De mí, del 15-M, de nosotros
1. Hoy estoy de cumpleaños. Cumplo 41.
¡Qué mayor, ya! Casi se puede decir que soy un adulto. Y sin embargo, es increíble la cantidad de situaciones y relaciones en las que todavía me siento un niño.
Estoy bien, bastante contento, en general. Aunque todavía tengo cierta sensación de no acabar de asentarme, que me hace temer que acabe acostumbrándome a no acostumbrarme.
2. Del 15-M
Ayer vi las últimas propuestas del movimiento, surgidas, al parecer, de las asambleas que sobre todo durante el fin de semana se han celebrado.
Aquí las tienen.
En general me parecen bien, pero hay varias con las que no estoy de acuerdo:
- Imprescriptibilidad de los delitos de corrupción:
¿Por qué? Prescribe un asesinato, prescribe una violación, ¿y no va a prescribir eso? La corrupción es un delito más, y como tal ha de tratarse: se cumple la condena y punto. Ni siquiera debería inhabilitar de por vida para el ejercicio de cargos públicos. ¿O la intención rehabilitadora de nuestro sistema penal no vale para todos? Allá los votantes, si después los votan. - Referendums obligatorios para toda introducción de medidas dictadas desde la UE:
No soy un experto y lo mismo digo una tontería, pero mucho me temo que esto no se puede hacer. Una cosa es someter a referendo la entrada en la UE, o en el sistema monetario, o la aprobación de la constitución europea; ¿pero todo? Las disposiciones de la Unión forman parte, directamente, de la legislación estatal; no hace falta ni adaptarlas... - Modificación de la ley electoral, etc.:
¿Qué modificación? Sigo sin ver lo de la circunscripción única. Morelli dice que los problemas son en todos sitios los mismos; Pcbcarp me cuenta que han calculado que aun con el cambio los partidos nacionalistas no perderían mucho. Me cuesta creer lo segundo (de hecho, es el principal argumento antinacionalista: lo poco que "cuestan" sus diputados), y no estoy de acuerdo con lo primero: la circunscripción única relegaría a la periferia (demográficamente hablando) a un papel marginal, pues Madrid, Barcelona y un par de ciudades más decidirían todo; los partidos (incluida IU, que es donde más votos obtiene) se centrarían en ellas, por rentabilizar el esfuerzo; un sitio pequeño jamás podría aspirar a tener a alguien peleando por sus intereses particulares (¿qué es la cuota láctea?, se preguntarán en la Puerta del Sol), etc. ¿Me equivoco?
No es una pregunta retórica; a lo mejor me equivoco.
Es innegable que clama al cielo que un diputado de IU cueste tal vez diez veces más que uno del BNG. Pero ojo, esa no es la única variable: resulta que IU en ningún sitio convence a casi nadie, y parece que cada vez menos. ¿Es efecto del sistema, que hace que votarla sea inútil? No lo sé; puede que sí. ¿Hay otra solución? No lo sé. Veo razones de peso para cambiar las cosas. Pero también las veo para primar el voto concentrado. - ...mecanismos efectivos que garanticen la democracia interna en los partidos políticos:
Pero eso será cosa de los partidos y de quien se mete, ¿no? Si se afilian muchos, pondrán las normas que quieran. - Reducción del gasto militar:
Entiendo que esto sale del corazón, que el pacifismo pide esto, que el sentido común lo pide. Porque rechazamos las guerras.
Pero esta medida, así a pelo, nosotros solos, me parece poco realista. Salvo que vaya acompañada de un cambio de postura y papel internacional por nuestra parte, que en todo caso hay que valorar con la cabeza fría; entre otras cosas porque no vendría solo (y ya les digo que ir por libre no me parece una opción, hoy, a mí).
Mucho más lógico me parecería reclamar a nuestros gobiernos (o, mejor aun, votar a los partidos que defiendan algo así) unas políticas de defensa y exterior que, tanto en el campo de la seguridad propiamente dicha, como en el de la cooperación, la diplomacia, la economía, el derecho internacional humanitario, etc., contribuyesen a la construcción de la paz, al desarrollo, a una gobernanza internacional justa y representativa, etc. Lo cual no siempre equivale a reducir los gastos militares, ni mucho menos. - En cuanto a las medidas contra el desempleo, veo que han diferenciado entre grandes empresas y el resto. Me alegro, porque creo que a menudo se habla del mercado laboral pensando en Telefónica, el BSCH o Repsol, y no en el dueño de la tienda de la esquina o el que tiene un negocio familiar de subsistencia.
El resto (son 43, en total), las veo bien. Yo. Pero no son puntos básicos de fácil consenso para prácticamente todo el mundo. No me parecen unos mínimos capaces de aglutinar a gente de diferentes ideologías, unida por su rechazo al sistema, su falta de confianza en los políticos y su desasosiego ante unos agentes económicos todopoderosos.
3. El futuro
¿Qué va a pasar con todo esto? ¿O qué pretendemos que pase, en realidad?
Desde el primer día han surgido voces, interesadas en este movimiento, pidiendo propuestas concretas, pidiendo la articulación en forma de algo, pidiendo unos objetivos tangibles y asequibles... Yo lo pensaba también, pero he cambiado de idea.
Me decía el otro día un amigo, metido en política, que aquí la participación se hace a través de los partidos. Y que no se dan cuenta de que, solo con las 70 personas que se juntaron el primer día en mi ciudad, copan cualquier partido local y deciden programa y candidato. Y que con las de la Puerta del Sol se hacen con el PP, el PSOE, IU y aun sobra gente para fundar algo. Pero claro, le decía yo, es que la gente lo que está pidiendo es que no haga falta dedicarse a la política para participar, para pintar algo. Es que lo que la gente está pidiendo es que el sistema nos permita sentirnos protagonistas de nuestra democracia, en nuestras casas y nuestros trabajos.
Dice NáN que ver el desarrollo de las asambleas en las plazas de Madrid fue una experiencia extraordinaria, optimista y reconfortante. Y lo cierto es que, para mí, ahí está el quid de la cuestión.
Si hay algo que debemos pedir no son unas medidas concretas, ni siquiera un cambio en el sistema; mucho me temo que en cuanto esas peticiones vayan cobrando forma irán perdiendo adeptos. Por eso, creo que el cambio debe ser de actitud. Pero de nuestra actitud.
Lo que debería salir de todo esto es una sociedad democráticamente más madura. Suena iluso, lo sé, pero es donde pongo mis esperanzas; en que esto sea, a la postre, un revulsivo para todos nosotros. Que consiga que nos impliquemos, que prestemos atención y, sobre todo, que nos creamos de una vez que la democracia es nuestra. Y que los políticos (y por extensión el resto de poderes fácticos) no tengan más remedio que tomar nota, asumirlo y obrar en consecuencia. Que les hagamos ver que ya no gobiernan a una panda de borregos en bavia. Que nos hagamos mayores y pasemos definitivamente página a formas muy nuestras y muy penosas de entender la autoridad.
Pero nada de eso será posible si esto no es algo verdaderamente generalizado, multitudinario. Algo que sea imposible obviar.
Esto no puede ser un movimiento de protesta más, como tantos otros. Porque el sistema tiene capacidad para torearlo un poco y asumirlo tras descafeinarlo, en el mejor de los casos. Esto debería ser algo mucho más básico y, repito, generalizado.
¿Cómo? La red es genial, la red es poderosa; pero la red no llega a todo el mundo, ni a todas las edades, ni muchísimo menos. Yo cierro el portátil, miro alrededor y apenas veo nada.
Siempre he pensado que casi todos los grupos de opinión y las iniciativas políticas y sociales adolecen del mismo error: dirigirse a los ya convencidos. Da igual que sea una asociación cultural, una organización ecologista, un movimiento reclamando una causa justa; siempre se dirigen a los suyos, y nunca a los demás. Nunca una concesión, siempre puros... hasta el olvido final. Lo entiendo; pero también es fácil entender por qué no funciona. Siempre he dicho que, a un debate, yo al ecologista lo mandaría de chaqueta y corbata.
Crecer. Y multiplicarnos. ¿Cómo? Las acampadas son inasumibles por mucho tiempo, y además, literalmente, espantan a muchos potenciales seguidores. ¿Concentraciones? Tal vez sea mejor idea.
En todo caso, información, información clara y razonada, para explicar y convencer. A través de la red, por supuesto, pero también por otros canales, que hay mucha gente que no lee nada, o nada serio, en internet.
Estamos ante la posibilidad de creernos, por fin, ciudadanos. Y de comportarnos como tales. Nosotros somos el cambio; nosotros, no ellos. Esto es una carrera de fondo, a muy largo plazo. Y ganarla no consiste en llegar primero, consiste en conseguir que corramos muchos.