9.11.15

Táboa Redonda: formas de recorrer el camimo

Una de las cosas más fascinantes de escribir es observar las reacciones de quienes te leen.

Las pocas personas de las que tengo una respuesta a estos artículos hacen siempre unas lecturas e interpretaciones diferentes y sorprendentes. Esta semana, en especial, ha sido muy llamativo: varios me han dicho, nada más leer el artículo, que se sentían muy identificados conmigo y con lo que contaba; pero cada uno se refería a una cosa distinta, que en varios casos no tenía nada que ver con lo que yo había intentado decir.

En fin, es eso que ya sabemos de cómo lo escrito abandona inmediatamente al autor (que ha terminado su parte, que deja de tener un papel en el momento en que da por acabado lo escrito) y pasa a formar parte del mundo de cada uno de los lectores. Como debe ser. Como advertía Amos Oz:

Aquel que busca el corazón del relato en el espacio que está entre la obra y quien la ha escrito se equivoca: conviene buscar no en el terreno que está entre lo escrito y el escritor, sino en el que está entre lo escrito y el lector.




De fondo



Hubo veranos, todavía escolares, largos y aún solitarios, en los que cada mañana ponía la misma música nada más despertarme: me levantaba, llegaba hasta el salón, colocaba un disco, subía un poco el volumen y me iba a la cocina a prepararme el desayuno.

Una de esas músicas fue un disco de los Platters que empezaba, cómo no, con ‘Only you’: la orquesta tocaba los cuatro tresillos del primer compás, un acorde de sol y entraba la voz de Tony Williams, perfecta. Otra, que duró varios veranos, fue el concierto para violín de Beethoven. Es un vinilo de Deutsche Grammophon, dirige a la Filarmónica de Berlín un casi joven Karajan y el solista es Christian Ferras. Beethoven solo compuso un concierto para violín, pero, como dice mi padre, después de ese para qué iba a escribir más. Algunos domingos por la mañana todavía lo pongo.

Eran mañanas largas, porque aunque empezaban tarde acababan tardísimo, y sobre todo porque no tenía prisa. Ni prisa ni planes, y no era raro que me quedase leyendo en pijama varias horas. Y creo (aunque a lo mejor se lo inventa mi memoria, que conoce el final, que es ahora) que era consciente de cómo pasaba el tiempo, y que me daba cuenta de que era un tiempo valioso.

De lo que sí estoy seguro es de la sensación que me provocaban, unos años después, otras horas de lectura; estas, nocturnas. También estaba solo, y me quedaba tumbado en el sofá leyendo suplementos culturales atrasados que había ido acumulando hasta que repasaba seis o siete de golpe. Y según acababa uno lo iba dejando caer a mi lado, en el suelo, y cogía el siguiente. Y al final había un montón de papeles de periódico, y yo lo miraba con los ojos cansados y como en otro mundo. Tantas reseñas y opiniones y referencias y títulos por leer me dejaban medio enardecido, como Alonso Quijano. Y pensando en qué iba a hacer con todo lo que me iba quedando dentro.

Aquello formaba parte de la sensación que durante muchos, demasiados años, he tenido: la de pasar la vida tomando impulso. Impulso no sabía bien para qué, pero para algo que (por favor) valdría la pena.

Hace tiempo que comprendí que el momento de saltar se había pasado. Y no salté. Tal vez haya avanzado algo a pequeños pasos, pero desde luego nunca salté.

Y ahora, impulso, ya poco. Supongo que esto ya es lo que hay. Pero por alguna extraña razón no me ha invadido la frustración que tanto temí siempre. Es como si esos pasos me hubiesen acabado llevando a algún sitio. Un sitio que a lo mejor es una actitud, que a lo mejor es resignarse, o haber comprendido algo. Pero donde no estoy mal, y en el que por los rincones hay muchas lecturas de madrugada y de fondo a veces se oye el concierto para violín.

1 comentario:

  1. Admirable saber que interpreta los comentarios y que los valora (¿regular, bien, mal...? ¿cuál es la puntuación? ¿algún suspenso garrafal? ) es una forma de conocimiento... que todos valoramos... Si en el diario hubiese una semblanza del blog, sería un canal de acceso atractivo también para esos lectores hoy desconocidos. Y contar con otra sólida opinión también... en su observación.... Nos pasamos la vida leyendo, observando, sintiendo, es algo propio de nuestra humana naturaleza...
    Presumimos que existe una vía o canal entre "esos varios" no plasmada en el Blog. Es lógico que lo escrito llegue a otro seres que lo lean e interpreten con su fuero interno... Sin embargo el autor siempre contará con sus derechos de autor sobre su propiedad intelectual es doctrina de SGAE, y que obtenga una recompensa a esos derechos. Cosa similar pasa incluso con Windows "pirateado constantemente en todos sus programas" excepto en el excepcional Windows 10, que lo cede gratuitamente,,.
    Y acabo que me enrollo....

    ResponderEliminar