Táboa Redonda: Inquisidores
Publicado en el suplemento Táboa Redonda del domingo 26.02.2017 |
Inquisidores
"Las
redes sociales arden (no dejan de hacerlo y ahí siguen: ni la zarza de Moisés)
con las críticas al cartel de Entroido que representa al Papa, y con las
críticas a esas críticas: falta de respeto por un lado, e intolerancia por
otro, se oye. A las dos semanas, sin embargo, quejas parecidas surgen por la
inclusión de un traje tradicional gallego en otro cartel de Carnaval. No
debería sorprender, al fin y al cabo seguimos hablando de religión.
Hace
unas semanas murió Tzvetan Todorov, que trató el tema de la alteridad y de la
confrontación nosotros/ellos. Confrontación que, para mí, además de la primera
y más obvia lectura de rechazo al diferente -los bárbaros-, tiene otra más
sutil, tal vez no tan grave pero no del todo inocua: la necesidad de tener un
“nosotros” en el que apoyarnos. Dice, en la línea -siempre ese temor a vernos
solos- de Fromm: “Si la mirada de los otros no gratifica mi excelencia
individual, busco la confirmación de mi ser en la comunidad de la que formo
parte”. Es decir, no se trata ya del peligro de reducir al otro a uno de sus
rasgos, a una sola de sus múltiples pertenencias y esquematizarlo como nos
conviene, sino de hacer con uno mismo algo parecido. No somos ni intelectual ni
emocionalmente capaces de asumir nuestras limitaciones, nuestra complejidad y
nuestras contradicciones, y nos simplificamos: soy esto y desde esta posición
vivo. Donde la posición en cuestión, el refugio, la bandera que nos cubre, el
lema que nos da respuestas a todo, puede ser cualquier cosa: la patria, por
supuesto, pero también la religión, una etiqueta política o un club de fútbol.
O,
a veces, una causa que defender. Sobre todo en las numerosas ocasiones en que,
en lugar de responder a preocupaciones genuinas, esa causa parece el resultado de
la ansiedad personal o las modas. Entonces surgen los fanáticos monotemáticos,
sin otro horizonte ni otra vara de medir que su lucha. Comisarios políticos, Torquemadas
que nunca dudan y no dejan de señalarnos qué debe preocuparnos, a quién o qué
estamos traicionando, o qué nuevo mandamiento estamos incumpliendo."
* * *
Número 35.614 de El Progreso de LUGO - Táboa Redonda nº 70 del domingo 26 de febrero del 2017.
ResponderEliminarLa dispersión o el exceso enfermizo en creencias o filósofos y filosofías puede llevar –salvo en caso de personas muy competentes y fuera de serie con cerebelos de enorme capacidad- a trastornos o depresiones enfermizas como se citaba en la novela de Miguel de Cervantes Saavedra “El Quijote de la Mancha” que el exceso de lecturas de caballerías terminaron haciéndole creer que los molinos erar auténticos gigantes. Mientras que el elemental Sancho Panza tenía claro que no era así y tan sólo eran elucubraciones enfermizas del hidalgo.
Recuerdo que a mis tiernos 20 años un compañero del curso de FIP de Radioelectrónica tenía a Erich Fromm como libro de cabecera “El arte de amar” y siempre me citaba teorías del libro y su autor, sin embargo, era incapaz de seguirle, y realmente me consideraba un verdadero ateo sobre sus ideas.
El catecismo dominical de mi infancia, me había vacunado para toda clase de Biblias, teorías y filosofías, me había vuelto muy elemental sobre las creencias, con una era suficiente: la católica.
Me había vacunado y vuelto inmune “microbiológicamente” a toda esa serie de ataques del excesivo leer o pensar, cosa excelente y buena que hoy celebro, agradezco y reconozco.
Realmente la postura de Sancho Panza -a mi entender, más simple y elemental- es preferible y más acertada y nos evita elucubraciones cerebrales o enfermedades de todo tipo anímico…
Muy interesante, Manolo...
ResponderEliminarQuién sabe.