Táboa Redonda: Corto
[Publicado en el suplemento Táboa Redonda del domingo 24 de septiembre de 2017]
Corto
"El
otro día un anciano esperaba delante de mí en la cola de la caja del
supermercado. Estaba mirando un paquete de sobaos que llevaba en el cesto,
lleno de estrellas doradas que anunciaban un sorteo cuyo premio eran las vacaciones
pagadas de los próximos cinco años.
Cuando
no era padre, lo que más temía del paso del tiempo era mirar atrás un día y
constatar que lo había perdido. Que había desaprovechado mi oportunidad. Y esto
ha supuesto siempre un conflicto entre mi prudencia a la hora de tomar
decisiones (no sé si innata o aprendida, pero indudable) y un deseo oculto pero
siempre presente de vivir la vida de otro modo, más intensamente, supongo. Una
idea romántica, al fin y al cabo, que no ha tenido más consecuencias que
pequeñas decisiones diarias que no pasan de gestos simbólicos, palmaditas en la
espalda a mí mismo.
Y
para alguien así hay pocos consuelos comparables a la literatura: a falta de
aventuras, se leen. Se acompaña a Miguel Strogoff por Siberia, a Holmes por
Londres, a Aragorn por la Tierra Media o a J.R. Moehringer a la barra del
“Dickens”. O al Corto Maltés por todo el mundo.
Al
fin he leído el Corto Maltés. Un amigo ha venido a solucionar mi grave carencia
con unos cuantos comics de Pratt. Y estoy deslumbrado. Ya lo esperaba, y así ha
sido: deslumbrado. Por un lado, porque las historias son interesantes,
complejas, completas, dan qué leer y exigen leer bien. Por otro por el
personaje, que con razón se ha convertido en un icono, porque sería difícil
crear otro con tantos atractivos; con el atractivo del hombre de acción, del
marino, del viajero, del solitario, del amante, del ilustrado, del hedonista, del
valiente, del aventurero. Del que no deja un solo día a la inercia. Ni una sola
noche. Del que vive intensamente, y además -y esto es lo importante- lo hace
también por ti, que estás en el sofá, levantas la cabeza y ves las nubes y por
un momento eres capaz de imaginarte sentado en una duna, con el cuello del
chaquetón de mar levantado, mirando el horizonte y con las pardelas diomedeas
gritando sobre tu cabeza.
Y
algo queda, de todo eso, para que al final del día la sensación sea de haberlo
aprovechado. Incluso para seguir aprovechando la noche. Y para que, dentro de bastantes
años, cuando veamos en un paquete del súper un premio de cinco veranos con
vacaciones pagadas, pensemos que es verdad que a lo mejor, aunque ganemos, ya
no tenemos tiempo para disfrutarlo, pero que el que hemos vivido ha valido la
pena."
* * *