25.8.07

Una tarde en un centro comercial

Supuesta terraza en el pasillo central de un desesperanzador centro comercial típico. Ella, con el pelo recogido de cualquier manera, lleva unos vaqueros que se han quedado un par de tallas pequeños y un polo manchado de lo que parece papilla, toma una cocacola y mira alrededor sin ver. A su lado su madre le da el potito y el yogur al niño. No le comenta nada, no le pregunta su opinión sobre nada ni le pide permiso para hacer nada. De vez en cuando sentencia con cara de mala leche algo sobre el bebé, y su hija la mira un rato y se queda callada.

Madres jóvenes, solteras de hecho casi siempre, que se ven superadas por la carga de unos hijos que han llegado antes de tiempo, que hacen dejación de sus responsabilidades en unas abuelas que en general ponen al mal tiempo buena cara y aportan la experiencia que falta, pero que a veces venden el favor, cogen las riendas para siempre y asumen toda la autoridad en lo que puede convertirse en un chantaje tácito que hace a sus hijas rehenes de su propia incapacidad. Todos necesitamos algo que pueda al menos pasar por especial. Supongo que ese saberse imprescindibles ayuda a llenar los días.

Chicas que dejan su juventud a medias y tampoco tienen la madurez suficiente para disfrutar de la maternidad, atadas a unos niños que quieren, sí, pero que quieren a pesar de las circunstancias. Ellos han venido antes ser deseados y no encuentran madres adultas y seguras, tranquilas, sino niñas asustadas y frustradas desde muy pronto y padres que han tenido nueve meses para tratar de salir de la adolescencia y no suelen saber qué hacer, aparte de aparecer con algún que otro regalo no muy acertado o jugar media hora (media hora impagable para los niños, media hora que puede ser la mayor alegría del día, y seguramente nadie lo sepa) con ellos en la alfombra, para hacerse después a un lado mientras otra persona les muda los pañales, les da de comer, los baña y les riñe.


12 comentarios:

  1. Hay otros casos. Casos tan difíciles a priori pero en los que sólo se da y se recibe cariño. Ya lo sé. Pero yo el otro día no los veía.

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  2. Sí, yo también lo veo. Sí, hay otros casos pero a mí se me quedan grabados los gestos y las palabras de mala hostia que se oyen a veces, de una madre (de natural histérica) a su retoño, y mira uno al enano abochornado, que aun a pesar de su niñez ya sabe que le tocó la lotería...

    Decía tu "colega" Bukovski; "Qué fácil ser poeta y qué difícil ser hombre."

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  3. Triste pero muy cierto ver escenas así y comprender que esa es la realidad.
    Un saludo

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  4. Hay muchos casos y mucho peores y mucho más tristes y mucho más difíciles y mucho más...

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  5. Sé que existen, o lo supongo, esos casos. Lo que yo he visto es madres e hijas, de aparente gual edad y aparente, y seguramente cierta, igual irresponsabilidad, pero la mala leche o los desprecios a los niños los veo con más frecuencia, y a menudo, en madres que lo tienen todo, FAMILIA, dinero _sin que me refiera a gente adinerada- y una vida tranquila. Niños que juegan bajo las advertencias y mal humor y caras de sus madres. También veo a otras muchas, y las siento, que se esmeran por complacer a sus niños con juegos y cariño, que no pueden evitar gritarles en alguna situación, que quieren a sus hijos por encima de todas las cosas, que sufren por estar muy cansadas y no poder más y que dia a día lloran muchísimo y nunca delante de sus hijos. Las admiro y las veo, a las adolescentes las veo menos y sólo de paseo por ahí -quizás porque se ve a las abuelas más- pero la diferencia entre madres "normales" es tan inmensa que da pena saber que unos niños son afortunados otros no. Pero la vida es asi ya desde pequeños y los mayores también son afortunados o no segun las circunstancias de la vida. Qué pena.

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  6. Una sólo debería ser madre porque realmente lo quisiera, lo deseara y pudiera permitirse ser Madre con mayúscula (tener tiempo, ganas y posibilidades de serlo). No porque es lo que se espera de ella, no porque falló el condón, no porque esté a punto de pasársele el arroz y sea ahora o nunca. Pero claro, eso sería en un mundo ideal, y bien claro está que no vivimos en un mundo ideal...

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  7. Hay muchos casos, sí; hay de todo, bueno y malo, y dentro de lo bueno y dentro de lo malo, muchas variantes. Pretendía hablar de una, sólo.

    Desde hace tiempo estoy especialmente atento a lo que desde fuera puede verse en las relaciones padres-hijos. Y, sin ánimo de enunciar aquí ninguna teoría ni de llegar a ninguna conclusión, es asombrosa, asombrosa, la cantidad de veces en que esas broncas, esos gritos, ese hablar con tono arisco y esas sacudidas agarrando del brazo (mirando furtivamente alrededor y susurrando amenazas al niño que suelen hacer alusión a la vergüenza que debería darle que todo el mundo lo esté mirando... cuando el que se avergüenza es el padre, claro) parecen responder no a algo que haya hecho el niño, sino a algo que nos pasa a nosotros. Les reñimos porque estamos enfadados, no porque ellos lo merezcan.

    Desde luego, nuestros hijos tienen una probabilidad muy alta de pagar los platos rotos de todo, de pagar cualquier insatisfacción nuestra, simplemente porque están cerca y "les podemos".

    Incluso cuando han hecho algo que consideramos incorrecto, fijaos cómo lo que se les riñe demasiadas veces depende no de su intención, no de si ellos han actuado mal o no, sino de los efectos de su comportamiento, de las molestias que han causado. Se castiga en función de esos efectos, no por la bondad o "maldad" (por entendernos) de ese comportamiento. Y eso puede ser inevitable en la sociedad cuando hay que juzgar a alguien por un delito, pero no debería serlo cuando estamos educando.

    Pero para eso, como para jugar con ellos, para enseñarles algo o para cualquier cosa suya, hay que estar tranquilo, hay que estar relajado y sentirse seguro. Además de lo más importante, que es el cariño, deberíamos transmitir confianza y algo así como buena voluntad, o coherencia. Aun así será difícil hacerlo todo bien, pero es que de lo contrario el fracaso está garantizado.

    Y paro, paro.

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  8. Coño, no pares, que has suscitado una hermosa reflexión... Tampoco deberíamos olvidarnos de esa abuela que debe, de nuevo, ejercer el papel de madre, con una doble carga: la del propio bebé y la de haberse sabido incapaz de evitar esa situación.

    Un abrazo.

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  9. Y no sé quién dijo que había que tener cuidado al elegir a los padres...

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  10. El tema, Porto, da para varios ensayos. Todo lo escrito y comentado es tan cierto como triste: la imagen de la debilidad, la inocencia y la impotencia, al capricho de quien se supone su valedor. Piénsese que nada es eterno, que hay venganzas no premeditadas, que las conductas incorrectas se pueden volver contra uno. Pregunto: ¿cómo podría saberse qué porcentaje de los viejos que viven solos, que rumian solos la suerte de sus últimos años, que mueren solos..., fueron padres de centro comercial?

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  11. La falta de educación, amor, comprensión, diálogo, respeto ... suele acarrear problemas tan tristes como el que describes.

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