8.7.14

London with kids

Hemos ido de viaje a Londres, Paula, Carlos, Cibrán, Marta y yo; cinco días a finales del mes pasado.

Nosotros dos ya habíamos estado varias veces, pero los niños no. De hecho, para ellos era la primera salida consciente al extranjero, prácticamente.

Nos alojamos en la zona de Notting Hill, en la esquina NO de Kensigton Gardens, y desde allí nos movimos muy fácilmente a todos los sitios que queríamos visitar. A algunos, incluso andando.

Íbamos mentalizados de que era un viaje con y principalmente para niños, y lo habíamos planteado en consecuencia, con contenido cultural medido y tratando de hacer y ver cosas atractivas para ellos. Aun así, nos sorprendimos de hasta qué punto están aún lejos de tener afán de conocimiento alguno... O tal vez no, tal vez seamos injustos al decirlo, porque lo cierto es que hubo sitios no tan infantiles que sí les gustaron, y Marta y yo recordábamos cómo nosotros, al menos a la edad de los dos pequeños (7), no sabíamos ni lo que era un museo. Literalmente.

Les hicimos unas libretitas con fotos de cosas que íbamos a ver y tenían que reconocer y se las tomaron con mucho interés.



Diplodocus, visto.

Fuimos a ver los típicos edificios más famosos, fuimos pero no subimos al London Eye, paseamos por el West End, por nuestro barrio hasta Portobello (donde cenamos en un pub con comida de Nueva Orleans y vimos, desde la acera, el interior de algunas casas maravillosas), por la City (contemplando el ambiente temible de algunos de los que mueven el dinero del mundo), recorrimos los jardines deliciosos de los edificios de abogados del Temple, visitamos el Zoo, el Museo Británico (lo justo para ver las momias y poco más), el de Historia Natural (con más éxito, como esperábamos, pero sin alardes), la Tate Modern (el último día, solo por ver qué les parecía; y casi todo les pareció una coña marinera) y la casa de Sherlock Holmes, como yo hace dieciocho años, que les gustó mucho. Comimos mucho y bastante rico (¡qué hamburguesas!), poco variado e insano.


Lo mejor de la Tate, los chicles pintados del camino

Jardín en el Temple

Pero, aparte de caminando por la calle, donde más tiempo pasamos fue en los parques.



Lo de los parques de Londres es algo sabido, pero uno no es consciente de lo excepcionales que son, tanto en cantidad, tamaño y belleza como en lo mucho que se viven, hasta que los ve. Y esta vez, por los niños y gracias a que hizo muy buen tiempo, estuvimos bastante en ellos; algún día incluso merendando en la hierba, junto con varios miles de personas más. Lo cierto es que había lugares donde uno tenía que obligarse a recordar que allá a lo lejos una verja nos rodeaba y separaba de las calles, porque la sensación era de estar en medio del campo. Tanto a Marta como a mí fue lo que más nos impresionó; nos daban mucha envidia.




A los niños, como suele suceder, al final lo que más les gustó fue el hecho de viajar y lo que eso, y salir al extranjero, supone: aviones, el hotel, ¡el desayuno del hotel!, coger el metro, coger los autobuses de dos pisos, coger un taxi típico, la gente extraña por la calle (me llamó muchísimo la atención la cantidad de mujeres con burka que había; hace años no se veían, y ahora no es que haya muchas, es que son algo normal), comer fuera y mal, oír hablar otro idioma, etc. La verdad es que es una gran experiencia para ellos, creo yo.






Yo me considero, al menos en parte, anglófilo. No puedo (bueno, ni quiero) evitar admirar o envidiar muchas cosas suyas, empezando por la literatura y todo lo que la literatura me ha dado (cada vez que el comienzo de una novela me ha llevado junto a la chimenea de una posada en un camino rural inglés en medio de una noche de lluvia). Y la superficial y totalmente aleatoria impresión que uno se puede llevar de contactos fugaces, en mi caso tampoco ha sido nunca mala. Tan solo me sucede que sus manifestaciones públicas, desde los titulares de prensa a los libros de Historia, pasando por los cartelitos de los museos, hacen que me vuelva de allí contento de su derrota en el Mundial y la eliminación de Murray en Wimbledon...



Lo de los jardines... es que era una maravilla, de verdad. Y no hace falta irse a los grandes parques; hay jardines encantadores en cualquier parte, aunque sean los de 4 metros cuadrados de delante de cada casa.

La preocupación por la estética, de nuevo, como indicador del nivel de vida de una sociedad.

Fue un viaje estupendo que recordaremos toda la vida.





4 comentarios:

  1. ¡Qué buena pinta! Ya me pasareis los "apuntes" porque es justo el "primer" viaje que queremos hacer nosotros con nuestros retoños...Y si es en la playa o con una cervecita mejor que mejor (qué ganas tengo de ir ya)
    Bss a los 5!!

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  2. Encantados, Alma.
    ¡Nos vamos pasado mañana temprano! Nos veremos en Xilloi.

    Besos.

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  3. ¡Qué bien! Dan ganas de coger un avión e irse ahora mismo. ¡Qué ganas de vacaciones!

    Lo de la libretita me lo apunto, me parece una idea genial.

    Beso gordo

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  4. me parece genial que M haya salido del anonimato blogero que le dabas y al fin yo sepa su nombre...Marta es bonito y firme.
    cariños a todos y Londres me parece genial para los niños.
    saludiños

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