Se presentaron y presentan como respetuosos con el medio ambiente y no contaminantes. Y yo creo que al principio incluso los ecologistas los defendieron. Pero dudo que ahora nadie, no ya ecologista sino mínimamente sensible ante un paisaje, pueda considerarlos buenos. Me refiero a los generadores eólicos, a los nuevos molinos de viento que proliferan por doquier y que, en Galicia como en tantos otros sitios, nos inundan a una velocidad inimaginable hace apenas unos años.
No digo yo que no sean una alternativa mejor que otras. No digo eso ni lo contrario, porque yo no tengo ni idea del tema (sobre el que, por otra parte, las leyendas urbanas abundan, como la que dice que hay algunos que ni siquiera están conectados a ningún sitio; es decir, que dan vueltas por dar vueltas, pero que no están produciendo energía). Sí creo, sin embargo, que el impacto medioambiental (para utilizar la técnicista y bastante tonta terminología habitual) que tienen es enorme.
Pueden no contaminar la atmósfera (al menos con gases), lo que es de agradecer, pero sin duda producen contaminación acústica y, sobre todo, visual; y además me dice un amigo ornitólogo que tienen, cuando están situados en puntos importantes de paso, efectos devastadores sobre las aves migratorias.
A mí, confieso que lo que más me molesta es el aspecto estético. Y eso que un generador no es algo feo; es incluso bonito, considerado aisladamente o en grupitos pequeños. Pero Galicia, como he dicho, está abarrotada de estaciones eólicas, abarrotada, y están llegando a sitios cada vez más escondidos y que hasta hace poco se mantenían vírgenes, salvajes y preciosos. Ahora, en cambio, uno llega a, por ejemplo, los acantilados más altos de la Europa continental, en la costa coruñesa, y ve -si la niebla le deja- la sierra que los forma, otrora poblada sólo por vacas y caballos salvajes, salpicada ya por cientos de molinos. O echa la vista arriba desde la ría del Barquero, una maravilla en la desembocadura del Sor, y ve que los montes, como en tantos otros sitios, tienen una cresta blanca. O en plena Terra Cha descubre lo que parece una inmensa plantación de generadores, ¡de cientos de generadores, hasta donde alcanza la vista (y cha significa llana)! Fuera de Galicia, el panorama no parece ser mucho mejor; y para muestra, la costa española del estrecho de Gibraltar, plagada.
Así que hacen mucho ruido y al parecer son nefastos para ciertas aves; pero es que además están contribuyendo a afear los pocos sitios de Galicia que hasta ahora los habitantes de estas tierras y sus inverosímiles tendencias arquitectónicas habían respetado.
Por supuesto, que el paisaje sea bonito o feo le resulta indiferente a una abrumadora mayoría -y a las infinitas pruebas me remito-, lo sé; como sé que no dar argumentos económicos es, en la práctica, no dar ningún argumento. Pero yo, en mi infantil idealismo, prefiero vivir en un sitio agradable y bonito. No sólo lo prefiero sino que incluso lo considero muy importante para hacer más agradable mi día a día. Y soy tan esnob que me indigno y me enfado al ver cómo estropeamos todo, cómo hacemos que todo sea cada vez más feo. Incluso Galicia, la maltratada (sobre todo por los gallegos, por supuesto, los más culpables con diferencia) Galicia, que parecía imposible que dejase de ser bonita algún día.
La coreografía de los molinos, eso sí, debo reconocer que es muy buena.