25.9.11

Sogdios, para Jesús Miramón

Esta mañana, en la playa, tras el que quizá haya sido mi último baño de este año, terminé el libro de Thubron, El corazón perdido de Asia.

Poco antes del final el autor narra un encuentro con dos pastores del valle del Yagnob, un remoto lugar en las montañas del noroeste de Tayikistán, en la cuenca del río Zerafshán. Thubron sospecha que en aquellas aldeas, inaccesibles seis meses al año y secularmente aisladas, todavía se habla un dialecto del sogdio, la antigua lengua de Persia. Nada más leerlo pensé en Jesús Miramón:

Durante meses había cargado un magnetófono en la mochila sin utilizarlo, pero ahora lo saqué y le pedí al anciano que hablara.


Se puso un poco nervioso. El único sonido era el murmullo del río. Luego empezó a hablar como en un ensoñamiento: una lengua huidiza, llena de guturales y de suaves oclusivas, y una triste y rítmica energía. Se concentró como quien recuerda una canción, con los ojos bajo aquellas peludas cejas negras y las rodillas cogidas por unas manos grandes y manchadas. Tenía los ojos fijos en las luces parpadeantes del magnetófono. El joven se unió a él en un tono murmurante y se sumió en las mismas cadencias melancólicas, hasta que todas sus frases parecieron marchitarse de desilusión.


Yo les escuchaba sin apenas dar crédito. Aquello, pensaba, era el último eco de los gritos de batalla proferidos hacía 2.500 años por los ejércitos de los grandes reyes en Maratón y en las Termópilas. Aquello era lo que quedaba de los himnos de los sacerdotes de Zoroastro o de las peticiones de los sátrapas persas a Alejandro Magno. Sin embargo, lo hablaban unos empobrecidos pastores de cabras de las montañas del Pamir. (...)


Pensé que debían de estar declamando una poesía o una leyenda, pero no, según dijeron en un ruso vacilante, simplemente estaban hablando de la dureza de sus vidas. (...) En cuanto al pasado, el anciano sabía que su pueblo había sido empujado hasta allí por invasores y que había llevado consigo registros en pergaminos de piel de caballo. Pero era muy vago respecto a las fechas.

Ese tono admirado del autor ante algo que le resulta tan evocador me recordó a muchos textos de Jesús, que también se asombra, lúcido y cautivado, de la vida y de los hombres. Y pensé que le gustaría.

El libro me ha encantado. Es literatura de viajes, y ofrece una visión de las sociedades, de la historia y de la naturaleza de los sitios que recorre, pero sobre todo Thubron nos habla, sin cesar, de personas.


4 comentarios:

  1. Me ha gustado muchísimo, Porto, y te lo agradezco de corazón mientras apunto el título. Un abrazo muy fuerte.


    P.D: ¡Dos pastores hablando un dialecto de la lengua del Darío que huyó ante Alejandro! El mundo es una realidad absolutamente fascinante.

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  2. Exactamente. Estaba convencido de que así lo apreciarías.
    Me alegro.

    Un abrazo.

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  3. también me he apuntado el libro , que parece muy interesante.
    Unbesazo

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  4. Me sumo al homenaje al "tempo" del pensamiento de Jesús.

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