Locura, II
- En los árboles hay brujas malas.
- Eso te lo dice abuela, ¿verdad? ¡Mamá, para qué le dices esas cosas a la niña!
- Ay, ¿y si no qué hago, cuando tú no estás, para que no se me escape?
- Pues, mamá, no sé, dile que hay una rata, o una culebra... o un hombre. Yo siempre le digo que hay un hombre malo que la va a coger y se la va a llevar.
Por suerte, la locura todo lo cura, que si no, estaríamos todos locos de atar.
ResponderEliminarBuenos días:
ResponderEliminarLo de la bruja es mejor.
Menos malo, más bien.
ResponderEliminarBuenos días.
De acuerdo, menos malo.
ResponderEliminarDespués de leer esta entrada me ha venido a la cabeza Mafalda de Quino...
ResponderEliminarEs que a veces les decimos cada cosa a los pobres...
Buenos días!
ResponderEliminarBuenos días, Carol.
ResponderEliminarSomos para matarnos...
No creo que decirles mentiras para asustarlos sea la solución peeeeeeero claro yo no soy madre y no sé de que hablo.
ResponderEliminarBuenos días a tod@s!
Nán ¿Crees que estamos cuerdos?
ResponderEliminarPara no mentir, diría que a veces algunos estamos curdas. Ahí es donde alanzamos nuestros mejores momentos.
ResponderEliminar(Risas) A Estas hortas, ya estoy chuzi perdida.
ResponderEliminarTampoco hay que ser exagerados con el tema de los niños y los sustos de ese tipo.
De pequeña me asustaban con gallegos y portugueses y no me ha dejado huella.
Es más, añadiría que mi psiquiatra y mi terapeuta me considerarían cuerdo.
ResponderEliminarxo al comentario de Luna. ¿Asustar con gallegos? Eso tiene que contarlo, algunos desconocemos todas nuestras posibilidades, según parece.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de asustar, no soy partidario de la cultura del miedo y tenemos a diario ejemplos terribles (el último la malísima gripe A, por lo visto). Y pese a que hay hombres muy, muy malos prefiero creer en las buenas personas, aunque a la hora de educar -supongo, uds. dirán, los que tienen esas obligaciones- no está de más establecer cautelas (cuidado, Miguelito, con los coches al cruzar y con los yonquis en la plaza...). Porque malos malísimos, haberlos hailos.
Saludos desde la irónica realidad.
Nunca me ha gustado asustar.
ResponderEliminarDesde el punto de vista de los mayores para retener a los niños, prefiero un personaje de bruja o de dinosaurio.
Y sí, me asustaban con portugueses y gallegos.
Donde pasaba los veranos, llegaban portugueses y gallegos. Los portugueses, enjutos, vestidos totalmente de negro, pañuelo y sombrero incluidos, siempre la cabeza baja y una lengua diferente cuando hablaban entre ellos. Decir que vienen los portugueses y gallegos que se llevan a los niños, cuando no queríamos volver a casa, nos daba miedo y nos metíamos corriendo.
Tampoco hay que ser exagerados con el tema de los niños y los sustos de ese tipo.
ResponderEliminarDiscrepo. No porque crea que hay que ser exagerados, sino porque creo que considerar que a diario les decimos verdaderas burradas no es exagerar. Aunque siempre se hayan dicho, por supuesto.
Yo es que creo que todo eso tiene consecuencias, y muchas.
De pequeña me asustaban (...) y no me ha dejado huella.
¡Eso lo dirá usted!
No, en serio, insisto: estamos sobrados de miedos, y estoy convencido de que empezamos a acumularlos desde pequeñitos.
No hay más que ver el miedo que tienen algunos niños a todo tipo de bicho.
ResponderEliminarTarados de por vida por el miedo que le ha metido la madre o el padre alérgico o neurótico.
Y no solo me refiero a perros o gatos, que la cosa es que ven una araña o un gusanaco y les da un jamacuco.
País!
M.
Lo mío no es por eso. Es genético.
ResponderEliminarY ahora totalmente en serio.
Los abuelitos, los tíos o la persona que cuida a los niños y les mete miedo con algo, no es importante SIEMPRE que lleguen los padres luego y digan que no es así y no caigan luego -los padres- de meterles miedo con el médico o practicante, que hay mucho de eso.
Solución de mi problema, que me voy por unos días.
ResponderEliminarMis padres, al ver el susto que nos daban, me dijo que él también hablaba otro idioma que yo entendía, pero mis amigos no. El negro, era el color de la tristeza en ellos y una vez, me acercó a ellos para que les saludara y se me quitara el miedo. Cuando la señora gallega me habló en castellano con ese deje tan dulce de los gallegos, me enamoré de ellos y hasta hoy de Portugal y Galicia
Fin y besos
Una vez leí la historia de una dulce abuela que para no traumatizar a sus nietos censuraba los cuentos quitando todo lo que les pudiera dar miedo... y los niños acabaron teniendo miedo de la abuela!! Curioso.
ResponderEliminarEducar es muy difícil y a veces creemos que lo más importante es el "fin", olvidando la importancia del "medio".
ResponderEliminarSeguramente mi hijo se comería la sopa mucho antes si lo amenazo con que va a venir el lobo feroz. Pero es un poco triste poner la educación de mi hijo en manos del bicho en cuestión, no?
Elvira, es genial. NO imaginas que lo que me estoy riendo.
ResponderEliminarNi con lobos me como una sopa
Las sopas son asquerosas de comer.
¡Ay, Miranda, qué alegría!
ResponderEliminarEn fin, que sí, que los más importantes somos los padres, desde luego; por padres y por tiempo. Y lo bueno es que, además de estropear mucho, podemos curar mucho.
Lo de los cuentos es otro cantar. Hay un libro muy interesante por ahí, que hace un estudio psicoanalítico del papel de los cuentos, con malos, y lobos, y madrastras y muertes y todo.
Leí en su tiempo el libro de Bettelheim y me pareció muy bueno.
ResponderEliminarHay que romper esas cajitas de cristal en la que se quiere meter a los niños. Deben saber que este mundo es descorazonador y prepararse para ser valientes y enfrentarse. Si no lo hacen, están perdidos.
Y para ser valientes, lo primero es tener miedo (es i-n-e-v-i-t-a-b-l-e sentirlo). Porque hay que superarlo.
Pero la gracia del cuento de Porto está en que ese peligro de fantasía que proponía la abuela es sustituido por un peligro real cuando la niña no está preparada para distinguir. Esa es la gracia, ¿no?
(en contra de mi pareja, mi hijo tuvo todos los fusiles y espadas que le pude proporcionar; no le desanímé, ni animé, a que se diera de trompazos: y ahora es una persona racional y pacífica).
Pues... no.
ResponderEliminarLa gracia del cuento es doble:
- Para que la niña obedezca se buscan refuerzos externos que poco a poco irán desautorizando a los padres/educadores.
- Esos refuerzos buscan, aun encima, asustar a la niña sin tener por qué (lo del hombre, allí, eran un peligro tan irreal como lo de las brujas), llenándola de miedos infundados.
Un abrazo.
(Oye, pero yo te hago la pelota lo que haga falta, ¿eh?)
Aunque gracia, lo que se dice gracia...
ResponderEliminarLuna, me alegro de haberte hecho reír.
ResponderEliminarEse libro de Bruno Bettelheim es realmente muy interesante.
me refiero a que, aunque es difícil que se encuentre con brujas, es seguro que se encontrará con hombres, y ahí funcionará el conjuro.
ResponderEliminarPalabro: preduc
pues yo, como luna. Prefiero las brujas malas porque, doy fe, algunas veces son buenas.
ResponderEliminar¿sabéis? Hay más desapariciones de personas por culpa de los hombres (malos) que de las brujas (malas).
Y por último, aunque elvira me ha hecho reir, las abuelas son esas hadas superwoman que lo hacen todo bien y que pueden con todo. ¿cómo les vamos a decir que no digan esto o lo otro si las estamos usando de madres "sustitutas"?
Beso sr. port (y compañía)
saludos, Puerto
A ver si queda clara la situación y que en cualquier caso no se trataba más que de meter miedo por meterlo: ¡estaban en un parque infantil en medio de una plaza de este pueblo, donde no había ni brujas, ni hombres, ni ratas ni nada!
ResponderEliminarYa hombre! ahora disimula.
ResponderEliminarJajajaj, que si, que es lo que pensaba pero... lo tenía que decir.
Beso, Puerto
Vaaaaale.
ResponderEliminarPor cierto, NáN (y cía.), el primero de los dos motivos por el que esta situación me llamó la atención, el de los refuerzos exteriores, se refiere a otro problema distinto. Con la "locura" sólo tiene que ver lo del miedo.
Hay muchas cosas que hay que transmitir a los niños, pero el miedo no es ninguna de ellas.
ResponderEliminarNo sólo hay cocos, gallegos, portugueses, hombres del saco o brujas. Se transmite el miedo de forma mucho más sibilina y constante con nuestra propia forma de actuar. Esto sí que resulta de una eficacia enorme.
Quizás, demasiadas veces, confundimos la prudencia, virtud muy recomendable y muy racional por cierto, con el miedo, muy emocional y potencialmente destructivo.
Un abrazo Portorosa y demás contertulios.
Dónde está Cel.lia?
ResponderEliminarEmpiezo a sospechar que es tu heterónimo.
Buenos días.
ResponderEliminarEstoy totalmente de acuerdo contigo, Juan. Lo has dicho muy claramente. Un abrazo.
No, Princesa, por suerte Celia es real de pies a cabeza (y parece que a ésta la tiene estos días en otro sitio).
Digo que lo siento, pero disiento: no hay quien evite el miedo de los niños. Soy un tipo normal y vivía aterrado. Lo que hay que hacer es darles la fuerza y las condiciones para que venzan el miedo.
ResponderEliminarClaro, van a tener miedo, y lo que debemos hacer es ayudarles a ser capaces de superarlo.
ResponderEliminarPero otra de las cosas que debemos hacer (tal vez es la misma) es no hacerlos más temerosos, ¿no?
No asustarlos, no crear temores, no "fomentar" el miedo.
El miedo nos paraliza en muchos aspectos. Tenemos que sacar a nuestros hijos de eso, debemos ayudarles a no ver lo que no hay. Y no todo lo contrario, como tan a menudo hacemos.
NaN, es cierto que es imposible evitar el miedo, ni en los niños ni en los adultos. De hecho, es algo absolutamente natural y necesario para la supervivencia.
ResponderEliminarSi no existiera el miedo, no tendríamos el necesario sistema del stress. Si ante un león, por poner un ejemplo, nuestros antepasados no hubieran tenido miedo, mucho me temo que no tendríamos presente. El miedo ante un peligro es el que pone en marcha el sistema adrenérgico que nos prepara para enfrentarnos o huir del peligro inminente.
Otra cuestión, es que veamos a diario cien leones "inexistentes". Que cualquier experiencia la vivamos con miedo. En este caso, nuestro sistema de stress se activa de la misma manera, pero de una forma contínua, lo que comporta alteraciones importantes como la ansiedad.
Por ello, no consiste en evitar el miedo, sino como bien dice Portorosa, en no fomentarlo.
Un abrazo
De acuerdo. No estoy diciendo que se les hable del hombre del saco. Estoy criticando la hiperprotección. Critico hacer una burbuja de los mundos de Yupi y dejar que vivan en ella.
ResponderEliminarEn ese sentido, soy partidario de los cuentos tradicionales, donde se presentan los temores simbólicos, y totalmente contrario a esos cuentos de "Pepito se peina", "Pepito va a la escuela", "Pepito pinta", "Pepito se lava los dientes".
Los niños no pueden superar los terrores si no se enfrentan a un muindo simbólico jodido. Y lo bueno de los cuentos tradicionales, donde los padres que no te pueden alimentar te abandonan en el bosque, es que esos niños abandonados pueden ser héroes y salir bien parados de esa situación. Los niños aprenden que no todo es bonito, pero si son fuertes pueden ganar.
O sea, Bettelheim puro y duro.
Y los niños son duros si los padres no los estropeamos.
¿De verdad que Celita es de carne y hueso y humana y existe? Pero Sirwood no, ¿verdad?
Bueno, pues yo no veo ningún desacuerdo entre ambas posturas, NáN y Juan (y yo mismo).
ResponderEliminarEs más, a mí me parece, NáN, que la hiperprotección es más habitual entre los padres que (bien porque lo consideran útil, bien -que supongo que es lo más normal- porque ellos mismos viven atemorizados) usan el miedo y lo "siembran" en sus hijos. Esos padres, lógicamente, no pueden enseñar a afrontar un temor; es incompatible con atemorizar.
Digo yo.
Totalmente de acuerdo. La hiperprotección es una manera más de fomentar el miedo por la vía de la evitación. "Si no lo expongo, no le sucederá nada malo". Pero si no lo expones no aprende y no sabrá enfrentarse a los retos futuros, lo que creará.....dudas....y....miedo.
ResponderEliminarEfectivamente NaN, la cuestión no es ocultar la existencia de la "maldad", sino dar herramientas para combatirla.
Un abrazo.
Ahí le diste, Maciste. Podemos y debemos racionalizar las cosas, poner cara seria cuando traen malas notas aunque por dentro nos decojonemos porque nosotros las sacábamos peores. Pero lo que es imposible es que no les transmitamos lo que somos. Si tenemos miedo a la vida, se lo transmitimos. Y todo lo demás, también.
ResponderEliminarAsí que pare ser padres eficaces, debemos pensar un poco en nosotros mismos, en lo frágiles que somos pero en la obligación de convertir esa fragilidad en una fuerza posible en la vida.
(y de acuerdo, totalmente, Juan)
"Trasmitimos los que somos". Y yo añadiría, NaN, "y no lo que decimos".
ResponderEliminarEl trabajo de padre comienza con el trabajo con uno mismo, con la propia construcción. Un edificio sano albergará, con muchas más posibilidades, hijos sanos,.
Un abrazo
No soy muy partidario de represiones aunque se disfracen de bruja.
ResponderEliminarAsustarnos ya nos ha asustado la iglesia durante siglos. Así nos va.
me agrada esto
ResponderEliminar¡Anda, Leon, hasta hoy no había leído este comentario!
ResponderEliminarPues me alegro mucho y, aunque sea muy tarde, bienvenido.