En la piscina
- Qué, papi, genial, ¿eh?
- Sí, Carlos. El otro día te portaste muy mal, pero hoy muy bien.
- Es que no quería desofenderte.
- ¿Decepcionarme?
- Eso.
(Creo que es posible hablar de decepción, con los hijos, sin que tenga por qué ser el síntoma de una relación poco sana, o de planteamientos erróneos con expectativas equivocadas.
Dicho eso, ¿llegará el día en que me decepcionen? Me cuesta creerlo. Tendrían que cambiar mucho. O tendría que cambiar mucho yo.)
Nunca, jamás de los jamases, es imposible si el padre no es un cabeza cuadrada con unos principios rígidos y pretende que el hijo siga su camino estrecho y aberrante. Y el hijo, como se supone en este caso, no se dedica a hacer daño a los demás.
ResponderEliminarPuede abochornarte un poco, si se hace hip-hopero, con gorrilla hacia atrás y pantalonacos como de baloncesto de la NBA. O la versión "horrenda" que toque en su momento.
Pero tú si puedes decepcionarte a ti mismo si alguna vez te das cuenta de que querías una prolongación de ti mismo, en lugar de un ser libre con derecho a equivocarse mientras va aprendiendo.
Con lo de relación poco sana, los planteamientos erróneos y las expectativas equivocadas me refería a lo que dices en tu último párrafo.
ResponderEliminarCon lo de que es posible la decepción me refería a la segunda, la del daño; aunque entonces habría, seguramente, mucho que explicar. Y, desde luego, en ese caso habrían cambiado mucho, muchísimo.
Y con lo de cambiar yo, quiero creer que pensaba en volverme un cabeza cuadrada o algo peor.
Un abrazo.
Sí, damos por descartada que vaya a hacer daño. Es imposible con esos principios.
ResponderEliminarAsí que no te decepciones a ti mismo, que él no lo hará.
Abrazo