Los niños tienen una capacidad prácticamente ilimitada para bañarse. Siempre quieren más. Incluso Carlos, al que unas gafas de bucear parecen haberlo hecho inmune al frío. Y si alguna vez están fuera y me ven meterme en el agua, tardan dos segundos en venir y pedirme que juegue con ellos.
Vamos probando playas, además de la nuestra: el Caolín, que es la cala perfecta, turquesa y con el faro blanco al lado; A Brela, nueva para nosotros; Xilloi, con demasiada gente para mi gusto pero donde a veces comemos; Esteiro, tal vez la más bonita, y Bares, creo que mi preferida, y desde la que se ve la isla de A Coelleira.
Precisamente en Bares, anteayer, al bajar entre la vegetación que cubre las dunas, pensando qué lujo es tener acceso a esta naturaleza casi intacta, y ver el pueblo y la costa de enfrente, pensaba una vez más que yo quiero pasar más tiempo aquí. Que me gustaría probar, en algún momento, cómo es vivir aquí. Supongo que, en invierno, terriblemente solitario y aburrido, como dice cualquier vecino; apto solamente para quien busque una época de retiro. Pero juego a imaginarme qué rutina seguiría: cuándo trabajaría (en casa escribiendo, claro, no hay otra opción), cuándo saldría a pasear y al Cacheiro a tomar un café, qué días iría a comer el menú del día y cuáles haría la compra, si sería capaz de meter el mar en mi día a día, con quién charlaría (una parte de mí me dice que integrarme mucho me pesaría, por
esto), cuándo haría ejercicio y cómo, cuánto visitaría los demás pueblos, cuándo me permitiría acercarme a Viveiro, etc.
Mientras tanto, a ver si este invierno somos capaces de venir algo.
Ayer charlamos bastante con Oliva, la del café. Es un encanto de mujer. Por supuesto, los estándares de su negocio no se parecen en nada a lo que ahora se exige; ni falta que hace. Cuánta formación suele hacer falta para conseguir que los profesionales se acerquen remotamente a esa forma de tratar a la gente, que a ella le sale sola y que abre cualquier barrera. Si viviese en Vicedo, ir allí sería una de mis citas diarias, sin duda.
El tiempo es bueno, para estar aquí. Ha habido un par de días con algo de lluvia, que nos ha permitido ir de paseo a Viveiro y al cine (Del revés: bastante divertida y original), y justo hoy ha amanecido fatal. Pero en general las noches han sido agradables y cálidas.
He leído Stoner, de John Williams, comprado con NáN en mi penúltima visita a Madrid. Me ha encantado. Aunque últimamente leo cosas que me están gustando mucho, este ha sido de los mejores de estos meses: la historia de la vida de una persona, capaz de hablar de las nuestras; como suele pasar. Un gran libro, de verdad.
Hace ya días que no estudio, porque es raro que no veamos una película por la noche y nos acostemos antes de las dos, pero madrugamos bastante, para estar de vacaciones. Y casi todos los días bajamos a bañarnos nada más levantarnos. Es seguramente el momento del día más extraordinario, literalmente.
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Yo, feliz |