En Vicedo
No digo más.
Al final, no me puedo callar:
Hemos llegado hoy, a eso de las siete y media de la tarde. Hacía dos meses o más que no veníamos y lo echaba mucho de menos.
Hemos venido los tres con M y su hijo, C. Cuando hemos terminado de deshacer los equipajes y de instalarnos mínimamente, los tres niños nos han convencido para bajar a la playa, casi a las nueve. Solo había una señora, la vecina y matriarca de una familia madrileña que en los primeros setenta llegó aquí por casualidad, por un anuncio en el periódico, y desde entonces tiene en Vicedo su segundo hogar. Me he acercado a saludarla a la roca donde estaba sentada y enseguida he vuelto con todos, que se iban al agua; los dos más pequeños, corriendo por la arena con las gafas y el tubo de bucear ya puestos.
El agua estaba fría, por supuesto, pero para esto tener niños, y que los niños se bañen sí o sí, ayuda mucho. Me he ido metiendo, hasta mojarme del todo.
Y entonces.
Entonces me di la vuelta, vi el monte, el monte con el faro, mi monte, y el sol justo sobre él, tocándolo, a punto de ponerse; miré atrás y vi a los cuatro; y me puse a nadar.
A nadar, con los ojos cerrados, sintiendo el agua en la cara, en el pecho, notando los brazos entrar y salir, notando la sal, notando tanto tiempo sin venir. He seguido varios minutos, mirando de vez en cuando el fondo verdoso, hasta que he parado y he sacado la cabeza. Aquí estaba, aquí estaba otra vez, rodeado por la ría, frente al monte, frente a la playa, oyéndolos jugar, oyendo las gaviotas, oyendo una lancha entrar. Y me ha costado no gritar, o no llorar. Y por primera vez en semanas o quizá en meses me he sentido feliz. He estado un rato girando, buceando, dejándome flotar. Completamente feliz. Lo necesitaba, lo necesitaba, lo necesitaba.
Aquí estoy, en Vicedo, el sitio que más me gusta del mundo, no sé bien por qué. Aquí estamos.
Ahora todos duermen arriba. Excepto Carlos, que se ha acostado recordándome si mañana podemos ir a pescar, los demás han ido cayendo durante la película. No sé si escribiré mucho estos días. Hoy acabo ya; apago y subo.
Estamos en Vicedo, por fin.
Diario de vacaciones, por favoooor.
ResponderEliminarGracias, Aroa. No lo sé.
ResponderEliminaros habeis olvidado el ajuar...
ResponderEliminarYo estoy con Aroa..no nos dejes sin el diario de vacaciones...a mi me sienta bien aunque me corroa la envidia...
ResponderEliminardisfrutad mucho..mucho.
Que lo disfruten. Mucho.
ResponderEliminarBicos.
LLS.
No olvides las fotos ahora.
ResponderEliminarUn abrazo
¡Qué bien!
ResponderEliminarA mí me pasa un poco lo mismo con San Felipe. Además de parecerme precioso, le tengo un cariño especial, supongo que por los buenos recuerdos. Estuve este fin de semana, visitando a mis tíos. Estuvimos paseando por la zona y poniéndonos los dientes largos con las maravillosas casas con vistas a la ría que hay. Hablando sobre las casas, salió a conversación tu casa de Vicedo, le explicaba a mi hermana lo bonita que es esa zona y la estupenda ubicación que tiene tu casa. No sabes la envidia que me estáis dando en este momento. ¡Quiero vacaciones ya!
¡Pasadlo muy bien! Beso gordo.
:D
ResponderEliminarVicedo es tan maravilloso de tu mano y sus veraneantes como personajes que me da miedo conocerlo algún día en persona. Muchos besos a todos. Dile a M. que se extraña a la filla.
ResponderEliminarNosotros "desembarcaremos" el viernes q viene...y la envidia me ayudará a pasar esta semana que queda.
ResponderEliminarTranquilo, hombre, entenderemos perfectamente que no escribas.
ResponderEliminarMe sumo a la moción: Diario de Vacaciones.
ResponderEliminarMuerta de envidia, claro.
http://madredemarte.wordpress.com/
Tengo envidia, ¿sana? mitad, mitad.
ResponderEliminarIba a comentar, pero he preferido mandarle la foto a su correo.
ResponderEliminarQue descanse, Maese Portorosa.
Fantástico. Lo cuentas muy bien, casi he nadado yo también cuando lo leía. Me alegro. :-)
ResponderEliminarMaravilloso, qué bien lo cuentas.
ResponderEliminarUn abrazo para ti y un beso para M.
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(A mí también me gustaría mucho un diario de Vicedo)
Cabronazo.
ResponderEliminarQue ganas de sentir asi...
ResponderEliminarHay que ir a por esos sentimiento, Irene. No siempre llegan a donde estamos, no siempre basta con esperar.
ResponderEliminarUn beso. Me alegro de verte.