29.9.18

Un mordisco

[Publicado en el suplemento cultural Táboa Redonda del domingo 16.09.18]


Un mordisco




"Muerdo el bocadillo y pienso en Marta.

Acabo de llegar del trabajo. Andando, que aquí es un lujo al alcance de casi nadie. Esta semana aún no tengo horario de tarde, así que llego sudando pero con medio día para mí. Ya en mi habitación pongo Radio Clásica, “Reflejos en el agua”, me siento en el escritorio y me preparo un sándwich de pavo, queso y tomate. Y cuando le doy el primer mordisco pienso en Marta sentada en la mesa de la cocina.

Acabo de leer “Apegos feroces”, un relativamente reciente –lo único reciente es la traducción de Daniel Ramos, corregida por la ya familiar Raquel Vicedo- éxito de Vivian Gornick. Aun girando sobre la relación de la autora y su madre y sobre las relaciones amorosas de ambas con los hombres, y ofreciendo por tanto un punto de vista exclusivamente femenino sobre casi todos los temas que toca, es, además de muy buena literatura –o precisamente por eso-, tan aprovechable por cualquiera como puede serlo la “Odisea” aunque Ulises sea un hombre. Como es lógico.

Me ha gustado mucho y me han impresionado su capacidad de introspección y su habilidad para describir los estados de ánimo y los sentimientos; en particular, los que caracterizan la relación entre ellas dos, plagada de situaciones tensas e intensas por lo abruptas, por la frecuente hostilidad y hasta violencia y, simultáneamente, por la profundidad de su amor. Y no cabe llamarlo de otro modo. Un amor a veces destructivo y nunca fácil ni demasiado útil como apoyo, y sin embargo incuestionable y, por lo tanto, en cierto modo bello. Porque hablar a gritos y herirse, puede que no siempre ayude mucho, pero seguir haciéndolo toda la vida sin que eso se imponga, sin que llegue a cubrir el cariño y la confianza, quiere decir algo. Esa confianza, el grado de conocimiento mutuo que muestran madre e hija, me han parecido envidiables en muchos sentidos. Parafraseando aquel chiste de Eugenio sobre el póquer, tener una comunicación tan íntima y sincera, aunque a menudo sea mala y esté sembrada de cuentas pendientes, es muy bueno y excepcional. Imagínense si fuese buena.

Tener una relación sincera e íntima, llegar a conocerse bien, a tener confianza. Gustarse o, mejor dicho, quererse a pesar de los desencuentros y de los defectos. Eso debe de ser el amor. Y como padre, hijo y pareja, me encantaría vivirlo.

Hoy me he sentado en el escritorio, mirando a la pared, y he cogido el bocadillo. Y al morderlo he visto a Marta sentada en la mesa de nuestra cocina, a seiscientos kilómetros de aquí y sin embargo a mi lado."

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