Con la comida no se juega
O no se debería.
Pero se hace.
A lo mejor ustedes, como yo hasta hace apenas un par de semanas, tampoco sabían de esta aberración: resulta que, además de por la sequía (agravada por los efectos del cambio climático), los conflictos bélicos, el absoluto desgobierno y el consiguiente caos organizativo (causas todas ellas ciertas), y en mayor medida si cabe que por ellas, la actual hambruna del Cuerno de África, como otras pasadas y futuras, está provocada por la especulación pura y dura con los precios de los alimentos.
"Efectos colaterales no deseados del mercado", lo consideran.
Por favor, lean este artículo, publicado originalmente en Der Spiegel: El hambre cotiza en bolsa.
Creo que cada vez es más evidente que el cambio necesario es de objetivos, de prioridades, de metas admisibles. Y que mientras, mientras no cambiamos de juego, alguien tiene que poner y hacer cumplir unas reglas aceptables.
Ese alguien son los políticos. Y los políticos harán lo que nosotros les hagamos hacer.
Buenísimo el artículo. Me quedo sobre todo con la última reflexión, "Los inversores, por su parte, no consideran parte de su tarea producir alimentos a precios asequibles. Su trabajo es convertir mucho dinero en mucho más dinero".
ResponderEliminarYo la verdad no entiendo casi nada o nada de como funciona la bolsa, pero lo que creo es que la mayoría de esos paises donde se sufre tanta hambruna son precisamente paises ricos en materias primas, pero que por desgracia no tienen los medios para explotarlo y por contra es el resto del mundo el que les explota a ellos (una peli: Diamante de Sangre, 2006).
Y seguiremos así, mientrás no nos demos cuenta de que todo ese afán de acaparar más y más, hace que haya personas que se están enriqueciendo escandalosamente, mientras en el otro extremo mueren niños que no saben nada de especulaciones, ni de inversiones, ni fluctuaciones de los valores de mercado.
otra visión del tema. Para que luego digan algunos que me limito a la base económica de los asuntos.
ResponderEliminarhttp://blackagendareport.com/content/world%E2%80%99s-worst-humanitarian-crisis-somalia-us-sends-marines-and-more-drones
y anexo
Los alimentos de primera necesidad alcanzan precios récord:
Negociando con la muerte
Los precios de los alimentos básicos se han disparado en Somalia. El sorgo, principal cereal de la dieta local, cuesta hoy un 240% más que hace un año, y lo mismo sucede con el maíz, que está un 150% más caro. Hace un año, un granjero somalí podía comprar con una cabra 300 kilos de grano, ahora, sólo le sirve para conseguir 50.
En el último año la producción ha subido un 3,3% y el consumo sólo un 1,4%; sin embargo, el precio de los cereales escaló un 80%.
¿Por qué se ha disparado entonces el precio de los alimentos?
"La solución, como en los crímenes, hay que buscarla en el beneficiario; en el gran capital norteamericano que ha encontrado en el comercio de los alimentos un lugar seguro y muy rentable.
En contra de lo que podría pensarse, el precio de los alimentos no se fija en los países productores, sino en las principales Bolsas mundiales, allí es donde se trafica con las cosechas. En la más importante, la Chicago Board of Trade, se fijan los precios del trigo, maíz, azúcar o sorgo.
A través de los “contratos de futuro”, grandes bancos y fondos de inversión se hacen, por adelantado, con los derechos de las cosechas que van a producirse y pueden manipular los precios.
En la citada bolsa de Chicago, un solo fondo de inversión adquirió el 15% de la producción mundial de cacao del próximo año, para después revenderla a un precio mayor. Así ocurre con cada uno de los alimentos básicos; sobre ellos se ha levantado una gigantesca ingeniería financiera que, al ritmo que sube sus precios, extiende las hambrunas y multiplica los beneficios de los grandes capitales, especialmente el norteamericano.
Grandes bancos de EEUU como Goldman Sachs o Morgan Stanley, junto al británico Barclays, encabezan la lista de los que más dinero han ganado jugando con el precio de los alimentos. Sólo Goldman Sachs ganó con esta práctica, más de 1.100 millones de euros en 2009. Así, el montante de los fondos de inversión alimentarios se ha multiplicado por 20 en sólo 5 años, pasando de 13.000 millones de dólares en 2.003 a 260.000 millones en 2.008.
La afluencia de capitales a este negocio está provocando que los alimentos de primera necesidad, alcancen precios récord, tal y como advierte la FAO, la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la ONU. De conjunto, se han encarecido en un solo año un 40%. Pero muchos productos básicos lo han sobrepasado: el trigo es un 80% más caro que hace un año, el maíz un 74%, azúcar, aceites y grasas han duplicado su precio.
Las consecuencias: aumento en 44 millones al año del número de personas que sufren daños permanentes provocados por la malnutrición y previsiones de entre 200.000 y 400.000 muertes infantiles más cada año hasta 2015. Son entre 1,4 y 2,8 millones de niños asesinados para que Goldman Sachs o Morgan Stanley sigan amasando multimillonarios beneficios con el tráfico mundial de alimentos."
extraído de http://www.deverdaddigital.com/ver_articulo.php?art=11521
El dinero es como el balance de materia+energía, ni se crea ni desaparece... solo cambia de bolsillos. En eso consisten las crisis. También las humanitarias.
Muy buen artículo. Nos deja la conciencia muy tranquila a todos, pues nosotros no somos responsables de la hambruna de los demás.
ResponderEliminarNos quedamos sentados delante del ordenador condenando a los especuladores, capitalismo americano y a los políticos. Ellos son los culpables. Nosotros no tenemos nada que ver.
En un informe reciente se decía que si todos los seres humanos de nuestro planeta consumieran igual que los españoles, harían falta tres o cuatro planetas Tierra para satisfacer el consumo.
Nosotros, tú, yo y aquel que está sentado delante del ordenador indignado con esta noticia, también somos responsables de esta desigualdad, enormemente responsables por nuestra comodidad, nuestro consumismo. Somos nosotros los que con nuestra actitud de consumo desaforado alimentamos a los tiburones de Wall Street.
Si quitamos la paja, vemos que el germen está en el egoísmo mismo del ser humano, el individualismo excesivo que impera como valor a proteger en Occidente: yo, mi, me, conmigo y mis circunstancias. Yo solo hago negocios, no pienso en las repercusiones al resto.
ResponderEliminarLa inversión especulativa no busca generar más riqueza que la propia a costa de los demás (para que suban mis valores han de bajar mis competidores).
Cuando recuperemos la conciencia y la solidaridad humanas empezaremos a salir de esta crisis. Y no nos engañemos: el 15-M surge porque como me tocan lo mío, me uno a otros para que me devuelvan lo mío (los otros).
Saludos desde la irónica y descorazonadora realidad.
yo no me siento culpable del hambre en el mundo. Ni creo que tenga el mismo poder que Botin, o Angeka Merkel. Y también creo que al 90% de la gente de occidente le toca mucho más de lo que recibe del otro 10%.
ResponderEliminarla huella ecológica (la superficie que necesitamos para vivir con nuestro estilo de vida: alimento, energía, tratamiento de residuos...) es un concepto muy interesante, pero tiene muy poco que ver con el hambre. Nuestra huella ecológica tiene mucho más que ver con nuestra dieta (más o menos productos de origen animal y/o remoto, con modo de transporte habitual, con la cantidad y calidad (+ o - renovable) de la energía utilizada en acondicionar la vivienda y el lugar de trabajo.
Alguien que haga la mayor parte de sus desplazamientos a pie o en bici, tenga una huerta que complemente los productos fundamentalmente vegetales que compre en el mercado local, y una vivienda bien acondicionada térmicamente sólo será responsable de consumir lo que le corresponde como habitante del planeta.
Claro que también hay un estudio de Intermon-Oxfam que concluye que con las tecnologías existentes y las tierras productivas y recursos hídricos existentes el planeta podría alimentar razonablemente a 50.000 millones de seres humanos.
Entre una solución y otra hay muchas posturas intermedias. Pero ninguna que defienda que el 100% de la población del primer y segundo mundo es responsable de los problemas del tercer mundo.
Lo primero sería, digo yo, identificar al responsable y después actuar.
Por cierto, los tiburones de Wall Street se alimentan del saqueo de nuestras condiciones de vida, no de que las mejoremos consumiendo.
No estoy de acuerdo, Juan:
ResponderEliminarEl articulo no deja tranquila la conciencia, ni mucho menos. A mí desde luego me desasosiega.
Tenemos responsabilidad en proporción a nuestras posibilidades. Eso nos deja a todos una parte, como mínimo por omisión. Pero desde luego los hay mucho, muchísimo más responsables que otros. Y los hay culpables, en el sentido literal.
Al parecer, poco tienen que ver nuestros caprichosos y excesivos apetitos con esto. Con esto en concreto, donde los protagonistas ni se acuerdan de que allá al final hay comida. Desde luego que distorsionamos los mercados mundiales, desde luego que es casi todo una locura; pero esto es otro nivel, otro nivel de irresponsabilidad, de falta de escrúpulos. Y para lograr esos beneficios que cita Morelli.
Irónico, el 15-M no busca solucionar el hambre en el mundo. Busca mejorar nuestra democracia. Eso podría tener además consecuencias muy deseables a otro nivel, pero de momento se trata de una pretensión que solo puede surgir en países que han dejado atrás problemas más urgentes, aunque vengan a continuar la evolución deseable.
Buenas noches a los cuatro.
En una economía global tan entrelazada, no se puede hablar de alimentos por una parte, energía por otra, materias primas minerales por otra, etc. Todo forma parte del mismo sistema.
ResponderEliminarLos especuladores no especulan con su dinero, sino con el dinero de millones y millones de personas que tienen fondo de pensiones, ahorritos varios, fondos de inversión y, todos estos pequeños ahorradores, de lo único que quieren saber es de beneficio. Si un fondo de inversión "honesto y justo" no le da los suficientes beneficios se cambiarán a otro que sí se los proporcione.
Nosotros vivimos muy bien porque pagamos muy mal las materias de países pobres y les cobramos ingentes cantidades de dinero por los "servicios" que les prestamos. Sólo así se puede comprender que un trabajador español, trabajando mucho menos y en tareas menos pesadas que un ruandés, gane infinitamente más. Nuestra riqueza se basa en la pobreza de miles de millones de personas. Y es esa pobreza, con la que directa o indirectamente colaboramos todos, la que realmente les impide acceder a los alimentos. Si pagáramos precios justos, nosotros viviríamos algo peor, pero ellos saldrían de la pobreza.
También es una cuestión de enfoque. Para mí lo más importante no es pensar lo que los demás tienen que hacer para que el mundo sea más justo. Eso es fácil. Creo más importante hallar nuestra propia responsabilidad en las injusticias y actuar en consecuencia. Y son muchas las cosas que podemos hacer y, si las hacemos cientos de millones de personas del primer mundo, realmente el hambre, a pesar de especuladores, sequías, o el Niño, no habrían hambrunas.
Sin ir más lejos, a lo largo de la historia de la Humanidad, no han habido especuladores de alimentos a gran escala, como los hay ahora, pero el hambre siempre ha existido, incluso en proporciones mayores que las actuales. Ellos tienen su responsabilidad, seguro, pero nuestro egoísmo tiene infinitamente más culpa
Juan, completamente de acuerdo en que podemos hacer muchas cosas.
ResponderEliminarImaginemos que hacemos lo que depende de nosostros individualmente.
Nuestra responsabilidad individual sobre el tema, tal y como tú la entiendes, se resuelve haciéndonos socios de una cooperativa de consumo responsable, que pague correctamente los productos que vengan del tercer mundo (y del segundo),y que haga viable la agricultura ecológica en tu entorno territorial. También tendríamos que poner nuestros ahorros en un banco que financiase proyectos de desarrollo, productivos, que no especule con nuestros ahorros, en una palabra. Vamos en bici al trabajo ...cambiamos nuestra dieta...
Hasta ahí habríamos resuelto nuestro egoismo...
Y seguiríamos viendo que sigue habiendo hambre en el mundo, en igual proporción, más o menos.
Nos sentiríamos mucho mejor, pero ¿Cuantos millones de personas en España pueden pagar un precio justo por un kilo de té o café? ¿Y en Rumanía? ¿y por un litro de leche?
Claro que todo está relacionado y globalizado (desde hace mucho tiempo). Pero no siempre en el mismo sentido, sino en muchas ocasiones en sentido contradictorio, de modo que tenemos que optar por una cosa o otra. Resolver el hambre en el mundo, por ejemplo es contradictorio con luchar contra el cambio climático. Primero porque limita el desarrollo de los países del tercer mundo, y segundo porque, partiendo de que los recursos son limitados, con lo que se emplea en cumplir el protocolo de Kyoto se evitarían más de 200 millones de muertes debidas al hambre en un siglo.
Por cierto, el hambre ha existido siempre, al menos en los últimos 500 años. Antes, en vez de globalización había colonialismo, exclavismo y expropiación de los recursos. Ahora hay capitalismo monopolista y mercado especulativo.
Supongo que las comunidades indígenas de la Amazonia, si no fuese por las alteraciones que las lógicas capitalistas provocan en la selva, viviría como Dios.
Otra cosa, Juan.
ResponderEliminarCuando hablas de riqueza, de qué riqueza hablas.
Yo, al menos, no me considero rico.
Ni veo muchos ricos a mi alrededor, ni gente que "viva o haya vivido por encima de sus posibilidades", como cacarean muchos políticos.
Quizás por eso tampoco me considero responsable. Ni siquiera delante del ordenador.
Cuando hablo de riqueza no me refiero al millonario de turno, que de esos efectivamente hay pocos. Me refiero a consumir muchos más recursos de los que nos corresponderían, en buena lid, en un reparto justo de la riqueza global. Un mileurista en España es inmensamente rico en comparación con un somalí medio, una familia standard de Bangla Desh o de Ruanda. Pero un mileurista español no trabaja más ni en condiciones más penosas que un trabajador de Togo.
ResponderEliminarHaciendo lo que depende de nosotros, y tú has hecho una magnífica lista, no sé si dejaría de existir hambre, pero se paliaría de una forma brutal. Y no que lo hagas tú, yo y otros mil más. Cuando fuéramos cientos de millones, los especuladores irían a otros terrenos más fértiles y la conciencia social que eso generaría impulsaría a los políticos (que casi siempre van a la zaga y no, como deberían, en vanguardia) a un mejor control de la justicia mundial.
¿Cuántos españoles pueden pagar un precio justo por la leche o el pan?. Millones. Creo recordar que gastamos algo así como un 15% de nuestros ingresos en alimentos (es una media, unos más y otros menos). En mi infancia se destinaba más del 50% a la alimentación. ¿Dónde se va el 85% del resto de nuestros ingresos?. En comprar casas de 300.000 euros, que se pagan a ese precio, no por el coste real de construcción, sino porque hay liquidez en el mercado y mucha gente puede pagar estos precios por casas cuya construcción no pasa de los 70.000 euros (con sueldos justos de los obreros). El resto es especulación de terrenos y sólo hay especulación cuando hay liquidez. Y hay liquidez porque hay un 85% de excedente tras comprar alimentos. No sé si me explico.
En el momento en que comencemos a pagar precios justos por las materias primas que, literalmente, saqueamos del tercer mundo, no nos sobraría el 85% del sueldo para otros gastos. Volvería a sobrarnos, como mucho, un 50%. Al no poder comprar casas tan caras, éstas bajarían, al no poder comprar coches, estos se harían más baratos, al no poder utilizar coches, el petróleo registraría récords de bajadas. El ordenador no se cambiaría cada 3-4 años. No habrían 3 televisiones de media en las casas, ni los niños tendrían cientos de juguetes y consolas (tendrían que volver a jugar en la calle con otros niños). Tendríamos, en suma, un nivel de vida inferior que no conllevaría en absoluto una peor calidad de vida.
Hay que deslindarlo que es frugalidad frente a lo que es miseria.
ResponderEliminarEl concepto occidental de riqueza y desarrollo, llevan a una situación de consumo insostenible. El bienestar es un concepto que se mide según unos criterios puramente económicos y de seguridad. Pero este no es mi concepto de bienestar, al menos no el más importante.
Africa es una pulga económica (sólo supone el 2% del PIB mundial) y sin embargo genera una riqueza no tangible ni medible: felicidad, sobre todo en los entornos menos contaminados por los valores económicos occidentales.
Para alcanzar el supuesto bienestar, cada vez exigimos/nos exigimos más posesiones que, sin ser necesarias, las convertimos en imprescindibles. Ya no es suficiente con un plato de lentejas, un techo donde cobijarse y algunas prendas con las que cubrirse. Nuestra sociedad consumista califica de miseria y vida poco digna cuando se tienen cubiertas estas necesidades y no se tiene para nada más.
Parece que no tener coche, vacaciones en la playa, TV, radio, lavadora, secadora, frigorífico, fines de semana en la sierra, Play station, cientos de juguetes para los niños, cocina completa y un larguísimo etc, es ser pobre. El que no los puede tener, efectivamente considera que su vida es mísera y le acarrea infelicidad. Así se llega a la conclusión capitalista que la felicidad está directamente relacionada con las posesiones.
A todos se nos llena la boca diciendo que la felicidad no está en el dinero, pero nuestros hechos nos desmienten. La mayor parte de nuestro tiempo y esfuerzo va dirigido a conseguir dinero para tener posesiones.
Y es una rueda inacabable porque, cuanto más tenemos, más deseamos y más esfuerzo y horas de trabajo tenemos que dedicar para seguir satisfaciendo el hambre consumista.
Todavía existen colectivos que viven frugalmente, cuidando sus cosechas o sus animales, que les dan lo imprescindible para sobrevivir en lo económico, pero vivir, y muy bien, en lo social. Comunidades en que las relaciones interpersonales, las horas de pesca en un río, las charlas nocturnas con la familia, las fiestas pueblerinas, el manejo del tiempo y el trabajo duro son ingredientes que confieren una vida pobre, según cánones occidentales, pero digna, humana y relativamente feliz. Quizás no ideal, pero sí plena. Tienen riqueza relacional.
Cuando a estos colectivos llega el desarrollismo, aumentan en algo las posesiones pero aparece la miseria. ¿Cuantos indígenas que vivían con una aceptable calidad de vida en sus tribus dan el salto a la capital y malviven y desesperan en los suburbios, eso sí, con una radio, una televisión y un coche destartalado?.
Mientras, en Occidente, dependemos de que el PIB crezca año tras año y, con cada crecimiento, insostenible a todas luces, supuestamente mejoramos nuestro nivel de vida tanto como empeoramos nuestra calidad de vida y devastamos el entorno. Y cuando el PIB no crece, es un desastre total y la infelicidad se hace aún mayor de la habitual.
Como dice Serge Latouche “el proyecto de una sociedad del decrecimiento es radicalmente diferente del crecimiento negativo, es decir, al que conocemos en la actualidad. El primero es comparable a una cura de adelgazamiento realizada voluntariamente para mejorar nuestro bienestar personal cuando el hiperconsumismo nos amenaza con la obesidad. El segundo es más parecido a que nos pongan a régimen forzado, hasta el punto de matarnos de hambre: no hay nada peor que una sociedad del crecimiento sin crecimiento. Se sabe perfectamente que una simple desaceleración del crecimiento hunde a nuestras sociedades en el desconcierto, el paro, la ampliación de las diferencias entre ricos y pobres, la reducción de la capacidad de compra de los más necesitados y el abandono de los programas sociales, sanitarios, educativos, culturales y ambientales que aseguran un mínimo de calidad de vida.”
ResponderEliminarPero cada individuo está muy ligado a los engranajes del sistema. Retirarse del mismo es casi imposible.
No tengo respuestas. Os dejo estas consideraciones que me plantean dudas. No sé qué pasaría si empezáramos a romper círculos y cadenas y optáramos por esta sociedad del decrecimiento. La frugalidad puede no ser miseria sino una de nuestras mayores riquezas. Es más rico el que menos necesita. Quizás, más tarde o temprano, no tengamos más remedio que hacerlo. De momento, vivimos muy cómodos pero ¿por cuánto tiempo más?.
Perdonadme por el trocho
ResponderEliminarlo que dices es muy coherente y muy claro. Pero no aguanta la confrontación con la realidad.
ResponderEliminarme refiero a que la historia no tiene marcha atrás. Y muchos avances tecnológicos, que encierran grandes posibilidades para el desarrollo de la especie humana (médicos, culturales, científicos: volar, por ejemplo) no se pueden, simplemente, desinventar. Yo no me considero una persona consumista, más bien todo lo contrario, pero me encantaría tener acceso a los medios médicos suficientes para si sufro un cancer, por ejemplo, prolongar mi vida otros 20 años. Eso en África no existe.
Ahora, una cosa es cierta: la asistencia sanitaria universal no implica destruir el planeta, ni especular con la salud de la gente... hay otras maneras de organizarlo.
Ante la teoría del decrecimiento hay una respuesta que a mí me gusta más: "mejor con menos"
un saludo
Y tienes razón en que más nos vale, incluso desde el punto de vista egoista, que nos vayamos acostumbrando a vivir con menos.
ResponderEliminarUn dicho se me viene a la cabeza:
"a la fuerza ahorcan"
Que crezca el PIB no implica que crezca nuestro nivel de vida, ni nuestra riqueza, ni nuestro salario, ni nuestro poder adquisitivo, ni siquiera eso, ni mucho menos.
ResponderEliminarEso es lo que nos quieren hacer creer.
Si el reparto de la riqueza española fuese el mismo que al principio de los años 80, ahora el salario medio de un trabajador sería casi como el alemán, de 2.000 euros al mes.
Pero claro, es la mitad. Eso nos han robado en 30 años.
Los avances tecnológicos no están reñidos con la frugalidad. Las patentes abusivas de esos avances sí.
ResponderEliminarEn el terreno de la salud, que pones como ejemplo, es aún menos incompatible y perfectamente sostenible. El precio de los nuevos medicamentos es excesivo a todas luces. ¿Porqué?. Porque hemos dejado que sean las multinacionales las que investiguen y, por consiguiente, les hemos dado el poder para poner los precios.
Sin embargo, los ensayos clínicos de esas moléculas se hacen en ¡¡¡HOSPITALES PUBLICOS¡¡¡. Las compañías farmacéuticas pagan muy bien a los hospitales por hacer esos ensayos, pero cuando sale el producto al mercado, lo recuperan multiplicado por 100.
¿Hay algún motivo por el que los hospitales públicos de Europa no sean los que patrocinen sus propios ensayos clínicos y así, cuando consigan un buen fármaco no tener que pagar patentes?. No. Sólo falta la voluntad política para hacerlos.
Tenemos los medios, el personal y el conocimiento.....¡¡¡y los alquilamos a las farmacéuticas¡¡¡.
No me enrollo más que me está dando vergüenza esta invasión de un blog tan querido.
de acuerdo al 100%.
ResponderEliminarPero para cambiar la política sanitaria, la investigación pública... no es suficiente con actitudes individuales, con dejar de consumir tanto. Hace falta que las políticas estén en función de los intereses de la mayoría.
Ya lo leí.
ResponderEliminarLa responsabilidad ese NUESTRA: las calles están para llenarlas exigiendo a nuestros políticos un cambio de rumbo absoluto. Y desde luego votar a la "contra" de quienes no queremos que estén: no hay otro modo de deslegitimarlos en el poder. Aparte de la calle.
El cambio climático, no lo olvidemos, tiene mucho que ver con eso. Y las guerras están promovidas desde nuestro Pequeño Mundo.
Y las armas, que yo sepa, no las fabrican en Zambia.
Allí donde no existe la visión, la gente peligra.
ResponderEliminarProverbios 29:18
Sirwood
Estás en tu casa, Juan. Lo estáis.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo prácticamente con todo, matiz arriba, matiz abajo.
Lo que no acabo de entender es tu crítica al artículo, Juan, y la extraña visión del problema que creo ver en ella.
A mí me parece innegable, repito, que hay diferentes niveles de responsabilidad. De hecho, creo que la mayoría de nuestros conciudadanos, aun siendo causantes de la situación, no son responsables, pues se puede decir que son completamente inconscientes; y que además están convencidos de que esto funciona al margen de ellos, que ellos no pintan nada (y no les falta parte de razón).
Creo que hay causantes "pasivos", que hay quien se entera pero mira para otro lado, quien tiene mucha responsabilidad (por acción o por omisión), y quien es culpable. Y que no todos son lo mismo.
La acción individual, además de consistir en tantas cosas que habéis dicho, consiste en informarse, criticar/denunciar y actuar/exigir. Si te fijas, Juan, acabo el post diciendo que a los políticos los obligaremos nosotros: la política es el terreno donde se debe librar esta batalla; o al menos es sin duda el principal y más decisivo, literalmente.
La calle de la que habla NáN es también la prensa, la educación, nuestras conversaciones, nuestros hijos y, desde luego, internet. Este artículo es útil: informa y denuncia, y da argumentos para exigir cambios. No es un lavaconciencias, sino parte de lo que se debe hacer. Creo yo.
Por supuesto que una toma de conciencia general es necesaria, y que nos toca a todos. Pues bien, opinar sobre cosas así no es otra cosa que concienciar(se).
Deberíamos dar esos pequeños pasos de los que habláis, qué duda cabe. Pero bueno, no hay que perder de vista su magnitud relativa, o incluso su lentitud, pues podemos acabar ahorrando en el chocolate del loro, mientras quienes toman decisiones cruciales y con consecuencias superlativas se descojonan, viendo cómo vamos con nuestra bolsa reciclable al súper. Por eso, llevemos la bolsa, pero miremos a los grandes temas.
Necesitamos saber y necesitamos poder decidir. Lo primero depende de muchas cosas; para lo segundo, necesitamos política de verdad.
Ah, muchas gracias por el interesante debate.
ResponderEliminarBuenas noches.
Desde luego que deberían de ser nuestros representantes politicos los que comiencen a tomar conciencia y a poner soluciones, para conseguir un mundo más equitativo en todos los aspectos.
ResponderEliminarPero sinceramente una vez visto, o escuchado, la reciente publicación de sus patrimonios y liquidez de sus cuentas, no sé hasta que punto representan a la realidad actual, de este pais por lo menos....
Desde luego, yo cada vez estoy más convencida de que tal vez los valores políticos también cotizan en bolsa a la par que la hambruna mundial.
Quizás no me he explicado bien con respecto al artículo. Es magnífico, trabajado y totalmente creíble. El único pero es que da una importancia excesiva a los especuladores y no habla para nada de la responsabilidad de todos en que esos especuladores existan.
ResponderEliminarEl verdadero problema del artículo, a mi juicio, no es de quien lo escribe, sino posiblemente de quien lo lea. Muchos, no todos, lavarán sus conciencias pensando que ellos no tienen ninguna responsabilidad y que la culpa, como casi siempre, es de los demás.
No dudo que los especuladores son culpables, pero los demás somos responsables, por activa o por pasiva. Somos algo así como esa figura jurídica "colaborador necesario" que, sin ser el que comete la tropelía, es un actor indispensable para que el criminal la cometa.
A los políticos hay que obligarlos, cierto, pero hay un concepto, para mí fundamental, que es la responsabilidad individual. Que cada uno haga lo que está en su mano hacer, que es mucho más de lo que realmente hacemos. Que seamos actores activos y no sólo, aunque también necesario, denunciantes de lo que hagan mal otros. Empezar a pensar en qué puedo hacer por los demás y no tanto en lo que los demás deben hacer.
Percibo en nuestra sociedad que, de la crítica necesaria, se ha pasado a la queja y a señalar el mal ajeno sin querer ver lo poco que nosotros hacemos o damos. Y esto lleva a una dependencia cada vez mayor de lo que hagan otros.
Prefiero investigar a que investiguen otros, prefiero crear trabajo a buscarlo, prefiero entrar en política que criticar a los políticos, prefiero vivir de acuerdo con mi sueldo que entramparme con los bancos y depender de ellos, prefiero educar amis hijos a que me los eduquen en el colegio. Actuando, ganamos en independencia.
Vale.
ResponderEliminarDe acuerdo con cuál debería ser la postura de cada uno de nosotros; cuál nuestra actitud.
Es solo que yo creo que ese actuar desde la responsabilidad incluye todo lo que aquí ha salido: lo privado y lo público, los hechos y la denuncia y la infomación, la aportación directa y la indirecta a través de la política.
Por otro lado, la verdad es que yo no veo esa tendencia a peor, en lo que a consciencia y conciencia se refiere. De hecho, creo que nunca como ahora tanta gente de había interesado por los problemas de lo demás (eso, con independencia de que sea suficiente; que no). Hablar de estas cosas, cuestionarse lo que ahora se critica (y ambas cosas son el imprescindible primer paso), era hace poco impensable.
Un abrazo.
La culpa es un sentimiento que nos informa de que nuestra relación con el mundo no es la correcta. Es un sentimiento (o emoción) moral. Tiene que ver, por lo tanto, con nuestra consciencia del mundo y de como estamos respondiendo al mismo. Para eliminar la culpa, la respuesta al mundo debe ser hábil (respons-abilidad). Es decir conducente a transformarlo.
ResponderEliminarDe nada nos va a servir el truco de intelectualizar el asunto, argumentando que no soy culpable porque no formo parte de la creación del problema o porque las soluciones que pueda aportar apenas lo van a poder modificar. Podremos aliviar la culpa en el supermercado pero no eliminarla.
Por eso propongo que dejemos a la culpa actuar en nosotros, pues es ella la que nos ha traido aquí a debatir sobre este tema y la que nos acompañará hasta que estemos dando unha respuesta correcta (hábil) al mundo.
Que podamos actuar con responsabilidad y vivir unha vida sin culpa!
Es que tú nos odias, a los intelectuales. ¡Qué te habremos hecho, ay, qué te habremos hecho!
ResponderEliminarHoy, domingo, en todo caso, tu comentario es más adecuado :-)
Mucho tiene que ver la culpa en este tema Taliesin, sin duda.
ResponderEliminarPortorosa, percibo justamente lo contrario. Cada vez nos interesan menos los problemas de los demás. A un nivel puramente filosófico, ideológico o intelectual sí. A nivel de calle, que al final es lo realmente importante no.
Antes, y yo lo he vivido de alguna manera, se vivía mucho más en comunidad, en la calle. Todos los vecinos estaban al tanto de los problemas de los demás, hacían una piña ante la desgracia de uno de los componentes del barrio o pueblo, no educaban sólo los padres, sino como en Africa, la tribu entera, conocían la vida y milagros de cada una de las personas del entorno. Había una auténtica vida en común, con todo lo positivo y negativo que tanta cercanía conllevaba.
Hoy vivimos encerrados en edificios y sólo hablamos con el vecino en el ascensor sobre meteorología. Nos preocupa enormemente lo que sucede en Haití, Libia, Somalia o la Bolsa de alimentos de Chicago, pero apenas interactuamos en nuestro entorno más cercano. Opinamos sobre como deberían los políticos cambiar las injusticias del mundo y no nos preocupamos de cambiar nuestro entorno próximo. Siempre he pensado que yo no tengo capacidad para cambiar el mundo, pero sí puedo mejorar lo que me rodea. Prefiero cuidar y mimar el árbol que me cobija que preocuparme en salvar los bosques de la Amazonia (que también es necesario). Y esto es lo que estamos olvidando y deshumanizando.
Hay demasiada gente que se preocupa por los problemas de los demás, pero globalmente, y no se preocupa de los que tiene al lado.
Ya sabes lo que tienen los conversos y los que dejan de fumar ... y sí, hoy domingo es un buen día para sacar a taliesín de paseo para ejercer su sacerdocio :)
ResponderEliminarEn todo caso, yo lo escucho (a Taliesín) y me digo: no está mal que se reflexione sobre las bases psicológicas del activismo y del pasotismo. (Y digo psicológicas y no morales, aunque lo pudiera parecer al discurrir sobre una emoción moral).
No, no está mal :-)
ResponderEliminarJuan, pues ya te digo, yo no tengo esa impresión. Y digo impresión porque de eso se trata, exclusivamente, al menos en mi caso: todo subjetivo (lo cual me alegra, porque parece que yo me siento mejor que tú :-D )..
Creo que es evidente que nuestro estilo de vida tiene grandes limitaciones y grandes tristezas. La frialdad y fugacidad de muchas relaciones es una de ellas. Pero yo creo que se trata solo de eso, de características del estilo de vida, no el resultado de nuestra forma de pensar, ni de una moral. Del mismo modo, creo que las bondades que has mencionado eran consecuencia de la forma de vida, y en su mayor parte eran claramente fruto del mutuo interés, no tanto muestras desinteresadas de generosidad. Estamos rodeados de ejemplos calamitosos, pero también de un altruismo, de un interés "desinteresado" sin muchos precedentes.
Creo.
Pero bueno, que venga un antropólogo a arrojar luz.
Buenas noches. Un placer, como siempre.
En fin, que no creo que la generosidad y conciencia de hoy en día sean meras poses. Es cierto que hoy como nunca tenemos una visión real del mundo y somos conscientes de la injusticia. Pero, en mi opinión, hay un enorme interés y generosidad. Y la mejor prueba es que el poder llegue a verse obligado a, al menos, hacer el paripé y "hacer que hace". Antes era innecesario.
ResponderEliminarBesos y abrazos, y buenas noches, ahora sí.
hace poco estuve hablando largo y tendido con una antropóloga, que había hecho su trabajo de doctorado sobre el movimiento okupa en Berlín.
ResponderEliminarLe pregunté por las razones que hacían que los principios de la vida cotidiana comunitaria se fuesen desdibujando con el tiempo y volviese el individualismo a esas comunas, si era por que la administración iba poco a poco dejando sin sentido la razón de ser de ese movimiento, cooptándolo a base de subvenciones, convenios, pactos... cuando no lo reprimía brutalmente...
La respuesta fue muy clara.
Mientras compartían tareas (actividades culturales, las obras de acondicionamiento de los edificios, la lucha contra la autoridad...) la vida comunitaria fue viable (era necesaria). En cuanto las obras remataron, la actividad cultural se institucionalizó, la represión cesó... cada uno se metió en su pisito y estandarizó su modo de vida.
Son sus relaciones con el mundo, las que definen el comportamiento de los grupos (y de los individuos) y no al revés. Pero los individuos, y los grupos, siempre pueden imaginarse cambios y actuar en contra de esas dinámicas: para eso somos humanos y no protozoos.
De hecho, a pesar de las nuevas circunstancias, quedan colectivos okupas en Berlín que siguen manteniendo un alto grado de comunidad. Y habitantes de mi barrio que se relacionan con sus vecinos como lo hicieron sus padres y sus abuelos.
Bueno, entonces la antropóloga (muy buen truco, Morelli) me daba la razón a mí, ¿no?
ResponderEliminarEs que es lo único que me importa :)
Evidentemente, todas las comodidades y servicios que tienes en un núcleo urbano nos hacen alejarnos cada vez más los unos de los otros y necesitarnos menos, nos volvemos mucho más individualistas... esto hace que cada vez nos cueste más pedir ayuda, pero también ofrecernos a prestarla.
ResponderEliminarYo tengo la suerte de vivir en una zona bastante rural, donde hay días que llego a casa después del trabajao, y aparte de tener el pan (encargado a postpago a la panadera- María) colgado en la puerta a veces también me encuentro con una docena de huevos, o patatas o tomates... por contrapartida de vez en cuando a los que me dejaron estos manjares les aparece un buen queso manchego en la suya.
Ah! en ocasiones también se ofrecen servicios de guardería y ludoteca, hoy por ti mañana por mi.
Ni que decir tiene la tranquilidad de que los niños puedan salir a jugar a la calle casí sin peligros, o al menos no tantos como en el centro.
Pero como decía Porto, en principio parece algo interesado, sí, pero por lo menos mantenmos una relación bastante fluída y cordial.
De la vida rural, como de la vida "de antes", se pueden decir muchas cosas buenas, como esas. Es verdad.
ResponderEliminarPero se pueden contar también verdaderas miserias. Cualquiera que tenga familia en una aldea habrá oído de enemistades, odios, vecinos que se ven a diario y no se hablan, vecinos que se hacen la vida imposible por disputas incomprensibles para un tercero, etc.
Hay lo uno y lo otro. Y yo creo, como he dicho, que viene, no de cómo somos, sino de cómo se vive en cada sitio. El contacto estrecho tiene esa doble cara, o la puede tener: estoy encantado, o no te soporto.
Besos.
Hay mucha razón en tus palabras, pero yo que he vivido en mucho tipo de ambientes (xzona rural urbana; en casa, en un edificio... en una tienda de campaña).
ResponderEliminarTe diré que en una comunidad de propietarios vertical también te puedes encontrar en el ascensor con vecinos que no se soportan por problemas incomprensibles o que en otras circustancias no tendrían la más mínima importancia, y pueden llegar a dividir la comunidad haciéndoles tomar partido, (y quizás todo comenzó por una pelea infantil entre sus hijos).
Pero yo si que creo que en las relaciones personales influye el entorno en que nos desenvolvemos, pero mucho depende de la persona en si y de su predisposición... "Dos no discuten si uno no quiere".
Bicos.
la vida comunitaria (Porto, ya conocerás a la antropóloga), es una cuestión de necesidad. Si necesitas organizarte comunalmente, lo harás, para lo que sea. Si esa tarea ocupa la mayor parte de tu tiempo, caracterizará el resto de tu vida cotidiana. En el momento que dejes de necesitar a los demás
ResponderEliminar1730, yo no estoy hablando de urbanidad o educación, o convivencia, que son muy disimulables, o asumibles a regañadientes. Estoy hablando de vivir en comunidad.
E insisto, no son las relaciones personales, sino el lugar que ocupamos (clase, renta, perspectiva política, punto de vista, necesidad, edad, generación...), es decir, lo que compartimos o no compartimos con la circunstancia de los demás, lo que, a priori, condiciona nuestro modo de relacionarnos. Después viene nuestra postura (a contra corriente o no) para romper o no el rol para el que estamos determinados.
No creo que se pueda entender la conducta de los individuos cogidos así, uno a uno.
El caso de la comunidad de vecinos (y ahí entra mi experiencia personal), yo entiendo mejor, o considero mejor a las/los vecinos con los que he compartido las preocupaciones por la comundidad - las obras del edificio-, en los que puedo confiar, con los que he trabajado. A los demás les hablo con respeto o con educación, hasta con simpatía. Pero no es lo mismo.
Buenos Días!
ResponderEliminarEvidentemente todo influye o condiciona nuestro comportamiento al relacionarnos con los demás, y en la forma de actuar ante determinadas circunstancias no todos vamos a reaccionar de la misma manera.
En nuestra personalidad, intervienen varios factores: uno es génetico (creo que marca nuestro carácter), otro viene dado por el entorno ambiental donde nos desarrollamos y educamos (familia, colegios-profesores, amigos; aqui es donde interviene la clase social a la creo que morelli hace referencia) y por último las experiencias personales de cada individuo (marcarán nuestros hábitos de conducta).
Por eso aunque tengas un par de gemelos (o trillizos), y todos se desarrollen y eduquen con los mismos padres, nivel de vida, mismos colegios, amigos, vamos que sean "casi" inseparables,... aún así, van a tener vivencias y experiencias en la vida únicas para cada uno de ellos, las cuales irán formando su personalidad y marcando su forma de actuar.
Por lo tanto, como bien dices no podemos hablar de la conducta de los individuos uno a uno, pero tampoco podemos generalizar y tener un único patrón de conducta (y menos mal). Quizás existan tantos patrones de conducta como individuos en la tierra, pero si los podemos agrupar por asimilación y afinidad.
Y esto es lo que nos diferencia del resto del reino animal. Aunque hay personas que parece animales y animales que se comportan casi como personas.