Ola al culo
No, no hay ningún error; he querido decir ola y no oda. Ola, de hacer la ola.
¿A ustedes les gusta que les miren el culo? ¿Por la calle, en el trabajo, en la compra, en una cola, su pareja, los amigos, desconocidos?
Yo creo que mayoritariamente se considera una grosería. Pero al menos algunos coincidirán conmigo en que todo depende de quién mire y cómo lo haga.
Centrándome en el caso hombre-mira-culo-de-mujer, que es con el que, casualmente, más familiarizado estoy, me temo que el tío baboso de mirada babosa nos hace un flaco favor al resto del colectivo y, en fin, históricamente nos ha desprestigiado mucho, como el que grita algo soez o emite sonidos inspirados en el pastoreo.
Pero estoy aquí para romper una lanza a favor de mirar los culos. Sé que políticamente no es muy correcto y me expongo a más de una crítica, pero correré ese riesgo. Y para vencer su resistencia, y como en este caso sí es cierto que una imagen vale más que mil palabras, miren esta foto genial:
¿Qué ven ustedes ahí? ¿Machismo? ¿Falta de educación? Pues será que me pongo en el otro lado, pero yo, sin duda, veo un homenaje.
Fíjense bien en sus caras (no me digan que no es una foto extraordinaria): todos miran, todos (es espectacular, la unanimidad; ¿sería alguna famosa?). ¿Y cuántas miradas irrespetuosas cuentan ustedes? ¿Ven falta de respeto? Porque yo no. Veo deseo, si quieren lascivia, pero sobre todo veo admiración; veo un acto de pleitesía.
Y volviendo a la calle, a la nuestra y no a la de la Roma de los años 30 o 40, y volviendo a los culos (porque en la foto quienes lo vemos somos nosotros, el fotógrafo y ese señor de la derecha, los únicos que estamos detrás), piensen en una mujer con un tipo espectacular y en cómo a su paso, y con un lapso de un par de segundos, se van girando las cabezas. Esas cabezas vueltas son, en mi opinión, un aplauso espontáneo, una muda ovación.
Piensen además en la belleza que hay tras ese gesto instintivo compartido por todos esos hombres, cada uno de su padre y de su madre, que en tantos temas discreparán pero que una cosa tienen clara: un buen culo es un buen culo.
Esas cabezas, insisto, volviéndose coreográficamente, esas cuidadas estrategias para disimular, esos ojos en los retrovisores, esos coches a punto de darle un golpe al de delante, y hasta esos tirones airados dados por las respectivas parejas, conforman, todos, como decía, un acto de homenaje, una reverencia entregada, una victoria efímera por la suerte de ver, una celebración colectiva de la belleza.