Las correcciones, de Franzen, y películas
Este sábado acabé Las correcciones, de Jonathan Franzen, que compré hace meses en Tipos infames, acompañado por NáN y Aroa, el día que conocí a Moli.
Me ha gustado muchísimo.
Leyendo libros como este es difícil no sacar algunas conclusiones no demasiado halagüeñas sobre la sociedad norteamericana.
(Hoy me he encontrado a una amiga estadounidense y hemos hablado del libro, que había leído. Por desgracia, ella también creía que era una buena radiografía.)
Franzen nos habla de una familia de clase media alta: el matrimonio ya casi anciano y sus tres hijos, con sus respectivas vidas; vidas supuestamente buenas, colmadas, materialmente envidiables, comparativamente deseables, etc. Y nos pinta un panorama que, a medida que vamos escarbando en sus intimidades, resulta desolador. Pero no (o no solo) por el contraste entre las teóricas posibilidades materiales al alcance de los protagonistas y su pobre grado de satisfacción, sino porque, rompiendo todos mis esquemas, se nos muestra a unas personas no solo pudientes, informadas, formadas, de mundo, bien relacionadas, etc., sino también cultas, con inquietudes y compromisos, inteligentes, reflexivas, sensibles, etc., etc... a las que sin embargo todas esas ventajas/virtudes parecen valerles de bien poco. En contra de mi pretensión, un montón de cualidades que deberían poco menos que garantízar un modo de ver la vida, cierta actitud y determinadas prioridades, a ellos no les valen de nada. No los salvan.
Tal vez sea todo mucho menos sorprendente y más previsible; pero desde luego no es un simple el dinero no da la felicidad, sino algo más profundo.
Me da la impresión, en cualquier caso, de que cuantas más herramientas tienen los personajes más angustiosas me resultan su ansiedad, su ambición desbocada y sin norte, su culpabilidad, su soledad, su huída hacia delante, su búsqueda desesperada de no se sabe qué. Es triste e inquietante comprobar eso: que esas herramientas pueden quedarse en la superficie, construyendo capas que solo envuelven un vacío.
Y también lo es darse cuenta de que esas vidas no nos quedan muy lejos.
Cuando Paula y Carlos duermen conmigo casi siempre cenamos viendo una película, y ahora que pasamos juntos las vacaciones lo hacemos prácticamente a diario. Despertarme con ellos y levantarnos a desayunar, y esa película nocturna en el sofá, son seguramente los momentos más bonitos, más entrañables, más llenos de cariño del día.
Porto, me acuerdo perfectamente de ese día y tu trenca de "noruego" XD...tendremos que repetir.
ResponderEliminarCuánta me alegra que te haya gustado Las Correcciones, acabo de mirarlo y justo hace un año que lo leí yo y ya sabes que a mi también me gustó muchísimo.
Yo también veo películas con las princezaz y son momentos entrañables porque además ya son mayores y se acordarán siempre de estas tardes o noches compartiendo películas. Ya tengo preparadas todas las de la semana que viene.
Besos
lo que no entiendo muy bien yo es por qué te identificas con la clase media alta.
ResponderEliminarYa sé que es la imagen de éxito vital que se pretende que persigamos y tu comentario lo cuestiona.
Pero hay algo extraño en que te preocupes por sus vidas. Por otro lado, para la mayoría, un mínimo de recursos económicos es necesario para llevar una vida digna, condición de la felicidad.
Un beso, Moli.
ResponderEliminar¿Que me identifico? No, no lo hago. Esta gente está social y económicamente muy por encima de mí.
Lo único que me toca es el hecho de que cierto bagaje (que podría ser un objetivo mío personal) no parezca servir de nada.
Aunque al mismo tiempo está bien comprobar que es algo añadido; que lo esencial está en otro lado.
Yo fui muy pesado con Las correcciones pero tenía motivos, es una novela que me impactó. Muchos de los que la leímos antes de Libertad no pudimos terminar esta última. Es algo que suele suceder: muchos escritores, casi todos en realidad, lo son de uno o dos libros, el resto es el ascenso y el descenso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algo así me dijeron, que sin duda comprara esta y no Libertad.
ResponderEliminarEs verdad, creo que tienes razón, Jesús; que es muy excepcional que alguien tenga mucho más que decir, una vez que ha dicho lo esencial (creo que el límite viene más de eso que de cuestiones técnicas, ¿no?).
Un abrazo.
Tal vez lo primero que nos debiéramos de preguntar es qué es para nosotros la felicidad o mejor dicho qué nos salva de la infelicidad. Últimamente estudio/leo/etc mucho sobre el tema y en lo que coincide casi todo lo que oteo es en archimanido carpe diem. Vivir en el pasado y/o en el futuro solo conlleva angustia. Por eso es tan maravilloso el momento en el que Paula, Carlos y tú veis una película, porque es ese momento y no otro el que llena tu espacio y tu tiempo.
ResponderEliminarNo sé.
Me lo apunto en mi lista de libros por leer. Gracias, Portorosa. Y un besote, claro.
Independientemente de la pasta y el nivel cultural. No son más felices los ignorantes por la condición de serlo ni al revés. Ídem con la gente ilustrada. Ya. :-)
ResponderEliminarYa, Cal, si creo que ya lo sé. Pero aunque haya abandonado la idea de relacionar cosas como la cultura con la satisfacción (lo del dinero ya no me lo planteaba, más allá de saber que las dificultades materiales hacen la vida más dura), me cuesta ver que una sensibilidad, unas inquietudes determinadas, no son garantía de nada. Y no hablo ya de que te den la felicidad, sino de que ni siquiera te salven del fango.
ResponderEliminarTienes razón en lo de la película: es ese momento, el que es maravilloso; lo tiene todo él mismo.
Te lo recomiendo, sin duda.
Un beso muy grande, Cal.
¿puede ser que falte la dimensión social, comunitaria, de construcción de imaginario común codo a codo con otros? Salir de la comodidad material y/o intelectual y pisar fango...
ResponderEliminarApunto el libro, y lo que dice Jesús sobre que muchos escritores lo son, al máximo de su nivel, de uno o dos libros. Seguro que puede aplicarse a otras disciplinas.
ResponderEliminarUn abrazo
Puede ser, Anónimo.
ResponderEliminarUn abrazo, J.L.
Soy gran lector de la lit norteamericana. Y todos los grandes revelan la fractura de esa sociedad, tan interesante porque es el modelo que nos acaba llegando.
ResponderEliminarLa fractura se llama "individualismo".
Sí, ¿verdad? Eso dice casi todo el mundo.
ResponderEliminarPero es un individualismo vital, profundo, ¿no? No es solo algo profesional o limitado a alguna otra parcela, sino el modo en que se enfrenta uno al mundo. Probablemente, no lo sé. En cualquier caso es muy curioso; entre otras cosas por lo que tú dices: porque es una referencia.
Un abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPorto, te dejo un enlace en el que Félix de Azúa habla, entre otras cosas, sobre el carácter de su individualismo. Y de sus últimos libros, claro.
EliminarUn abrazo
http://lecturassumergidas.com/2013/07/23/felix-d-azua/
Leído.
ResponderEliminarPersonalmente, creo que es compatible no ser individualista con no creer en colectivos predeterminados y que hay que coger como vienen (partidos, religiones, organizaciones varias,etc.). Se puede no ser individualista si uno cree en los demás, o al menos en un porcentaje considerable de los demás; si a uno le interesan los demás, y desde luego si uno se rodea de seres queridos. Tal vez él no esté hablando de eso, en realidad, pero por si acaso lo dejo claro.
Entendido así, me parece posible (y deseable) huir del individualismo del que hablábamos (el del libro, el del individuo que solo se tiene a sí mismo y solo se ve a sí mismo) y a la vez no caer en la trampa de las etiquetas y las adhesiones.
(Lo cierto es que Azúa no me cae muy bien. Y no sé exactamente por qué. Creo que lo encuentro un poco soberbio, siempre. Sobre todo después de una polémica pública que tuvo hace años con un músico; me pareció un engreído y no muy bien intencionado.)
Muchas gracias.
Creo que estamos de acuerdo en lo básico, que no es poco. Tengo que leer el libro para saber de manera cabal de qué hablamos cuando hablamos de individualismo. Supongo que, como en otras cosas de la vida, las cosas no son blanco o negro, en esto tampoco. Ya hablaremos.
ResponderEliminarRespecto a Felíx de Azúa, había olvidado aquella polémica sobre música (¡sobre música!). Como con muchos otros escritores y músicos, paso por alto sus defectos personales, y suelo leer lo que escribe sobre arte, sobre todo, a veces sobre política y, cosa bastante rara en la mayoría de escritores profesionales, sobre música, casi siempre clásica. No conozco a muchos que escriban realmente sobre música.
Un abrazo
Soy la doctora Maria. Gracias por publicarlo..... El texto es amplio, entendible, claro, y fluido. Me gusto mucho tu blog...... Es el mejor post que he leido sobre este tema. Voy a compartirlo con mis amigos..... ¿Tengo una pregunta? ¿puedes profundizar mas sobre este tema?.... Muchas gracias, te deseo exitos con tu pagina web.
ResponderEliminar