GCI, in memoriam.
Hoy lo único que me importa es que ha muerto Guillermo Cabrera Infante, el escritor que, de todos, sin duda, más me ha hecho disfrutar.
Para mí Cabrera Infante significa cientos de páginas leídas con la sonrisa en los labios y la cabeza llena de juegos e ingenio -el suyo, claro-, de tanta inteligencia -la suya, la suya- y de palabras enlazadas en una cadena tan brillante y veloz que yo apenas podía asimilar (palabras, palabras mezclándose, transformándose en otras nuevas, jugando, sugiriendo, bromeando y cantando). Y no sólo le agradezco ese esplendor, sino el fondo de su literatura, lleno de gente viva (de traseros redondos y andar rítmico, ellas; implacablemente vestidos, algunos de ellos; fijos de club, bebedores, fumadores, amantes y melómanos, todos), de verdadera cultura, de noches de La Habana y de mucha buena música .
Es una maravilla leer cualquier cosa suya; cualquiera. E imprescindible leer (si es que hay lecturas imprescindibles) "Tres tristes tigres" y "La Habana para un infante difunto".
Un momento verdaderamente emocionante para mí fue asistir a una conferencia suya, en la que no sé ni de qué habló (sí recuerdo un análisis psico-sociológico genial de la canción "María Cristina") pero con la que nos metió a todos los presentes en un remolino vertiginoso de palabras que duró unas brevísimas dos horas. Y, cuando lamentablemente acabó (antes nos habia avisado: "Les advierto de que, si no hay más preguntas, no habrá más respuestas."), pude acercarme con mi librito para firmar y cruzar con él unas frases que me hicieron una enorme ilusión. Le dije que lo que para mí era tan extraordinario, para él debía de ser rutinario e incluso tedioso, y que estaría cansado de que sus lectores le dijesen lo que lo admiraban, lo mucho que significaba para ellos conocerlo personalmente, etc., etc., y fue tan amable que me dijo que no y que me lo agradecía mucho.
De eso hace unos siete u ocho años, y se le veía bastante enfermo.
Yo creo que con Cabrera Infante descubrí hasta qué punto la literatura era mucho más que contar una historia, lo poco que podían llegar a importar el hilo argumental o un orden lógico, y hasta qué punto, también, una obra literaria podía ser algo acabado en sí mismo e independiente de la realidad, sin necesidad de más referencias que las que el autor llevase dentro. Cosas todas que no inventó, que ya eran sabidas, por supuesto, pero que a mí (yo era joven...) me llegaron con él. Con él me di cuenta por vez primera, en fin, de lo maravillosa que era la verdadera literatura. Y le estoy inmensamente agradecido por ello, y por eso me entristece tanto su muerte.
Hoy quería hablar de alguna gente ruin y envidiosa, y de otra ruin, codiciosa y deshonesta. Pero que se vayan a la mierda. Porque hoy sólo me importa que GCI ha muerto.
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