Vida exterior
No hace tanto tiempo que viajar, por cerca que fuese, era algo excepcional. Estaba al alcance de pocos, casi nadie necesitaba hacerlo, y desde luego no se había convertido en una forma de ocio popular (los viajes en vacaciones los hacían los ricos y duraban seis meses).
Mi madre le hablaba en el sesenta y muchos a una señora de su aldea de los rascacielos de Nueva York, cuando fue mi padre, y la señora, Carmen, le preguntaba "Pero e iso hai xente que o veu?". Verlos, solo verlos, ya le parecía inaudito; pensar en, por ejemplo, vivir en ellos era inconcebible.
Y eso es comprensible aún ahora, y aquí, donde conviven épocas distintas, pero hay algún caso pasmoso. La bisabuela de M, que vivía en una aldea de este ayuntamiento, a unos dos kilómetros en línea recta de la costa, nunca vio el mar. Nunca llegó tan lejos de su casa, ni quizá tuvo motivos para hacerlo. Su vida nunca rebasó las pequeñas fronteras de su día a día, que eran las de su entorno inmediato. Yo me pregunto si no habría noches de temporal en las que incluso oiría las olas desde la cama, y si se lo imaginaría.
Y el otro día un amigo, R, me comentaba cómo esta historia le había llevado a pensar en otra cosa: había hecho un paralelismo entre el caso de esta mujer y la humanidad, donde el mar sería la vida extraterrestre. Suponía él que tal vez alguna civilización nos estuviese observando, o llegase a estudiarnos dentro de unos cuantos siglos, y comentasen, sin salir de su asombro:
- Fíjate cómo estaban de atrasados en ese planeta, ¡que nunca habían visto a otros seres vivos!
- ¡Qué me dices!
- En serio. ¡Se pensaban que no había más vida, que estaban ellos solos en el Universo!
- Pero cómo es posible; si estaban al lado...
- Ya, pero para ellos esas distancias eran terribles; no eran capaces ni siquiera de salir de su sistema, y de hecho apenas abandonaron su planeta. Se pasaron toda su existencia allí.
- Increíble.
Pues casi seguro que habrá vida en otros planetas mucho más avanzada que la nuestra para hablar en esos términos. Lo que me da rabia a mí es que no se acerquen para enseñarnos su tecnología (conste que no soy fan fatal de los que sueñan con un encuentro en la tercera fase)... Lo mismo ellos tampoco pueden hacer viajes interestelares.
ResponderEliminarEn mi familia todos han sido muy viajeros, así que sí, me sorprenden enormemente las personas que nunca han salido de su día a día cotidiano. Si yo supiera que no iba a poder viajar nunca más (a la conchinchina o aquí al lado a ver el Paular), simplemente me moriría de pena.
Lo del viaje extraterrestre me llevó a pensar en los que no viajaron nunca a lomos de la imaginación. Y no solo hablo de los que no viajan leyendo libros, sino de los que, habiéndolos leído e incluso viajado, son incapaces de sutraerse a la realidad fáctica.
ResponderEliminarSin embargo muchas de esas bisavuelas podían resistir su confinamiento a una área tan reducida del territorio, por que vagaban con su imaginación, por los mundos de los mouros y sus tesoros, lobisomes, tranos, santas compañas, lavandeiras, tronantes, chuveiros, menciñeiros ...