Charcos
En general en cualquier relación prolongada de pareja, y especialmente, me parece a mí, en el matrimonio, siempre llueve sobre mojado.
Por eso nunca se discute sólo de lo que se está discutiendo (bueno, ni en el matrimonio ni en ningún sitio).
Y por eso cualquier ligera llovizna puede caer como un chaparrón.
Pero lo malo, lo preocupante, es cuando hay tanta agua que unas gotas bastan para provocar una inundación, cuando está todo tan mojado que, aunque no llueva, no se puede ya dar un paso sin meter los pies en algún charco.
(Con las relaciones padres-hijos, prácticamente inextricables, y de las que entre otras cosas se podría decir esto mismo, no me atrevo.)
Me parece muy brillante y acertada su última frase: "Pero lo malo, lo preocupante, es cuando hay tanta agua que unas gotas bastan para provocar una inundación, cuando está todo tan mojado que, aunque no llueva, no se puede ya dar un paso sin meter los pies en algún charco."
ResponderEliminarRealmente buena, Porto. Cierta como la verdad misma.
A veces las palabras ya no bastan. A pesar de lo que puedan decir los psicoanalistas. :-)
Abrazo,
X.
PD: Supongo que sigue usted bien ¿no?
procure no coger frío en los pies...la humedad no es buena-sobre todo a su edad.
ResponderEliminarYo ,por mi parte, a veces me pregunto si es verdad que el entendimiento viene con la madurez de los años o si -por el contrario-cada vez nos entendemos menos ó...
ResponderEliminaró ....lo que podría parecer una ventaja (el habernos entendido) nos lleva a perdernos aún más en un laberinto del que ni siquiera tengo registros porque ya ni siquiera sabría cómo definirlo .
¿¿Estos lugares tendrán un nombre que mi poca cultura no conozca???
Que llueva sobre mojado es también lo bueno de las relaciones de pareja, pero en sentido positivo. Esa revisita, ese acumulado, ese (je-je-je) ya conozco tu recorrido porque ya viene de atrás, carga y a la vez dota a la unión de la fuerza de cohesión necesaria para asegurar su continuidad.
ResponderEliminarDe todas maneras, siempre he creído que es un problema de incompatibilidad, de no entender la vida de forma parecida, de no elegir con suerte a la persona adecuada, lo que hace que lleguen días de muy poca paciencia y de muy poco valorar por todo lo que se ha pasado. Convivir no es fácil (dicen, porque yo creo que sí), pero si además lo hacemos con alguien que de base, está, o se va yendo en su propia progresión tan lejos de nuestro entendimiento, a la larga resulta imposible.
Además hay otros factores: uno mismo y su carácter, lo que se espera de la vida, lo que esperó de ella en confrontación con lo que recibió, cómo encaja todo esto… Y algunos otros que afectan a los dos, incluso habiendo elegido correctamente: la poca, mala, nula comunicación.
Tener paciencia con alguien con el que has discutido muchísimo, y mal, es complicado. Pero no es imposible.
Lo único seguro es que hay que intentarlo, :- )
(Con todo y esta paciencia de hierro, en este mundo hay personas que también a mí me sacan de quicio. Afortunadamente cada vez menos, pero haylas. Como las meigas.)
ResponderEliminar((A lo mejor hay que tomárselo como esos acelerones que le metemos a los coches que están en rodaje. Y hasta nos viene bien.))
Buenos días a todos.
ResponderEliminarMuchas gracias, X. ¿Por qué será que lo ves así :)?
(Todo bien. Te escribo...)
Procuro secarlos, Celia. Y lo de la edad es secundario, querida.
Alter, me parece muy bueno tu comentario, aunque no sé si en lugar de "entenderse" yo diría "conocerse", o, mejor aun, "tenerse muy visto". Porque el entendimiento yo lo veo eminentemente positivo, y creo que tú estás hablando de cuando todo viene demasiado cargado, prejuzgado, cuando, sea como sea, el que lo recibe le ve siempre la misma forma y lo atribuye a las mismas cosas. Creo que hablas de cuando conocerse significa no darse la oportunidad de cambiar. Y eso ahoga a cualquiera, casi casi lo condena a ser siempre como peor ha sido.
(Pongo en negrita esas dos frases porque me parecen cojonudas, no me digáis...)
Eso, cuando la cosa está mal. Cuando está bien, todo viene recubierto por una pátina dorada, por ser de quien es...
Donna, Donniña... Creo que te he contestado ya un poco, pero bueno, te diré, antes de nada, que no pretendía definir nada ni (menos aun) señalar sus causas. Pretendía describir ciertas situaciones (que no son todas) sin entrar en los porqués ni en cómo llegaron a ser lo que son.
¿Crees tú que eso que describo en el post no ocurre (en un porcentaje mayor o menor, eso ya depende de nuestra visión del tema)?
Lo de los charcos no tiene por qué pasar. A veces da tiempo a que se seque el suelo, porque da tiempo y porque uno hace por secarlo, con sinceridad consigo mismo y con el otro.
Y, no sé, tal vez haya casos en que uno está deseando que le salpique la lluvia, pisar los charcos, caerse en ellos... Pero no estaba hablando de ellos.
Besos y abrazos.
Sí, son muy buenas (las frases en negrita), reales y tremendamente poco prácticas.
ResponderEliminarMe explico. El que tiene que cambiar no es el otro, lo que tiene que cambiar es la percepción que nosotros tenemos del otro. Es lo único que está en nuestra manos cambiar.
Todos podemos llegar a resultar cansinos, con nuestras manías, nuestros despistes, nuestra forma particular de afrontar determinadas situaciones, sin embargo, lo "terrible" que todo eso resulte dependerá única y exclusivamente de los ojos del que lo mira.
Un beso
Una relación de pareja puede durar en condiciones "normales", sin que el suelo llegue a embarrarse de tanto llover y de tanto pisarlo, un periodo que se suele estimar (muy grosso modo) en unos 10 años. Luego depende mucho de la actitud que uno (o dos) tenga ante la vida. Si se tiene una actitud pragmática, o más bien lúdica, puede planteárselo uno como una etapa agotada y, quizá, con la posibilidad de acometer otra nueva.
ResponderEliminarSi por el contrario pesa más el concepto de familia como célula básica de la sociedad y como marco insustituible para una formación estable de los hijos, uno debe reeducarse para encontrar en la convivencia de pareja y de familia motivaciones de más largo plazo que el amor. A tal fin se han inventado las "escuelas de padres" y cosas parecidas.
Y ahora dirás: Yo no he dicho eso.
ResponderEliminarY (por esta vez) será cierto, no lo has dicho.
:-)
Nuestra percepción es, efectivamente, lo único que está en nuestra mano cambiar (y, para eso, con dificultades ingentes); pero no es lo único que puede cambiar. También el otro puede cambiar, como nosotros podemos, seamos o no, al final, capaces de hacerlo.
ResponderEliminarPero es importante (y es lo que decía) darle esa oportunidad; aceptar su cambio, no echarle la tierra de todo el pasado encima y cerrarle esa puerta.
¿No?
Pues, hablando de pragmatismo, llegó Brian... ¿Es eso tan matemático? ¿Esa esperanza de vida, hay?
Sí (respuesta a la primera pregunta).
ResponderEliminarEn cuanto a lo de Brian ... espero que no sea cierto.
MUA
Claro que ocurre, por supuesto que ocurre, pero como esto mismo nos pasa con más personas, pero no con la totalidad (aunque no nos casemos con todas), estoy convencida de que es algo puntual, personal, que no debe amargarnos más allá de lo razonable. Ni marcarnos a la hora de dar más pasos. Por cada uno que nos pone como una moto, pareja o no, hay por lo menos otro con el que funcionamos estupendamente. Y no solemos quedarnos con eso, que es a lo que yo iba desde el principio, al margen de lo que has contado, tan cierto e indiscutible.
ResponderEliminarAsí que yo sigo con lo mío, que para eso me he tomado parte del día libre. Y así: ¿Es siempre, sólo la convivencia lo que deteriora una pareja? ¿Por qué llega un momento en el que brindar sinceridad consigo mismo y con el otro, ya no es descender sino condescender, y da hasta pereza? ¿Por qué nos rendimos y dejamos de luchar por el equipo? ¿Y por qué permitimos que el otro, que nosotros, quedemos con mal sabor de boca aceptando, además, llevar el sanbenito de peleones, castigadores, flojos, gilipollas o cualquier otro que integre esa condena de la que hablas, sin pelear para que eso no se instale?
Pues por eso que ha dicho Brian, porque ya hemos dado la batalla por perdida. Los que en este punto creen que pueden cambiar el chip, como dice María, y regresar por donde han venido, lo intentan. Y los que creen que un jarrón roto, aunque lo pegues, es un jarrón roto y quieren otra cosa, mejor cosa, para sí… pues ya sabes lo que hacen.
Esta cosa del jarrón daría para muchas horas de discusión, me temo, :-)
(Aprovecho para saludar a María, y besarla y esto.)
Y hablando de charcos... No deja de llover. Y lo peor es que algo debe estar yendo muy mal, para que no interrumpiéndose el suministro gratuito-aéreo-acuoso, los embalses sigan en niveles tan escandalosamente bajos.
ResponderEliminarLlueve en el mundo y se rehacen las cifras, se cancelan trasvases, se recupera la tranquilidad. Llueve en Levante ¡para aburrir! y seguimos en el 20%-25%.
Yo no me veo capacitado, nunca, pero menos en estos momentos, para hablar sobre las razones del éxito o el fracaso de una pareja; ¡y tampoco, desde luego, para dar recetas!
ResponderEliminarAsí que tu batería de preguntas se va a quedar sin batería (mía) de respuestas.
Insisto en que sólo trato de contar algo que pasa.
De hecho, yo creo pasa siempre, en mayor o menor medida (llegando al tamaño de problema, o no), que siempre llueve sobre mojado, como bien has dicho. Con todos llueve sobre mojado, incluso en nuestra primera conversación en la vida; porque a todos nos ha llovido mucho encima, y pocas veces nos secamos bien.
Un beso.
(A ver si va a estar el tapón quitado...)
Me interesa reflexionar sobre la metáfora "lluvia" utilizada para hablar sobre las dificultades del matrimonio. La lluvia es un acontecimiento que escapa de nuestra voluntad personal. Por lo tanto se puede pensar que las dificultades en las parejas tienen un carácter impersonal. Esto lo refuerza el siguiente pensamiento "nunca se discute sólo de lo que se está discutiendo". Es decir, se discuten cosas que parecen no venir al caso y que no tienen relación con aquello con lo que estamos personalmente involucrados. Es justo ésto lo que hace de una dificultad pequeña en la convivencia (llovizna), una gran dificultad ¿?(chaparrón)... que impide la convivencia.
ResponderEliminarLa donna pregunta : "¿Es siempre, sólo la convivencia lo que deteriora una pareja?"
Mi opinión es que no.
¿pero qué otra cosa puede haber ahí?
¿qué situación es esa en la que no se puede dar un paso sin meter los pies en un charco?
Ah, yo tampoco pienso respondarlas. Pero tengo una razón: primero porque da igual y tatatá de mil excusas, y después, por esta otra máxima de "a circunstancias excepcionales, medidas excepcionales". Sabe Dios qué haremos mañana en idénticas circunstancias.
ResponderEliminar(Tenemos un problema grave, ¿eh? con el agua. Ya te digo yo que esto no es normal. Ayer cayó una como no te puedes imaginar. Pensé que el sumidero del patio no podría tragarse todo a buen ritmo, las hojas de las macetas sometidas, inclinadas a tiempo completo. Una barbaridad de agua. Venga a caer agua. Venga a caer agua. Y lloviendo sin parar desde hace días. ¿Y cómo es posible que toda esta agua se vaya a la porra? Es que es imposible. Es que es verdad que tenemos el tapón de viaje. Es que ahora mismo está a punto de llover otra vez y llevo sin poder sin tender la ropa mil o dos mil días, y sigue sin haber agua. Pero si sólo con la que corre por mi calle cuando aprieta podríamos sobrevivir mil o dos mil años más.)
((La culpa ya veremos a quién se la cuelgo, pero al tiempo, que de alguien será.))
Taliesín: heridas mal cerradas. Acumulación de heridas mal cerradas.
ResponderEliminarY ahora sí que me voy, que tengo que poner la comida y los monigotes estarán a punto de volver.
Señores, señor de Porto-rosa, que pasen ustedes buen día y sigan con salud.
¿Y qué otra cosa es lo mojado, sobre lo que llueve, más que heridas mal cerradas?
ResponderEliminar(Ahora no puedo seguir, Taliesín...)
Donna y Porto, de acuerdo. Las heridas no cerradas acrecientan las dificultades. La imagen se va enriqueciendo: el charco está compuesto de agua y sangre. Es decir la experiencia de la parejas está teñida de emocionalidad.
ResponderEliminarPero a mí me sigue pareciendo insatisfactoria esa respuesta, pues me pregunto ¿Por qué esa emocionalidad que que se acaba volviendo contra mí? Es cierto que somos muy rápidos dando respuestas a esta pregunta: haciendo responsables a los otros, a las circunstancias, a "mi manera de ser", … pero bajo mi perspectiva, ese tener tan "claro" lo que ocurre es lo que hace al charco "solidificarse" y existir incluso cuando no llueve.
O dicho de otra manera, nos sentimos heridos pero no tenemos ni idea de por qué, y nuestras tentativas de explicación, no hacen más que estancarnos más y más.
Yo estoy con Donna (yo también aprovecho la ocasión para mandarte un gran beso, siempre es un placer leerte R.). Sí, ocurre, pero a mí tampoco me parece tan general como a ti.
ResponderEliminarO a lo mejor sí, y lo que no me parece es tan grave.
Todos tenemos nuestros prejuicios y nuestras inercias a la hora de enfrentarnos a una relación, pero estos prejuicios y estas inercias no tienen porque llegar a ser algo "dramático", no tiene porque llegar a convertirse en dinámicas viciadas que enturbien cada vez más la relación. A veces ocurre, pero yo no creo que sea general, y tampoco creo que sea una cuestión de tiempo.
¿Por qué ocurre y cómo evitarlo? Esas son las grandes preguntas. Las relaciones son tan diversas como las personas, así que probablemente cada caso tenga su propia razón. En cuanto a soluciones, no siempre las hay, o no al menos la que nos gustaría.
Lo que no tiene solución es mi problema con los porqué, por qué y porque.
ResponderEliminarQuería decir "no tienen por qué" y "no tiene por qué".
Sorry.
Llámelo orgullo, don Portorosa. Los charcos están ahí, ambos los vemos, pero el orgullo nos impide secarlos.
ResponderEliminarSí, una clave es el orgullo. Dices, Arrebatos, que el orgullo impide secar el charco. Dicho de otro modo, el orgullo solidifica el charco impidiendo su evaporación. Pero orgullo ¿de qué? De ser como somos. El orgullo es una emoción del ego. Lo natural del charco sería secarse a su tiempo, pero le otorgamos la cualidad de la que imaginamos estar hechos, la permanencia, simplemente para protegernos del miedo a la fluidez de la vida.
ResponderEliminarBuenos días.
ResponderEliminarAsí da gusto.
Empiezo por el final, o uniendo el final con el principio, porque creo que ese orgullo del que habla Arrebatos es otra manera de llamar a ese tener todo tan claro de Taliesín. Y, en cualquier caso, le pongamos el nombre que le pongamos, se trata de un límite nuestro que hace lo que hacen los límites: impedirnos avanzar, movernos, cambiar, crecer...
Y esos límites no son otra cosa que (vanos) intentos de protegernos contra ese fluir del que habla Taliesin. Los límites viene del miedo, claro; de dónde si no.
Creo que ese llover sobre mojado, esos problemas de prejuzgar, de pasar lo que nos llega del otro por nuestro tamiz personal (que deja cosas fuera, que cambia la forma de otras, y que les añade otras más de cosecha propia), es algo común a cualquier relación, algo que está siempre presente en cualquier relación personal nuestra, desde la más íntima hasta la de la cola del cine.
La diferencia, la gran diferencia, que hace que discutamos de esto y no de la cola del cine, es lo importante que es la relación de pareja. El papel fundamental de nuestra pareja en nuestra vida (papel que nosotros le asignamos), y el nivel de identificación con ella, hacen que los errores que siempre cometemos se magnifiquen en este contexto.
Estoy hablando yo, claro. Se lo recuerdo. Con mi tamiz, también.
Ese papel central en nuestra vida, en la búsqueda de la felicidad, en nuestra realización personal, es lo que carga de esa emocionalidad a todo, ¿no, Taliesín? Porque todo es importantísimo. Por eso todo se vuelve tan trascendente. Y por eso las heridas tardan tanto en cerrar, y por eso no se secan los charcos. Hay demasiada ansiedad.
(Yo. Hablo yo.)
¿Siempre es todo así?
Yo creo que no. Hay dos elementos y su interrelación: en total, tres.
Ahí influimos nosotros mismos, nuestra seguridad, nuestras expectativas, nuestra generosidad; e influye el otro, con esas mismas cosas pero suyas; e influye la compatibilidad, la química, como quieran llamarlo: eso que hace que A y B, con sus formas diferentes, encajen sin demasiados roces. Y al final, todo eso hace que A y B, Lui Lu, quieran saltar juntos hasta echar toda el agua fuera, o no.
¿No?
Pero llega Brian y alguno más y le ponen fecha de caducidad incluso a la mejor de las combinaciones posibles de esos tres elementos. ¿Será cierto? ¿Se agota siempre el... lo que sea?
(Mira que me gustan a mí estas cosas...)
Del mismo modo que hacen que quieran saltar o no, supongo, María, que hacen que las consecuencias sean dramáticas o no; asumibles o no.
ResponderEliminarQue exista el problema no significa que el problema se imponga.
Y dentro de poco termina mi semana laboral. Y mi acceso a internet. Así que me despido de todos hasta el lunes, deseándoos un buen fin de semana.
ResponderEliminarNo le den tantas vueltas a la cabeza.
ResponderEliminarEl matrimonio es un campeonato de resistencia. Si ganas, caes derrotado; si pierdes, también.
Sirwood
Al final los hijos lo aprenden: que ellos se equivocan y sus padres también. Y que nadie te enseña a eso. A ser padre, digo. Pulula por ahí un libro sobre esto mismo con un título revelador: "Te joden vivo". Cierto. Los padres, siempre siempre siempre, son motivo de trauma. Y el que piense lo contrario, miente o se engaña.
ResponderEliminarCuando nació la primera hija de un amigo, le escribí una carta para hablarle de todas las otras cosas de su padre que él no le contará. Porque para ella es su padre, pero para mí es mi amigo. Y es una putada, pero yo le conoceré mejor. Porque al final no conocemos a nuestros padres.
Lo cachondo es que determinados análisis, certeros, como éste, de esos que sabe todo el mundo, le quiten a una las ganas de tener pareja. Y que haya, sin embargo, tantas, en las que llueve sobre mojado y en las que las tormentas no escampan nunca.
Creo que fue Margaret Mead quien dijo que las relaciones monógamas eran las más complicadas de mantener. Y nosotros nos empeñamos en pensar que son para toda la vida. O en cortar la que llueve y pensar enseguida en la siguiente y comenzar a coquetear de nuevo. En fin: los hay también que no tienen pareja, ni la han tenido nunca, pero esos son los menos. O somos.
Con uno mismo también hay tormentas. Quizá por eso buscamos a otro: para que nos las avente, si puede.
Buenos días.
ResponderEliminarBueno, pues se ve que nos juntamos todos los optimistas...
Uno por corto, otra por largo, habéis dejado listo el tema.
En lo de los niños, Viajes, ya digo que no me atrevo a meterme todavía. Pero es muy interesante eso (tan crudo) que dices.
Un saludo a ambos.
Y buena semana a todos.
Ah, y claro que con uno mismo también hay tormentas. Es que, si no, probablemente aguantaríamos los aguaceros ajenos con mucho mejor cara. Y secaríamos, secaríamos charcos, pasaríamos la fregona sin pegas muchas más veces.
ResponderEliminarComo va de agua..."agua pasada no mueve molinos". Si lo que se pretende es que una convivencia funcione,no se debería insistir en remover la mierda, esa actitud no nos llevará a buen puerto(más agua), nunca.
ResponderEliminarTodos, con el tiempo evolucionamos y cambiamos, pero eso debería enriquecer a la pareja, ya que la monotonía, desde mi punto de vista, la deteriora.La aceptación debería ser natural.
Yo encuentro más problemático él que te obliguen a cambiar. Características que siempre han existido en nuestra personalidas y han gustado,de repente se conviertan en defectos con el paso del tiempo. El amor en una pareja se acaba por muchos motivos, pero cuando uno se empeña en cambiar al otro sin que éste lo desee, ya no hay vuelta atrás.
Yo, la verdad, no puedo apurar tanto las metáforas y al final ya no sé cuál es el plano real.
ResponderEliminarLo intentaré, sin embargo. En mi pareja a veces llueve y me siento calado hasta los huesos. Supongo (lo sé) que mi mujer también estará, a veces, calada y tiritando. Pero, hasta ahora, siempre el sol acaba saliendo, secando los charcos y calentando los huesos. He aprendido que la lluvia no se puede evitar, pero ya creo saber cuándo y cómo se desencadena y voy aprendiendo la manera de capear el temporal y esperar el cálido y dulce sol. Sé que puede ocurrir que un día ella o yo nos hartemos definitivamente de la lluvia, pero, bueno, ya hemos doblado el plazo que daba Brian.
Un abrazo.
Todo es bueno, en su justa, medida. La lluvia es necesaria para que todo crezca; la sequía arrasa y te obliga a sembrar semilla nueva, cuando llegue el tiempo y la tierra esté preparada; pero cuando hay inundaciones, lo mejor es buscar algo que flote y escapar, para evitar ahogarse.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo y muy bien expresado hermana de Almería.
ResponderEliminar¡Dios mío, yo también creo que estamos estirando demasiado las metáforas! Y no sé yo si las metáforas aguantan tanto...
ResponderEliminarDe todos modos, se ve que cada uno tiene su "paraguas" o su "balsa" matrimonial. Y cada uno sabrá si le da resultado o no.
Besos, y buenos días a todos.
Pues realmente no intentaba que fuera crudo. Escribí algo de esto en el blog (el mío). Pero creo que también me ha quedado crudo, igualmente. Aunque no era la intención.
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