Hace unos meses escribí, a propósito de Winnesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, que probablemente aquel era el libro, de todos los que había leído, que más me hubiera gustado escribir, o, mejor dicho, el que por estilo, planteamiento, temática, más se acercaba a la literatura que a mí me gustaría hacer, si fuera capaz.
Y ahora, Jerónimo e Eulália, de la portuguesa Graça Pina de Morais, que me ha encantado, con el que he disfrutado página a página (tanto que he lamentado terminarlo (y ya hacía tiempo que no me pasaba eso)), ha resultado ser una de las novelas con cuyas reflexiones, o con las reflexiones, las actitudes y el carácter de cuyos protagonistas más identificado me he sentido nunca.
Quizá por eso me ha sorprendido mucho que sea la obra de una escritora. El protagonista es un hombre, Jerónimo, y aunque entre los personajes hay también mujeres (y algunas con mucho peso, principalmente Eulália, claro), lo he visto tan bien retratado, tan bien comprendido y, ya digo, me he sentido tan cerca de él, que me maravillaba que fuese una mujer la que hablaba. Pero bueno, una vez más mi lado femenino debe de tener algo que ver.
La grandeza de la literatura: tocar, desde otro país y hace años, lo más íntimo de alguien.
Les dejo unas cuantas frases. Se dárán cuenta de que hablan distintas personas, a veces casi opuestas. Algunas son de Eulália pero la mayoría de Jerónimo:
...desconocía pertenecer a una especie de hombres incapaces de practicar el amor o el gesto que lo representa sin que los impulsen a ellos motivos de orden grave y profunda.
Tenía una naturaleza dispersa: se interesaba ligeramente por todo, pero por nada en profundidad.
El fin de aquellos que fueron parte de mí misma, que vi reír, llorar, conversar, comer, ese fin me aterra.
Cuando se regresa a la tierra donde pasamos nuestra juventud es realmente como si entrásemos en una sala de espejos deformantes.
Ese mínimo de entusiasmo que todo hombre tiene la obligación de sentir es la pequeña parcela de luz propia, ¡su contribución al bien común!
... ese mínimo de entusiasmo que da derecho a la supervivencia.
Hay miles de personas así, pasan por la vida y ni se dan cuenta de que viven. Se limitan a pasar, ¿comprendes?
La muerte de un hombre cuya vida tuvo algún significado nos causa tristeza pero le imprime a la vida cierta coherencia, estimula las ganas de esa misma vida, nos advierte de que el tiempo es escaso, nos aconseja aprovechar la corta distancia entre la vida y la muerte, nos deja claro el valor de la existencia. La muerte de un hombre cuya vida no tuvo ningún significado nos proyecta al vacío, crea una clara sensación de pánico, de temible absurdo que impide los movimientos y aniquila la voluntad de existir. Nos sentimos idénticos a ese hombre, cuyo paso transitorio por la tierra fue enteramente inútil...
Jerónimo acababa de poner en práctica el último movimiento espontáneo e insólito de su existencia. Nunca más actuaría según sus impulsos naturales, nunca más ejecutaría gesto alguno que no fuese el fruto de una larga reflexión. En esa noche, su adolescencia había terminado para siempre. Del extraño embrión había surgido un hombre nítido, destinado a recorrer la existencia a través de caminos seguros y anticipadamente conocidos.
Mi vida transcurrió bajo el signo y bajo todas las miserias que el buen sentido trae consigo. El buen sentido no sirve para nada.
Las personas sensatas no me interesan. Hay en el buen sentido y en el sentido común un no sé qué de triste y miserable que me mata. Las grandes tristezas, las grandes alegrías y los impulsos desmedidos no destruyen. El sentido común con su vil mediocridad aniquila. Soy un prodigio de sentido común y me pregunto a mí mismo si no estoy muerto. ¿Hace cuántos años morí?
Es cierto que casi todos los hombres después de sobrepasar los cuarenta años se dan cuenta de que optaron por una existencia equivocada. Potencialmente cada hombre posee decenas y decenas de vidas que vivir. Apena puede escoger una. Casi siempre escoge mal y la nostalgia de las otras que podría haber vivido comienza a ensombrecer sus días a partir de cierta edad.
Yo escogí mal. Fui un hombre cauteloso que solo recorrió camino seguros.
Y la recomendación entusiasta de que lo lean; al menos los gallegos (creo que no está traducido).