5.6.16

Táboa Redonda: Fracaso

Luego a lo mejor nos quedamos por el camino, pero, por lo menos, elegir bien el destino, o el faro, o la brújula, o qué sé yo qué otra metáfora.




Fracaso

Nada como no tener verdaderas dificultades económicas para permitirse despreciar el dinero. Pero saber eso no debería impedirnos ponerlo en su sitio, si no nos gusta dónde se ha instalado.
Adam Smith dijo que la gran masa de la humanidad estaba formada por admiradores y adoradores de la riqueza y la grandeza; y que esa disposición a admirar y casi a idolatrar a los ricos y poderosos, y a despreciar o, como mínimo, ignorar a las personas pobres y de condición humilde era la principal y más extendida causa de corrupción de nuestros sentimientos morales. Y lo pongo en pasado porque lo escribió en 1756, no porque las cosas hayan cambiado. Hace solo seis años, Tony Judt decía en su “Algo va mal” (Taurus) que “Hay algo profundamente erróneo en la forma en que vivimos hoy. Durante treinta años hemos hecho una virtud de la búsqueda del beneficio material”, que se parece bastante.
Lo de la pirámide de Maslow todos lo tenemos claro: mientras lo básico no esté cubierto, que no nos vengan a hablar de realización. O, como dice un amigo mío, ninguna filosofía es más profunda que un plato de caldo. La legitimidad de ganarse la vida está fuera de cuestión. Es cuando se van subiendo peldaños cuando la disfunción comienza a notarse, al ver que la preocupación por lo material no solo no queda atrás sino que crece y crece. No se sustituye, solo se amplía. Seguramente porque el dinero se ha convertido en algo más; porque se ha convertido en la referencia universal, en la medida de todas las cosas. Quién no cree poder callar la boca a cualquiera enseñando una buena cuenta corriente. Quién no considera que el éxito económico demuestra que, al final, tenía razón en todo.
Y eso tiene varias y funestas consecuencias. Una, obvia, es la justificación social de la ilegalidad, todavía; pero menos evidentes y, por eso, quizá más dañinas son otras dos. La primera es aceptar, tanto legal como personalmente, comportamientos inadmisibles desde la ética, únicamente porque son económicamente lógicos, porque dan dinero: “Bueno, qué van a hacer, es su trabajo”. La otra es el modelo dominante a seguir, el planteamiento vital. Que es aun peor: padres que no tienen argumentos para hacer que sus hijos estudien, porque con un poco de suerte encontrarán alternativas más rentables, por ejemplo.
Pocas cosas nos definen tanto como nuestra idea de qué significa triunfar en la vida.
No conseguir lo que queríamos parece, así de entrada, malo. Pero hay un modo más tonto,  indigno y sutil de fracasar: elegir una meta miserable, poner nuestro empeño en alcanzarla y lograrlo.
* * * 


1 comentario:

  1. Tremendo "titulo" esa es una de las "pocas palabras que he proscrito del vocabulario" es palabra maldita, anatema... provoca mi huída... cual crucifijo cristiano en el exorcismo demoníaco...
    Palabro asociado a todo lo personal-negativo... depresión, separación, divorcio, suicidio...
    Fin de comentario...

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