La de hoy es, para mí, la noche más entrañable del año.
Que la disfrutemos como nos merecemos.
¡Felices fiestas!
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Publicado en el suplemento Táboa Redonda el día de Nochebuena del año 2017 |
Nochebuena
"Me
gusta la Navidad. Lo siento por ustedes si no es su caso, pero a mí me gusta. Y
me parece estupendo, la verdad; por dos razones: porque la Navidad existe y la
tengo que pasar, y por tanto es una ventaja disfrutarla; y porque además creo
que es un buen síntoma. Me parece que el gusto por estas fiestas suele dar una
medida bastante fiable de la salud sentimental de cada uno, de cómo está de
afectos, de tristezas, de nostalgias, de dolor y de alegrías. Y yo, por ahora y
a pesar de las penas, tengo sin duda más que celebrar que añorar.
Y,
dentro de las Navidades, el gran día es la Nochebuena. Es el primero (bueno,
no, el primero es la Lotería) pero el más importante, el más entrañable, para
mí, del año, el más familiar, el que mejores recuerdos me trae y en el que más
importante me parece estar bien acompañado. Y siempre ha sido así, hasta donde
alcanza mi memoria.
Pienso
en Nochebuena y veo el comedor de mi abuela, con dos mesas pegadas y yo en la
de los pequeños. Veo a mis primos, a los mayores y a los de mi edad, y a todos
mis tíos y tías, y a mis cuatro abuelos juntos, después de que los paternos
llegasen abrigados, fríos y sonrientes, buscándonos con la mirada. Y a mis
padres y a mi hermano, claro. Al pequeño no, el pobre: me temo que llegó a la
familia cuando el recuerdo de la infancia ya estaba configurado, y no aparece hasta
otras épocas. Veo la cocina llena de potas, de fuentes, de platos, de pan
cortado. Veo las copas y la vajilla buena. Y me llegan olores. Y todos sonríen.
Y nos recuerdo a los pequeños esperando en la sala (yo sentado en el brazo de
un sillón de escay verde) a que nos llamasen para cenar, viendo una película en
blanco y negro en la que salían un muñeco de nieve y Papá Noel, y que quedó
para siempre como la película navideña por antonomasia aunque no sé cuál era. Y
a mi prima Isa adornando la mesa. Y comer langostinos con mayonesa, y bacalao y
supongo que carne. Y a mi abuelo interrumpiendo a todo el mundo para brindar. Y
a mi abuela concentrando el amor de todos. Y siempre, siempre, con los postres
navideños (éramos de pocos postres), acabar con mandarinas y nueces, sabe Dios
por qué: acabábamos jugando al bingo comiendo mandarinas y nueces sin parar,
como si aquello tuviese algún sentido. Que lo tendría. Y luego cantar, siempre
gallegadas, nunca villancicos, hasta las tantas.
Éramos
felices. Yo lo era. Esperaba esa noche con ansia y nunca me defraudaba.
Las
cosas han cambiado, qué duda cabe. Unos no están y todos nos hemos
transformado. Pero por suerte tengo motivos para seguir viviendo esta noche con
ilusión. Será que todavía soy feliz.
Que
lo sean ustedes también hoy."
* * *