Táboa Redonda: Normal y corriente
Normal y corriente
“Hombre
soltero de 54 años, normal y corriente, busca mujer sincera para relación
estable”.
Ese
fue el anuncio que me encontré el otro día hojeando la prensa en una cafetería.
Era una tarde de un día festivo, anticipo de las Navidades, y la calle estaba
llena de gente de compras, paseando y saludándose.
Normal
y corriente.
Dejando
al margen la cuestión de cuánta normalidad cabe en poner un anuncio por
palabras en la sección de contactos de un periódico, ¿quién se presenta, se
describe, se intenta publicitar, como alguien que no tiene nada de especial?
Con
cincuenta y cuatro años, parece probable que esa soltería sea el resultado de
un divorcio. Pero, lo sea o no, da la impresión de que para llegar a ese
anuncio han tenido que pasar años de pocas alegrías. Un grito de desesperación,
pensé yo enseguida, un lamento desmoralizado: “¡Soy normal, por el amor de
Dios, y quiero estar con alguien también normal! ¿Es tanto pedir?”. Pero tal
vez no, tal vez sea el único sincero de la página -como la mujer que busca-, de
los pocos que se conocen bien, y no haya encontrado nada más que decir de sí
mismo. O tal vez haya comprendido, de vuelta de todo, que no hay nada excepcional
en nadie y cualquier explicación es una ilusión.
Aaron
Copland compuso en 1942 su “Fanfarria para el hombre común”. Philiph Roth habla
al principio de “Me casé con un comunista” de la obra de posguerra “Con una
nota de triunfo”, del escritor radiofónico y guionista Norman Corwin, y de su sujeto sin importancia. Ambas recogen y
ensalzan esa idea tan yanqui de la valía del hombre de a pie, obrero de
Detroit, tendero de Boston o granjero de Kansas y verdadero héroe moderno. Si
la sociedad norteamericana respondiese a la imagen que de ella dan algunas
novelas de Roth, aquel país no dejaría de dar al mundo generaciones apabullantes
de filósofos y pensadores. Dado que parece no ser para tanto, supongo que hay
que leerlo con reservas; pero, aun así, algo debe de haber, o debe de haber
habido en algún momento. Algo que hacía que algunos jóvenes pensasen en su
vida, en su formación y en sus decisiones en términos trascendentes, casi épicos.
La épica de una vida cualquiera.
Normal
y corriente, se reconoce ese hombre que no pide otra cosa que compañía y que arrastra,
como mínimo, el cansancio de tratar de aparentar lo que no es. Un hombre capaz
de la proeza de saberse simplemente uno más."
Ser normal y corriente, en esta época en la que se exige saber cocinar con nitrógeno líquido (por poner un ejemplo) para poder decir que se sabe cocinar, es lo más subversivo que hay. Al margen de la interpretación que se le dé. Aguda por otro lado, pero no necesariamente cierta. :-)
ResponderEliminarte juro que llevo días pensando en un post que se llama "Elogio del hombre normal". Y lo escribiré.
ResponderEliminarMe apunto un mérito: conozco uno soltero, soltero. Soltero, pero de los de verdad y no revenido tras un divorcio
ResponderEliminar-matrimonio fallido.- Esos, no son solteros, son, otra cosa. Son sucedáneos del divorcio.
Datos esos solteros: jubilado tras una vida laboral de 44 años (impensable e imposible en las
circunstancias gubernamentales actuales) tiene 68 primaveras. Esto sí que es un soltero: solterón…
“Un hombre capaz de la proeza de saberse simplemente uno más."
Datos esos solteros: jubilado tras una vida laboral de 44 años (impensable e imposible en las
circunstancias gubernamentales actuales) tiene 68 primaveras. Esto sí que es un soltero: solterón…
María Schneider se aferró a la "violación moral" que sufrió por parte de Marlon Brando y Bernardo Bertolucci (75 años). Ambos, cómplices de una trampa para que la actriz no interpretara sino que "sintiera" la humillación…
ResponderEliminarhttp://www.elespanol.com/corazon/celebrities/20161210/177232673_0.html
¡¡Cal, qué alegría!!
ResponderEliminarMoli, pues venga, un post normalillo...
Manolo, ese hombre que ambos conocemos no tiene nada de corriente.
Besos y abrazos.
Feliz año, Portorosa, hoy solamente eso.
ResponderEliminarUn abrazo
Y a ti, J. L.
EliminarOtro.