[Acabo de enterarme, a las 15 horas del día 21, del nuevo atentado en Londres. Espero que no estemos ante otra tragedia.
Por favor, que nadie lea esto como si hubiera sido escrito desde la frivolidad y la falta de respeto. Creo que no debería hacer falta aclararlo, pero aun así quiero insistir en que mientras lo redactaba no sabía que en ese momento había gente aterrorizada y, quizá, muriendo.
Lo que pienso, lo sigo pensando; pero, como más abajo digo, creo que hay situaciones en que uno debe estar callado. No quiero borrarlo, pero ahora mismo habría esperado para publicarlo.]
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Por desgracia, no creo poder cumplir mi promesa de dejar por una temporada los temas espinosos. Por desgracia, creo que el protagonismo del nuevo terrorismo en nuestras vidas no está sino empezando a hacerse notar, y me temo que tenemos por delante muchos años de tragedias, preocupación, miedo y tristeza; y también muchos años de discusiones, de debate, de posturas enfrentadas, de recelos contra los diferentes y contra nosotros mismos y, en suma, de tensión, que no es más que otra cara de la violencia.
Ustedes ya saben, más o menos, lo que yo pienso: hay que luchar contra el terrorismo visible con todos los medios con los que contamos (y que básicamente es lo que ya se hace, con inevitables fallos pero con muchos éxitos), y a la vez hay que estudiarlo más profundamente, desde un punto de vista más amplio, y tratar de identificar y anular las causas del apoyo que le brindan las sociedades en las que se asienta, apoyo que en mi opinión es la base de su fortaleza.
Estos días parece que no hay comentarista que no quiera opinar sobre el tema. Y, entre las opiniones que están en desacuerdo en mayor o menor grado con la manera de enfocar el problema que yo defiendo, hay básicamente tres grandes posturas:
a) "¡El terrorismo es injustificable, no se puede hablar de causas!".
b) La que comprende el razonamiento pero considera que es completamente inoportuno exponerlo y defenderlo, pues cree que así están dándosele alas a los terroristas, ya que en el fondo se está diciendo que es comprensible lo que ocurre y tienen razones para hacerlo. Esta postura suele acabar diciendo que hablar de causas objetivas deriva en decir que en última instancia nosotros (las víctimas) somos los culpables de lo que (nos) pasa. Me atrevería a decir que, al final, también creen que los que sostenemos esa postura estamos justificando el terrorismo; que no es lo que pretendemos y no lo hacemos conscientemente, pero que es lo que conseguimos.
c) Los que niegan la relacion causa-efecto y consideran que hablar de razones es una falacia, porque no existe ninguna relación entre las que se suelen dar (ya saben, pobreza, falta de democracia, ignorancia, incultura, percepción de la política internacional, sentimiento de injusticia, etc.) y la aparición del terrorismo.
Con respecto a la postura A, creo que no entienden nada; ni lo que pasa ni lo que se les dice.
La postura B, en cambio, merece todo mi respeto aunque no la comparta.
Yo ya creo haber dejado claro que lo que aquí estoy escribiendo pretende ser una reflexión lo más objetiva posible sobre lo que está pasando, y planteada siempre desde un punto de vista práctico (es decir, partiendo de la convicción de que el conocimiento del fenómeno, sus antecedentes y sus causas es necesario para la resolución del problema); y que no tiene nada que ver con lo que yo opino sobre el terrorismo, con lo que opino de los terroristas y los atentados, ni, por supuesto, con la tristeza que siento por las víctimas y el miedo por todos nosotros.
He dicho, también, que creía que en determinadas situaciones y en ciertos momentos el análisis, las opiniones críticas, las cuestiones, los peros y las matizaciones no procedían. Creo que hay momentos en los que sólo cabe mostrar nuestro apoyo, nuestro dolor y nuestra pena; y que hay que saber darse cuenta de cuándo hablar de los porqués puede ser una falta de respeto hacia las víctimas.
Pero, una vez pasado ese momento, me parece un error pensar que hay que seguir callados. Me parece un error pensar que estamos haciendo mal al pretender observar el problema objetivamente y tratar, en fin, de ver qué pasa y por qué, y qué podemos hacer para que deje de pasar.
No creo que ese análisis nos debilite (al contrario, creo que esta fidelidad a la verdad nos hace más fuertes, y que mantener la cordura y la capacidad de análisis es justo lo contrario de lo que pretende que hagamos el terrorismo), no creo que estemos dándoles argumentos (los terroristas tienen su discurso más que organizado, y argumentos a cientos, reales o inventados), no creo que haya que dejar de señalar hechos ciertos porque coincidan con alguna parte del discurso terrorista (decía no sé quién, no sé cuándo: "Franco y yo creemos que 2 y 2 son 4, y no por eso soy franquista, ni voy a dejar de creerlo"), y creo, sobre todo, que este planteamiento es el más útil en la lucha anti-terrorista.
Y, finalmente, con respecto a la postura C, que pone en duda la relación entre las condiciones de vida de la sociedad de los países islámicos y el surgimiento y fortalecimiento del terrorismo internacional, esto es lo que tengo que decir (cada vez escribo más como si importase lo que yo pensase...):
Los argumentos en contra que más oigo suelen centrarse -entre todas las características de aquellos países- en la pobreza, y vienen a decir que ligarla con el terrorismo es una falsedad por dos motivos: porque hay muchas zonas pobres en el mundo en las que no hay terrorismo; y porque muchos de los terroristas viven bien y no son pobres (para probar esto, se dan datos sobre el nivel de vida de los jeques que desde nuestras capitales codirigen la yihad, se dice -he leído- que la clase media palestina apoya las acciones terroristas en mayor medida que la clase más baja, y, por supuesto, se recuerda que Bin Laden es multimillonario).
Junto con eso, suelen decir, para acabar de desmontar la teoría causa-efecto, que no puede haber una relación entre el terrorismo y las condiciones en que se encuentran las sociedades de los países árabes y musulmanes, pues en muchas ocasiones los terroristas llevan toda su vida viviendo entre nosotros, y algunos incluso han nacido aquí y llevan vidas normales, como las nuestras, y no están influidos por las circunstanciasde de los países que han dejado atrás.
A mí esto me parece un verdadero despropósito. Y creo sinceramente que obedece (dejando aparte los casos que se explican simplemente por la incapacidad de la mayoría de nuestros columnistas de segunda fila) a que en su razonamiento parten de un juicio de valor del problema y pretenden llegar a una conclusión que sirva a sus certezas morales. Pero, en cualquier caso -insisto- voy a tratar de explicar por qué pienso lo que pienso.
1) Desde el primer momento he tratado de diferenciar las razones por las que surge un movimiento terrorista de aquéllas por las que éste encuentra apoyo social y se hace fuerte.
Entre las primeras podemos encontrar de todo, desde la mayores burradas, dignas de verdaderos tarados, hasta argumentos razonables pero que casi siempre sirven de cebo para atraer a la gente mientras en realidad la organización terrorista sirve a sus propios intereses. Pero no son esas causas las que deben estudiarse; al menos, no desde una óptica distinta de la policial, en mi opinión.
Sin embargo, las causas del triunfo del terrorismo, las causas por las que una organización para nosotros criminal es vista por buena parte de una población como su única defensa y su única arma contra los que consideran sus enemigos, las causas por las que dicha organizacion cuenta con un enorme apoyo social, ésas sí debemos estudiarlas a fondo, comprenderlas y trabajar para que desaparezcan.
Estamos hablando, por tanto, de un fenómeno social, estamos hablando de características generales de una comunidad, y no de individuos aislados (que son los que conforman la cabeza visible del terrorismo, y por tanto no entran en mi comentario). Excepciones llamativas, puede haber decenas; pero lo que importa es el perfil de una sociedad, sus rasgos principales.
Y entonces me permito afirmar lo siguiente, fácilmente comprobable: la violencia en el mundo es directamente proporcional a la pobreza, la desestructuración social (desempleo, inseguridad, desorden, inestabilidad, movimientos migratorios, etc.), la ignorancia, la incultura (en su sentido más básico), y, en fin, todo lo que hace que la población viva en la miseria y la falta absoluta de esperanza e ilusión de cara al futuro. Más resumidamente (y con menos precisión): las zonas más pobres del mundo son las más violentas, y aquéllas que gozan de mayor riqueza, y en las que ésta está mejor repartida (quedan fuera, por ejemplo, países árabes cuya altísima renta per capita teórica no refleja la situación real), son los más pacíficos, los más "civilizados" del planeta.
Esto es tan indudable que se cumple a cualquier escala: por grupos étnicos dentro de un mismo país (Estados Unidos es un buen ejemplo de desproporción de delitos por razas), por regiones dentro de un Estado, por barrios dentro de una ciudad, o por épocas dentro de la historia de un mismo lugar. Y las únicas excepciones aparentes se dan en Estados donde regímenes autoritarios impiden el crimen mediante su represión (violenta; así que la excepción no es tal).
¿Qué ocurre? Que lo que no se cumple es la relación pobreza, etc./terrorismo. No, efectivamente, lo que se cumple es la relación pobreza, etc./violencia. Y eso se ha cumplido siempre y sigue cumpliéndose en todo el mundo. Pero... si no adopta la forma de terrrorismo (y más concretamente de terrorismo internacional, pues el otro es más antiguo y no nos ha preocupado nunca, salvo cuando lo teníamos dentro), no nos importa. Mientra esa violencia no nos ha afectado directamente, no nos hemos ocupado de ella.
Pero, claro, ahora se ha manifestado de un modo que ya no podemos obviar; ahora se ha vuelto contra nosotros. Y ahora importa. Y ahora hay que estudiar las causas.
2) Las causas por las que una sociedad acoge al terrorismo son las mismas, con diferencias cuantitativas, por las que los hutus y los tutsis se masacraron durante años, por las que Centroamérica vive en guerra desde hace décadas, y por las que hay calles en las principales ciudades del mundo que están en manos de bandas de jóvenes que matan y mueren a diario.
¿Pero cuáles son las diferencias cualitativas que han hecho surgir el terrorismo, que han hecho que la violencia latente (estructural y cultural, diría Galtung) se haya manifestado de esa forma? Yo aquí me declaro incapaz de dar una respuesta, pues tendría que conocer la mentalidad del terrorista, a sus cabecillas, a sus líderes y supuestos ideólogos; y no es mi caso.
No obstante, me atrevo a apuntar dos circunstancias que no se dan en otros lugares, y que en mi opinión han facilitado el surgimiento y crecimiento del terrorismo:
- el dominio de una religión que aún está en un estadio atrasado desde el punto de vista estrictamente cronológico (y que la hace parecerse en tantas cosas al Cristianismo medieval) y que además ha evolucionado hacia corrientes extraordinariamente radicales y violentas per se (corrientes, de nuevo, que no triunfarían si no encontrasen el terreno abonado), y que ha servido de argumento principal a la hora de convencer a su pueblo ávido de respuestas, que ha llegado a identificar el terrorismo con la guerra santa islámica;
- el petróleo, o, mejor dicho, el enorme peso que éste ha otorgado a la región en la política internacional (peso que hace que la población vea a ésta como un ingrediente fundamental en su día a día y tienda a responsabilizarla de la mayoría de sus males), y, a la vez, el sentimiento de injusticia que ha contribuido a generalizar en la población, sentimiento que surge de la consciencia de que son otros quienes se aprovechan de sus riquezas (y esos otros incluyen a sus propios gobernantes, generalmente cuestionadas por el integrismo).
En cualquier caso, creo que para analizar este aspecto es preciso conocer el problema mucho más a fondo.
3) Por último, diré que creer que los musulmanes que viven entre nosotros son -socialmente hablando- como nosotros es un error.
Es iluso pensar que vivir aquí significa que comparten con nosotros ambiente, influencias, ideas, cultura, educación, información, etc., cuando la realidad es que en la mayoría de los casos estamos ante grupos que llevan una vida aparte dentro de una sociedad aparte, en sus calles, con su gente, y de acuerdo con sus costumbres (incluídas las religiosas), constituyendo por lo general guetos poco permeables a la sociedad que los rodea. Aun así, hay quienes se adaptan bien y se encuentran a gusto e integrados; yo incluso tiendo a pensar que serán la mayoría (¿?). Pero es más que comprensible que esto no sea un proceso fácil ni rápido en un alto porcentaje de inmigrantes. Y sin duda es creíble que haya casos en los que la adaptación sea nula, y el contacto con nuestra sociedad no haga más que radicalizar sus convicciones previas.
Eso por un lado. Por otro, ¿cómo puede alguien creer que incluso los perfectamente adaptados van a olvidarse de dónde vienen, de cómo se vive en sus países de origen, y de cómo siguen viviendo sus familias? Ese background (que diría un guay) lo tienen presente, los condiciona y los marca. En muchos casos para bien, pero en otros para mal.
No estoy tan loco como para creer que con esto agoto el tema, por supuesto. Pero al menos me quito la espinita de leer todo lo que leo y no comparto.
No creo que a nadie de los que defienden este plantamiento se le pase por la cabeza que la lucha convencional contra el terrorismo (y no tan convencional: el Reino Unido empieza a darle importancia al papel de la religión y a intentar influir a través de ella) deba ser sustituida por estudios a largo plazo del problema de fondo . Pero sí, que debe ser completada con ellos, y con las medidas que de ellos se deriven, para que las soluciones lleguen y sean permanentes.
Más simple e impreciso todavía: O hacemos que el mundo sea más justo y la gente viva mejor, o tendremos que defender con uñas y dientes nuestra burbuja de paz, abundancia y bienestar.
Y mientras, se matarán entre ellos como hasta ahora.
(Ya puestos a sentar cátedra...)