Hoy he terminado
Knockemstiff, de
Donald R. Pollock, último de los tres libros que hace tiempo había recomendado NáN (ya no recuerdo dónde) para entender América (quiero decir Estados Unidos, pero estos libros piden
América). Los otros dos eran
Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, y
Cannery Row, de Steinbeck. Los tres son magníficos.
Knockemstiff es un libro de relatos ambientados en ese pueblo. Pueblo que existe, que también está en Ohio, y en el que nació Pollock. Los personajes se repiten en ocasiones, pero los relatos son independientes.
Cuando leí el primero me quedé horrorizado; cuando leí el segundo estuve a punto de dejarlo. Por suerte, seguí, porque me ha encantado.
Dice Pollock que, aunque los relatos están inspirados en su pueblo natal, no reflejan cómo eran ni su familia ni el ambiente que lo rodeó de niño. Y me alegro por él, porque el libro es un recorrido por la pobreza, la ignorancia, la brutalidad y falta de escrúpulos, la degeneración física y moral, la sordidez y la desesperación más absolutas. O las más absolutas que uno espera encontrar en cierta parte del mundo.
Las conclusiones sobre aquella sociedad son inevitables; aunque seguramente serán también demasiado simplistas. Al final, tras escandalizarse, uno se da cuenta de que lo que debe de pasar es que aquí esas vidas nadie las cuenta.
La pobreza total, la pobreza que condiciona por completo la vida personal, familiar y social, que sume en la ignorancia y encierra en un pozo desde el que no se ve ninguna luz, es lo más dramático. La falta de cualquier tipo de esperanza, la falta de un horizonte más allá de la siguiente pastilla, la incapacidad de confiar en nada (y menos aun en uno mismo), dejan esto: unas vidas de mierda, de mierda.
Léanlo.
Por la tarde, siguiendo otro consejo, de un compañero del trabajo, hemos visto
La gran belleza, la película.
Otro mundo, otras personas. Un casi piensa que otra especie. Pero no, por supuesto.
La película es preciosa e inteligente, muy interesante. Y el protagonista está genial.
Habla también del cansancio, incluso de la desesperanza y la falta de fe; y quién sabe si de la misma cantidad de desgracia. Pero claro, aquí se reflexiona y se explica, y se asume o al menos se sobrelleva desde el refinamiento y el bienestar material. Y es mejor, para qué nos vamos a engañar, es mejor así.
En cualquier caso, se parte de la frivolidad, de la cultura mundana y la estética y se acaba hablando de la soledad y la muerte.
Véanla.