Cannery Row, de John Steinbeck
Tiempos de confusión y movimiento. Pero cuáles no lo son.
Siguiendo las entusiastas recomendaciones de NáN y Moli (gracias), acabo de leer Cannery Row, de Steinbeck.
En él se cuentan las peripecias cotidianas de un grupo de personajes de uno de los barrios conserveros de Monterrey. Personajes variopintos y extraños, para mí, como casi todos los de la literatura norteamericana.
El libro me ha encantado. ¿Y por qué, pensaba yo el otro día? Aparte, claro, de por estar bien escrito (y traducido). Y lo pensaba tras una conversación con mi padre, férreo defensor de la forma (postura que, en mi opinión, lleva implícita en el fondo la querencia por ciertos temas y el rechazo de otros), en la que sentencié que yo a la literatura le pedía que me hablara de la vida.
Pero ya me doy cuenta de que eso es decir tanto que, en realidad, es casi no decir nada. Porque, ¿qué es hablar de la vida?
A mí un libro me habla de la vida cuando me hace conocer mejor el mundo y a los demás, y sobre todo conocerme a mí mismo. Cuando leerlo es lo más parecido a vivir más que yo puedo hacer.
Por eso es tan importante la literatura para mí.