Entre padres e hijos
[De la mano del prestigioso inquisidor Portorosa nos llega una nueva entrega de su aclamada serie Juzguen al juez]
He pontificado varias veces sobre cuestiones de paternidad. Es bien fácil señalar defectos; sobre todo de los demás.
Y hoy lo haré una vez más.
De entre las muchas críticas que se me ocurren observando y observándome, hay dos que se repiten:
1. Hacer la pelota a los hijos
Que es diferente de mimar. Mimar está también muy mal, pero se hace desde una posición de superioridad, lo hace quien manda. Hacer la pelota, en cambio, solo es posible cuando la relación de fuerzas, como mínimo, no se tiene clara.
Hace décadas, los males de la paternidad eran otros bien distintos; y no seré yo quien eche de menos ningún tiempo pasado, en este tema. Pero me parece que ahora a veces cojeamos del pie contrario.
Creo que hoy en día es bastante habitual encontrarse con padres [entiéndase como genérico: padres y madres] que no dominan a sus hijos, y que por tanto temen que en cualquier momento la situación se les vaya de las manos. Es fácil verlos, en consecuencia, atrapados en un continuo poner paños calientes, en un continuo tratar de tener al niño contento, y así mantenerlo tranquilo. Porque si el niño se cabrea, es la debacle.
Nunca me resultó tan evidente este problema como cuando, hace un par de veranos, fuimos los niños, su madre y yo a Disneyland París. En un sitio donde se supone que las cosas deberían ser más agradables y fáciles, los ánimos deberían estar no ya calmados sino radiantes, y sería lógico esperar que los niños estuviesen contentos y encantados de estar allí (y agradecidos a sus padres por haberlos llevado); en un sitio así, digo, cada vez que nos sentábamos a tomar algo o hacíamos cola y tenía la oportunidad de escuchar conversaciones familiares ajenas (la mayoría de españoles, por cuestiones lingüísticas), me sorprendía oyendo amenazas patéticas, promesas angustiadas y ruegos ansiosos, destinados a mantener a los niños bajo control. Porque demasiados padres no podían permitirse una escalada del conflicto, pues carecían de la suficiente autoridad sobre sus hijos para ponerle solución.
No estoy hablando de prevenir y evitar con buen criterio los problemas, que normalmente es lo que hay que hacer, sino de recurrir a cualquier concesión (como mínimo poco defendible, y a veces claramente contraproducente) para que el niño se dé por satisfecho. Vamos, lo que es hacer la pelota.
Me parece que no es necesario explicar las consecuencias que algo así puede tener. Y no solo en la adolescencia.
2. Necesitar que se alegren mucho de vernos, y tratar de convencerlos de ello
Ya sé que suena un poco tonto, esto, pero es que se trata exactamente de eso. Y de verdad que creo verlo muchísimo, sobre todo en una situación muy corriente: al recogerlos en el colegio.
En el momento del encuentro, hay caras (casi todas) de lógica alegría, y respuestas más o menos expresivas por parte de los niños. Quizá estemos todos un poco chalados, pero la verdad es que yo creo que nos alegramos mucho de verlos.
No me refiero a eso, claro.
Me refiero a esas caras (y aquí viene la parte en que todo se basa en mis propias observaciones/deducciones subjetivas e indemostrables), todas ansiedad, que están diciendo, con una sonrisa de joker y unos ojos como platos bajo unas cejas de delatora concavidad, ¡¿A que verme es lo más alucinante que te podía pasar, y para ti es TAN importante como para mí?! Caras acompañadas de aperturas de brazos propias de reencuentros postergados durante años, que normalmente acaban degenerando en un tirón al niño para que ¡nos abrace, hombre! Y continúa la sombra de duda en la mirada imploradora, buscando una señal...
Y hay otra variante, que sabrán ustedes reconocer: necesitar que se entristezcan cuando nos despedimos de ellos, y tratar de conseguirlo.
Los abuelos también hacen bastante eso, pero ellos son abuelos y tienen excusa. Lo preocupante es la neurosis de los padres.
Demasiadas expectativas, demasiada ansiedad.
Es lógico que necesitemos que nos quieran. Lo ilógico es no dejar de dudarlo. Porque así es imposible hacer las cosas bien, con un mínimo de cordura y equilibrio.
Tanto el mal 1 como el mal 2, que por supuesto admiten grados y pueden no pasar de anecdóticos o llegar a convertirse en problemas serios, surgen en mi opinión de nuestra inseguridad como padres (y, en el fondo, de nuestra fragilidad general). Y nuestra inseguridad, ese sentirnos débiles, nos hace muy poco fiables.
totalmente de acuerdo.
ResponderEliminarY que me decis de los padres que se convierten en animadores socioculturales para los niños llenándoles todo su tiempo libre de "actividades ludicas"??
¿Que ha sido del estar en casa sin hacer nada, jugando, leyendo o pasear sin más?
Hay un libro titulado algo así como "Elogio del aburrimiento" que dice lo que cabe esperar del título. Todo muy sensato, creo yo.
ResponderEliminarA veces, cuando me preguntan qué vamos a hacer, les digo "Hoy toca aburrirse".
Comparto lo que dices. También el elogio del aburrimiento, que es la madre de la curiosidad, la creatividad, las ganas de leer... ¡¡Cuántos libros magníficos me habría perdido si mis padres me hubiera llenado la agenda como tantos padres se las llenan a sus hijos!!
ResponderEliminarhttp://madredemarte.wordpress.com/
El problema del aburrimiento, creo yo, es que ahora lo calman delante de la televisión.
ResponderEliminarY volvemos al mal 1: para evitar el conflicto les damos el mando de la tele.
Es verdad: aun encima.
ResponderEliminarEn fin, que podríamos decir(nos) muchas cosas sobre estos temas, pero a mí estas dos me llaman mucho la atención. La segunda, que es más graciosa, me deja patidifuso en la puerta del colegio.
ResponderEliminarHe llegado a ver a niños exigiendo a sus padres cosas.
ResponderEliminar- ¡Quiero una galleta y la quiero ahora!
+ Pero si estás comiendo. No te la doy.
- ¡La quiero ahora!
Y se la da.
Vamos, nada que no hayamos visto todos. Como pegarle un cachete en el culo a un niño de 4 años(por llamarle cachete a la caricia), y que este se de la vuelta y se la devuelva al padre, sin más consecuencias.
Curioso, pero que consecuencias tendrá. Hablaremos con nuestro corresponsal en el sur, Paquirrín.
Molinos ha reconducido las cosas precisamente por donde iba a llevarlas. Lola y yo lo hemos criticado a menudo: casi todos los conocidos con niños hacen planes de fin de semana ¡para los niños!
ResponderEliminar¿Dejas de estar vivo cuando eres padre?
Los niños se notan el centro del Universo (en casa) y la presión los convierte en unos egoístas.
Y además pìensan, ¡vaya padres gilipollas que me han tocado!
ResponderEliminarCreo que uno de los problemas más graves en la relaciones entre padres e hijos es lo que apuntas: deseamos que nos quieran.
ResponderEliminarPero es un error de base. Que nos quieran no debe ser nunca el objetivo, si no la consecuencia.
Cuando se convierte en objetivo cuidamos nuestra imagen y para ello....consentimos.
La necesidad de los padres de ser queridos por los hijos acaba siendo una indicación de lo que está faltando en sus vidas: el juego, lo irracional, el pensamiento primario de las emociones y la imaginación, como elementos de su experiencia de adultos. El contacto con los hijos y su mundo lúdico nos hace conscientes tan solo de esa necesidad, pero no la satisface. Los juegos son los suyos no los nuestros.
ResponderEliminarEl aburrimiento es una experiencia del tiempo y sus cualidades. Los niños lo tienen que experimentar en cómodas dosis para no arriesgamrnos a una maduración precoz, que puede ser uno de los factores que está detrás de su rebelión contra los padres. Para evitarlo: los niños con los niños.
Y los padres, siempre ahí para cuando nos necesiten. Lo mejor que podemos hacer por ellos es cooperar con otros padres para recuperar espacios públicos para sus juegos, no programados ni mercantilizados.
Buenos días.
ResponderEliminarHit, ¿tienes barba?
Juan, tu frase es realmente chocante, pues cuestiona una motivación que a menudo consideramos la más legítima. Hasta que se piensa en sus consecuencias. Es muy interesante. Muchas gracias.
NáN, en esto, como en todo, podríamos hablar de equilibrio, de un reparto equilibrado de tiempo, o de un uso de nuestro tiempo y recursos (dinero y ganas, básicamente) equilibrado. De modo que se tengan en cuenta las prioridades, necesidades y deseos de todos. Ni el "olvido" de antes, ni el exceso de ahora.
Lo que pasa es que, por descontado, cada uno situaría su equilibrio en un punto distinto.
Creo que la manera de ver si nos equivocamos mucho o poco es fijarnos en el resultado: cómo se comporta el niño, cómo reacciona ante las novedades, cómo se adapta a nosotros y a los demás, cómo y cuánto pide, cómo acepta, cuánto protesta, qué hace, qué sabe hacer, si exige, si agradece o no ve motivos (pues todo lo considera un derecho), si valora las cosas, etc. O sea, si se cree el centro del Universo o simplemente se siente querido y se alegra.
Ese resultado (tan difícil de ver desde el parcialísimo punto de vista de los padres, por otra parte, que a menudo no percibimos lo que para los de a nuestro alrededor clama al cielo) nos dirá cómo va la cosa.
No sé, Taliesín. Yo, lo que veo con claridad, como ya sabes, es cuánta ansiedad ponemos en los hijos y en su amor; cuánto lo necesitamos, cuántas cosas queremos que nos compense, hasta qué punto lo consideramos nuestra última oportunidad. Y todo eso, ellos lo sufren, porque les pesa demasiado; les pesamos demasiado.
Este fin de semana he tenido la oportunidad de estar, precisamente, en algo que tenía mucho que ver con niños; y he podido ver muchos padres distintos, ejerciendo. Las actividades eran para todos las mismas, el mismo plan; pero la forma de estar, la actitud, el tono, eran muy diferentes.
Besos y abrazos a todos.
Buenos días.
ResponderEliminarComo siempre muy acertado.
Pero yo estoy convencida del amor que siento por mis hijos (aún cuando ellos no lo perciban del mismo modo), y me frustra sobremanera ver salir del cole a mi hijo pequeño, más serio de lo habitual (porque es un niño muy alegre y comunicativo), será qué necesito saber o percibir, que es tan querido por sus compañeros y profesores, como lo es en casa. Quiero decir, verlo salir totalmente satisfecho del aula.
Quiero qué el tiempo que no pasan conmigo, lo disfruten realmente y no me echen en falta (señal de incomodidad o insatisfacción).
Yo creo haberlos tratado igual, a mis dos hijos, y demostrarles mi cariño de la misma manera a ambos, pero evidentemente su percepción no es así; ayer mientras los bañaba entre juegos y peleas, sucedió algo que yo no descubrí hasta después del baño, cuando mi hijo mayor empezó a llorar desconsoladamente (vamos con lagrimones rodando por sus mejillas) y cuando le pregunté, resulta que mi hijo pequeño le habia dicho: -"eres tonto y por eso mamá no te quiere".
Entonces yo le dije: - Os quiero a los dos muchísimo y, por supuesto, no eres tonto, y si lo fueras te querría igual.
Y luego él me dijo: -lo dices tan fuerte porqué estás enfadada conmigo?.
- No, porqué estoy convencida de ello.
Con todo esto, sólo quiero destacar, qué esa inseguridad en la manifestación de afectos paterno-filial, es bilateral. No sé si me explico???
¿No tenéis la sensación de que muchos niños quieren, precisamente,a quien menos hace para que les quieran?
ResponderEliminarhttp://madredemarte.wordpress.com/
Nuestra necesidad de los niños, les acaba pesando, dices más o menos. Me parece un buen diagnóstico de lo que que está pasando. Pero formulado así, parece como si la situación estuviera regida por la fuerza del destino. Y con tintes dramáticos: es nuestra última oportunidad!
ResponderEliminarAunque expresado así de crudo, no creo que sea unha exageración. En la calle se percibe ese drama en las relaciones entre padres e hijos.
Lo que yo proponía era un juego con el espejo. Mirándolo, podríamos darnos cuenta que nuestra necesidad de los niños es nuestra necesidad de traer a la consciencia, los procesos que quedaron enterrados en nuestra infancia para afrontar la sequedad racional de nuestros problemas de adultos.
A mí, sinceramente me parece la mejor manera de conjurar el destino. Por que si no, me temo que vamos a seguir viendo niños con el peso de la maduración precoz (metidos en problemas de adultos) y padres infantilizados (metidos en problemas de niños).
Un abrazo.
1730, es que los niños son más vulnerables, o "deberían" serlo. Por eso necesitan tanto que nosotros no lo seamos.
ResponderEliminarSí, Madre, a veces parece que es así. Y nunca he sabido si es porque esas personas les resultan más atractivas, más divertidas. Ahora bien, creo que son casi siempre relaciones esporádicas, de poco contacto, no las básicas, ¿no crees?
Te había entendido, Taliesín (esta vez, sí), pero me cuesta verlo, porque yo no lo siento así; al menos no soy consciente de que me ocurra eso: esas carencias en mi vida.
Tal vez, no lo sé...
En cualquier caso, el consejo "niños con niño" me parece muy adecuado.
Besos y abrazos.
Quiero decir, Madre, que hay ciertos comportamientos que en una madre o un padre no serían igual de bienvenidos, creo yo. Y que, si se dieran, tendrían consecuencias negativas.
ResponderEliminarPero bueno, estoy pensando en concreto en el típico pariente poco "niñero", con el que los niños se vuelven locos aunque no les haga fiestas ni, aparentemente, caso y vaya a su bola. Pero siempre personas que se ven poco.
ResponderEliminarSupongo que eso está bien de vez en cuando.
Porto,
ResponderEliminarQuizás pudiste haber pensado que me dirijía a tí, exclusivamente, porque he utilizado tus palabras como argumento, pero hablaba para la generalidad. Ya sabes, la mentalidad de los tiempos.
Cuando mi hija mayor estaba entrando en la adolescencia, en el consejo de padres y apoderados nos hicieron leer en la escuela para padres el libro : "Niños con pataleta, adolescentes desafiantes", de una neurologa infantil en que explica estos argumentos que tu das Porto. Lo mas triste fue que este libro fue dado como un deber en grupos de 4 personas, a mi me tocaron 3 padres petardos que no solo no leyeron el libro, sino que en la siguiente reunion se marginaron y quede sola explicando y tratando de debatir.
ResponderEliminarUna de las cosas que mas me quedaron claras de aquellas escuelas para padres y el libro, es que soy la madre de mi hija, NO su amiga, que yo soy la que debe actuar maduramente y no exigirle a mi hija que actue de una forma que aun no aprende, pero que con mi guia llegara a hacerlo sin complejos y a su tiempo.
Tambien aprendi que el lenguaje simple y directo es el mejor instrumento para abordar a un hijo con una conducta rebelde o tirano, que se trata de educar emocionalmente a nuestros hijos.
No, no, Taliesín. Es solo que no tengo sensación de ver (ni en mí ni en los demás) eso. Pero no sé: estaré atento.
ResponderEliminarRo (me alegro de verte aquí), parece claro.
Saberse la teoría, no obstante, nos deja ante la parte más difícil: vernos a nosotros mismos, valorarnos y actuar en consecuencia.
Muchos besos.
Porto es difícil (muy difícil) no ser vulnerable cuando se trata de niños, y más cuando son tus hijos. Pero se intenta.
ResponderEliminarRociolat, me ha dado el titular: "La Tiranía del Cariño" (y no sólo la de los hijos), pero ya se sabe hay amores que matan, sobre todo los mal enfocados.
Buenos Días.
Buenos días.
ResponderEliminar1730, no me refería a la vulnerabilidad de sufrir cuando ellos lo pasan mal; sino a la vulnerabilidad de la que hablábamos aquí, la que consiste en dudar patológicamente de sus sentimientos hacia nosotros y venirse abajo.
Y yo también hablo de esa vulnerabilidad, porque en esos sentimientos hay veces que intentan influir negativamente otros, pero claro tú tienes que ser más sensato, y no hundirte con lo que ellos te expresan o con sus percepciones de las relaciones.
ResponderEliminarsincronicidad y/o serendipia ...
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=LIOcl8dccko
Me refería precisamente a que quieren a quiénes no les hacen la pelota... La semana pasada, un niño a quién su madre se lo permite todo y que cuando está conmigo - y con los míos- recibe mucha caña - de buen rollo, pero lo que no se hace, no se hace, si no se lo paso a los míos, se lo voy a pasar a él? - le dijo a su madre... que quería que yo fuera su mamá...
ResponderEliminarY pensé, ¿será que lo que necesita realmente es que le paren los pies, que le pongan esto que ahora llaman límites? Tiene que ser agotador llevar siempre el control de todo (sobretodo con 3 años...)
http://madredemarte.wordpress.com/
Ah, Madre, estaba pensando en otro perfil.
ResponderEliminarLo que tú dices lo veo más claro con un contraejemplo: los niños siempre parecen de mal humor y en conflicto con los padres consentidores y (por decirlo de algún modo) débiles. Es una constante pelea, mezcla de quejas (por ambos lados), reproches (idem), ruegos (idem), amenazas no creíbles (por parte de los padres), etc.; supongo que verdaderamente agotador.
¡¡Oh, Taliesín, fantástico!!
ResponderEliminarComo anécdotas tenemos todos (y no soy padre para saber si cometo los mismos errores que veo en otros) no voy a aburrirles con mis experiencias como entrenador de fútbol de niños de 7 años. Simplemente quiero añadir que lo difícil es darse cuenta de los errores que uno comete, con lo fácil que es verlos en el otro, y la falta de humildad cuando uno es descubierto. No hay nada peor que un padre/madre a la defensiva negando lo evidente.
ResponderEliminarNo sé, igual cuando me toque lo haga peor todavía, pero creo que en muchos casos se proyectan en los niños las carencias y frustraciones de los adultos (no hay padre más fanático interviniendo en mi trabajo con los niños que aquel que nunca hizo deporte de niño, en mi opinión).
Saludos desde la irónica realidad.
De acuerdo.
ResponderEliminar1º) Saberse la teoría.
2º) Aplicársela a uno mismo.
Aunque, después del vídeo de Taliesín, me sabe mal ponerlo así, cartesianamente.
Lo de la satisfacción de nuestras frustraciones a través de nuestro hijos es un clásico... Somos terribles, y los principales culpables de defectos que luego criticamos (empezando por la competitividad).
Mis hijos participan a veces en carreras informales, escolares. Siempre hay padres que dan la nota, y siempre, siempre, la carrera de los padres es la más disputada, en la que hay más piques, la única que no gusta ver.
Realmente cuando un adulto se comporta como un niño, y se pone a su nivel para jugar y relacionarse con ellos y así embaucarlos, a ellos les encanta y adoran a esa persona, pero todo tiene un límite. Creo que llegado el momento, los niños alcanzan una madurez en la que esa persona ya no les parece tan apasionante y divertida, y se empiezan a cuestinonar su comportamiento. En definitiva el niño madura, mientras que el adulto sigue estancado, y dejan de admirarlo.... sorprendente el mayor desilusionado es el adulto que ya no llega a ellos.
ResponderEliminarDe acuerdo, también.
ResponderEliminarUna cosa es jugar, e incluso dejar salir al niño (Taliesín, va por ti), y otra muy distinta la inmadurez.
Claro que hay que jugar con los hijos! Pero el padre no debe perder de vista que lo que está haciendo es comunicarse con su hijo mediante el lenguaje del juego, y que su aportación es para promover en el niño su maduración.
ResponderEliminarLa inmadurez, en ese contexto, sería jugar el juego del niño, inconscientemente, como esos padres citados, que pretenden realizar en el juego, sus propias carencias.
Pero yo no hablaba de esa inmadurez, sino de otra que consiste en experimentar la propia situación existencial, como adulto, coagulada por explicaciones racionales, que apenas ofrecen sentido a lo que se vive, por que están sujetas a la duda y a la contradicción. Esa hiper-adultez, sancionada por los valores sociales predominantes, es la que consteliza al niño (interior) para compensar, pidiendo que el juego, la emoción y la imaginación, formen parte de nuestra actividad consciente adulta.
Los niños quieren a quien los quieren. Si nosotros no queremos al niño interior formando parte de nuestra consciencia, sentiremos que el niño no nos quiere. Y a partir de ahí se puede entender mejor la proyección de este niño interior sobre los hijos, nuestra necesidad de ser queridos por ellos y nuestra apuesta por los hijos, como única carta que nos queda.
Perdón si me repetí. Me dejo guiar por una sensación de que no se entiende y quizás me haga aparecer como un pesado. Sorry!
ResponderEliminarNecesito una aclaración: ¿qué es constelizar?
ResponderEliminarEs activarse psíquicamente. En el caso citado, la activación es por compensación. Como aquel que lucha todo el día como un guerrero (Ares) y se activa el eros (Afrodita)al llegar a casa. O aquel comercial que estuvo siempre correcto haciendo uso de su persona (máscara) y se se activa en la taberna, la sombra, para cagarse en todos los muertos de clientes y jefes.
ResponderEliminarTaliesin es un genio!!!, menos mal que es nuestro, y lo digo porque siempre comparte sus ideas elevadas con nosotros...
ResponderEliminarhoy por la mañana trabajaba en linea con mi oficina y el mundo, mirando de cerca todo a traves de 6 ordenadores que monte en casa para suplir cuando no voy a la office, luego vino mi hija Iria y me dijo con cara seria, mirando los graficos y las alarmas que suenan, cuando los valores suben o bajan : Dijo: Mami, yo cuando sea grande, no quiero hacer lo que tu haces, le dije : Por que?, me dijo: yo quiero tocar la cucaracha con un clarinete ( me rei ), ella seguia seria y me dice: Por que te ries?, le digo, porque me hace gracia lo de la cucaracha, me responde : me hace gracia tu trabajo.
Me rei muchisimo...
Y de asombro el palabro. GALEITA
Rociolat,
ResponderEliminarHas conseguido ponerme colorado!
Muchas gracias por sentirme "de los nuestros". Yo también me siento así. Sino no me atrevería a decir las cosas que escribo aquí.
Lo de la cucaracha si que es una genialidad!
Un abrazo.
Ahora se trata de enlazar post, al menos en los comentarios. Al ver estos dos últimos me ha venido a la cabeza el de moli y sus PIROPOS....
ResponderEliminarFeliz día a todos!
Genial lo de la cucaracha, sí.
ResponderEliminarTaliesín, entonces, a ver si te he entendido: ¿hay que aceptar a nuestro niño interior?, ¿dejarle sitio, para así no buscarlo desesperadamente en nuestros hijos?
¿Y esa aceptación, en qué se distingue de una vuelta a la infancia? ¿Cómo se conjuga con la madurez?
Buenos días.
Aceptar al niño es asentarnos en nuestra vida corporal y sus procesos: las sensaciones sentidas, las emociones, los estados de ánimo .. . y desde ellas, las simbolizaciones que se configuran en nuestro campo de conciencia, nocturnas y diurnas.
ResponderEliminarLo que nos diferencia de los niños es que nosotros podemos dar sentido (motivación y dirección) a todo ese mundo primario que nos constituye desde el incosciente, para vitalizar nuestros proyectos.
Los niños no lo pueden hacer hasta que desarrollen las operaciones superiores. Por eso lo que más agradecen en los padres, es que sintonicen con sus procesos primarios y les den sentido, sin frustrarlos.
Creo que conoces este vídeo. Puede dar un aroma de lo hablado.
http://www.youtube.com/watch?v=lDkw5cYxvf4
No lo conocía. Lo he visto, pero me temo que no he entendido muy bien qué quiere decir.
ResponderEliminarPor eso lo que más agradecen en los padres, es que sintonicen con sus procesos primarios y les den sentido, sin frustrarlos.
¿A qué te refieres exactamente?
Supongamos que un niño tiene un reiterado miedo nocturno a que venga una bruja que va a comérselo. No sintonizamos con el niño si lo que le decimos es que no existen las brujas y que no va a pasar nada. Y si lo haremos si hablamos con su fantasía y nos vamos haciendo una idea de que aspecto de la realidad del niño se ha vuelto amenazador. Nuestra conciencia del problema y los ajustes en la relación del niño con la realidad serán determinantes.Y como colofón de ese proceso podemos organizar la caza de la bruja y quemar una de trapo, cuidando todos los detalles del ritual y su impacto emocional.
ResponderEliminarAh, perfecto.
ResponderEliminarNo sé si el último detalle chamanista se me haría demasiado cuesta arriba, pero lo demás me parece muy bien.
Gracias.
Siiiii, y yo puedo decir que funciona.
ResponderEliminarHace tiempo mi hijo mayor decía que tenía miedo a la oscuridad porque había monstruos... Yo le hice dibujar esos monstruos en papel y luego los quemamos. Y los monstruos desaparecieron.
Pero, no he conseguido que deje de querer dormir conmigo de vez en cuando, volviendo al miedo a la oscuridad (pero ahora creo que es como el dolor de barriga que aparece justo a la hora de comer según que cosas).
El detalle chamanista es el que va a facilitar al niño a pasar a otra cosa y cerrar ese capítulo.
ResponderEliminarColorín, colorado!
Vamos a acabar dando (y aceptando, que es peor) remedios contra el mal de ojo, Taliesín.
ResponderEliminarEstá bien... Si, al fin y al cabo, algo no muy diferente proponía Cunqueiro en "Escola de menciñeiros", si no me equivoco.
1730, a lo mejor hay algo de eso.
Sobre el vídeo
ResponderEliminar¿No ves la diferencia de que Ann se presente, por ejemplo a una cita amorosa, con una taquicardia o con una sensación de amplitud y libertad para poder galopar?
Sí.
ResponderEliminarSalvo que a mitad de cita perezca de un infarto, mientras se pregunta si los caballos no se habrán desbocado un poquito.
:DDD
En serio: ¿la cuestión ahí es explicarse a uno mismo qué le sucede, tomárselo de otra forma para quitarle la carga negativa o trabajar con una sensación o un sentimiento para superarlo? Confieso que me he perdido un poco.
Siempre ha sido difícil el entendimiento de los sioux con el séptimo de caballería. Claro, yo te hablo de caballos en la pradera y tú ... tú, de la quinta enmienda.
ResponderEliminarA ver como lo resolvemos.
Jau.
Jo, es verdad.
ResponderEliminarY yo, por mucho que me empeñe, siempre soy el 7º.
Por certo, ¿infarto?
ResponderEliminarMeigas fóra!
Porto,
ResponderEliminarLo que vemos en el vídeo es el desarrollo de una forma de pensar diferente al pensamiento racional, habitual en los adultos contemporáneos y occidentales. Podemos intentar traducir el primero al segundo, mediante explicaciones, pero eso nos haría perder gran parte de su valor.
Si hacemos del pensamiento primario un objeto de conocimiento, el poder transformador de aquel sobre el sujeto, se esfuma, pues éste radica en su posibilidad de llevarnos de una situación existencial (de relación con el mundo) a otra distinta.
Podemos decirle a Ann: tus palpitaciones en el corazón se han formado por la retención de libido en esa zona como consecuencia de una actitud retraída del mundo y dependiente del parecer de otras personas. Pero ese conocimiento resulta de poca ayuda!
La pregunta inmediata de Ann sería: ¿y que puedo hacer?
Y la nuestra solo podría ser un consejo: trata de ser más independiente y abrirte al mundo. Pero ese consejo ya alimenta su dependencia, en este caso, del que le aconseja.
En cambio si nos dedicamos a hacer muy vívidas las imágenes y las emociones en Ann, éstas, por si mismas, ya le van a conducir a una nueva situación existencial, más abierta y decidida.
De lo que se trata es de (re)aprender ese lenguaje, que no es nuevo sino antiguo: el de los niños y el de todos los pueblos que nos precedieron durante miles y miles de años. Llevamos poco más de 200 años de pensamiento racional y ya se nos ha subido a la cabeza, convirtiéndonos en unilaterales, con derecho de juzgar todos los demás pensamientos que no encajan en nuestra racionalidad, que por cierto, ha puesto patas para arriba al planeta, creado un desastre ecológico y un clima de miseria moral (consumismo).
No se trata de renunciar al pensamiento racional, sino de que esté enraizado en el primario, en el cuerpo (la naturaleza), para hacernos auténticos. Un pensamiento racional divorciado del cuerpo crea un mundo de abstracciones sin vida ni sentido.
Lo de que el pensamiento racional se nos ha subido a la cabeza es genial.
ResponderEliminarYo soy un vivo ejemplo de eso que dices, porque necesito explicaciones (racionales, se entiende).
Pero sigo intentándolo. Y esto parece que me permite entrever otros planteamientos.
Un abrazo.
Sr. Portorosa, me ha gustado mucho su entrada. Este tema de las relaciones pintorescas actuales entre padres e hijos me encanta. Quizás sea porque soy muy observadora y porque me acuerdo mucho de mi niñez; por tanto, me es inevitable comparar constantemente lo que veo a mi alrededor con cómo hubiera sido cuando yo era una padawan. Y en su entrada me da unos cuantos datos muy interesantes a los que yo no puedo llegar, pues no soy mamá. Desgraciadamente, mi entorno habitual plagado de papis/mamis me son completamente inútiles, pues sólo se limitan a 2 cosas conmigo:
ResponderEliminar1) Decirme que yo no tengo ni puta idea de lo que digo/veo porque no soy madre y que hasta que no engendre no podré entender nada. Mi experiencia de "hija" tampoco vale.
2) No darme ningún dato útil sobre su comportamiento (habitualmente temerario) con sus "creaciones" de monstruos en ciernes, o sea sus hijos. Aunque tenga que tragarme cada 3 meses sus compras de unas zapatillas de marca nuevas, con todo lujo de detalles de precio, calidad, filigrana y modas del momento, claro. Los únicos datos que me dan se basan en lo cojonudos que son como padres y en que sus hijos son superdotados. Que digo yo que vaya plaga de superdotados que tenemos p'al futuro, cawen la mar.
En resumen, que reitero mi agradecimiento por añadir cosas desconocidas para mí. En esta ocasión, sí provienen de la experiencia de ser padre (¡por fin!)
Perdone la extensión, pero ya le avisé de que me encanta este rollo.
Bienvenida, Señorita Mara. Me honra usted con su visita.
ResponderEliminarYo creo que, para hablar de la paternidad, ser padre o no es un dato relevante, y que ayuda, como ayuda ser taxista para hablar del taxi o agricultor pata hacerlo de las cosechas. Y aun diría que es cierto que hay cosas que mientras no se es padre no se pueden entender; pero en mi opinión están todas relacionadas con los sentimientos que despiertan los propios hijos (y para eso, se trata de MIS sentimientos por MIS hijos, porque de los demás poco sé yo también).
Pero, una vez dicho eso, me parece evidente que, de este como de cualquier otro tema, las opiniones de unos y otros dependerán de sus respectivas cabezas aptitudes y actitudes: hay personas lo suficientemente inteligentes y observadoras para llegar a conclusiones lúcidas, aunque no tengan hijos, y padres tan melones que ya pueden tener ochocientos que seguirán sin ver lo que tienen delante de sus narices. Y entre ambos extremos, casos de todo tipo, claro.
Vamos, que casi todos hemos querido callar alguna boca con el "Tú qué sabrás, si no tienes hijos", pero lo cierto es que pocas veces está justificada.
Un beso.
Ay, y muchas gracias.
No hay de qué, faltaría más :D
ResponderEliminarLe pido disculpas si mi primera intervención en su blog ha podido parecer algo agresiva (he aquí un claro intento de lavado de imagen porque me gustaría pasarme por aquí más a menudo)
Vuelva, vuelva usted. Será un placer.
ResponderEliminarSíndrome del emperador
ResponderEliminarhttp://www.lavozdegalicia.es/sociedad/2011/10/14/0003_201110G14P33991.htm
Pues sí.
ResponderEliminarY no hay emperador sin súbditos.
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ResponderEliminarMmm... Gracias, 1730, ¿pero por qué dejas tu comentario aquí? :)
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