas tan “lógicas” fallamos una y otra vez.
ResponderEliminarSon fórmulas generadas desde el pensamiento y puestas en práctica por un ser pensante….y con emociones. Y son precisamente estas emociones las que se rebelan una y otra vez contra la teoría.
Nos educan desde una base puramente racional (no hay más que ver las materias que estudian nuestros hijos) y nos dejan analfabetos del mundo de las emociones. Resultado: no sabemos que hacer con ellas, no las sabemos manejar y, si no las manejamos, ellas nos manejarán y no sabremos por donde nos vienen las tortas que nos estamos dando nosotros mismos.
Me imagino que cada uno tendrá que aprender su propio camino, su manera especial y única de conocerse, ayudado del pensamiento racional, sí, pero no sólo de él. En mis momentos peores me he dejado “violar” por mis miedos, iras, rabias, dependencias, apegos, angustias, traumas, decepciones, alegrías, amores y pérdidas, recuerdos y sueños. Me he entregado a ellos sin huirlos, sintiéndolos….para comprenderlos. Y cuando los he entendido se me ha abierto un nuevo mundo, una forma diferente de sentir, actuar e incluso pensar.
Taliesín, yo también creo que la visión gris de la realidad nos la genera nuestro estado de ánimo y no al revés. La diferencia entre lo que tú dices y lo que yo digo (creo) es que para mí ese estado de ánimo tendente a la tristeza, a la melancolía, viene en muchos casos de fábrica y no hay que buscarle más explicaciones ni darle más vueltas. Es parte de la naturaleza de algunas personas (yo me incluyo) y lo que tendremos que hacer es aprender a vivir con ello, de la misma forma que aprendemos a vivir con la miopía. Intentando que ese rasgo de nuestro carácter no influya negativamente sobre nuestra vida, sobre las personas que queremos y las relaciones que tenemos con ellas.
ResponderEliminarAy, María, pero es que Taliesín es sioux y tú de la Caballería.
ResponderEliminarEs decir (te lo digo por propia experiencia), que partís de unas asunciones, digamos, científicas, diferentes. O eso creo.
Un saludo, Juan. Conocerse: casi nada.
Sí, lo sé. Su enfoque es totalmente diferente, digamos que más espiritual (yo me reconozco excesivamente pragmática en algunas circunstancias). Precisamente por eso me resulta tan interesante su punto de vista
ResponderEliminarMaría,
ResponderEliminarLos estados de ánimo, la tristeza o la melancolía, no vienen de fábrica. Se sustentan sobre un fondo vital que aporta un tono y que se le conoce tradicionalmente con el nombre de temperamento. El temperamento es el hardware y puede tener mayor o menor velocidad de procesamiento, mayor o menor capacidad de almacenamiento, etc. Pero no afecta a la cualidad de los procesos.
Los estados de ánimo son procesos psíquicos (ya no somáticos) que se desarrollan en la relación del organismo con el medio ambiente y que adquieren su significación de esa relación.
Yo creo que Juan ha dado en la clave. Vivimos una civilización en la que se ignora las cualidades significativas de nuestro vivir en el mundo; los sentimientos, emociones y estados de ánimo. A tal punto que todo lo que cae en ese terreno se le pone el nombre de espiritual. Nada en contra de que se utilice esa palabra, siempre y cuando se reconozca lo práctico que resulta la espiritualidad para el buen vivir y la gestión de la auténtica felicidad.
Palabra de verificación: Seanex, que sin la a, sería senex. Lo resalto por lo del último post y porque los estados melancólicos están bajo el dominio de Saturno - Cronos, el senex del Olimpo.
Si no me equivoco, T, María cree que ese hardware, esas reacciones químicas internas, sí marca (aunque no siempre determine) el proceso. Y que si falla, hace que la cosa salga mal. O sea, que si tienes bajo el ion potasio (siempre pongo el mismo ejemplo, es que no sé más), eso nos deja hechos polvo; y lo que hay que hacer es subirlo.
ResponderEliminarVamos, lo mismo que dice la corriente dominante de la psiquiatría actual, creo yo.
Ya sé que tú crees que eso es un planteamiento parcial, e incluso más bien sintomático.
¿No es posible compatibilizar ese punto de vista con un planteamiento más "vital", como el tuyo?
¿Algo que añadir, Juan?
¡Ah, Taliesín, que se me olvidaba lo más importante!
ResponderEliminarTienes que leer, sin falta, el último post de Rociolat.
Buenas noches.
Sí, efectivamente Porto, yo creo que el hardware influye en el proceso. Creo que tenemos una cierta tendencia innata a la alegría, o la tristeza, o la ira o ... Creo que no es absolutamente determinante, pero que sí influye en los estados de ánimo que desarrollamos al relacionarnos con nuestro entorno.
ResponderEliminar(Taliesín, lo de hardware y proceso es en honor a mí trabajo o ha sido simple casualidad?)
María,
ResponderEliminarEn honor a tu trabajo no ha sido, por que lo desconocía. Pero casualidad tampoco creo. Como en el caso de Seanex estas cosas pasan. Posiblemente lo de hardware - proceso haya sido intuición o reminiscencia de algo que sabía sin ser consciente. Y en lo de seanex, "cousa de meigas"! :)
(Ahora me doy cuenta de que la metáfora del ordenador va en consonancia con la perspectiva cognitivista de la psique. Quizás por ahí)
Ya sé que te lo he preguntado muchas veces, T, pero insisto: ¿entonces tú qué opinión tienes de la explicación médica de la mayor parte de los problemas, ya no psicológicos sino psiquiátricos?
ResponderEliminar¿Crees que van, como dicen, a la causa, a la raíz verdadera, o precisamente todo lo contrario, que alivian los síntomas?
Si somos química, ¿esa química es causa del problema, o su consecuencia?
Personalmente, no tengo demasiadas dudas sobre que somos el resultado de ambas cosas (aunque desde luego no sepa dar %): genética e historia afectiva. Pero yo qué sé...
(¡Este tipo de comentarios míos me hace verme patético, tratando de hablar de lo que no sé...!)
Porto,
ResponderEliminarYo creo que lo que nos ayuda es pensar que la “explicación” médica, como cualquier otra explicación, es una perspectiva. Para el punto de vista puramente psiquiátrico, los problemas tienen su origen en problemas órganicos y fisiológicos, que crean una disposición a originar problemas psicológicos. Una perspectiva psiquiátrica menos extrema, puede considerar que el origen es psicológico y social, pero que, dado el actual sistema de salud mental (muy, pero que muy precario), las posibilidades de tratamiento se reducen al farmacológico. (Hay que tener en cuenta que el sistema es el que es, no por casualidad, sino por la presión de la industria farmacéutica: se gastan millones y millones de euros en estudios que avalen la perspectiva médica de los problemas, en su proprio beneficio).
A mí me parece que las personas en crisis pueden necesitar tratamiento farmacológico pero que su solución tiene que venir de un tratamiento psicológico que pocas personas se pueden pagar (y social: variando las condiciones de vida).
Y sobre el origen de los problemas (depresión, ansiedad, psicosis) adopto la perspectiva psicológica. Incluso para problemas aparentemente fuera del ámbito psicológico. Quiero decir que detrás de los infartos de corazón, el cáncer, la impotencia, los problemas gástricos, etc. creo que pueden tener un origen psicológico. Existen estudios que avalan este origen! y también curaciones por la vía psicológica! Pero de eso no debemos concluir que no debamos acudir al modelo médico para solucionarlos, sino que debemos de cuidar lo psicológico para prevenirlos. Por que un problema “espiritual” no concienciado se convierte en una enfermedad.
Esto último resume lo que me cuesta más creer, como sabes. Para no saber nada de ciencia, la tengo muy metida en la cabeza.
ResponderEliminarSí creo, sin embargo, en el bienestar o malestar que se pueden derivar de nuestro ánimo.
En hasta qué punto nos puede influir. Nos pueden empujar o frenar nuestras ganas. En hasta qué punto nuestra infelicidad puede hacernos derrumbar incluso físicamente.
ResponderEliminarEso, creo que sí lo creo.
Aunque son miembros del séptimo, te paso algunos estudios o artículos científicos que corroboran la visión sioux del asunto.
ResponderEliminarhttp://www.ucm.es/info/psi/docs/journal/v13_n1_2010/art406.pdf
http://www.health.harvard.edu/newsweek/Heart_disease_Its_partly_in_your_head.htm
Sobre las úlceras estomacales no es necesario, ya se ha convertido en sabiduría popular.
Yo sobre la influencia de los psicológico en lo físico y viceversa no tengo ninguna duda.
ResponderEliminarSobre si los tratamientos a una crisis deben ser farmacológicos o psicológicos, para mí depende mucho del tipo de problema y del grado. No creo, por ejemplo, que se pueda salir de una depresión aguda solamente con tratamiento psicológico, aunque estoy de acuerdo con Taliesín en que en el sistema actual de salud se potencia en exceso el tratamiento con fármacos. Desde mi punto de vista, deberían ser tratamientos complementarios y actualmente no lo son.
Por cierto, los enlaces no me funcionan ...
A mí sí, y son bienvenidos. Necesito la versión de la Caballería, yo.
ResponderEliminarPero aún no he tenido tiempo para leerlos. Este ritmo vertiginoso de la gran ciudad me está matando...
No se te ocurra leer el primer enlace! Es un estudio de validación de un cuestionario psicosocial sobre los factores asociados al cáncer de mama. Los estudios que han concluido esa relación no los encontré en una búsqueda rápida.
ResponderEliminarEl otro sí, lo puedes leer mientras acudes al trabajo en metro. :)
Eres un puñetero ser humano y, además, tienes hijos. Si todo va como es debido, no solo tendrás que soportar la muerte de los que iban antes de ti, sino saber que morirán los que han nacido de ti.
ResponderEliminarY que, si todo sigue el curso natural, no podrás acompañarlos en los días anteriores a ese medio segundo de soledad absoluta en el que ya no estás pero se supone que tienes conciencia de dejar de estar.
Es jodido ser un ser humano, somos dignos de compasión y amor. Ese es mi truco: pensar en los demás y quererlos. Otro trucon es centrame en lo pequeño que está a mi lado, o en lo enorme que está distante.
Además, está la puta química, que a veces nos permite ser valientes y a veces nos vuelve cobardes.
No hay gafas de color ni vales de Mercadona, querido Porto. Que piense que eres una persona adorable, que es una alegría conocerte, no te sirve de nada.
Bueno, algo ayuda :-)
ResponderEliminarLo hace.
Gracias. Lo tendré en cuenta.
Un abrazo, y buenas noches.